Desde sectores de la derecha y la burguesía, se han referido al cambio de gabinete, como una "oportunidad" para que la coalición vuelva a ordenarse, frente a la enorme crisis que se le ha abierto al régimen durante las últimas semanas. Sin embargo, las diferencias al interior de la derecha permanecen aún latentes, frente a las altas expectativas de sectores de masas, y la incertidumbre de las capas medias que también se han visto arrastradas al atolladero de la derecha, en medio de la enorme crisis económica y sanitaria que se vive actualmente.
FOTO: La Nación
La actual crisis de la derecha en Chile, sin duda se ha convertido en uno de los principales temas a tratar entre los distintos analistas del país, quienes intentan explicarse la causa de su creciente debilitamiento desde el denominado “estallido social” de Octubre del año pasado, con Sebastián Piñera a la cabeza.
El cambio de gabinete del 28 de Julio, no hizo más que expresar las enormes marejadas que hoy embisten a Chile Vamos, como un barco que se tambalea a la deriva de una estrategia política que aún permanece difusa, entre los distintos sectores que hoy se disputan el timón. De aquí que La Tercera a través de su editorial se haya referido a la reconfiguración en los ministerios como “una nueva oportunidad para que la coalición vuelva a ordenarse y sea capaz de proporcionar soporte político al gobierno” (1).
Sin embargo, por más que distintos medios tradicionales y alternativos hayan buscado instalar la imagen del “gabinete del rechazo”, lo cierto es que al menos en lo discursivo, la nueva cartera de ministros ha tenido que retroceder en su línea del rechazo, expresando una separación de su posicionamiento político y de la responsabilidad de los cargos en el gobierno. Esto tomando en cuenta el complejo escenario que deben sortear, de aquí a la próxima Convención Constitucional de Octubre.
Claramente hay visiones en disputa frente a la crisis de la derecha -y de la cual participa la burguesía en su conjunto- que se expresan de manera aún más latente luego la aprobación del retiro del 10% de los ahorros del fondo de pensiones. Una derrota para el gobierno de Piñera, que por cierto mostró la resistencia de la derecha a entregar la concesión más mínima a amplios sectores de masas, pero que también resultó –en cierta manera- un descompresor frente a la creciente tensión en la superestructura política. No por nada la desestimación de sectores de la derecha como Allamand de apelar al Tribunal Constitucional, o la carta del veto presidencial que tanto se hizo escuchar durante las últimas semanas. En este mismo sentido cabe destacar el balance de los propios empresarios posterior a la aprobación de la ley, donde por ejemplo el presidente de “Multigremial” Juan Pablo Swett señaló que “fue un error firmar la carta contra el retiro del 10% de las AFP en El Mercurio” (2).
Crisis de hegemonía burguesa y las dos estrategias frente al problema de las capas medias
Pero como señalamos anteriormente, frente a esta crisis de la hegemonía burguesa en la que como menciona Lenin “los de abajo no quieren vivir como antes, y los de ariba no pueden vivir como antes” (3), estas distintas visiones se pueden entrever en dos estrategias claramente representadas, frente a la actual situación nacional.
Por un lado los que quieren defender a rajatabla los aspectos estructurales del modelo económico, político y social en Chile, más allá de la crisis abierta en el conjunto del régimen, donde instituciones reaccionarias que tradicionalmente servían como un sostén de gobernabilidad hacia las masas como la Iglesia, Fuerzas Armadas y Carabineros, todas ellas se encuentran altamente desprestigiadas tanto por casos de abuso sexual, violaciones a los derechos humanos, o corrupción.
Y por otra parte, se puede visualizar a un sector que viendo reducido la posibilidad de llegara niveles de consenso al interior de la derecha y de la burguesía en su conjunto, les resulta imposible mantener el modelo tal como está, defendiendo la herencia de la dictadura, junto con sus leyes que cada vez afectan a mayores sectores de la población, inclusive aquellos que por mucho tiempo sirvieron de base social, política, o electoral frente a su agenda de “clase media”.
