Es un joven obrero que vive en La Matanza. Luchó contra los despidos de la refinería Shell. Hoy se presenta como precandidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, en la lista 1A, del Frente de Izquierda que encabezan Nicolás del Caño y Myriam Bregman.
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Rosa D’Alesio @rosaquiara
Miércoles 5 de agosto de 2015
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Gustavo tiene 36 años, está casado y es padre de dos hijas y pertenece a una familia obrera. El papá es albañil, salteño, y siendo muy joven migro a Buenos Aires. La mamá es inmigrante boliviana, llegó al país junto a sus padres, que a fuerza de trabajo se construyeron su vivienda, también en La Matanza. La mamá trabajó en varios talleres textiles. La familia sufrió cada una de las crisis económicas que se desató en el país. Con el sacrificio de sus padres logró completar sus estudios, tanto en la primaria como en la secundaria. A fines de los 90 se inscribió en la universidad, en la UTN, para estudiar ingeniería Civil. A sus 19 años comienza a militar en la agrupación universitaria, En Clave Roja. En abril de 2014 los despiden de la refinería Shell, continúa peleando por su reinstalación.
¿Cómo es la vida de una familia obrera?
Recuerdo muy bien esos días, todavía estaba en la primaría, y a mis padres se les hizo cuesta arriba lograr que terminara mis estudios. Cuando cursaba los últimos años de la secundaria comencé a trabajar como ayudante de albañil. En el 2003 tuve mi primer trabajo como operario metalúrgico en una siderúrgica, fue en Acindar, en la planta de La Tablada. A los seis meses me efectivizaron. Para mí fue una experiencia muy buena porque desconocía lo que era trabajar en una industria. Pero también hice mi primera experiencia con la burocracia sindical, y los ritmos de trabajo extenuantes.
Hacíamos turnos americanos, es decir que trabajas con horarios rotativos, incluso fines de semana. Me cambió la vida. De tener los fines de semana libre, pase a trabajarlos, no podía ir ni a un cumpleaños. Tuve que dejar la facultad, era incompatible estudiar y trabajar en una fábrica con estos horarios.
En la fábrica saltaba cuando maltrataban a un compañero contratado. Primero despidieron a un delegado, independiente y anti burocrático. En una asamblea lo defendí y me despiden. Esto fue en el año 2007. Hicimos una olla popular y bloqueamos los portones para reclamar por nuestra reincorporación. Era muy difícil ganar esa pelea, porque en esos años la clase obrera recién comenzaba a recomponerse, después de haber sido golpeada por la desocupación. Había miedo de salir a pelear y perder el puesto de trabajo.
Después de esto entré a trabajar a la fábrica de vidrios Pilkington, la ex Blindex, también me despidieron. Enseguida conseguí trabajo, pero en talleres donde no estaba efectivo. Más tarde logré entrar a Fate, la empresa de neumáticos que está en la zona de San Fernando. Por la falta de estabilidad laboral, en el lapso de un año pasé por varios trabajos, hasta que me llamaron de la empresa petrolera Shell, en el año 2008.
¿Cómo fue trabajar en una multinacional como Shell?
Los jóvenes, que como yo, por la precarización laboral cada tres meses tenían que volver a buscar trabajo.
Los más antiguos tenían la experiencia de hacer asambleas, y eso lo trasmitían, pero también nos advertían de no hablar de más, de cuidar el puesto porque era muy difícil conseguir otro trabajo como en Shell. En parte tenían razón, pero eso muchas veces frenaba la posibilidad de luchar por algunas de las demandas, que son muchas.
Vos decías que más allá de los buenos salarios había muchos motivos para pelear, ¿cuáles son esos motivos?
Nosotros lo denunciamos ante los medios, pero todavía no se le impuso a la multinacional que pare las plantas hasta que las reparen. Muchos compañeros hace poco se hicieron análisis para ver si tenían benceno en la sangre, que podría ocasionar leucemia; a varios de ellos los valores les dieron muy alto, por arriba de lo permito legalmente.
¿Qué hace el sindicato y los delegados frente a sus reclamos?
