El surgimiento de vanguardias y las posiciones estratégicas, se tornan conceptos claves para pensar la estrategia revolucionaria en la actualidad.
Como señalábamos en un reciente artículo sobre la vanguardia obrera: “La tarea de construir una izquierda revolucionaria de la clase trabajadora centrada en la lucha de clases requiere una reflexión teórica acerca de las vías de transformación de la clase trabajadora en un sujeto con capacidad de transformar la sociedad.”
Las nuevas coordenadas para el debate sobre la vanguardia
La dimensión de la derrota mundial de la clase obrera en los años de la restauración burguesa desplegada como una contra-ofensiva del imperialismo luego de cerrar, por la vía de derrotas físicas (En Chile esa derrota física se efectuó por la vía del golpe militar) y desvíos, el ascenso de la lucha de clases que se extendió entre los años 1968-1981, ofensiva que hoy conocemos como “neoliberalismo” mediante el establecimiento de contra-reformas para asegurar las ganancias capitalistas, llevaron al enemigo a quebrantar toda la posible intención de combate del ejército proletario y destruir sus fuerzas. Esto, en términos sociales, significó intentar mermar a la clase obrera casi a polvo social (lo que la burguesía llamó el fin de la clase trabajadora). Fragmentar sus fuerzas, quebrantarla, moral y materialmente. En Chile esa fragmentación es bastante conocida, por vía del subcontrato, trabajo eventual, privatizaciones de los sectores estratégicos de la economía, etc.
El fin de la época de esta Restauración burguesa y el retorno de las luchas proletarias y de masas en los últimos años, no niegan las consecuencias que ésta dejó en la propia clase obrera y en las mismas organizaciones revolucionarias. El desafío de los revolucionarios de comienzos del siglo XXI incluye una doble tarea. Se debe retomar el programa y la estrategia revolucionaria, así como contribuir a la reconstitución de principios elementales de ligaduras de solidaridad de clase, en el seno de la clase obrera y el pueblo pobre, lo que significa combates cotidianos por la unidad de las filas obreras, entre los sectores más precarizados, inmigrantes, y también hoy, con un porcentaje importante en las filas obreras, las mujeres trabajadoras.
Sujeto teórico y sujeto político
El programa del marxismo representa los intereses históricos de la clase obrera. Pero su subjetividad y su conciencia, son producto de su historia reciente, de los resultados de sus luchas, de su combatividad, sus fracasos, sus intentos de recuperación y recomposición, y no esta demás decir, de la contención, traiciones y desvíos de sus direcciones.
Esta etapa tornó "raros" muchos de los planteos de los revolucionarios ante la clase obrera durante los años de la restauración burguesa. Es verdad que la catástrofe capitalista, puede empezar a hacer que de un salto la realidad. Pero en épocas no revolucionarias, el "dogma" y la práctica revolucionaria se hace en lucha política e ideológica contra ciertas “naturalidades” de la clase obrera (sujeto teórico), salvo que se vaya a la clase obrera a adaptarse a ella y a sus tendencias tal cual son y no a intentar incorporar a los mejores elementos. Acá vale recordar al Lenin del "Qué hacer", aunque luego modificó su concepción sobre los límites potenciales de la conciencia espontánea de la clase obrera, luego del ensayo revolucionario de 1905 y el surgimiento de los soviets, no pierde su validez en relación a la lucha contra el economicismo-sindicalismo y la adaptación a la clase y mucho menos a las masas tal cual son.
Así pues no es menos válida, la preparación y el grado de desarrollo de la organización revolucionaria, la conquista de posiciones que permitan "atacar el centro de gravedad" del enemigo, cuando la circunstancias lo permitan, es un elemento tan o más importante que la "predicción" más o menos de situaciones de crisis del régimen capitalista. Y el acondicionamiento de ese ejército, su reclutamiento se hace entre los elementos avanzados de una clase paradójicamente concreta, fruto de su tiempo. Las tareas preparatorias del ejército y su dirección, pasan por la gimnasia de las luchas y las huelgas (escuelas de guerra), como por el estudio de los principios del marxismo, incluso y necesariamente en lucha con las ideologías dominantes de la burguesía. Así como por el desarrollo de organismos de auto-organización y "doble poder" que permitan a la vanguardia revolucionaria, dirigir a las masas y crear las condiciones de una autoridad con capacidad de derrotar a la burguesía (sujeto político).
