Durante la pandemia, en varios hospitales de CABA, Nación y Provincia, muchos compañeros de reciente ingreso renunciaron por las pésimas condiciones de trabajo y los bajos salarios. El Durand no es la excepción. ¿Cuál es la salida?
Miércoles 16 de junio de 2021 18:21
En el hospital Durand, los compañeros del gremio ATE denuncian públicamente que solo en el último mes renunciaron 50 enfermeros, debido a que no recibían la ropa, los equipos ni la comida, además de percibir magros salarios de $44000 (para los licenciados en enfermería) que están muy lejos de la canasta básica. Lo mismo denuncian en otros hospitales de la Ciudad de Buenos Aires. De los 2100 que ingresaron por la emergencia sanitaria, unos 1100 ya renunciaron.
En el Durand, como en tantos hospitales, este maltrato no pasa solo con los ingresos recientes: a los trabajadores de planta permanente tampoco nos dan la ropa, ni la comida. Las condiciones insalubres son comunes a todos y los salarios insuficientes también.
Ante esta situación hay varios puntos que tenemos que pensar y debatir de conjunto: ¿Esto ocurre solo en la Ciudad de Buenos Aires con el gobierno de Larreta o sucede en todo el país? Ante la precarización laboral, ¿tenemos que resignarnos o renunciar (si es que tenemos la posibilidad de tener otro empleo), o hay otro camino posible?
La primera pregunta se responde casi por si sola. Si pensamos en lo que ocurre en la provincia de Buenos Aires, en la que gobierna Kicillof, en la que por lo menos dos hospitales enteros de alta complejidad (el Cuenca Alta de Cañuelas y el Del bicentenario de Esteban Echeverría) tienen la totalidad de sus trabajadores como monotributistas y otros, que como El Cruce de Florencio Varela, combinan esta modalidad con contratos basura, lo mismo que en el Hospital Posadas (aunque se trate hospitales nacionales).
Pero esto no es todo. Además de esta extrema precarización, en los hospitales provinciales los salarios son tan bajos o más que en la ciudad (no llegan a los $40000) y las condiciones de trabajo se repiten: sobrecarga de pacientes, falta de personal, jornadas extenuantes por la falta de aplicación del régimen de Insalubridad, bajos salarios y otros largos etcéteras.
En las otras provincias de nuestro país, la situación se repite una y otra vez, como pusieron en evidencia los elefantes de la salud de Neuquén.
Mención aparte merecen nuestros compañeros tercerizados de limpieza, cocina y seguridad de los hospitales que, aunque sean esenciales para su funcionamiento, tienen condiciones aún más precarias.
La pandemia no hizo más que evidenciar el vaciamiento del sistema de salud público durante los distintos gobiernos, a lo largo y ancho del país, en la que la variable de ajuste son siempre los trabajadores.
Respecto de cuál es la salida que tenemos que dar a esta situación, ni renunciar (lo que además solo es posible teniendo otro medio de subsistencia) ni resignarnos ofrecen una solución al problema real.
Nos parece que la respuesta tiene que ser colectiva y del conjunto de los trabajadores de salud, sin distinción por modalidad de contratación, afiliación gremial o área de trabajo. Que la unidad de contratados, tercerizados y de los de planta permanente es el camino para enfrentar estas condiciones y exigir lo que nos corresponde. Que no alcanza solo con denunciar y que los gremios deben estar al frente de nuestras demandas. Que tenemos que organizarnos y decidir en asambleas conjuntas para decidir un plan de lucha acorde que triunfe por el pase a planta de todos los compañeros, salarios iguales a la canasta familiar, régimen de Insalubridad para todos y condiciones de trabajo en las que no dejemos la vida.