La pandemia como marco para nuevos ataques a la clase trabajadora; el doble discurso del Gobierno “progresista”; los nuevos fenómenos de lucha y organización de la clase trabajadora y los desafíos de la militancia anticapitalista y revolucionaria. Sobre estos y otros temas conversamos con Juan Carrique, abogado laboralista, afiliado a CGT y militante de la CRT.
Viernes 4 de junio de 2021
Foto: Juan Carrique en una charla sobre Observación Jurídica en el Sahara Occidental. La Represión en los Territorios Ocupados, mayo 2021.
La pandemia generó las condiciones para una nueva ofensiva capitalista sobre la clase trabajadora a escala planetaria. ¿Como ves esta situación?
Efectivamente. La pandemia sirvió al capitalismo para aumentar las condiciones de explotación en general de la clase trabajadora. En prácticamente todos los países lo que hicieron los gobiernos fue aplicar medidas de restricción de la movilidad, en principio para impedir la transmisión de la enfermedad. Pero con ello se impedía al mismo tiempo la posibilidad real de ejercitar los derechos de reunión y manifestación, lo que en la práctica, al menos en el período más duro de confinamientos y restricciones, implicó la suspensión de los derechos sindicales de los trabajadores. Una situación a la que la amplia mayoría de los sindicatos se plegaron pasivamente cerrando los locales sindicales y subordinándose a las políticas gubernamentales.
A ello hay que añadir un fenómeno subjetivo: por un lado, el miedo de los trabajadores al contagio; y por el otro, el miedo a la pérdida del puesto de trabajo por el colapso de la economía, no sólo por la emergencia sanitaria, sino también por las medidas de excepción que se aplicaron. En el caso de España, la declaración del estado de alarma, el control policial de los confinamientos sanitarios o como vimos en Madrid los “confinamientos de clase”, la prohibición de manifestaciones en la calle, etc., no tuvieron ninguna incidencia en el poder de los empresarios. Las y los trabajadores tenían que acudir a trabajar sí o sí, aunque hubiera estado de alarma y confinamiento disciplinario, y someterse a las medidas que el Gobierno aprobaba y a las que los empresarios se acogían: los ERTEs y ayudas a las empresas.
En ese marco, el Gobierno “más progresista de la historia” ha actuado como un verdadero salvador de los intereses de los capitalistas, más que en defensa de los derechos de la clase trabajadora y los sectores populares.
Da la impresión que el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos aprovechó la pandemia para enmascarar su abandono de casi la totalidad de las “promesas” electorales. Una de las más publicitadas, la derogación de la reforma laboral, ha quedado en agua de borrajas y las negociaciones para su reforma solo prometen nuevas frustraciones. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?
En realidad, la derogación de la reforma laboral era una promesa que recogía el programa de la coalición de gobierno de PSOE-Unidas Podemos, pero que tenía letra pequeña. Se afirmaba que se derogaría, pero se enmarcaba en la puesta en marcha de un futuro nuevo “Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI”, y donde se concretaban una serie de puntos a derogar, los más lesivos, de la reforma laboral de 2012 aprobada por Rajoy. En cuanto a la reforma laboral del 2010 aprobada por Zapatero, ni siquiera había un compromiso expreso de su derogación.
Ahora bien, de todos los puntos concretos que se señalaban en ese programa lo único que se ha cumplido a fecha de hoy es la posibilidad de despido por absentismo causado por bajas por enfermedad, una subida a 900 euros el Salario Mínimo Interprofesional en 2019 y de 950 en 2020, quedando congelado en el 2021. Y también una limitada reforma de la regulación de trabajo contra los “falsos autónomos”, que sólo se puede aplicar en la práctica los trabajadores de reparto de las plataformas digitales (a los ‘riders’), pero no al resto de trabajadores que tienen una situación muy similar que no les alcanzará esa nueva regulación.