Así las cosas, la necesidad de instituciones de autoridad de clase que admiten no solo organizar a la clase obrera, sino practicar hegemonía sobre el pueblo pobre y oprimido. Demás está decir que sin un programa y una dirección, los soviets también se vuelven impotentes (fetichismo organizativo). Si las inclinaciones "naturales" a la auto-organización cuando la clase obrera se dispone al combate en momento de crisis revolucionarias son un “facto” histórico, esto pone a la orden del día, anotar la "estrategia soviética" en el programa revolucionario y en la lucha cotidiana por desarrollar sus tendencias.
Los límites y potencialidad de la vanguardia
La vanguardia se podría determinar como la existencia de un conjunto de prácticas combativas, asamblearias, democráticas y contestatarias que implican una gama de actores que van desde sectores de trabajadores portuarios, contratistas, del estado y trabajadores de la educación, de la industria, pasando por el movimiento de mujeres, el pueblo mapuche y el movimiento estudiantil surgiendo estos fenómenos de vanguardia en luchas o “movimientos” de carácter espontáneo y más o menos políticos. Con esto queremos decir que los fenómenos de vanguardia guardan una estrecha relación con los elementos de espontaneidad y sus diversos grados, y su relación con la conciencia de sus actores, es por esto que vemos necesario discutir esa relación.
Si la espontaneidad es un “detonador” de procesos de conciencia (según señalaba Antonio Negri), y tiene la potencialidad de dar continuidad del salto de lo económico a lo político, lo “político” no es consustancial o inherente a que su contenido sea revolucionario, pudiendo tener bifurcaciones burguesas, reformistas o pequeño burguesas, sobre todo por el rol de la lucha de partidos. Con esa consideración la vanguardia puede apartarse del terreno del economicismo, solo cuando “la lucha de los obreros se convierte en lucha de clases, sólo cuando los representantes de la vanguardia de toda la clase obrera de un país tienen conciencia de la unidad de la clase obrera y comprenden la lucha, no contra un patrono aislado, sino contra toda la clase capitalista y contra el gobierno que apoya a esa clase” (Lenin), entonces “el partido es la expresión de la fracción consciente de la clase obrera que accede a la lucha política y prepara el enfrentamiento con el estado burgués” (Bensaid).
Incluso en momentos de crisis del capitalismo, “la crisis económica de una formación social con dominante capitalista (...) puede como máximo inaugurar una situación revolucionaria, pero no es en sí misma revolucionaria, es decir superable en el sentido de la revolución, salvo mediante la acción de un sujeto que asuma y tome a su cargo el proceso de transformación social” (Bensaid).
Como diría Gramsci, "el elemento económico, puede abrir brechas en la defensa enemiga". Pero para aprovechar este elemento, hay que contar con un ejército y una dirección, con la “capacidad de fuego” capaz y organizado para vencer y hacerse del mando. Todo esto, si el objetivo es "hacerse del mando" y no "sólo" obtener parlamentarios, tribunas sindicales, federaciones universitarias, meras reformas, etc., como es la estrategia de muchas variantes de la izquierda Chilena.
Parte de este debate con la izquierda lo pretendemos desarrollar en torno al concepto de posición estratégica del que se apropian algunas corrientes de la izquierda para pensar la intervención en el movimiento obrero y en los fenómenos de lucha.
Posición estratégica y vanguardia
El año 2007 John Womack publicó un libro llamado “Posición Estratégica y Fuerza Obrera”, con el cual el autor desarrolló el concepto de “posición estratégica”, definiéndola como “cualesquiera que les permitieran a algunos obreros detener la producción de muchos otros, ya sea dentro de una compañía o en toda una economía… algo que podría entender un economista industrial o un ingeniero, pero no un sociólogo”, sobre esto señala que es “una idea que va mas allá de las “relaciones sociales en la producción” o las “relaciones sociales del trabajo”; simplemente la idea de las relaciones industriales o materiales o técnicas de la producción, que ahora yo podía captar como “relaciones técnicas de la producción””.
