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Red Internacional
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OPINIÓN. Indignados por los femicidios, fascinados por el morbo

Anahí, Micaela, Araceli, Daiana. Los medios de comunicación parecen repudiar la violencia de género, pero el morbo y la revictimización son moneda corriente en las coberturas de los distintos casos de femicidio.

Viernes 25 de agosto de 2017

La violencia de género es una problemática que preocupa a gran parte de la sociedad y su arista más visible hoy es el número de femicidios que va en aumento, las estadísticas muestran que una mujer es asesinada cada 18 hs. en nuestro país. Algunos de esos casos suelen a ocupar un lugar de privilegio en los medios de comunicación donde redactores y periodistas no dudan en utilizar un tono de indignación en sus columnas de opinión y relatos de los crímenes, pero tampoco dudan a la hora de dar detalles espeluznantes sobre las víctimas.

El crimen de Micaela García fue considerado por muchos medios en reiteradas oportunidades como un “caso emblemático” debido a que su búsqueda mantuvo en vilo a la audiencia durante una semana y porque el asesino confeso es un violador reincidente. Sin embargo, no fueron por eso más cuidadosos al momento de ofrecer datos macabros sobre su muerte y el hallazgo de su cadáver.

Once días más tarde, el asesinato de Micaela siguió siendo noticia por los avances en la investigación pero sobre todo, por las declaraciones brutales de Sebastián Wagner que fueron replicadas por Clarín, Perfil y otros importantes diarios del interior del país.

Araceli Fulles es otra víctima sobre la cual noticieros y periódicos brindaron información excesiva acerca del estado de sus restos al momento de ser encontrados. Los medios llenaron sus notas de frases morbosas sobre cómo se encontraba el cuerpo de la joven hallada en la localidad de San Martín, aún cuando no estaba confirmada su identidad. Al día siguiente, ya con la certeza de que se trataba de Araceli, las páginas de distintos diarios acertaban posibilidades sobre dónde había aparecido su cuerpo y en que estado se encontraba.

No menos macabras fueron las citas que hacían referencia al dolor de la madre de la víctima que lamentó haber tenido que “reconocer a su hija por los tatuajes”, y a las palabras de la pareja del acusado que declaró que “el día que fueron los perros había olor en el lugar”.

Otro ejemplo de esto fue el tratamiento que se dio a las sospechas que giraron en torno a la desaparición de Daiana Garnica en Tucumán, todavía sin noticias sobre su paradero: “El fiscal cree que Suárez abusó de la chica, que era su vecina, tras lo cual la asesinó e hizo desaparecer el cuerpo incinerándolo”, son las conjeturas que se difundieron aún sin estar confirmado el fallecimiento y sin haber descartado además una segunda hipótesis sobre una posible captación para trata de personas. Hoy, habiendo pasado más de 90 días de su desaparición, la familia sigue reclamando la aparición de su hija sin obtener respuestas de parte de la justicia y ya sin la atención de los medios de comunicación.

El último femicidio que tuvo gran trascendencia y motivó una importante movilización bajo la consigna de #NiUnaMenos fue el de Anahí Benítez, caso que logró la atención del periodismo a lo largo de los días que duró su búsqueda y más aún luego del hallazgo de su cuerpo y de informaciones sobre la vida personal de la adolescente que condimentaron las páginas y transmisiones que trataron el caso.
Diarios como Página12, La Nación, Infobae, Perfil, Diario Popular y (una vez más) Clarín coincidieron en publicar datos provenientes de la morgue que detallaban cómo habían asesinado a Anahí.

La mayoría de los medios hegemónicos de comunicación manifiestan a lo largo de sus páginas y emisiones un palpable repudio ante los reiterados femicidios pero nada dicen sobre los grupos de mujeres que se organizan para luchar contra la violencia de género y se movilizan para exigir políticas públicas que contribuyan a la resolución de esta problemática. Tampoco suelen hacer mención alguna sobre la responsabilidad del Estado, eligen insistir en los detalles sobre el padecimiento de las víctimas y en la construcción de las noticias a partir del morbo, convirtiendo al cuerpo de la mujer en un objeto y a los datos sobre su sufrimiento en una mercancía que, suponen, el público modelo de estos medios estará encantado de conocer.

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