Ha quedado demostrado durante los meses de cuarentenas producto del COVID19, que al gobierno poco le ha importado condenar a la miseria a la clase trabajadora que históricamente tiene los empleos más desgastantes, con los peores salarios, y las condiciones más indignas. Es cuestión de ver las leyes que han llevado adelante con tal de cuidar el bolsillo a los grandes empresarios, como la “ley de protección del empleo” que permite la suspensión laboral de trabajadores y trabajadoras, las cuales han aumentando en un 163,2%, y llegando a presentar un 18,1% de todos los ocupados, con un total 801.800 personas, de acuerdo al último estudio realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo cuando se trata de asalariados con mejores condiciones de vida, clase obrera calificada, profesionales, comerciantes y “pequeñas y medianas empresas”, no le es tan fácil llevar a cabo sus iniciativas legislativas y a través del ejecutivo, donde más allá de su verborrea sistemática a la “clase media”, la situación económica que se vive actualmente en el país es claramente desalentadora. Esto lo demuestra el mismo estudio, señalando que en su última publicación que existen un 11,6% de desempleados en todo el país (940.360 desocupados)(4). Un importante sector relacionado al turismo, la hotelería, comercio o servicios no han percibido ingresos hace meses, teniendo muchos de ellos que cerrar, echando por el suelo el sello “clasemediero” del que tanto se ha vanagloriado la derecha durante décadas, cuando lo que han hecho en definitiva es defender los intereses de los grandes capitalistas y grupos económicos.
Desmontando la mentira derechista y un incipiente giro de las capas medias hacia la izquierda
Sin embargo la crisis de la “clase media” no aparece de la nada como mera consecuencia de la pandemia, tal como si esta afectara a todos por igual. Sino por el contrario, expresa que frente al desarrollo de la crisis económica, el tensionamiento entre las clases sociales, la burguesía, la clase media o pequeñoburguesía, y la clase trabajadora, se hace cada vez más evidente, y con más fricciones.
Tanto es el derrumbe del discurso de la derecha, quizás comparable al “castillo de naipes” de Mañalich, que en un reciente estudio de Fundación Sol se evidenció que un 50% de las microempresas en Chile, tienen un ingreso inferior al salario mínimo, y el 53,1% correspondiendo a trabajos informales, y habiendo un 24% de personas ocupadas (5). Es decir la microempresa en Chile tiene básicamente como finalidad, la supervivencia, lo que a su vez genera el desprendimiento de sectores tremendamente críticos al gobierno frente al abandono de su agenda política, o directamente el rechazo absoluto a la gestión de Piñera. Vale recordar que desde el estallido social, importante sectores de la “clase media” tuvieron un gran apoyo y miraron con simpatía las movilizaciones, e incluso con métodos más radicalizados expresados en la “primera línea”, sector al cual el gobierno busco criminalizar inmediatamente, intentando jugar con la correlación de fuerzas a su favor, pero a la vez, con instituciones represivas como Carabineros y Fuerzas Armadas, que hasta hoy generan un profundo rechazo en amplios sectores.
Es precisamente este contexto el que ha hecho que un importante sector de las “capas medias” hoy comience a girar a izquierda tomando en cuenta el ánimo de protesta frente a la precariedad de la vida, donde el modelo neoliberal en su conjunto, muestra las grandes grietas que se extienden de manera creciente, y atacando los “privilegios” como en aquella frase que se viralizó de la “primera dama”, Cecilia Morel.
Las “capas medias” y su encrucijada entre las dos grandes clases sociales
Trotsky frente a la polarización de las masas y la participación de la pequeñoburguesía (capas medias) en el desarrollo de la crisis previa advenimiento del régimen fascista del nazismo señalaba:
“La gran burguesía, económicamente poderosa, constituye por sí misma, una ínfima minoría de la nación. Para imponer su dominación debe garantizar una determinada relación mutua con la pequeñoburguesía y, por su mediación, con el proletariado (…) Sin embargo, la relación entre la burguesía y su base social fundamental, la pequeñoburguesía, no descansa de ningún modo en la confianza recíproca y en la colaboración pacífica. El grueso de la pequeñoburguesía es una clase explotada y oprimida. Mira a la burguesía con envidia y, a menudo, con odio. La burguesía, por su parte, aun cuando utiliza el apoyo de la pequeñoburguesía, desconfía de ella, ya que teme, con razón, su tendencia a derribar las barreras impuestas desde arriba” (6).
Y es en esto que repara Trotsky, donde puede visualizarse a cabalidad la clara dependencia de la burguesía, del gran empresariado hacia un sector que de ninguna manera debe por qué tener una ubicación naturalmente favorable hacia la estabilidad de su gobierno, sino por el contrario como se muestra en ciertos momentos, es capaz de desgastar los grilletes que le son impuestos tanto a su propia clase social, como también al conjunto de la clase trabajadora.