El problema de fondo es que ese plan de reformas tiene un estrecho marco, pues por un lado requiere la aceptación por parte de las instituciones económicas de la Unión Europea, que ya han dicho en varias ocasiones que no las aceptaran. Pero no solo eso, además han fijado que la percepción de los fondos europeos aprobados para hacer frente a las consecuencias de la pandemia implica la asunción de los criterios y reformas exigidas por la Europa del capital, incluyendo la previa fiscalización de las mismas.
Pero además el Gobierno quiere que todas las reformas prometidas sean aprobadas previa negociación con los “agentes sociales”, esto es, con las cúpulas burocráticas de CCOO y UGT, y con la patronal de la CEOE, cuando precisamente esa reforma laboral fue aprobada por petición expresa de la patronal, ¿cómo van a negociar su derogación? Como siempre, las promesas fueron hechas porque tienen un importante tirón en la clase trabajadora, pero es imposible aplicarlas si no se rompe con la aceptación de la política neoliberal impuesta por la UE y no se enfrenta frontalmente contra la patronal española. Es obvio que un Gobierno del PSOE, por más que haya ministros y ministra de Unidas Podemos dentro, es un gobierno que representa los interesas del capital imperialista español. Parece mentira que todavía haya que explicar algo tan elemental como esto.
El único modo de tener el suficiente apoyo y legitimidad social para tirar abajo todas las reformas laborales es apelando a la movilización de la clase obrera. Y nada de ello se desprende de la política actual del Gobierno, que en pocas palabras se sintetiza en sumisión “perruna” a la Comisión Europea y llamamientos a la tranquilidad social y el diálogo.
Parece que la reciente prórroga de los ERTEs será la última. ¿Después de septiembre se vienen despidos a mansalva? Y, sobre todo, ¿se intensificará la lucha de clases?
La aprobación de nuevo Real Decreto Ley que prorroga los ERTEs pretende rebajar la conflictividad social que ha empezado a emerger desde que se han dulcificado las medidas de control que acompañaban al estado de alarma. El Gobierno es consciente de que las empresas, una vez que finalicen los ERTEs y las cláusulas de salvaguarda de los mismos (durante los seis meses posteriores a la finalización del ERTE no se puede despedir a trabajadores de la empresa), van despedir a trabajadores. En algunos casos por su situación económica tras la pandemia, pero en otros casos es para aprovechar la coyuntura y rebajar los costes salariales y optimizar los beneficios. Claramente esto es lo que ocurre con los EREs propuestos en el sector de la banca (en el Santander, en el BBV y en el Caixabank). Por ello la pandemia ha sido una “ventana de oportunidad” para los empresarios: la debilidad con la que sale la clase trabajadora de la misma puede ser utilizada por la patronal para aplicarle un nuevo giro de tuerca.
Ahora bien, esa es la intención que tiene la patronal, y que en el sector bancario y de los grandes almacenes ya está aplicando. Pero nada garantiza que efectivamente el plan de los capitalistas tenga que triunfar; la clase trabajadora no tiene su suerte echada, pues puede reaccionar y, con una movilización sostenida y amplia, esos planes pueden ser derrotados.
Siguiendo con esto último que dices, ¿cómo te parece entonces que hay que preparare para lo que se viene?
Ya hace meses que la patronal viene aplicando una ofensiva, que adopta distintas formas, en unos casos EREs parciales, otros mediante la modificación de lo pactado en convenio, congelación salarial, restructuraciones de personal y cierre de centros. Por eso la clave es hacer frente esos ataques parciales desde ahora.
