Quizás una de las cintas menos conocidas del director británico, “La Gran Llama” está pronta a cumplir 50 años de su emisión, siendo una pieza potente y provocadora del cine político de los años 60.
Cuando uno escudriña por los recovecos del internet, a través de cientos y cientos de páginas que albergan la información más variada que uno pueda encontrarse, existen ciertos momentos, en los que uno logra dar con ciertas joyas, que parecieran estar dormidas en el tiempo, pero cuyo valor cumple una gran relevancia en la actualidad.
Entre estas joyas, es que se encuentra “The Big Flame” o “La Gran Llama” como refiere su traducción, una película dirigida el año 1969, por el galardonado director de cine y militante de izquierda, Ken Loach. Esta película que se entrecruza con un formato tipo documental, son parte de una serie de películas con temáticas políticas y sociales de los 60’s, desarrolladas por la cadena BBC de Londres, teniendo un fuerte impacto la población británica de aquellos años [1], en particular esta película, cuyo nombre será utilizado más tarde por una organización de orientación socialista, feminista y revolucionaria de raigambre trotskista, en el año 1970 [2] .
La renovación tecnológica de los puertos y los ataques en contra de los trabajadores
La película comienza con una reunión entre representantes de una empresa portuaria de Liverpool, el gobierno del Primer Ministro de aquel entonces, James Wilson, la burocracia sindical, y representantes del Comité de Trabajadores Portuarios, donde el grueso del debate se genera en relación a las precarias condiciones en las que se encuentran los trabajadores, sumado a la renovación tecnológica de las maquinarias, lo cual equivale a una política de recortes por parte de la empresa, significando despidos, inestabilidad laboral, y por cierto también la apertura de una empresa norteamericana en las instalaciones.
De lo sindical a lo político
Es así como los trabajadores se batirán entre la presión de la empresa, que busca asfixiar la huelga a como dé lugar, y la lucha por sus reivindicaciones y mantener el temple ante la intensa lucha que vienen dando. Sin embargo un importante personaje aparecerá en la vida de los dirigentes de base, Jack Reagan, el agitador portuario fustigado por la burocracia sindical, y que junto a sus compañeros Daniel Fowler, Joseph Ryan y Peter Conner, pasarán de reflexionar sobre como sobrellevar unaa huelga relacionadas a los asuntos laborales, a si es posible contradecir el régimen de explotación que llevan diariamente, y poner el destino y el de 10 mil portuarios en sus manos, es decir, el control del Puerto, bajo gestión de sus propios trabajadores.
La empresa, el gobierno y la burocracia contra la vanguardia portuaria
Es así como se lleva la iniciativa a las asambleas de trabajadores de base, donde se propone una nueva forma de entender la democracia obrera, generando comités con delegados de base, revocables, junto con encargados de realizar las tareas administrativas y prácticas al interior de la huelga. Al mismo tiempo se cuestiona el rol de los policías y guardias, conformando piquetes de trabajadores encargados específicamente de atender los problemas de disciplina y convivencia al interior del nuevo espacio.
Así también los trabajadores, comienzan a reflexionar sobre la expansión de la gestión obrera otros rubros de la economía, como una red de fábricas interconectadas, donde al frente se encuentran los mejores compañeros y compañeras como delegados, y a su vez estos se vuelven representantes no sólo de su fábrica, sino también ante el parlamento, como genuinos delegados y delegadas de la clase trabajadora, forjando así un nuevo poder que se contrapone a la democracia burguesa impuesta por los empresarios y sus leyes defendidas por el Estado Capitalista.
Sin embargo los empresarios, con tal de defender sus intereses, harán todo lo posible por doblegar el ejemplo de unidad mostrado por los portuarios, donde no dudarán en utilizar a la policía, e incluso militares para desarticular la enorme movilización, y a su vez, se evidenciando el papel cómplice de la burocracia sindical, que preferirá sentarse a negociar unilateralmente a la mesa con los empresarios y el gobierno, cuadrándose junto con ellos en rechazo a la huelga, antes que luchar y llevar hasta el final las demandas de sus compañeros de base que resisten ¿Será posible sostener esta batalla?
