Nunca como ahora se ha hablado tanto de Benito Juárez en México. Y es que su ideario es la bandera ideológica y política del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. A 148 años de su fallecimiento, mostramos aquí las principales características de lo que el liberal Juárez representó en su tiempo.
Benito Juárez García nacía un 18 de de julio de 1806 en una pequeña aldea serrana en Oaxaca (San Pablo Guelatao), que según el último censo oficial de 2015 registró una escasa población de 544 habitantes. Y muy pronto se trasladó a Oaxaca, la capital del Estado.
Allí, partiendo de la necesidad de desarrollarse en lo que era el centro político de la entidad, aprendió a hablar en español, iniciando una carrera política —a partir de la valiosa ayuda de sus mentores que vieron capacidades potenciales en él— que lo llevaría a convertirse en abogado, Regidor del Ayuntamiento de Oaxaca, diputado estatal, Ministro del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, y finalmente presidente de la República. Esta meteórica carrera de Benito Juárez ha sido puesta como ejemplo desde la escuela primaria, de que la igualdad formal y las leyes constitucionales que rigen para todos los mexicanos, permiten aspirar a estas oportunidades en una sociedad de clases.
Sin embargo, sus triunfos en la vida civil y política estuvieron marcados por las circunstancias, que el “Benemérito de las Américas” supo aprovechar desde su niñez y en su vida adulta. No fue la “genialidad” de este niño campesino la que lo encumbró, sino su fuerte voluntad y fe en sus propósitos. Para ello contó con la importante ayuda que tuvo del franciscano Antonio Salanueva que fue su mentor cultural en los primeros años que vivió en la capital de Oaxaca, y después, sus relaciones en el ámbito de la jurisprudencia, que le permitieron adentrarse en los círculos del Poder Judicial en el Estado.
Los años de formación de Juárez van a la par del nacimiento de México como país independiente en 1821 después de 10 años de guerra contra los realistas. Influirán en él lo convulsivo del período que se inicia con la Constitución Federal de 1824, que definía a México como una República Federal Representativa, y también su lucha contra la dictadura de Antonio López de Santa Anna. Se inicia como liberal moderado; en un momento en que México no se definía todavía como Nación, estas convicciones lo fueron acercando el círculo de los ideólogos y políticos federalistas, cuyas batallas llevaban a cabo contra los centralistas, políticos que expresaban tendencias autoritarias y militaristas.
El liberal moderado Juárez y los liberales duros
Es a partir de las elecciones presidenciales de 1828 —y los sucesos que se produjeron ante este hecho (sublevación militar de Vicente Guerrero y triunfo sobre el candidato triunfador Manuel Pedraza)— que Juárez empieza a acercarse a los círculos liberales. Pero no puede explicarse la radicalización política posterior de Juárez sin la lucha contra la dictadura de Antonio López de Santa Anna (¡11 veces presidente de México!), quien empieza su fama como militar al levantarse contra el asesinato de Vicente Guerrero en 1831, a manos del vicepresidente, Anastasio Bustamante.
Juárez, como moderado que era, no acuerda aún con la radicalización política de sus compañeros de partido, ni con las reformas radicales. Sin embargo, la historiografía oficial nos presenta al liberal oaxaqueño como un decisivo jacobino sin titubeos ni contradicciones.
Al triunfar en las elecciones presidenciales de 1833, Santa Anna coincidió en algunos puntos con el partido “puro” (los liberales), dejando el poder al vicepresidente Valentín Gómez Farías, que fue presidente de 1833 a 1834. Éste logró que el Congreso aprobara una reforma liberal que reglamentaba la relación entre Iglesia y el Estado, siendo así la precursora de las Leyes de Reforma de Juárez, promulgadas dos décadas después.
Esto era el advenimiento de una nueva generación de jóvenes idealistas, que empezaba a esbozar un sistema de ideas que tomaría forma años más adelante. Intentaban poner las bases de las instituciones republicanas y democráticas, en un país marcado por gobiernos ilegítimos e inestables. Se empezaba a forjar así el proyecto de los liberales laicos.
Pero el regreso de Santa Anna en 1834, convocado por la reacción política y la Iglesia para tomar el poder, provoca la caída del gobierno de los liberales radicales, abriendo un periodo de dominio de los “centralistas” (que más tarde serán llamados conservadores) de 1834 a 1839, en el cual Juárez se retiró de la vida pública.
Este periodo, donde Santa Anna se deshizo de sus aliados —en particular de los liberales radicales encabezados por Valentín Gómez Farías— fue de mucha reacción. Esto llevó a Juárez a refugiarse en Tehuacán Puebla, para regresar Oaxaca a los pocos meses, despojado de todos sus cargos públicos. En ese contexto, Juárez muestra un rasgo conciliador y contemporizador —poco señalado en los textos oficiales educativos y en los discursos políticos del régimen mexicano—, al participar en 1939 en el ramo judicial, bajo un gobierno centralista, en su estado natal.
