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Red Internacional
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OPINIÓN. Gordofobia y medios de comunicación: cuestión de peso, género y clase

Los medios masivos de comunicación, que operan en la construcción de las subjetividades genéricas (hegemónicas y no hegemónicas), aportan, y mucho, a la cosificación y los mandatos que pesan sobre “la feminidad”. Clarín, Caras y otras lo mostraron en estos días, y se abrió el debate. El peso y la clase.

Sol Bajar

Sol Bajar @Sol_Bajar

Martes 28 de julio de 2020 16:21

Imagen de Antonio Páramo, ilustrador español contra la gordofobia.

Imagen de Antonio Páramo, ilustrador español contra la gordofobia.

Quedó clarísimo (de nuevo) la semana pasada, cuando la revista que habla de ricos y famosos, publicó en su portada una fotografía de Amalia, una de las herederas del trono de Holanda, y tituló que “la hija mayor de Máxima” Zorreguieta licía "con orgullo su look plus size".

Empecemos por aclarar algunas cosas. En primer lugar, el detalle de la imagen minuciosamente seleccionada, disonante con los cuerpos que suele mostrar Caras: una imagen que en realidad es un recorte de la foto que suele tomarse tradicionalmente ante los medios del mundo, cada año, la familia “real” holandesa.

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En segundo lugar, otro “detalle”, la elección del “plus size” en el título de tapa: una expresión que en inglés se aplica a personas de talle medio a grande, pero “aceptables” como "disonantes". Es decir que es un concepto que no apunta sólo al peso, sino también a los cuerpos que salen del estereotipo de mujeres flacas, rubias, blancas, “perfectas” (propio del capitalismo de las últimas décadas), pero que igual “encajan”. En este caso, el cuerpo "encaja" sobre todo por ser parte por ser parte de la “familia real”, es decir, por una cuestión de clase. Difícil imaginar, por otra parte, esa misma descripción, ese mismo título, para hablar de un varón, ¿no?

¿Qué mensaje transmite la revista Caras? Entre otros, el de la “fortaleza” de una adolescente, de una joven de 16 años, que no tiene un cuerpo de “mujer normal”, que cumpla con el estereotipo (y mucho menos del de una “princesa real”), pero que aún así, “lo muestra con orgullo”, “vive su adolescencia sin tabúes y defiende su figura de ""mujer real”"... entre comillas, como para que se entienda que en realidad, aunque sea de la realeza, tan “real” no es, porque tiene un cuerpo que no encaja. Y eso también es algo cuestionable, porque lo “normal”, en este sistema, es que tengas que sentirte mal con un cuerpo así, distónico, que no entra en “las normas” de lo que se supone que es “lo esperable”. La ESI, la Educación Sexual Integral, sin injerencia religiosa, justamente es importante por eso.

El periodismo y “lo aceptable”

Ante la polémica y los cuestionamientos por la portada de la revista Caras, su directora, Liliana Castaño, afirmó que el objetivo de recortar de la imagen original a la joven princesa Amalia, para particularizarla y mostrarla como un símbolo “plus zize”, había sido el de “rescatar una historia de superación”, aunque no consiguió “evitar la polémica” porque la gente se queda “sólo con la lectura del título”. Como si lo polémico fuera la imagen de una adolescente y no las prácticas periodísticas.

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Por supuesto que éste no es un tema que se limite al tratamiento de los cuerpos de las mujeres. Pero una no puede menos que recordar que este debate es contemporáneo de otros, como el que abrió el tratamiento que tuvo la imagen de Oriana Sabatini mostrándose en las redes sociales “tal cual es”, descubriéndose con “fallas” ante un mundo donde el mensaje de las grandes corporaciones, incluídos los medios de comunicación, es el de la "aceptación" y el de la "existencia" basados en el éxito de apariencia, por supuesto si fuera necesario, la "distónicamente aceptable", también.

La existencia de la industria que lucra promoviendo ese discurso y esa "necesidad", de estar (estéticamente) "bien" o tener un cuerpo (visiblemente) mejor para despertar el amor de los otros, otras y otres, según tu vestimenta, tu desodorante, el brillo de tu piel, y un largo etcétera tiene un poco que ver con esto.