Con esta consideración Womack, en su libro, busca determinar que es lo que genera ese “poder en el trabajo”. A lo largo del texto Womack ahonda en diversas concepciones que desarrollan el elemento estratégico de las posiciones que ocupan los trabajadores en el lugar de trabajo, pero que Womack busca, no como un sociólogo, sino que como un “ingeniero de la producción social, su mecánica, sus fuerzas y su movimiento” que desarrolle un mapa industrial así como lo podría trazar un guerrero sindicalista o un general de la geografía que define donde se encuentras las encrucijadas para buscar posiciones estratégicas importantes para la guerra.
En esta misma línea, al abordar el pensamiento del comunista Lozovski destaca que “una aproximación más racional a los asuntos que se nos presentan tiene que hacernos pensar donde, en qué líneas de producción, debemos concentrar nuestra atención, para que queden en nuestras manos los órganos más necesarios de la maquinaria capitalista”, es decir desarrollar una “contrainteligencia económica especial”, concluyendo la importancia de la concentración de fuerzas en “líneas de producción socialmente esenciales”.
Bajo este marco, Womack establece un concepto de “posición estratégica” que se aleja de la visión “sensible” o relacionada a la “experiencia del trabajo”, sino que más derechamente a un concepto técnico-industrial, que se relaciona con un elemento objetivo que tiene un trabajador al lograr afectar a otros trabajadores; es decir que hace un abordaje más técnico o más científico que permita determinar la potencia o fuerza estratégica que técnicamente detenten los trabajadores para negociar con la empresa, la capacidad disruptiva de los mismos, la vulnerabilidad de la rama productiva, de la industria o del puesto de trabajo en particular, etc.
En este sentido podemos trazar que la concepción de Womack sobre posición estratégica contiene un elemento objetivo relacionado no con la mera posición “técnico-industrial” que ocupa el trabajador, ya que la posición estratégica si bien se puede relacionar el carácter más o menos estratégico que tenga una rama productiva o una industria (como los ferrocarriles o los puertos), sino que también puede obtenerse esa posición estratégica a través del número de trabajadores involucrados, por la capacidad técnica que tenga el trabajador (sea por su calificación, sea por la especificidad de su labor).
Al desarrollar un análisis sobre los marxistas franceses, Womack concluye que los elementos de vulnerabilidad de las línea de ensamblado, de la amenaza o capacidad disruptiva de la interrupción por la dependencia técnicamente simétrica en razón de la una interdependencia del proceso laboral, no en base estrictamente a una “línea de trabajo”, sino que en torno a esa propia interdependencia del sistema capitalista con lo que se puede diferenciar entre operaciones “técnicamente” o “socialmente” estratégicas.
Siguiendo a Lembcke, Womack señala que “la clave es movilizar a los sectores de la clase trabajadora que están regional, sectorial o políticamente tan sobredesarrollados… que pueden impulsar a los sectores subdesarrollados como en una catapulta, para que avancen más allá.. Es decir, la ubicación estructural de las posiciones de trabajo en el sector más avanzado constituye el filo del proceso histórico”. Así, concluye Womack, que los sectores mas avanzados, en una región desarrollada, son más estratégicos porque es más importante que cualquier otro para la estructura completa de la producción.
Un debate sobre “posiciones estratégicas”
Diversos autores han realizado balances del ciclo huelguístico post 2011, destacando las luchas de mineros contratistas, forestales y portuarios. En especial el libro “Trabajadores y Trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno”, de los compiladores José Ponce, Camilo Santibañez y Julio Pinto, quienes, particularmente en 2 de sus capítulos abordan el caso de los mineros contratistas y los portuarios.
En el mentado libro los autores se refieren a que la posición estratégica de los portuarios, en particular, está dada por el carácter primario-exportador de la economía chilena y por la conciencia obrera sobre la posición estratégica que detentan. Sin embargo, destacan los autores, que otro factor central es la “unidad”.
Womack deja ver que el concepto de “posición estratégica” no se refiere al estado de “conciencia” sobre la posición estratégica, pues, de uno u otro modo, el obrero, sea de una línea productiva, una industria o una rama industrial, detenta una posición estratégica de manera objetiva, en donde la conciencia de su “posición” es secundaria.
A partir de esta posición, a nuestro parecer errada, señalan que los resultados dispares entre las huelgas portuarias en el Biobío y Mejillones fue producto de esta conciencia y de la existencia de unidad. Estimamos errada, o al menos estrecha, la concepción de los autores, ya que circunscriben la “posición estratégica” dentro de un radio particular (el regional en el ejemplo del libro), en donde la posición estratégica pasa a segundo plano y tomando gravedad la “unidad” de los portuarios. Concluyen, así mismo, que ante la situación en Biobío las patronales tomaron nota y fueron capaces de neutralizar la condición de vulnerabilidad que tiene el trabajo portuario, en particular por la importancia que este tiene para el país.