La radicalización del joven Juárez
Su evolución política se mostró cuando rompe con el gobierno conservador del general Antonio León en Oaxaca —del cual era del secretario de Gobierno— por su política favorable a la Iglesia, pues el gobernador le pidió que avalara una orden suya para enviar a los tribunales a quien se negara a pagar los diezmos eclesiásticos. Este es un salto en su definición política, pues siendo católico, Juárez se pronuncia en contra de la concentración de poder y riquezas del alto clero, y del apoyo de los curas a los conservadores.
Con la reelección a la presidencia en 1846 de José Joaquín de Herrera, que restituye la Constitución federalista de 1824, hay un cambio importante en la relación de fuerzas entre liberales y conservadores. Ahí, muchos moderados del Partido Liberal fueron avanzando y definiéndose bajo el proyecto político que se impondría por muchos años hasta la crisis y ruptura del Partido Liberal. Ruptura se produjo con el pronunciamiento militar del general Porfirio Díaz contra la reelección de liberal Lerdo de Tejada; pronunciamiento que paradójicamente mantendría 39 años a Díaz en el poder.
La guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848), muestra ya a un Juárez más firme en sus ideas liberales, y empieza destacar en el ala radical, ligado al jefe liberal Valentín Gómez Farías, quien se rebela contra el gobierno revolucionario del conservador Mariano Paredes. El mismo que sufre derrota tras derrota a manos del ejército invasor del Presidente James K. Polk.
Es cuando en el partido liberal se definen más claramente sus dos alas: los moderados y los puros.
Con la difícil tarea de enfrentar ahora directamente a los anexionistas estadounidenses en medio del caos nacional (con el país en bancarrota y las clases privilegiadas negándose a apoyar económicamente al gobierno que defendía la soberanía nacional), los liberales chocan directamente con el clero. Por lo que, ante la negativa de préstamos por Inglaterra requeridos para sufragar los gastos de la guerra, el presidente Vicente Gómez Farías le adjudica al gobierno los bienes de la Iglesia, con la Ley de Expropiación de Bienes de la Iglesia. En la comisión redactora de dicha ley estaría la mano de Juárez. A partir de ahí, el prócer oaxaqueño se volverá más enérgicamente radical en contra de la Iglesia.
Pero la guerra contra el invasor yanqui muestra sus contradicciones y el carácter de clase de los liberales mexicanos, pues si bien estaba defendiendo la soberanía nacional, actuaban como los representantes pequeñoburgueses de las clases pudientes del país. Al finalizar la guerra y con la anexión por los Estados Unidos de más de la mitad del territorio mexicano, Juárez y los liberales radicales ubicaron y se confrontaron con los sectores más reaccionarios y, aprovechando el periodo de relativa calma, desarrollan más sus ideas y programa, buscando reformas que permitieran cohesionar al país y fortalecer la política y la economía nacional.
Por ello, se propusieron acabar con la gran concentración de tierras de la Iglesia y la intolerancia eclesiástica, para edificar un nuevo proyecto de Nación; tarea que iba enfrentar a toda la reacción, la cual se oponía a los cambios estructurales que se proponían los liberales radicales, con el fin de lograr el desarrollo de la burguesía mexicana. De tal forma que hicieron de la exigencia de la nacionalización de la propiedad eclesiástica, una de sus banderas, así como liberar a los deudores de la Iglesia, y transferir esa lealtad y obediencia a la nación, secularizando así por fin al estado.
Ante la Guerra de Reforma y la Intervención francesa
En su proceso de radicalización, Juárez se liga abiertamente al pronunciamiento de la Revolución de Ayutla de 1954 encabezada por Juan Álvarez en Guerrero, y que unifica a todos los liberales en contra de Santa Anna, quien termina en el destierro. Con Juan Álvarez como presidente, se promulga en 1855 la Ley Juárez, que suprimía los fueros (privilegios) militares y eclesiásticos. Era la primera de las Leyes de Reforma que promulgaría después la Constitución de 1857, y significaban un cambio social que sentaba las bases, no solamente para la separación del Estado y la Iglesia, sino también para un cambio de régimen federalista, que buscaba eliminar las trabas al desarrollo del país que impedía la preeminencia de las regiones y los caudillos basados en sus propios cotos de poder.
Con esta ley que consagraba las “garantías individuales”, y la “inviolabilidad de la propiedad”, la naciente burguesía tenía así un nuevo marco jurídico para desarrollarse como tal. En última instancia, “El programa liberal significaba la organización del desarrollo burgués del país. Para lo cual una tarea elemental era acabar con el principal referente terrateniente del país: la Iglesia Católica, cuyos bienes de manos muertas —inmensos latifundios— cerraron la vía la expansión del mercado capitalista, inicialmente del mercado capitalista de las tierras. El triunfo de los liberales en la Guerra reforma, abrió el camino a México capitalista”. [1] Esas circunstancias llevaron a Juárez más allá de la progresiva Ley Lerdo, que desamortizaba los bienes eclesiásticos y permitía ponerlos a la venta pública, pues la Ley Juárez propuso la nacionalización de estos bienes, para fomentar la pequeña propiedad privada.