Lo primero es apelar a los trabajadores, informarles de los ataques que hay en curso y plantear acciones de oposición efectiva: asambleas, movilizaciones, concentraciones, paros. Pero cada plantilla en los límites de la empresa no puede hacerlos fracasar: es necesaria la unificación de las luchas, su coordinación, porque es lo que aporta fuerza y al mismo tiempo genera confianza en las propias fuerzas de los trabajadores. Y en este aspecto la actitud de las direcciones sindicales de CCOO y UGT constituye un obstáculo, pues no promueven la movilización sino al contrario, llaman a confiar en el diálogo social con la patronal y el Gobierno; aunque no son capaces de aportar ninguna mejora sustancial salida esa “concertación social”.
De esta forma, hoy luchar contra la ofensiva patronal supone confrontar al mismo tiempo a las direcciones sindicales que mantienen a los sindicatos en la inactividad y en la espera. Es necesario impulsar la coordinación de los que luchan en el propio curso de la lucha, superando el aislamiento y la pasividad que imponen los dirigentes sindicales.
Pero al mismo tiempo hay que desenmascarar ante los trabajadores ese comportamiento que pone al pie de los caballos a los que luchan. Esto no sólo puede hacerse mediante la denuncia, sino también haciéndole exigencias a las direcciones sindicales burocráticas, luchando por el frente único obrero. Es decir, “luchar juntos y marchar separados”. Las burocracias siempre son reacias a la unidad por un programa en defensa de los trabajadores. Justamente por ello las bases de los sindicatos pueden comprobar en los hechos hasta que nivel han renunciado a cumplir el papel que por definición corresponde a los sindicatos, defender los derechos de los trabajadores.
La izquierda sindical tiene que superar todo sectarismo haciendo propia esta táctica. Y lo mismo sucede con gran parte de la izquierda que se reivindica anticapitalista, que suele navegar entre una posición izquierdista infantil, que no establece ningún dialogo con las bases de los sindicatos “mayoritarios”, y una posición oportunista que le capitula a las direcciones burocráticas.
Para terminar, durante muchos años has militado en organizaciones de la extrema izquierda trotskista. Tras un breve periodo sin militancia partidaria, recientemente te has incorporado como militante en la CRT. ¿Qué te ha llevado a tomar esa decisión?
Yo comencé a militar en febrero de 1985 en las Juventudes Comunistas Revolucionarias, las juventudes de la LCR, porque no me convencía de la política reformista del PCE, pero tampoco la falta de consistencia de la teoría anarquista de la CNT. De forma que la corriente que mantenía las ideas revolucionarias del comunismo y una cierta solidez teórica era el trotskismo, siendo representado esa corriente en aquella en época en Sevilla por la LCR. Pero la militancia en esa organización me llevo a comprobar que la participación de la misma en los movimientos sociales de la época sirvió para justificar un desplazamiento del sujeto político de la revolución, que pasaba de ser la clase obrera a un sujeto nuevo indeterminado, representado por unas nuevas vanguardias y “movimientos”, que al final sirvió de justificación para basarse en otros sectores de clase. Por poner un ejemplo, fue así como se acabó apoyando la estrategia de corrientes sustentadas en ideologías ajenas a la independencia de clase, como el independentismo vasco, hoy izquierda abertzale. La discusión sobre el sujeto de la revolución fue la justificación del abandono de la lucha por la construcción de un partido basado en la centralidad de la clase obrera. Y sobre esa base elaboraron la política de construcción de “partidos anticapitalistas amplios”, como organizaciones donde convivieran sectores revolucionarios y reformistas honestos, pues a partir de la experiencia del derrumbe de la URSS consideraban que ya no era necesaria esa delimitación política. Esa orientación los llevó a todo tipo de desastres, en particular en España, donde impulsaron la constitución de Podemos. Una corriente neorreformista que acabó arrastrándolos al terreno de la colaboración de clases, cuya mayor expresión fue la entrada de ministros de Podemos e IU al Gobierno con el PSOE para administrar el estado imperialista español. En Francia, esta orientación se expresó en la constitución del NPA que, si bien mantuvo una posición independiente, ahora quiere ser llevado por la exmayoría en su dirección a una alianza con corrientes neorreformistas como la Francia Insumisa de Mélenchon. Y para ello están aplicando medidas antidemocráticas y promoviendo la expulsión de hecho del sector que en su propio seno sostiene una política de independencia de clase, las compañeras y compañeros de la Corriente Comunista Revolucionaria (CCR).