Y es en este sentido que Trotsky también es muy enfático en mostrar el increíble potencial que juega la propia clase trabajadora frente a estos giros circunstanciales en los que la “clase media” mira con recelo el accionar de los capitalistas y su gobierno:
“En la época del ascenso, del crecimiento y florecimiento del capitalismo, la pequeñoburguesía, a pesar de agudas explosiones de descontento, marchó por lo general obedientemente, con la salvaguarda del arnés capitalista. No podía hacer otra cosa. Pero bajo las condiciones de desintegración capitalista y el atolladero de la situación económica, la pequeño burguesía procura, intenta y se esfuerza por liberarse de las ataduras de los antiguos amos y dirigentes de la sociedad. Es totalmente capaz de unir su destino al del proletariado. Para eso sólo se necesita una cosa: la pequeñoburguesía debe adquirir confianza en la capacidad del proletariado de llevar a la sociedad por un nuevo camino. El proletariado sólo puede inspirar esa confianza por su fortaleza, por la firmeza de sus acciones, por una hábil ofensiva contra el enemigo, por el éxito de su política revolucionaria” (7).
La deriva del reformismo hacia las ilusiones gradualistas
Como señalamos anteriormente en este artículo, al interior de la denominada “clase media” descansan distintos sectores de la sociedad como clase obrera calificada con mejores ingresos, profesionales, comerciantes y otros sectores que si bien social y económicamente despuntan de la mayoría asalariada condenada a los peores trabajos y condiciones laborales, estos sectores no son ajenos a las transformaciones políticas y económicas que vive la propia sociedad burguesa. Y es ante el descarado blindaje del gobierno hacia la gran burguesía, que incluso sectores de su propia coaliciónm se han mostrado críticos a la absoluta de desafección con la que han incurrido en paupérrimas políticas de emergencia hacia las pequeñas y medianas empresas. Así lo expresó hace unas semanas el propio presidente de Renovación Nacional (RN) quien frente a la tramposa política de los créditos COVID19/Fogape con la banca, manifestando "el Fogape ha sido un fracaso para rubros enteros, hay que decirlo con todas sus letras (…). No sacamos nada con que la gente se quede en la casa si después su pyme ya no existe” (8)
Sin embargo frente a esta debilidad política de la burguesía y el gobierno en dar una respuesta satisfactoria a las capas medias, que hoy sufren drásticamente los golpes de la crisis, bastante impotente se ha mostrado el sector del reformismo representado principalmente en el Partido Comunista (PC) y el Frente Amplio (FA), quienes tras la fuga de dos de sus partidos fundadores el Partido Humanista (PH) e Izquierda (Libertaria), hoy sin ningún reparo, han incorporado a la alternativa política del ex vocero de Michelle Bachelet, y ex militante del Partido Socialista (PS) Marcelo Díaz. Esto con una CUT y Unidad Social, totalmente impotentes frente a las exigencias de los amplios sectores de masas y de la clase trabajadora, que hoy rechazan al gobierno, y donde claramente su accionar se encuentra concentrado en el enclaustramiento de la agenda política en el parlamento, y asegurando sus alianzas electorales en camino al plebiscito de Octubre. No por nada el pasado Domingo la ex candidata presidencial por el Frente Amplio, Beatriz Sánchez llamó a dejar las diferencias entre los antiguos partido de la “Oposición”, y junto con distintas dirigentas provenientes de sus respectivos partidos propuso trabajar “Unidas por el Apruebo”, con la Democracia Cristiana (DC), el sostén político de la derecha por excelencia del gobierno de Piñera (9)
Una estrategia que sin duda alimenta las ilusiones en amplios sectores de masas, que apuestan por una serie de reformas progresivas que permitirían mejorar sus condiciones de vida, y con la confianza de una casta parlamentaria que pueda converger unificadamente hacia una agenda progresista común al interior del Congreso. Una estrategia que se adjudica como gran trofeo la “ley del retiro del 10%”, y que busca sellar su viabilidad por medio del plebiscito de Octubre.
Sin embargo, la experiencia misma de los últimos meses, ha mostrado que la burguesía en su afán de mantener los pilares del modelo capitalista, no asumirá sin resistencia las conquistas del pueblo trabajador, y frente a una “Oposición” que por más re oxigenada se muestre, aún se encuentra latente en la cabeza de miles, el historial de traiciones vividas desde el “estallido social” de Octubre. Llámese “pacto por la paz”, “ley antibarricadas” o “ley de protección del empleo”, más allá de las ilusiones y las altas expectativas de un equilibro en materia de derechos, estos hechos aún no se escapan, frente a los grandes triunfos provenientes de la protesta y la movilización en las calles.