Es decir que, las patronales, al comprender su vulnerabilidad y la dinámica de la posición estratégica, son capaces de neutralizar la fuerza obrera.
Siguiendo a los autores, y tomando el ejemplo del paro portuario de Mejillones el 2013-2014, los portuarios perdieron la posición estratégica por las maniobras de la patronal (el sitio de Mejillones, el ingreso de rompehuelgas, el aislamiento del paro en Mejillones, etc.). Esto es correcto si pensamos el puerto de Mejillones como un enclave aislado, sin embargo, los portuarios a nivel nacional lograron confrontar al gobierno y arrancarle un par de reformas (como la Ley Corta Portuaria) basándose en la posición estratégica que poseían.
Por nuestra parte estimamos que la posición estratégica, al ser objetiva, no desaparece, sino que las patronales logran, así como un “ingeniero de la producción”, determinar los puntos clave técnico-industriales. En este sentido las patronales portuarias salvaron la vulnerabilidad de las labores portuarias exportando desde puertos ajenos a la Unión Portuaria.
Este carácter objetivo de las posiciones estratégicas implica que los trabajadores posean la capacidad de detener la circulación de mercancías y de ahí se derive su capacidad de negociación, de disrupción, etc. Esta capacidad, a su vez, es un factor importante para que los trabajadores logren influenciar y detener a sectores mucho más amplios, ampliando, de este modo, su capacidad de acción y por tanto la espontaneidad que puede presentar una lucha particular, por económica o corporativa que sea. De modo que una “posición estratégica” no sólo reporta a los trabajadores el alcance o poder de fuego, sino que además es fermento para el surgimiento de sectores de vanguardia.
Sin embargo, aún con la más profunda conciencia de la posición estratégica, la vanguardia no emerge con una conciencia revolucionaria, pudiendo emerger de manera espontánea, con rasgos combativos y con elementos de unidad de las filas obreras, pero con un programa reformista. Es decir, que la vanguardia, por si misma, aún valiéndose de posiciones estratégicas, no es garantía para futuras victorias que moldeen la conciencia de la clase obrera.
En este aspecto los autores cometen un error y una omisión importante.
El error radica en que para los autores, y destacando los “Análisis de Coyuntura” de la OCL (Organización Comunista Libertaria, matriz de donde emerge Izquierda Libertaria) “la capacidad que estos trabajadores tuviesen para “comprender su rol fundamental (su poder estratégico), en el marco de una economía primario-exportadora”, podía permitirles “arrastrar a la otra gran franja de precarizados [e] ir atacando como clase los basamentos del actual modelo”; lo que los convertía, objetivamente, en “los sectores de vanguardia del proletariado chileno”, es decir que no identifican los límites de esta vanguardia, con lo que pueden omitir el rol que jugó la Unión Portuaria y la burocracia sindical portuaria en el aislamiento y represión de Mejillones.
Siguiendo el razonamiento anterior, los autores omiten el rol que jugaron, y juegan, las burocracias sindicales en los destinos de las luchas, poniendo, los autores, el acento subjetivo en la conciencia de los portuarios de su fuerza estratégica y no en el rol de las direcciones. Lo anterior resulta bastante curioso debido a que en diversos pasajes los autores señalan los obstáculos puestos por las direcciones y sus rencillas internas para organizar al mundo portuario.
Ni solo espontaneidad, ni solo posiciones estratégicas
Una de las críticas de Womack a los marxistas socialdemócratas, en específico con Rosa Luxemburgo, es que ésta puso el acento en la espontaneidad de las masas. Esto no es más que una visión vulgar de las discusiones dadas por la revolucionaria polaca, pues ésta hace una síntesis entre la posición estratégica, la espontaneidad y la acción política del partido (con su despliegue y su agitación), entonces, donde el punto más fuerte de su reflexión se pone en “la articulación entre impulso espontáneo de las masas, la utilización de las posiciones estratégicas y la evolución del movimiento, en su experiencia, hacia una perspectiva política. Contra la idea vulgar del “puro espontaneísmo” de Luxemburgo, ella pone el acento constantemente en la sinergia entre la agitación de la socialdemocracia rusa y la acción espontánea de masas.