Sin embargo, los militares alzados contra la Reforma (Plan de Tacubaya), revocaron la Constitución en la capital del país, con el presidente Ignacio Comonfort avalando este golpe. Éste, después de ver la creciente oposición en el país a la revuelta, renuncia la presidencia y marcha al exilio. Antes de irse libera a Juárez al cual había hecho prisionero. Es cuando Juárez, al llegar a Guanajuato asume la presidencia de la República en 1958 y forma su gobierno con los liberales radicales Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, Manuel Ruiz y León Guzmán.
Al iniciarse la llamada Guerra de Reforma (1858-1861), el país estaba en bancarrota y con mucho atraso industrial y comercial. La modernidad tecnológica sólo había llegado a algunas minas y manufacturas. Mientras, el comercio interno era casi nulo pues no había una sola vía natural de comunicación y los caminos escasos y malos. Era un país aislado económicamente del mundo.
La derrota de los conservadores en esta guerra, los llevó a buscar ayuda en la reacción europea, por lo que la Francia de Napoleón III, pretextando daños a sus connacionales en México, invadió el país en 1962 para imponer a un emperador austriaco (Maximiliano de Habsburgo). Esto intentó, por un lado, hacer retroceder la República liberal, e impedir que los Estados Unidos expandieran su influencia en los países independizados de las monarquías europeas. Esto, aprovechando además que Estados Unidos estaba inmerso en su propia guerra civil. Sin embargo, después de cinco penosos años de guerra, los franceses y los aliados reaccionarios fueron derrotados en Querétaro por el gobierno itinerante de Juárez, poniendo fin al segundo imperio con el fusilamiento de Maximiliano y restaurando la República.
La Restauración muestra los alcances más grandes del liberalismo y de su programa de Nación. Contradictoriamente, empieza la lucha interna entre las tendencias de esta corriente, en tanto Juárez fallecía en 1872. Proceso político acelerado por la política reeleccionista de Juárez, y posteriormente de Sebastián Lerdo de Tejada, que llevaron a la ruptura con el sector encabezado por Porfirio Díaz. Paradoja histórica: los liberales se rebelaron contra la dictadura de Santa Anna; Porfirio Díaz se rebela contra las reelecciones de Juárez y Lerdo de Tejada; y Madero —y con él la Revolución Mexicana— se rebela contra la dictadura de Díaz.
Las autonomías del “liberalismo” de AMLO y los liberales del siglo XIX
Más allá del republicanismo manifestado por el gobierno de la Cuarta Transformación, el liberalismo de López Obrador contradice en mucho a los liberales radicales con los que tanto se autorreferencia. Lejos de enfrentar el poder eclesiástico —aliado natural de la nación (como lo hicieron Juárez y los liberales)—, AMLO choca con el Estado Laico logrado en el siglo XIX. Su alianza electoral con la corriente evangelista representada por el Partido Encuentro Social, y la propaganda oficial que este partido hace públicamente, es una muestra de ello. Incluso Juárez, siendo católico, combatió los fueros eclesiásticos y las actividades públicas de la Iglesia. Pero AMLO liga su actividad política a un discurso complaciente con las “falsas conciencias”, es decir, con las ideas religiosas.
Lo más burdo de su liberalismo, es sugerir una oración al inicio de la pandemia (¡Detente!) para evitar el COVID-19. Esto es algo que causaría conmoción a las cenizas de Juárez y los liberales. Igual sucede con la formación del partido gobernante (MORENA), que está integrado por sectores que su momento fueron representantes de partidos de derecha o de la centro izquierda integrada totalmente régimen neoliberal (PRI, PAN, PRD).
Por último, AMLO reniega de lo que más distingue a Juárez: su actitud ante la defensa de la soberanía nacional, como lo mostró ante la guerra de la Intervención francesa y la guerra con Estados Unidos. Es sumamente reprobable su actitud genuflexa ante el Presidente Trump, tanto por la militarización del país al servicio del presidente yanqui, como por la creación de la Guardia Nacional para impedir el paso de migrantes por México hacia Estados Unidos. Peor aún, llama presidente “amigo” al xenófobo y racista estadounidense —que está creando un muro en la frontera con México. Es algo que Juárez y los liberales jamás hubieran hecho.
Resumiendo, la Cuarta Transformación y su progresismo no tienen nada que ver con los liberales que en el siglo 19 sentaron las bases del nuevo estado mexicano. Allí hubo un verdadero cambio de régimen y un nuevo proyecto de Nación, pero como explicamos más arriba, era un cambio que se proponía eliminar las trabas estructurales que impedían el desarrollo capitalista del país y la formación de una burguesía nacional.
En cambio, la Cuarta Transformación busca administrar los negocios de una burguesía profundamente reaccionaria y de un capitalismo dependiente y semicolonial, integrado al mercado mundial y a las instituciones financieras internacionales y lo hace apelando a cambios formales en las instituciones estatales y nuevas firmas políticas, distintas al de los gobiernos abiertamente neoliberales de las últimas décadas, pero preservando los intereses de las trasnacionales y el gran empresariado.
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