La historia de la Primera Internacional es en parte la historia de la disputa entre sus diversas corrientes, de ellas destacan la pelea entre socialistas y anarquistas por el programa que debía llevar adelante el proletariado, en ese sentido hubo lecciones sobre los métodos y la forma de luchar.
La Primera Internacional fue el intento inicial de organizar a la clase trabajadora “tal y como era”, sin embargo, en ella convergían distintas corrientes del movimiento proletario que sostenían distintas estrategias y posturas políticas, cómo eran comunistas, proudhonianos, sindicalistas, cooperativistas y anarquistas. Marx y Engels la definieron como “un centro de convergencia y de correspondencia entre sociedades obreras de los distintos países que aspiran a un mismo fin: la protección, el progreso y la completa emancipación de la clase obrera”. [1]. En ese sentido, los socialistas científicos buscaban que la acción política sirviera para dotar al proletariado de herramientas para la conquista de mejores condiciones como son: libertades políticas como el derecho de reunión, de asociación y de libertad de prensa, las cuales fungieran como armas para la lucha contra los regímenes burgueses, tras una perspectiva de emancipación revolucionaria y de acabar con el capitalismo.
Pero ese intento de organizar a la Internacional no fue fácil, pues en concreto eso se expresó como una organización del proletariado internacional “para reemplazar a las sectas socialistas o semisocialistas por una organización real de la clase obrera con vistas a la lucha”. [2] En ese marco, el más grande adversario del marxismo dentro de la Internacional fue Mijaíl Bakunin, líder de los anarquistas. Era de origen ruso, se formó al igual que Marx y Engels en la escuela filosófica de los hegelianos de izquierda después de 1840, cuando llegó a Berlín, vivió la Primavera de los pueblos de 1848.
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Las posiciones de Bakunin
En 1864 se encontró en Londres con Marx y así es como se enteró de la existencia de la Internacional, sus posiciones se basaban en la revolución social, pero no hecha por la clase obrera, sino que veía elementos más revolucionarios en los intelectuales, estudiantes, representantes de la democracia burguesa y el lumpenproletariado. Y si bien había prometido afiliarse a la Internacional, la realidad es que no lo hizo de inmediato, porque prefirió formar una organización secreta dentro de un organismo burgués como lo era la Liga para la Paz y la Libertad, con el fin de hacerse de su control, de donde terminó fundando la Alianza Internacional de la Democracia Social. A partir de eso, la Alianza solicitó su ingreso a la AIT.
Sólo que, para su entrada, pidió tener una orientación y un programa propios, sin adoptar los estatutos fundacionales para sí. Marx y Engels consideraron esto erróneo por no acatar los acuerdos comunes, así, buscaron el rechazo de su ingreso porque durante los primeros cuatro años de la Internacional, estuvo trabajando en una asociación capitalista. El Consejo General le exigió a Bakunin que la Alianza debía disolverse pues no podía tener un programa político aparte, la posterior supuesta disolución fue un engaño ya que esta organización paralela seguía existiendo en los hechos.
Los desacuerdos entre Marx y Bakunin residían en que este último negaba la necesidad de la conquista del poder político. También negaba algo fundamental: la lucha política frente a la burguesía, aunque fuera esta la que conquistara mejores condiciones de vida (como el salario) y de organización para los obreros, esto en un momento donde el capitalismo se encontraba en ascenso. De aquí Marx escribía que:
“A fines de 1868 ingresó en la Internacional el ruso Bakunin con el fin de crear en el seno de ella y bajo su propia dirección una segunda Internacional titulada «Alianza de la Democracia Socialista». Bakunin, hombre sin ningún conocimiento teórico, exigió que esta organización particular dirigiese la propaganda científica de la Internacional, propaganda que quería hacer especialidad de esta segunda Internacional en el seno de la Internacional.
