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Red Internacional
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Crisis del régimen. La desigualdad social como base del descontento popular en el Perú

Perú es un país enormemente rico. Cuenta con más de 30 millones de habitantes e importantes recursos naturales como cobre, oro y litio, además de productos agropecuarios, químicos, etc. Sin embargo, esto no se traduce en cómo viven sus habitantes.

Viernes 3 de marzo de 2023 09:45

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Lima, la horrible. La capital es una muestra de las crudas contradicciones que se viven en el Perú. Mientras en un puñado de distritos, como Miraflores o San Isidro, viven en una burbuja de calma, bienestar y privilegios, el resto de Lima se hunde en la precariedad, con límites para el acceso al agua potable, luz y servicios de saneamiento.

Entre los palacios virreinales, iglesias y algunos edificios republicanos abundan los terrenos abandonados y los prostíbulos, sus calles están copadas por vendedores ambulantes que viven el día a día, al fondo de la foto, en los cerros, se levantan viviendas precarias autoconstruidas que amenazan con venirse abajo ante un huaico o terremoto.

¿Cómo, se pregunta uno, entre tanta riqueza, abunda tanta miseria?

Mientras en esos palacios, donde van y vienen unos parlamentarios indolentes que comen de primera, en la calle la gente vive de la basura y los niños compiten la comida con los perros.

La salud es otro síntoma de lo enferma de esta sociedad. Atenderse es esperar morirse, sea por la falta de un sistema de salud unificado, sea por la falta de cobertura, por eso en vez de acudir al sistema de salud los peruanos prefieren vivir automedicandose en farmacias y boticas, que abundan en todos los distritos, beneficiando especialmente a un concentrado puñado de empresarios. La brutal centralización que hay en Lima condena a la muerte a millones de provincianos que deben viajar a Lima para tratarse, ejemplo, el cáncer, pues es la única ciudad que cuenta con un centro oncológico.

La educación es paupérrima. Las escuelas públicas se caen, literalmente, a pedazos y no dan abasto para los millones de niños. La juventud gasta los reducidos recursos familiares en institutos privados, más numerosos que las instituciones públicas, que lucran y empobrecen a las familias trabajadoras con la esperanza de otorgar educación universitaria a sus hijos, educación cada vez más elitizada, reducida a poquísimos cupos laborales. Los adultos también completan la oscura foto con más de un 40% de la población sin educación básica completa, en las mujeres esta cifra asciende al 45%.

El trabajo no alcanza. Los empresarios hablan de que es un país de emprendedores, pero esos declarados “emprendedores” son vendedores de canchita, jugueros, colectiveros, etc., son trabajadores al día que si no salen a la calle no comen. No hay contratos, reina la informalidad que va del 70 al 80% y en ese 30 a 20% donde hay contratos, reinan los contratos flexibles como en el retail y textiles, o bien reinan las mafias y el sicariato como en los puertos y la construcción civil.

La industria nacional está destruida. Con la avanzada neoliberal en los años 90 pasamos de producir vehículos a ni siquiera, siendo un país andino, produce papa, la cual importa desde Holanda.

El sistema financiero peruano expropia, en la práctica, al trabajador y al "pequeño empresario" de sus ahorros, con tasas de interés usureras, siendo las más altas de la región (las tasas de interés de los préstamos personales y de los préstamos comerciales a pequeñas empresas oscilan entre el 56 al 95%, por periodos mayores a 5 años). De igual forma, niega el derecho de vivienda al reducir la oferta de créditos hipotecarios, y someter con deuda eterna a los trabajadores formales que logran acceder a un crédito para una vivienda. Mientras tanto, el Estado Peruano perdona millonarias deudas tributarias a los grupos de poder vinculados al sector financiero, cómo el grupo Romero del Banco de Crédito del Perú.

El transporte es otro tormento. Saturado de vehículos piratas y cuentapropistas que compiten por pasajeros que deben optar entre el transporte ilegal o viajar como sardinas en medio de uno de los peores tráficos a nivel mundial. Desde la privatización del transporte público por cuenta del exdictador Fujimori, el Perú a concesionado distintas rutas de transporte urbano a empresas informales, quienes se encargan de poner el precio del pasaje a su criterio. Además, al destruirse la industria metalmecánica, el Perú importa autos de segunda mano de China y otros países asiáticos, siendo autos inapropiados para el transporte y sumamente contaminantes.

Si este sistema trata a los peruanos como ciudadanos de segunda clase, las mujeres son ciudadanas de tercera clase, con menor acceso a educación y a los trabajos, sin acceso a guarderías, despedidas arbitrariamente al comunicar su embarazo, sin acceso a educación sexual, viviendo una particular violencia de clase al ser el sector poblacional más empobrecido, y además la violencia de una sociedad machista, religiosa y conservadora.

Este Perú merece morir y otro debe nacer. Ese nuevo Perú no vendrá de la mano de quienes son parte de este circo, aunque muchos se visten de izquierda para las elecciones, pero una vez en el poder se calzan trajes y ternos para lustrarle los zapatos a los empresarios y al fujimorismo.

Este Perú a la medida de los poderosos no morirá solo. Durante 2 meses los pueblos del interior le dieron un golpe, pero aún no ha sido suficiente, no basta con echar abajo a Dina Boluarte, todo el régimen debe ser echado por la borda y son los trabajadores, los creadores de la riqueza, especialmente los trabajadores de los puertos y las minas, los llamados a darle muerte creando su propio poder que logre acabar con la miseria que condena a millones de peruanos a luchar por la supervivencia.

Para esto falta aún un programa socialista que una esta lucha con las necesidades de todo el pueblo, que ponga en primer orden la educación, la salud, la vivienda, expropiando los principales resortes de la economía y tocando las riquezas de los grandes empresarios y los privilegios de los políticos millonarios que viven a costa del pueblo. Los trabajadores podrán imponer un programa de este tipo levantando sus propias organizaciones e instituciones de poder para organizar esta pelea que acabe con el capitalismo peruano y echando a andar sobre nuevas bases una vida digna, que merezca la pena ser vivida.

En este camino, la asamblea constituyente, libre y soberana, una demanda que se ha hecho notar fuertemente en las recientes movilizaciones, puede acelerar esta experiencia, pero no hay por qué detenerse ahí, en su defensa deben desarrollarse y nuclear la alianza entre los trabajadores y los sectores populares, esta alianza es la que hace temblar a quienes hoy manejan el Perú.

Esta es parte de la lucha que impulsa la CST, corriente que busca abrirse paso entre la descomposición de la izquierda reformista que ha intoxicado la política local, para sentar las bases de un partido revolucionario que se prepare para desarrollar las tareas necesarias en la lucha por el socialismo y la creación de una sociedad sin oprimidos ni opresores.