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Red Internacional
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La historia detrás de la foto. La Masacre de Ezeiza y la fiesta que no fue

El 20 de junio se cumplió un nuevo aniversario del regreso definitivo de Perón a la Argentina luego de casi dos décadas de exilio. El frustrado acto de bienvenida dejó una imagen emblemática, prefigurando el giro a la derecha del último gobierno peronista.

Miércoles 23 de junio de 2021

Foto: Sara Facio

Foto: Sara Facio

La escena dura apenas diez segundos. En el centro del inmenso palco decorado con banderas argentinas y dos enormes fotos de Perón y Evita, el hombre calvo de bigotes y anteojos oscuros, levanta vehemente el arma con ambos brazos en elocuente señal de victoria. Enseguida se la pasa a alguien a sus espaldas, mientras un hombre joven a su derecha guarda una pistola en su cintura. Siguen festejando brazos en alto. La cámara baja, se cruzan personas por delante. El relato en off del cronista del canal de TV no dice nada de las armas. Anuncia en cambio que siendo las cinco de la tarde, el avión que trae a Juan Domingo Perón desde España acaba de aterrizar en la pista de la base aérea de Morón. La fiesta había terminado antes de empezar.

El festejo de los ocupantes del palco era doble: Perón llegaba al país, y lograban evitar a tiro limpio que la llamada tendencia (JP y Montoneros) copara el acto. Más precisamente, evitaron que el acto sucediera. Como la barra brava del equipo que va perdiendo, cuando invade la cancha y hace suspender el partido. A menos de un mes de asumido Héctor Cámpora, el ala derecha del peronismo se jugaba a desplazar del gobierno y de las simpatías del líder que retornaba, a la juventud peronista radicalizada y a las organizaciones armadas. Éstos a su vez pretendían que la llegada del General acelerara el camino hacia la prometida Patria Socialista, y que la multitudinaria demostración de fuerza militante en el acto, pudiera cambiar la relación de fuerzas dentro del partido.

“...como a mí la política mucho no me interesa, no tenía idea de la guerra interna que había en ese momento en el peronismo. El 20 de junio fue un hermoso día soleado de invierno y nosotras fuimos a lo que creímos iba a ser una fiesta de reencuentro del pueblo con su líder.”

Quien habla es la fotógrafa argentina Sara Facio, autora de la fotografía de la que se acaban de cumplir 48 años. Esa mañana de invierno llegó al lugar a bordo de su Fiat 600 junto a su socia Alicia D’Amico y otros colegas. Compartieron la caravana de decenas de miles que desde la noche anterior marchaban en micros, en automóviles y a pie a darle la bienvenida a Juan Domingo Perón, quien regresaba al país luego de 18 años de exilio. Cuando no pudieron seguir avanzando, dejaron el auto y siguieron a pie hasta el puente 12, o puente del Trébol.

Cuerpo a tierra frente al palco. Foto: Sara Facio

“No tenía idea de quiénes se estaban tiroteando, ni por qué... nada. Lo único que atinamos fue a ponernos cuerpo a tierra, como el resto de los colegas, esperando que el tiroteo terminara. Pero no terminaba nunca...¡Todos sacamos esa foto! Si estábamos todos los fotógrafos frente al palco. No hay “una” famosa foto del tipo éste, sino un montón. Si se fija un poco va a notar que en una levanta la itaka con las dos manos, en otra la tiene en la mano derecha... De hecho, yo misma tengo dos fotos distintas así.”

Esa postal con reminiscencias de la violencia de un futuro cercano, fue registrada por varios de los fotógrafos presentes, y se convirtió en la imagen de un momento que quedaría en la historia como el despojo violento de una fiesta, la frustración de los más de dos millones de jóvenes trabajadores y estudiantes reunidos para recibir al líder dieciocho años proscripto.

El palco donde debía estar Perón haciendo su clásico saludo brazos en alto, lo ocupaba un pesado empuñando una itaka. Una imagen que prefiguraba el giro a la derecha que tomaría el inminente tercer período de Perón como presidente, quien llegaba para contener el ascenso obrero y popular abierto con el Cordobazo, y liquidar las experiencias políticas que la vanguardia obrera venía desarrollando en las fábricas desde entonces. Para esto se valdría tanto de la violencia estatal como de la paraestatal, siendo considerados los hechos de Ezeiza como el bautismo de fuego de quienes luego integrarían las bandas fascistas de la Triple A. Desde su llegada al país, Perón dejaría en claro de qué lado estaba, apoyándose en la derecha peronista, es decir, en quiénes perpetraron los trágicos hechos.

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La fotógrafa había ido a Ezeiza a documentar la fiesta popular por el regreso de Juan Domingo Perón, como parte del trabajo encargado por una agencia de noticias francesa. Su actividad fotográfica, bien lejos de la política, estaba orientada a ensayos de temática social y cultural, que editaba en su propio sello La azotea, pionero en su tipo en Latinoamérica y que integraba junto a sus socias D’Amico y la guatemalteca Cristina Orive. Dentro de estos trabajos se destacan el Ensayo sobre la locura (Humanario), un registro documental sobre la vida en hospitales psiquiátricos, y la serie de retratos a escritores del llamado boom latinoamericano. Orive había conseguido el encargo de la agencia francesa para cubrir tres situaciones: la llegada de Allende a la presidencia de Chile, la actividad de los Tupamaros en Uruguay, y el regreso de Perón. Facio y D’Amico la ayudaron cubriendo esto último, desde el primer regreso en noviembre de 1972, hasta la muerte del presidente el 1º de julio de 1974.

“...Tenía miedo. Hicimos las fotos y nos volvimos al centro en el primer auto que encontramos. Llevaba dos cámaras, una en color y una en blanco y negro; les había puesto referencia a cada rollo con un marcador: Gente, Ruta, Palco. De lo que tenía dos, me quedé con uno, pero sin verlos. Mandamos los rollos sin revelar. No había tiempo que perder.”
Cuenta Facio que al día siguiente volvió a buscar el auto. El 600 seguía intacto donde lo había dejado, y siguió viaje hasta el aeropuerto a despachar por avión los rollos con destino a Francia. La cobertura continuó con las elecciones y la asunción de Perón, finalizando con su muerte al año siguiente.

Resultó un trabajo fotográfico integral, un ensayo documental sobre el último Perón en el país. Según el fotógrafo y curador Ataúlfo Pérez Aznar, “... es el mejor ensayo histórico de la fotografía argentina. No es que no haya fotógrafos que hayan sacado ese período. Pero son fotos –algunas muy buenas– dispersas, inconexas, sin contexto. Sara, en cambio, logró un relato de gran coherencia fotográfica, que está formada por primeros planos muy fuertes y por fotos contextuadas”.

Sin embargo la autora, luego de terminado el trabajo había decidido no mostrar esas fotos. No le parecían de valor fotográfico, además de no resultar políticamente conveniente, considerando la presencia de Isabel y López Rega en el poder en lo inmediato, y la llegada de la dictadura de Videla en 1976.

Algunas de esas fotografías vieron la luz recién a partir de 1983. Y finalmente en 2018 se montó en el MALBA la muestra Sara Facio-Perón, integrada por 114 fotos, seleccionadas a partir de lo que conservó de esa cobertura de un año y medio: 41 rollos blanco y negro que la autora guardó durante años en su estudio de la calle Paraguay.