Se publicó el libro “Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile”, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La creciente discusión sobre la desigualdad en los últimos años a nivel internacional, tiene como motor la preocupación por la estabilidad de las democracias para ricos, pero ponen al desnudo algunos de los efectos más irritantes del capitalismo.
Sábado 17 de junio de 2017
“… que el obrero asalariado sólo está autorizado a trabajar para mantener su propia vida, es decir, a vivir, en la medida en que trabaja gratis durante cierto tiempo para el capitalista (y, por tanto, también para sus combeneficiarios en cuanto a la plusvalía); que todo el sistema de producción capitalista gira en torno a la prolongación de este trabajo gratuito alargando la jornada de trabajo o desarrollando la productividad, o sea, acentuando la tensión de la fuerza de trabajo, etc.; que, por tanto, el sistema del trabajo asalariado es un sistema de esclavitud, una esclavitud que se hace más dura a medida que se desarrollan las fuerzas productivas sociales del trabajo, esté el obrero mejor o peor remunerado… En vez de la vaga frase…: "la supresión de toda desigualdad social y política", lo que debiera haberse dicho es que con la abolición de las diferencias de clase, desaparecen por si mismas las desigualdades sociales y políticas que de ellas emanan”. (Marx)
Un mal cotidiano
El libro da cuenta de la cotidianeidad de la desigualdad y sus distintas expresiones: “se percibe en los bolsillos de los trabajadores y en las carencias de los jubilados. Aparece en las extensas jornadas de trabajo y en el viaje de regreso a casa, que en muchas ciudades es una lucha. Se la reconoce en la falta de respuestas de la autoridad y se la experimenta en las largas esperas en el consultorio de salud, en el trato diferenciado del funcionario municipal, del carabinero, del médico. Está en el chiste homofóbico y en el abuso callejero a las mujeres. Se hace patente en la entrevista de trabajo que un joven mapuche nunca logró conseguir. Se percibe en la mirada paternalista del que tiene más y en el menosprecio al que no logró salir de la pobreza. La desigualdad se despliega en los patios y las salas de las escuelas, al tiempo que, con tanta rabia como voluntad, se la desafía al imaginar el futuro de los hijos”.
Las distintas expresiones de la desigualdad, como se ve “no se limita a aspectos como el ingreso, el acceso al capital o el empleo, sino que abarca además los campos de la educación, el poder político y el respeto y dignidad con que son tratadas las personas. Esto afecta en mayor grado a las mujeres, la población rural y de las regiones retrasadas, los pueblos originarios, y a personas de diversas minorías”.
Sin embargo, “este trabajo se ocupa específicamente de las desigualdades que tienen su origen en las diferencias socioeconómicas, esto es, de los recursos de que disponen las personas en forma de ingresos, riqueza, empleos, educación, salud, vivienda y otros”.
La desigualdad para el PNUD
Para enfrentar el problema, en este libro, el “foco no se reduce, sin embargo, al estudio de las diferencias de ingresos o al dato de que algunos poseen más o menos recursos que otros. El concepto de desigualdad que se propone es más específico: desigualdades sociales se definen aquí como las diferencias en dimensiones de la vida social que implican ventajas para unos y desventajas para otros, que se representan como condiciones estructurantes de la vida, y que se perciben como injustas en sus orígenes o moralmente ofensivas en sus consecuencias, o ambas”.
Esta desigualdad, tiene distintas expresiones y dimensiones. Entre ellas, que “un rasgo central de la desigualdad en el país es la concentración de ingreso y riqueza en el 1% más rico”. Pero también, “la elevada desigualdad de ingresos en Chile también se explica por los bajos salarios que afectan a un gran número de trabajadores”. Y “a la desigualdad que se origina en los bajos salarios se suma la que produce un sistema de pensiones que no provee los medios de vida requeridos para la vejez”.
Tiene otras dimensiones, como “el trato diferenciado que reciben las personas por razón de su posición en la estructura social. En Chile las desigualdades cristalizan en modos de interacción, en cómo las personas son tratadas, en cómo el respeto y la dignidad se confieren o deniegan en el espacio social”.
En base a esta definición, el libro se propone una clasificación “en clases o estratos sociales: años de educación, niveles de ingresos y pertenencia a clases ocupacionales”.
Las clases o estratos sociales para el PNUD
En este estudio, establecen la existencia de cuatro clases socioeconómicas:
1) Clases bajas: trabajadores manuales no calificados (por ejemplo, peones de la construcción o personal de aseo) y trabajadores de los sectores agrícola, ganadero, forestal y piscicultor. Reciben los ingresos más bajos y tienen menos años promedio de educación. En este grupo está la mayor cantidad de personas viviendo en la pobreza.