Presentamos lista, un día antes de las elecciones nos proscriben. No votó nadie, hubo mucha bronca.
Pero la bronca no alcanzó para evitar el fraude electoral. Hicimos la denuncia ante el Ministerio de Trabajo, que tardó varios meses en pronunciarse. Por eso impulsamos un petitorio, donde denunciamos el fraude, que fue firmado por el 80% de los obreros. En el año 2014 se tenían que realizar nuevas elecciones de delegados, y a nosotros nos terminan echando de la fábrica. Estos despidos fueron parte del ataque a los sectores antiburocráticos: Lear, Gestamp, Donnelley, Calsa. La burocracia sacó una solicitada, firmada por Alberto Roberti y Ricardo Pignanelli, del sindicato petrolero y del SMATA, donde expresaba con claridad que les preocupaba el avance de la izquierda en la industria. No les preocupaban los despidos, sino la inserción de la izquierda. Una solicitada bien macartista.
Por nuestra parte hicimos comunicado de prensa para denunciar los despidos en Shell, y formamos un comité de lucha de la Zona Sur, donde estaban los compañeros de Calsa y Honda, que también sufrieron despidos.
En Calsa, luego de dos meses de lucha, se logra reinstalar a gran parte de los trabajadores, pero un grupo de los mejores activistas quedo afuera; y en Honda tenemos un fallo de reinstalación que la patronal incumple.
Los trabajadores de Shell hicieron asambleas y paros de una hora por turno en solidaridad con nosotros, a pesar que la Comisión Interna decía que teníamos merecido los despidos por hacer política. A su vez realizamos varios encuentros de trabajadores junto a partidos de izquierda para discutir cómo enfrentar los despidos y a la burocracia sindical. Denunciamos al gerente general, Aranguren -socio de Macri-, porque dentro de Shell no había libertad sindical; al gobierno nacional, porque hablaba contra corporaciones como Shell, y después no movía un dedo para defender a los despidos; y al Frente Renovador, porque el burócrata del sindicato, Roberti, es diputado por ese espacio.
Después conseguimos los fallos de reinstalación, que la empresa incumplió. Un nuevo fallo contra la empresa, esta vez penal, los intimó a que cumplan o podían ir presos por desacatar una orden judicial. Este fallo alboroto a la gerencia e inmediatamente incorporaron a una de nuestra compañera, Analía Portillo. Luego a Fernando Luna. Nadie creía que podíamos torcerle el brazo a esta empresa multinacional.
¿Por qué te presentas en estas elecciones como candidato?
Entendemos que los laburantes tenemos que hacer política, y aprovechamos esta oportunidad para hacerlo. Además vamos en las listas de Nicolás del Caño, que hizo tanto por el conflicto de Shell. No solo aporto para el fondo de lucha, sino que además saco resoluciones de repudios en el Congreso por nuestros despidos. Utilizó la banca a favor de los trabajadores, esa banca es para los trabajadores. Lo hace por cada lucha que hay, y ahora apoya la lucha de los choferes de la 60.
En Zona Sur integran nuestras listas trabajadoras de Honda, Cresta Roja, Ferroviarios, por nombrar solo algunas. Pero en todo el país, más de 1800 trabajadores, se sumaron a esta lista. Y te doy otro dato, en la provincia de Buenos Aires, 60% de mujeres componen esta lista y 70% en la Ciudad de Buenos Aires. Un hecho histórico.
Pero hay algo más que destaca a nuestros candidatos, ninguno quiere la bancas para usar en beneficio personal, como lo hace Roberti y tantos otros. Sino para que estén a disposición de los luchadores. Peleamos para que un legislador gane lo mismo que un docente, para acabar con la casta de políticos que se enriquecen por votar leyes contra el pueblo trabajador. Que ganen lo mismo que un laburante, es una forma de acabar con sus privilegios. Nosotros queremos políticos y legisladores como Nicolás del Caño, que pone el cuerpo en las luchas.
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Rosa D’Alesio
Militante del PTS, columnista de la sección Libertades Democráticas de La Izquierda Diario; se especializa en temas de narcotráfico y Fuerzas Armadas.