Sobre la producción de esta película
Como señalé anteriormente, la producción de esta película hoy cumple ya cincuenta años, aunque con el transcurso del tiempo pareciera no perder su vitalidad y vigencia, tomando en cuenta las enormes luchas dadas por la clase trabajadora, que se enfrenta al despotismo empresarial y los gobiernos con sus leyes a medida de los capitalistas, que sólo sortean miserias para los obreros, obreras y sus familias.
En el caso de Ken Loach, se puede evidenciar que la altura y coraje de su cine, no es un mero discurso de los días de consagración de su carrera como lo fue “Tierra y Libertad” (1995), o El Viento que Agita la Cebada (2006), con la cual consigue la Palma de Oro en Cannes, repitiéndose el premio el año 2016 con “Yo, Daniel Blake”, sino un cine siempre militante y crítico de las enormes miserias a las que son arrojados los trabajadores y sectores populares en todo el mundo.
Para esta película en conjunto con el guionista Jim Allen, contó con la participación voluntaria de los trabajadores portuarios de Liverpool, y a su vez contó con el rechazo del gobierno británico, que buscó distintas formas de que la cinta no viera la luz, al igual que la BBC que paulatinamente, abandonó una parrilla que dispusiera de las temáticas orientadas de los sectores más oprimidos y postergados de la sociedad. Y en este sentido la proeza de Loach junto con sus colaboradores, es colosal.
¿Qué lecciones sacar?
Al igual que “La Batalla de Chile” (1975), de Patricio Guzmán, o “Los Traidores” (1973), de Raymundo Glazer, “La Gran Llama” de Ken Loach, no sólo muestra una película interesante desde la mirada de los trabajadores y sus problemáticas, sino que a su vez, realiza un cuestionamiento sobre debates superiores, relacionados a los importantes balances estratégicos que comienza a desarrollar la clase obrera, y en este caso específico los portuarios de Liverpool, en Inglaterra. Combate la naturalidad con la que se acepta que el trabajador sólo puede y debe remitirse a su actividad sindical, desligada de la profundidad de su pensamiento político, que se forja al calor de cada batalla diaria, en busca de la defensa de sus derechos, sus familias, y el de toda su clase, pero también por un tipo de sociedad distinta. Nuevas orgánicas de democracia obrera, levantada por trabajadores de base, con delegados mandatados y revocables prescindiendo de empresarios, capataces o policías que solo controlan y reprimen toda la potencialidad de los portuarios.
Pudimos verlo concretamente en el paro portuario de Valparaíso, donde trabajadores, resistiendo más de 35 días movilizados en contra de la empresa del nazi Von Appen, y su política de precariedad laboral, a través del trabajo eventual y la inestabilidad, en complicidad con el gobierno de Sebastián Piñera, comenzaban a cuestionar elementos más profundos que el bono de término de conflicto, que fue a lo que se quiso trasladar la discusión. Son lecciones del conflicto, que la sed de riqueza de empresarios como Von Appen es capaz de todo, y que la burocracia sindical concretamente es un freno para las demandas de los trabajadores, y sobre todo que los portuarios eran capaces de ir por mucho más. Hoy en que es atingente debatir sobre cuál es el proyecto que necesita el puerto de Valparaíso. El nuevo presidente del Sindicato 1 de Estibadores, Pablo Klimpel, junto con el alcalde frenteamplista de Valparaíso, Jorge Sharp, apuestan por un modelo de tributación que permita el “generamiento de una gobernanza portuaria” [3], que en ningún sentido cuestiona la permanencia del magnate Von Appen, una tarea planteada por un gran número de trabajadores portuarios, y que claramente tendría un potencial increíblemente mayor a los límites de una ley de tributación.
Es en este sentido, que nuevas ideas entran con fuerza a la par de importantes batallas. como la de expropiación y estatización del puerto, bajo control de los portuarios y su comunidad, como una salida a las miserias que deben sortear miles de familias porteñas. Y es ahí donde películas como “La Gran Llama”, hablan de cómo esas cuestiones que parecen imposibles e inalcanzables por el sindicalismo impotente, parecen ser el salto más lógico por parte de los trabajadores, cuando buscan liberarse de las ataduras del Estado, los empresarios y sus leyes, en lo que llamaría Trotsky “el gobierno de sus propios destinos”.
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