Su programa estaba compuesto de retazos superficialmente hilvanados de ideas pequeñoburguesas arrebañadas de acá y de allá: ¡igualdad de clases!, abolición del derecho de herencia como punto de partida del movimiento social (tontería saintsimonista), el ateísmo como dogma obligatorio para los miembros de la Internacional, etc., y en calidad de dogma principal la abstención (proudhonista) del movimiento político”. [3]
La Internacional ante sus retos externos e internos
La Guerra franco-prusiana iniciada en julio de 1870, fue un reto, pero también un momento de una gran crisis para la Internacional. Además, las pugnas de Bakunin contra Marx habían tenido un efecto negativo en la unidad, de manera que se estaban gestando fracturas. A pesar de eso, la organización obrera logró lanzar un manifiesto, redactado por Marx, donde se hacía un análisis profundo de la situación y se oponía al conflicto bélico, en donde se exhortaba a los trabajadores alemanes a reconocer a la República francesa y a los franceses a que buscaran que esa República les sirviera para conquistar mejores condiciones.
El apoyo a la Comuna de París fue una acción fundamental para la Internacional, que con sus limitadas fuerzas puso en práctica el internacionalismo, por ejemplo: “Desde 1870, Leo Frankel, militante obrero húngaro establecido en Francia, amigo cercano de Marx, y Eugène Varlin, el proudhoniano disidente, trabajan juntos en la reorganización de la sección francesa de la AIT. Tras el 18 de marzo de 1871, los dos están a la cabeza de la Comuna, el primero como delegado de trabajo, el segundo como delegado para la guerra, en una estrecha colaboración. Los dos participan, en mayo de 1871, en los combates contra los versalleses: Varlin es fusilado tras la derrota de la Comuna, Frankel logra emigrar a Londres”. [4]
Las conclusiones de Marx y la I Internacional respecto a la Comuna fueron que el proletariado no puede limitarse a tomar para sí el aparato político burgués, debe destruirlo para formar su propio Estado -la dictadura del proletariado- y eso debe hacerlo en la medida de lo posible de forma coordinada con la clase obrera de otros países. Esto, en la concepción marxista, era un paso encaminado hacia la disolución de toda forma estatal en una sociedad sin clases. Pero las conclusiones de Bakunin al respecto fueron en sentido opuesto, ya que se convenció aún más de las ideas de abolición de toda forma de Estado, sin que medie una perspectiva de transición -necesaria para preparar ese camino- como la que planteaba Marx.
El desarrollo de la Guerra franco-prusiana y la derrota de la Comuna trajo consigo un retroceso importante para la clase obrera europea, ya que se produjo el aislamiento durante varios años del movimiento obrero francés con sus hermanos de los otros países, los alemanes quedaron debilitados para protestar contra las políticas expansionistas del Kaiser. Pues muchos de sus líderes fueron encarcelados, la terrible represión igualmente los aisló de modo que dos de las más importantes bases de la Internacional quedaron separadas de un golpe.
Por su parte los obreros ingleses encontraron un freno, pues la burguesía de su país se enriqueció con la guerra, ya que sus industrias vendían a ambos bandos mercancías de diversos tipos para llevar adelante el conflicto de modo que utilizaron parte del excedente para otorgar concesiones a los trabajadores, utilizando estas concesiones para imponer una pausa con el fin de que la lucha proletaria no se siguiera desarrollando. Dichas concesiones también fueron políticas de modo que varias viejas leyes contra los sindicatos se derogaron, así, mientras más radical era el discurso de la Internacional, más moderados se volvían los dirigentes sindicales, al grado de que se negaron a firmar los pronunciamientos a favor de la Comuna de París, así terminaron por escindirse. [5]
A fines de septiembre de 1871, fue convocada la conferencia de la Internacional, para discutir sobre el difícil contexto y sobre la actitud que tenían los anarquistas frente a la situación, pues insistían en decir que los estatutos fueron falsificados por Marx para imponer sus posiciones, además seguían insistiendo en que la AIT tuviera un funcionamiento descentralizado. Pensaban que cada rama podía incluir otras ramas que conjuntamente integraban un consejo regional, que estas unidades eran autónomas, rompiendo toda unidad programática, contradictoriamente, Bakunin quería imponer su autoridad sobre la Internacional, en medio de la ofensiva reaccionaria contra los trabajadores.
El Consejo General de Londres ya sospechaba que Bakunin tenía su sociedad secreta que operaba al margen de los acuerdos de la Internacional, por lo que se tomó la resolución de prohibir las organizaciones con un programa paralelo. Frente a eso, el anarquista siguió jurando que la Alianza ya no existía. También se tomó otra resolución que iba dirigida de forma indirecta contra Bakunin: la Internacional se deslindó del Serguéi Nechayev, quien fue un anarquista ruso, uno de los más cercanos discípulos de Bakunin, que pretendía hacer la revolución con métodos terroristas.
