La reseña de esta semana corresponde a uno de los últimos libros de la colección ciencia y marxismo: La ecología de Marx. Ofrecemos el capítulo II: “La verdadera cuestión terrenal”.
Sábado 26 de noviembre de 2022 00:00
Ilustración: Luis Rodríguez
La naturaleza nos encuentra en un constante flujo de energía, entre lo que es y lo que se transforma. Aquello que construimos y nos construye representa y es reflejo de la vastedad del universo. Un nido de barro, un limonero, un potus en un vaso, el oleaje, el agua, y el aire que respiramos. La especie humana en sociedad vive en constante interacción dialéctica con lo externo a su propia constitución corporal. En este sentido, aquello que nos rodea es también parte de este colectivo humano, condicionado por las fuerzas de la historia. Sin embargo, la naturaleza se nos suele representar como externa a nuestro ser, algo que no nos pertenece. El concepto "ecología" resuena en nuestro lenguaje, víctima solitaria de una voracidad, que para algunos resulta intrínsecamente humana.
John Bellamy Foster es editor de la reconocida revista Monthly Review y autor de La ecología de Marx, publicada por primera vez al castellano por Ediciones IPS. La obra analiza la perspectiva marxista arraigada profundamente en la relación humana con la naturaleza. Contra el sentido común de que al fundador del socialismo científico solo le preocupaba el crecimiento industrial y las fuerzas productivas, La ecología de Marx analiza escritos del revolucionario sobre la agricultura capitalista, y las influencias del materialismo de Darwin a lo largo de su obra.
La alienación respecto de la naturaleza
El contexto en el que Marx escribió sus Manuscritos económicos y filosóficos, allá por 1844, era una época de transición previa a la Revolución europea de 1848. Por ese entonces, las ideas se radicalizaban en el seno de profundos debates. Los Manuscritos son un reflejo de esa crisis, siendo el primer resultado de carácter general de diversos estudios críticos del autor. Esta obra es conocida esencialmente por desarrollar la idea de que en las sociedades de clase, el trabajo humano implica una alienación del trabajador respecto del fruto de su trabajo.
Las herramientas que utilizamos a diario son el resultado de la transformación de la naturaleza a partir del trabajo. La relación entre el ser humano y la naturaleza se halla mediada por dichas herramientas, las cuales le permiten a la especie trascender físicamente, pues resultan una prolongación de los órganos del propio cuerpo. Según Marx, en la producción de los medios de subsistencia, los humanos también producen su propia relación histórica con la naturaleza. Así, esta adquiere, entonces, un sentido no solamente práctico para la humanidad sino también un vínculo a través de “las leyes de la belleza”. De esta manera, Marx dirá que el ser humano es “la naturaleza entroncada consigo misma”.
La alienación para Marx implica el extrañamiento de la humanidad respecto de su propia actividad laboral y de su papel activo en el proceso de transformación de la naturaleza. Esta alienación se manifiesta en relación a cuatro cuestiones: al objeto mismo de su trabajo; al proceso en el que se desarrolla la actividad laboral; a la propia especie humana y a la relación entre su propia naturaleza interna y externa. ¿Y por qué los seres humanos habrán de sentirse extrañados de su propia existencia real y sensible?
La propiedad de la tierra en la sociedad feudal es el germen de la propiedad privada y la acumulación originaria en la que se funda el capitalismo. Dirá Marx: “La gran propiedad territorial empuja a la gran mayoría de la población a manos de la industria y reduce a sus propios trabajadores a la completa miseria”. En este sentido, la alienación representa un extrañamiento social: el hombre se entrega y entrega la naturaleza a otro hombre distinto de él.
La dominación de la tierra implica el dominio sobre esta de aquellos que monopolizan los terrenos, y con ello, las fuerzas elementales de la naturaleza. Esto representa el poder del terrateniente y del capitalista sobre la inmensa mayoría de los seres humanos. Son ellos los dueños de los lagos, de la tierra, de las montañas, de los minerales, del aire y de los animales que habitan en ellos.