2) Clases medias bajas: trabajadores semicalificados, como operarios y albañiles de la construcción, individuos con baja calificación que mayoritariamente se desempeñan en el sector servicios –como vendedores del retail– o pequeños propietarios como taxistas o quiosqueros. Estos grupos tienen históricamente raíces diversas: por un lado está la tradicional clase obrera, que ha menguado su participación en la economía tras la reducción del sector industrial durante la dictadura, y por otro está la clase media baja de servicios, que ha aumentado su peso en el conjunto de la población con el auge del retail. Pero, considerando sus años de escolaridad y las medianas de ingresos, o los sentimientos de vulnerabilidad e inseguridad que comparten, ambos grupos hoy pueden considerarse parte de un gran “sector popular”.
3) Clases medias: profesores de la educación primaria y secundaria, técnicos calificados, administrativos de las burocracias privadas y públicas, y microempresarios.
4) Clases medias altas y altas: directivos de empresas, gerentes y profesionales; desde familias que por siglos se han situado en las posiciones de mayor prestigio social hasta los primeros profesionales de familias trabajadoras, cuyos sueldos son considerablemente mejores que los de sus padres. Por cierto, los sueldos del tope de este grupo (dueños de empresas o directivos) se alejan de lo que gana una mayoría de profesionales como arquitectos o antropólogos, con lo que se establecen diferencias de ingresos que también dependen de las áreas de la economía, de las jerarquías y del género.
Según la encuesta Casen 2015, el tamaño de estas clases ocupacionales es de aproximadamente 25% de clases bajas, 50% de clase medias bajas, el 15% de clases medias y el 10% de clases medias altas y alta.
Como vemos, las tres primeras “clases socioeconómicas”, pertenecen a lo que históricamente se ha considerado la clase trabajadora, heterogénea, amplia, diversa, que ha sufrido metamorfosis a lo largo de su historia y de sus luchas. Los que producen directa o indirectamente la plusvalía de la que se apropian los capitalistas.
¿Clases bajas, medias y altas; o clase trabajadora, capas medias, clase burguesa? La “clasificación” no es un debate menor. Hace a cómo y a qué se enfrenta cuando se enfrenta el grave problema de la persistente desigualdad (que, dicho sea de paso, al historizarla, de la Colonia al presente capitalista, produce el efecto contrario de dificultar un análisis concreto de una situación concreta).
¿Nudos del desarrollo o contradicciones del capitalismo?
EL estudio comentado, plantea “seis nudos” a ser superados: “Primero, una estructura productiva con circuitos diferenciados de productividad, cualificaciones y calidad del empleo, lo que deriva en una gran masa de trabajadores con bajos salarios”. “Segundo, un patrón en que el capital y los ingresos están muy concentrados en un conjunto de grupos económicos, cuya propiedad está en manos de un número reducido de personas”. “Tercero, un Estado insuficientemente involucrado en las tareas de redistribución y provisión de seguridades para los ciudadanos”. “Cuarto, concentración del poder político y sobrerrepresentación de los grupos de mayores ingresos en los espacios de toma de decisiones”. “Quinto, un sistema educativo cuya estructura altamente segmentada no permite asegurar la suficiente igualdad de oportunidades”. “Sexto, la consolidación de una serie de principios normativos que en algunos dominios justifican las desigualdades existentes y socavan las dinámicas de integración social, mientras que en otros demandan mayor igualdad”.
¿Problemas de concentración y distribución, en los distintos niveles de la vida social? Más que “nudos” para transformar, se trata de contradicciones propias del capitalismo, que produce una clase trabajadora, heterogénea, amplia y cambiante, que es explotada por una clase capitalista, dueña de los medios de producción, de las empresas, jefa de sus representantes políticos, los partidos empresariales, de sus instituciones, de sus medios de comunicación de masas, y que se apropia de la riqueza social producida.
Contra la concentración, se habla de la libre competencia. Pero esta, se basa en un monopolio: el de la propiedad privada en manos de un puñado de capitalistas, y conduce inevitablemente a una mayor concentración monopólica.
La relación de fuerzas entre las clases, las tensiones entre distintos sectores de las clases capitalistas, puede modificar temporalmente la distribución del ingreso, el acceso a la educación, el trato entre las personas, el grado de concentración de la propiedad. Pero para terminar con la desigualdad, hay que terminar con el capitalismo, y dar paso a una sociedad socialista que se rija bajo el principio “de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades”.