Es entonces que el concepto de posición estratégica ha de ser apreciado como un concepto relativo y que debe entenderse en relación dialéctica con cada batalla particular que de la clase obrera. Lo cual no puede operar por fuera de la influencia de una organización revolucionaria, que, con su programa, su política y su estrategia, sea capaz de dotar de una perspectiva superadora para que la vanguardia de la clase trabajadora eleve su conciencia.
Al omitir el problema de la dirección de la clase obrera (sus direcciones) y el rol del partido, la vanguardia está condenada a que sus luchas sean derrotadas o desviadas, con su consecuente desmoralización, sacando a estos destacamentos de avanzada del ejército proletario y debilitando las perspectivas revolucionarias de la clase trabajadora.
En este aspecto se revela la principal debilidad del análisis de los autores, en cuanto a devaluar el rol de las direcciones sindicales que guían los procesos de lucha del proletariado, como así mismo de la subjetividad de la propia vanguardia emergente.
Es decir que hay dos factores que no son tomados en cuenta a la hora de apreciar o medir la potencialidad de una posición estratégica concreta.
Las direcciones sindicales se generan dentro de la propia clase obrera y se elevan como burocracia sindical al adquirir más o menos privilegios, intereses propios ligados a la relación con el Estado o los propios empresarios. Así mismo, no podemos dejar de atender, el rol de las estrategias de los aparatos y partidos políticos que influyen sobre la dirección sindical, así como la OCL en el conflicto portuario o el PC en la movilización de contratistas del cobre.
El rol, en tal sentido, de las burocracias sindicales es lo que Clausewitz llama “falsa dirección” de la guerra, en donde la “falsa dirección” actúa por fuera de los factores “normales” que determinan la guerra (la diferencia de fuerzas entre la defensa y el ataque, la resolución o irresolución de la dirección o las imperfecciones de apreciación y juicios humanos), factores que actúan en la guerra real haciendo que los enfrentamientos tiendan a escalar ininterrumpidamente hasta la liquidación de uno de los oponentes.
Las burocracias sindicales juegan el rol de “falsa dirección” toda vez que no buscan elevar el conflicto hasta la “liquidación” del oponente, sino que desvían, cooptan o traicionan la lucha, lo que de una u otra forma deviene en derrota y en desmoralización, lo cual opera en la vanguardia moldeándola.
Así mismo, otro factor es la subjetividad de la propia vanguardia. Las vanguardias no emergen en el vacío, sus formas de pensar y sentidos comunes son moldeados por las luchas y derrotas previas. De este modo la subjetividad de la vanguardia tiene de por sí límites forjados por el contexto y la historia en la que emerge, por sus objetivos, su programa y por la dirección de los procesos de lucha. En este sentido su emergencia obedece a un elemento espontáneo.
El rol del partido revolucionario, ante estos factores, pasa por desarrollar un firme combate en contra de esas “falsas direcciones” (que operan en las organizaciones sindicales e incluso en los llamados “movimientos sociales”) levantando una alternativa que las enfrente y desplace, tanto como para la recuperación de los sindicatos como organismos al servicio de los intereses de la clase obrera, como para ampliar la influencia de los revolucionarios.
Por otro lado, el partido, con su política, su programa y su estrategia, debe buscar influir en la vanguardia, chocando con sus límites, sus concepciones y sus sentidos comunes, para elevar sus aspiraciones y conservarla como vanguardia política, pues, como señalamos más arriba, puede ser vanguardia de lucha, anti-empresarial y anti-represiva (inclusive pudiendo levantar organismos de autoorganización, como lo fueron los soviets en Rusia de 1905 y 1917), pero esto no es garantía de que en momentos de crisis o algidez revolucionaria la vanguardia pueda dar, por sí misma, con el programa que resuelva la crisis.
Sin partido revolucionario los movimientos de masas, y las vanguardias que en éstos emergen, quedan a merced de una “falsa dirección”, aumentando las posibilidades de derrota, además que impide la superación de los límites subjetivos de la vanguardia para elevarse a dirección revolucionaria del conjunto de la sociedad. En este sentido el rol del partido, de su programa y su estrategia, son centrales para pensar el rol de los revolucionarios en nuestros tiempos.
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