Brenda Mato, quien se define como "modelo plus size" y "activista body positive" no cree que el uso de palabras como "gorda" o "plus size" sea estigmatizante porque se habla "de una terminología que tiene que ver más con una cuestión del mercado". En diálogo con Marie Claire cuenta que es algo que también le pasa con el modelaje: "me parece copado nombrarlo para visibilizar un montón de cosas", afirma, aunque destaca que "en el caso puntual de la princesa de Holanda, no entiendo porqué ella tendría que tener orgullo de tener determinado talle. Me parece que el término no está bien usado en el caso de la nota, pero no creo que haya que tenerle miedo".

"Los medios siguen hablando todo el tiempo sobre nuestra apariencia, sobre lo que usamos, lo que no usamos, si nos vestimos bien, si nos vestimos mal", sostiene, y explica que "entonces seguimos siendo muñecas Barbies encerradas en una casa sin ningún tipo de posibilidad. No nos cuentan otras opciones, otras posibilidades", reflexiona. "Cuando hablamos o ponemos en tapa a una persona que no coincide con los estándares lo hacemos con bombos y platillos como diciendo ’miren qué diversos que somos’ y se lo hacemos notar. Pareciera que es un espacio que se está regalando y que no les pertenece".

Lala Pasquinelli, investigadora, artista y fundadora de Mujeres que no fueron tapa, afirma en cambio que los grandes medios tomaron nota que no pueden seguir hablando de mujeres "gordas" y entonces usan eufemismos, como el de "plus size", aunque están hablando de lo mismo: de cuerpos que salen de "la norma", de los cánones de belleza que se exigen para ser considerado un cuerpo bello o con derecho a ser mostrado, mirado y deseado.

"Estas tapas normalizan el juicio sobre el cuerpo de la adolescente y de todas las mujeres, es una crítica hacia esa persona por ser como es, y en ella a todas las que no seamos delgadas. ¿No son estas tapas y títulos los mecanismos que hace décadas habilitan el bullying y las críticas violentas hacia nuestros cuerpos, como si solo fuéramos el talle que ocupamos, o nuestra apariencia? ¿Qué es defender “su figura de “mujer real”? ¿Cual es el tabú? ¿Tener un cuerpo? ¿Existir de la manera que queramos?", pregunta la cuenta de Instagram que impulsa, Mujeres que no fueron tapa.

Para Lala, "es importante que no se siga hablando del talle de las mujeres, ni del peso, ni de las medidas (...) Necesitamos ser valoradas por lo que hacemos, por lo que pensamos, por nuestro intelecto y nuestras capacidad. No seguir siendo evaluadas por nuestra apariencia física como si fuésemos objetos. Es realmente una vulneración de derechos".

Cuestión de peso... y de clase

La imposición de cuerpos hegemónicos y mandatos de belleza para ser "buenas mujeres", pertenezcas a la clase que pertenezcas, tiene que ver con mandatos patriarcales que persisten, incluso mudando sus formas, en el mundo capitalista.

Amalia, la hija de Máxima, la heredera del trono de Holanda, es una joven con privilegios medievales en pleno siglo XXI. Heredera de la monarquía de un país imperialista. Y en este punto -vital como muestran los tiempos que vivimos- no hay nada cercano a la cotidianeidad ni al futuro que prepara este sistema para la mayoría de las mujeres y las niñas del planeta, con vidas que están muy lejos de ser las de princesas.

Ellas, que hacen malabares para estudiar, trabajar, y en muchísimos casos también para cuidar a los hijos, hijas e hijes; que jinetean en bicicletas y trabajos para APPS y que no tienen un mango para andar eligiendo la ropa más "cool", de la mejor marca, o hecha a medida, se enfrentan muchas veces a los mismos prejuicios, estereotipos y mandatos.

Y en la vida real, donde mandan los prejuicios que tan bien reproducen revistas como Caras o diarios como Clarín, estos prejuicios pueden significar no conseguir un trabajo; ser despedida o despedido o despedide; sufrir maltrato o ser víctima del hostigamiento. Y eso sin detenernos en los trastornos de la alimentación que refuerzan estos mensajes, por mencionar algunas cosas que no vendría nada mal incorporar al debate.