Escenas de la prepandemia.
Juana Galarraga @Juana_Galarraga
Viernes 14 de agosto de 2020 19:18
Foto | Mar Ned - Enfoque Rojo
El pibe terminó de rapear y se ganó el aplauso del sector del vagón que no estuvo leyendo, mirando el celular o con los auriculares puestos. Se había presentado como Andrés y brindado un show de improvisación o freestyle, con palabras sugeridas por el público.
Recorrió el vagón de punta a punta varias veces. Se movía como si las sílabas y los bombazos del parlante en el piso le quebraran el cuerpo.
El pibe improvisaba frases y decía cosas como que la religión "nos separa de la naturaleza", que las brujas que quemó la inquisición en realidad eran mujeres que sabían relacionarse mejor con la "natura". Habló de las ciudades basura, de la falta de cultura. También de Cristóbal Colón y de la mentira de la conquista.
El pibe disparó libremente contra la religión y la biblia en casi todo su show. Una vez que los aplausos se extinguieron, pasó la gorra y una señora de trenza gruesa y pollera larga marrón opaco, lo llamó con un gesto con la mano.
El pibe acercaba la oreja para escuchar la voz de la mujer entre los chirridos de la línea A. Asentía con la cabeza y le respondía cosas como “sí, por supuesto…”, “claro, sí yo por eso respeto…”. La mujer no paraba de decirle cosas. Hasta que el rapero terminó de acomodarse la mochila con el parlante en la espalda y bajó en la estación Río de Janeiro.
Fijó sus ojos en un señor canoso.
El hombre la miraba fijo y permanecía completamente quieto.
Está lleno de personas que hablan solas en el subte: borrachos, señoras mayores perdidas, linyeras. Sean cuales sean las particularidades de la persona que empieza a soltar sus palabras al aire viciado, hay elementos en las escenas que se repiten. La mayoría siempre ignora por completo. A veces alguien quiere observar pero sin ser descubierto mirando o que busca la complicidad de otros para reírse. Hay movimientos de los ojos, de las manos, codazos al costado. Siempre hay gestos diversos de incomodidad o de no tener claro cómo es la mejor manera de lidiar con esa demostración forzosa de cosas que preferiríamos no tener que ver. Menos en el camino de regreso a casa. Menos en el vagón de un subte donde no hay mucho más para mirar. Menos en el ocaso del día.
Tenía una sonrisa calma que dejaba ver un diente que le faltaba y marcaba unas arrugas en su cara cincuentona. Tenía unos ojos negros pequeños que le brillaban. Jamás gritó. Apenas forzó un poco la voz por arriba del bochinche metálico. Recitaba sus verdades absolutas, sin más fuerza de persuasión que la de sus gestos: hablaba de paz y se mostraba en paz. Hablaba de felicidad y sonreía. Hablaba de amor y parecía que su voz acariciaba. Hablaba de salvación y cura y se mostraba absolutamente vital.
En Pasco se paró.
Sonaron los pitidos de la puerta del subte. La mujer la cruzó y ya estaba sobre la línea amarilla del andén cuando se dio vuelta y dijo sus últimas palabras:
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22 de enero de 2020 - Ciudad de Buenos Aires