Crisis de régimen y la necesidad de un partido revolucionario de la clase trabajadora
La crisis abierta en el régimen desde Octubre del año pasado, ha mostrado la ingobernabilidad de la derecha frente a las exigencias de amplios sectores de masas, evidenciada de manera aún más extensa desde Marzo, frente a una política criminal en medio de la enorme crisis sanitaria y económica que ha golpeado al mundo entero. Y en este caso, a los sectores de asalariados históricamente afectados por los embates de la coyuntura, se suman hoy nuevos sectores que de un momento a otro han visto mermadas sus expectativas, o directamente han caído en la banca rota de su propia vida, sin tener una respuesta clara más allá del endeudamiento. Tanto las huelgas por el hambre, como los cacerolazos a nivel nacional, han sido la tónica que hoy expresa un repudio generalizado al gobierno y a una casta política que el pueblo trabajador mira con desconfianza y recelo en todo momento.
Esto ha generado que el reformismo PC y FA, en conjunto a la hipócrita ex Concertación (PS, PPD y DC), hayan tenido que responder por medio del parlamento a demandas sociales que cuentan con una alta aprobación popular. Basta recordar que más de un 80% de los encuestados se encontraba a favor de la ley del retiro del 10% de los ahorros de las Administradoras de Fondos y Pensiones (AFP). Y a su vez, presionando a un sector de la derecha que entre la espada y la pared producto de la efervescencia de las masas, y el fantasma de Octubre, ha roto con las propias líneas provenientes de sus propios partidos. Esto significando incluso alertar sobre la presencia de tribunales supremos, como dejó claramente estipulado Jacqueline Van Ryselberghe, puesto que según ella “lo que está en nuestra declaración de principios (de la UDI) es que somos un partido que respeta la democracia y combate todo tipo de populismo“(10). Un claro friccionamiento interno, que parece estar lejos de superarse, por más que se busque reordenar el gallinero, con el último cambio de gabinete, y sus cuatro nuevos integrantes: Pérez, Bellolio, Allamand y Desbordes.
Sin embargo bastante agua ha pasado debajo del puente, y tanto por derecha como por izquierda se comienzan a presentar nuevas alternativas, como una respuesta a la peor crisis que no se vivía desde hace décadas en Chile. Y es por tanto, que resulta aún más necesario debatir sobre nuevas ideas y proyectos, tomando en cuenta que por como indica la situación actual, se abrirán nuevos fenómenos de lucha en combinación con nuevas y renovadas discusiones sobre qué estrategia se necesita para vencer, abriéndose espacios a izquierda de aquellos partidos que hoy resultan un bloqueo a la organización de masas, y con una clara respuesta independiente tanto de la derecha, como de la histórica izquierda burguesa concertacionista. Y es frente a la creciente polarización de amplios sectores, y a la gran encrucijada en la que se encuentran hoy las capas medias, que parece cada vez más cristalina, la conclusión de Trotsky:
“(…)la alianza entre la pequeño burguesía y la gran burguesía no es indisoluble. Puesto que la pequeñoburguesía es incapaz de una política independiente (también por eso la “dictadura democrática” pequeñoburguesa es irrealizable), no le queda más que optar entre la burguesía, y el proletariado (…) La pequeño burguesía podría resignarse temporalmente a las privaciones crecientes si a través de su experiencia llega a la convicción de que el proletariado está en condiciones de llevarla por un nuevo camino. Pero si el partido revolucionario, a pesar de que la lucha de clases se acentúa incesantemente, se muestra una y otra vez incapaz de unificar a la clase obrera tras él, si vacila, se vuelve confuso, se contradice, entonces la pequeño burguesía pierde la paciencia, y empieza a considerar a los obreros revolucionarios como los responsables de su propia miseria. Todos los partidos burgueses, incluida la social democracia piensan en ello (…) La socilademocracia enseña al obrero a ser un lacayo. La pequeñoburguesía no seguirá a un lacayo" (11).
(3) Lenin. Obras Completas. Tomo XXII. AKAL.
(4) https://www.duplos.cl/tasa-de-desempleo-en-chile-sube-a-11-2-en-trimestre-marzo-mayo/
(6) León Trotsky. La Lucha Contra el Fascismo en Alemania. P. 242. Ediciones IPS.
(7) Ibid.
(11) León Trotsky. La Lucha Contra el Fascismo en Alemania. P.242. Ediciones IPS.
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