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Mis conclusiones críticas sobre la política de la LCR me llevaron a abandonar esa organización en mayo de 1989 e ingresar en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), sección española de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI), que precisamente hacía gala, frente al Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional -orientado por el mandelismo-, de tener como el eje de su actividad la construcción de un partido obrero revolucionario e internacionalista. Pero desgraciadamente, la búsqueda de atajos para intentar construirse en la clase obrera llevó a esta organización en sucesivas ocasiones a intentar acercarse a los trabajadores mediante mediaciones fuertemente ligadas ideologías de otras estrategias políticas, como fue la participación en la candidatura “Iniciativa Internacionalista - La solidaridad entre los Pueblos” en las elecciones europeas de 2009, claramente hegemonizada por la izquierda abertzale. Esta lógica oportunista se combinaba además con tácticas de impulso a la ruptura de sus militantes sindicales con los sindicatos dirigidos por la burocracia sindical, pero sin que ello respondiera necesariamente a culminar la experiencia de los trabajadores con estas organizaciones, lo que los llevó a constituir pequeñas organizaciones sindicales más acordes con sus posiciones, pero desligados de las masas trabajadoras. Este es el caso de Co.Bas., hoy orientado por Corriente Roja que es la continuación del PST después de diversos giros y rupturas. Obviamente hay situaciones en las que no queda más alternativa que buscar vías alternativas de organización a los sindicatos de masas. Pero cuando la construcción de “sindicatos rojos” se transforma en una estrategia es un problema grave. La construcción de un partido en la clase obrera implica permanecer junto a ésta, para elevar su conciencia, pero también para acompañarla en sus derrotas y retrocesos, porque es el único camino que permite constituirse en su dirección política.
Este empirismo que le lleva a oscilar entre el oportunismo y el ultraizquierdismo, fue favorecido por el desarrollo de nuevas concepciones teóricas, entre ellas una reinterpretación de la teoría de la revolución permanente de Trotsky, por la que se sobrevaloraba las luchas democráticas y se subestimaban el papel independiente en las mismas que tiene la clase trabajadora, que le permita en lo sucesivo transcender de la lucha democrática a la socialista. Es lo que se ha llamado la “teoría de la revolución democrática”. Esas elaboraciones los llevaron a posiciones profundamente escandalosas, como la que adoptaron ante el golpe militar del general Abdelfatatt Al Sisi en Egipto, frente al que se posicionaron por un apoyo al mismo por satisfacer la reivindicación del movimiento de masas populares de derrocar al presidente Morsi, olvidándose que, de paso, establecía el estado de excepción contra esas mismas masas movilizadas.
Durante un largo período permanecí sin pertenecer a organizar partidaria, pero seguí creyendo en la necesidad de construir una organización política en el seno de la clase; pero pensando que ésta es una tarea que debería encararse desde una perspectiva internacional. Por eso estuve siguiendo a la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional, pues esta organización impulsaba esa tarea hace ya tiempo a partir de sus manifiestos por una internacional por la revolución socialista, y lo hacía no de forma autoproclamatoria sino concretándola a nivel internacional con organizaciones nuevas que se acercaban a esa tarea a partir de esos manifiestos. Y ello me llevó a militar en la CRT, porque es la corriente política que materializaba en el Estado español esa orientación de construcción en la clase, y la concretaba en su actividad cotidiana. Para seguir esas posiciones políticas y experiencias de construcción, me facilitó ese acercamiento la visibilidad que se daba a las mismas desde Izquierda Diario y la red internacional de diarios, que son una gran herramienta politica.
Entrevistó: Diego Lotito