La ecología de Marx rescata, por ejemplo, la cita al revolucionario de la Gran Guerra campesina del siglo XVI, Thomas Müntzer en Sobre la cuestión judía de 1843:
“La concepción que se tiene de la naturaleza bajo el imperio de la propiedad y el dinero es el desprecio real, la degradación práctica de la naturaleza (...). En este sentido, Thomas Müntzer afirma que es intolerable que se haya convertido en propiedad a todas las criaturas, a los peces en el agua, a los pájaros en el aire y a las plantas en la tierra, pues también la criatura debe ser libre”.
Mientras se separa a los campesinos del fruto de la tierra, los obreros en las grandes ciudades han llegado a un punto en el que la luz, el aire, la limpieza no forman parte de la existencia del hombre, por el contrario, la oscuridad, el aire contaminado y las aguas residuales no tratadas constituyen su ambiente material. La alienación de la humanidad y de la naturaleza tienen como resultado no solo la renuncia al trabajo creativo, sino también a los elementos esenciales de la vida misma. En este sentido, el fetichismo del dinero representa la esencia alienada de la naturaleza: “el dinero es el valor universal y autoconstituido de todas las cosas. Por lo tanto, es el dinero el que ha privado al mundo entero, tanto al del hombre como a la naturaleza de su valor específico”.
En la sociedad capitalista, la alienación del trabajo representa un reflejo de que la fuerza de se reduce virtualmente a mercancía gobernada por las leyes de la oferta y la demanda. Por lo tanto, la superación revolucionaria del capitalismo requiere avanzar hacia una sociedad de productores libres y asociados, rompiendo así con las relaciones de explotación que se imponen en el trabajo asalariado.
La concepción materialista de la naturaleza
El origen y el desarrollo de todo cuanto existe depende de la naturaleza y de la materia, es decir, de un nivel de realidad física independiente del pensamiento y previo a este. Esta concepción materialista permitió a Darwin comprender el desarrollo y evolución de las especies en relación a sus condiciones materiales de existencia, lo cual se condensa en la famosa obra El origen de las especies de 1859. Posteriormente, Marx logra integrar la concepción materialista de la naturaleza de Darwin a su propia concepción materialista de la historia en la obra El capital. Allí, Marx utiliza el concepto de “metabolismo” (Stoffwechsel) para decir que a partir del trabajo el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. Sin embargo, una “fractura irreparable” había surgido en ese metabolismo como consecuencia de las relaciones de producción capitalistas y la separación antagónica entre el campo y la ciudad. La ecología de Marx rescata la influencia de la concepción materialista de Epicuro en su obra, así como una primera línea de autores con los que discute (Malthus y Ricardo) y a quienes retoma (Justus von Liebig) para desarrollar la Teoría de la fractura metabólica. El capítulo V, “Sobre el metabolismo de la naturaleza y la sociedad”, expone el contexto del surgimiento de esta teoría, en la que Marx explica cómo la relación entre la explotación capitalista del suelo, combinada con la industria y la agricultura a gran escala despojan a las grandes mayorías trabajadoras.
Tal como destacan sus editores Juan Duarte y Santiago Benítez Vieyra, en un contexto en el que se “impone la tarea de construir dentro del movimiento ambiental una perspectiva que ligue las luchas ambientales a las de la clase obrera, La ecología de Marx recupera las bases del pensamiento ecológico del marxismo para ponerlo a disposición de las nuevas generaciones de luchadoras y luchadores, obreros y ambientalistas”.
La Ecologia de Marx - Capítulo 2 by Ediciones IPS on Scribd
Rosario Escobar
Oriunda de Temperley, es profesora de física egresada de la UBA y doctora en el área de la didáctica de las ciencias naturales (UNICEN). Milita en la agrupación Docentes e Investigadores de Izquierda y forma parte de la redacción de ciencia y tecnología de La Izquierda Diario.