Llegó el último capítulo de Veneno (2020), que quedó marcada como una de las series clave que hablan de personas trans y mientras siguen los debates en las redes. ¿Qué sucede cuando las cámaras apuntan a las vidas trans?
Pablo Herón @PhabloHeron
Lunes 2 de noviembre de 2020 16:29
“Yo me hice mujer con 30 años y me convertí en una bomba. Tu ve poco a poco, así en plan niñata. y cuando tu veas... pum! Te lanzas y las dejas a todas con la boca abierta”.
Cristina “la Veneno” en una charla con la Valeria.
Un padre y una madre miran un programa en el living en una noche española de los 90’, mientras su hijo a escondidas fija su mirada en la Veneno que aparece en la pantalla: "yo soy mujer". Así comienza este relato, el de una mujer trans que se hizo famosa apareciendo en el programa de la televisión española “Esta noche cruzamos el Mississippi” por contar con su espontaneidad y ocurrencia, desde su experiencia, la vida de las personas trans, sus deseos y dificultades.
La serie titulada “Veneno. Vida y muerte de un ícono”, está disponible en la plataforma paga Atresplayer. Cuenta la historia de Cristina Ortiz, la Veneno: una mujer trans en situación de prostitución, que se fue de su pueblo huyendo del rechazo y deslumbró al público con su personalidad ocurrente y perspicaz en la televisión española de los años 90. Un fenómeno que desde la cadena televisiva buscaron explotar para ganar audiencia.
Está basada en el libro escrito por la periodista Valeria Vegas, drama y comedia se entrelazan en sucesivas escenas donde el hilo conductor es una constante búsqueda de libertad, por ser aceptada y amada. Su fama le dio una visibilidad nunca vista a las personas trans en España, y como contracara mostró en todo su esplendor la discriminación que sufren las personas trans en esta sociedad donde la desigualdad es la norma.
El éxito de la serie está marcado por un cuidado trabajo de dirección y la interpretación de las tres actrices que han dado vida a Cristina en distintas edades (Jedet, Daniela Santiago, Isabel Torres), ganadoras del premio Ondas a la mejor actriz. Uno de los aspectos más aplaudidos ha sido el hecho de contar con actrices trans para interpretar a mujeres trans, así como llevar a la pantalla una historia que no suele ser contada con un enfoque no estigmatizante.
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Joselito, el maricón
“¿Sabés qué recuerdo de Adra? La primera vez que escuché la palabra maricón, yo tenía 7 años y no sabía qué significaba” es lo primero que recuerda la Veneno de su infancia. Con escenas crudas, incluyendo golpizas y una discriminación constante, relatará su infancia en ese pueblito, donde se desarrolla el conflicto con su madre católica y la mayoría del pueblo conservador que ve en Joselito una amenaza a sus valores morales. Esos que tanto defienden hoy en día los sectores más reaccionarios.
Para él la adversidad no es una barrera en su búsqueda por descubrir quien quería ser, aún así se imagina a sí mismo deslumbrante y desafiando los límites de “lo aceptado”. En una escena brillante, entra a la Iglesia desfilando con una pollera corta como si estuviera en la fashion week (semana de la moda), mientras el resto posa su mirada de asombro y reprobación en él. Vive ese triunfo tan radiante como consciente de que implicaba una rebeldía: “esa noche no me atreví a volver a casa, pero me daba igual, había ganado la partida”.
Desarraigo y fama
Ya adulta, la Veneno llegaría a las pantallas mostrando que las personas trans existían, tenían voz y una vida de discriminación que merecían ser escuchadas. Cristina no era la primera. Bibiana Fernández ya había aparecido en televisión y la pequeña y la gran pantalla ya llevaban décadas mostrando a las personas trans. Lo hacían como psicópatas, como chistes, como seres disfrazados y peligrosos, como personas enfermas.
La serie busca hacerle justicia a esta realidad recurrente. Es uno de los aspectos señalados por la periodista Valeria Vegas (interpretada en la serie por Lola Rodríguez): responder a los 40 años que las personas trans vienen siendo representadas de forma estigmatizante en el cine y la televisión españolas.
El desarraigo y la vulnerabilidad económica dan pie a que acuda a la salida que encuentra la mayoría de las personas trans para subsistir: comienza a prostituirse en el Parque del Oeste, Madrid. En ese parque la periodista Faela del programa “Esta noche cruzamos el Mississippi” le hace una entrevista que será su trampolín a los medios masivos. Sin ningún tipo de corrección política le pregunta “¿tu qué eres, hombre o mujer?”, a lo que la Veneno le responde muy desinhibida y suelta ante la cámara “¿Que yo qué soy? Un semáforo, mi alma”.
Paca la piraña y la Valeria
El conductor y productor del programa, Pepe Navarro, la lleva al programa para trabajar y aprovecha para sacar su tajada en términos de rating. Al menos en dos ocasiones invita a sus padres para que aparezcan junto a ella dialogando, llegando a transmitir momentos donde la madre abiertamente se niega a aceptarla. Dos años después el programa sería cancelado tras hacer saltar varias alarmas con críticas a la monarquía y a periodistas de derecha que no tenían cabida en la purga periodística que hizo el gobierno conservador de Aznar a mediados de los 90.
No toda la historia de la Veneno sucedería bajo los focos. Según lo que relata, su abusiva pareja le robaba dinero y la convenció de realizar estafas a compañías de seguros llegando al punto de prender fuego uno de sus pisos. Él la terminó denunciando por estos hechos, razón por la que la Justicia la condenó a 3 años de prisión en una cárcel de hombres, mientras él quedó libre. Ni siquiera su reconocimiento mediático logró que la Justicia la tratara como mujer.
Una vez fuera de la cárcel denunció que sufrió abusos y violaciones, incluyendo acusaciones a funcionarios, levantando las iras de Instituciones Penitenciarias, que llegaron a amenazarla con una denuncia por injurias. En un programa de televisión donde con un polígrafo analizan si una persona miente, los panelistas volvieron a la carga llegando a increparla diciéndole que mentía cuando afirmaba que había tenido prostituirse para sobrevivir porque no le daban otro trabajo.
“¿Cómo qué es mentira? Si a las travestis no nos daban trabajo…”
Esa es la realidad que la Veneno empujó por los canales de la televisión, la del Parque del Oeste, la exclusión y la prostitución para sobrevivir, y es lo que pone en el centro de la escena la serie sin edulcorar la vida dura que atraviesan las personas trans. Al día de hoy según varios estudios entre el 60 % y el 80 % de las personas trans en España no posee trabajo, siendo una de cada cinco personas en situación de prostitución, a pesar de ser el 1% de la población.
Cristina entraba en los platós con esa realidad expuesta sin pedir perdón, tildada de ordinaria y maleducada bajo una lente clasista y transodiante. La serie constituye un contrapunto poniendo en evidencia el estigma que reproducen los medios masivos de comunicación y las propias instituciones de las democracias capitalistas como la Justicia y la Policía.
Su fama comenzó con anécdotas donde con el tamiz de su espontaneidad abordaba la discriminación que atravesó en su vida, el resto de su trayecto sumó muchas más ocasiones donde el los prejuicios se pusieron a la orden del día. Sea para conseguir un trabajo o hasta para ser juzgada como un hombre, porque a fin de cuentas aunque las historias se cuelen por las pantallas con gran llegada ganando visibilidad, en la sociedad y la vida cotidiana la desigualdad, el estigma y la vulnerabilidad económica para la gran mayoría de las personas trans, sigue siendo la norma que manda.
Pablo Herón
Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.