El caso consistió en lo siguiente: en el otoño de 1869, Nechayev regresó a Rusia (tras un breve exilio en Suiza) con el plan de crear un grupo anarquista allá, fingiendo ser un representante obrero. Cuando un estudiante de nombre Iván Ivanovich, perteneciente al grupo de Nechayev se percató del engaño, éste lo asesinó.
La expulsión de Bakunin
Tras las acciones tomadas por el Consejo General contra Bakunin y sus seguidores, estos le declararon la guerra abiertamente, ya que acusaron al Consejo de querer imponer un dogma a la clase obrera sobre la necesidad de que el proletariado se constituyera en partido especial, sobre la toma del poder político y haber retrasado la conferencia de la Internacional para imponer ese dogma. La situación finalmente se resolvió en el V Congreso de la Internacional, realizado en La Haya, del 2 al 7 de septiembre de 1872. [6] El Congreso fue dirigido por Marx, Engels y sus partidarios, que impidieron que Bakunin se apoderara de la dirección de la Internacional, hubo discusiones acaloradas y al parecer Bakunin sabía cuál iba a ser el resultado, por eso no asistió,
Las primeras resoluciones fueron 1) Refirmar la máxima autoridad del Consejo General, como había sido el acuerdo original 2) Traslado de las oficinas de la AIT a Nueva York, eligiendo un nuevo consejo dentro de los integrantes de la seccional estadounidense, que era su último bastión después de la separación de las secciones inglesa, francesa y alemana 3) Ratificar como uno de los objetivos de los trabajadores, la conquista del poder político, el cuarto punto fue el más polémico pero se concretó la expulsión de Bakunin y Guillaume (uno de sus partidarios) de la AIT.
Mediante documentos y un extensivo análisis, el Consejo General llegó a la conclusión de que la Alianza existía dentro de la Internacional con un programa aparte, que funcionaba por fuera de los acuerdos de la misma lo cual estaba expresamente prohibido. Por otro lado, se probaron los vínculos de Bakunin con Nechayev, a esto se sumaba el “asunto personal”. Este consistió en que Bakunin estafó a un editor ruso quien le pagó para que hiciera la traducción a su idioma de El capital. Para deshacerse de la deuda Bakunin le pidió a su discípulo que se lo quitara de encima, para lo cual el terrorista amenazó de muerte al editor; en el asunto quedó involucrada la Internacional, al ser la obra de Marx un documento oficial suyo, poniendo así en peligro a la organización obrera.
Lecciones de la lucha
En julio de 1876, la AIT fue disuelta pues la crisis del movimiento obrero causada por la derrota de la Comuna de París, impuso una desmoralización profunda de la cual los trabajadores tardarían mucho tiempo en recuperarse. Sin embargo, este proceso dejó algunas lecciones para el futuro, la primera sin duda fue, como resultado de la primera gran experiencia de gobierno obrero, las conclusiones extraídas en torno a la necesidad de luchar por destruir el Estado burgués y construir un Estado de nuevo tipo de los explotados y oprimidos.
En segundo término, en torno a la unidad internacional de los trabajadores y la lucha contra el sectarismo que iba en contra de esa unidad, utilizando métodos políticos correctos, que implican tener un programa claro con el cual luchar políticamente y tener un diálogo con las mayorías para convencer con ese programa y conquistar mejores condiciones políticas y económicas para los trabajadores. Por ello concluimos con las siguientes palabras de Marx:
“El movimiento político de la clase obrera tiene como último objetivo, claro está, la conquista del poder político para la clase obrera y a este fin es necesario, naturalmente, que la organización previa de la clase obrera, nacida en su propia lucha económica, haya alcanzado cierto grado de desarrollo. (…) Allí donde la clase obrera no ha desarrollado su organización lo bastante para emprender una ofensiva resuelta contra el poder colectivo, es decir, contra el poder político de las clases dominantes, se debe, por lo menos, prepararla para ello mediante una agitación constante contra la política de las clases dominantes y adoptando una actitud hostil hacia ese poder”. [7]
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