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La lucha antiimperialista y por la independencia efectiva está ligada a una estrategia socialista

Flora Aco, Defensora de derechos laborales

Imagen: Green Left/Paula Sanchez

La lucha antiimperialista y por la independencia efectiva está ligada a una estrategia socialista

Flora Aco, Defensora de derechos laborales

Ideas de Izquierda

Publicamos la participación de Flora Aco, trabajadora estatal despedida por luchar y reinstalada, ex aspirante a una candidatura independiente e integrante de la agrupación Queremos Trabajo Digno, en el foro La actualidad de Trotsky: la lucha contra el imperialismo y la liberación palestina.

La política del imperialismo ha sido de despojo, explotación y opresión de los pueblos. Hoy estamos viviendo las consecuencias de la decadencia imperialista y del sistema capitalista con el genocidio en Palestina perpetrado por el estado sionista de Israel y respaldado por Estados Unidos, quien también explota a la región de América Latina. Es por ello que pensamos que hoy en este acto es importante hablar sobre el rol del imperialismo estadounidense y recuperar el legado de León Trotsky, dirigente junto a Lenin de la Revolución Rusa de 1917, para que triunfe una salida a favor del pueblo palestino y que acabe con la opresión de los pueblos en América Latina y el mundo.

Durante su exilio en México el revolucionario León Trotsky participó de importantes debates respecto al lugar que ocuparía EEUU en relación al mundo y América Latina. Estados Unidos estaba ya en ascenso: aunque no era algo nuevo -ya México había sufrido casi un siglo antes la rapaz política expansionista del capitalismo estadounidense que le quitó la mitad de su territorio-, sin embargo, la política imperialista yanqui expresaba en los tiempos de Trotsky a un imperialismo que se preparaba a ocupar el lugar hegemónico en la escena mundial.

Trotsky describió en 1936 al gigante del norte como un país “Dotado de gran riqueza y de un aparato productivo altamente desarrollado” que en el curso de la Primera Guerra Mundial “se elevó al rango de potencia imperialista dirigente del mundo.”

Teniendo como contexto el escenario abierto con la caída de Wall Street en 1929, el revolucionario ruso anunció, además, que la extensión del imperialismo estadounidense pasaría por “atacar el nivel de vida de las masas de EE.UU., de América Latina, de Europa, de Asia, a los que explota directamente, y de los que saca ganancia indirectamente.” Con ello afirmaba que la crisis económica aceleraría su agresividad, profundizando con creces el militarismo de las viejas potencias europeas de inicios de siglo. La realidad lo comprobaría años después con los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki.

Mientras otros intelectuales y militantes latinoamericanos, como Haya de la Torre, el líder peruano de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), que tenía expectativas en el discurso democrático de la Casa Blanca del “buen vecino”, en la que Estados Unidos se proponía velar por la seguridad y la democracia en los países de la región, Trotsky va a plantear en contrapunto que Estados Unidos jugará un rol tan agresivo sobre los pueblos de América Latina, como el que jugó en el pasado Inglaterra, declarando que “el obstáculo más activo y poderoso para una verdadera independencia de América latina es el imperialismo yanqui”. Esto se vio en los golpes militares de Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua o en las salvajes represiones en Puerto Rico, por ejemplo.

Decía Trotsky que la forma política de la doctrina Monroe “fue interpretada uniformemente por todas las administraciones de Washington como el derecho del imperialismo norteamericano de dominar a los países de América latina, como una etapa hacia la posición de explotador exclusivo”, de esta forma el “el mundo para los americanos”, significaba en realidad para Estados Unidos.
El dirigente de la IV Internacional desnudaba el carácter imperialista de la política estadounidense en la región, para enfrentar la actitud claudicante de los populistas que embellecían al imperialismo democrático y lo contraponían con el fascismo, pero también en contrapunto a la orientación de los Partidos Comunistas, que, de acuerdo con las alianzas de ocasión de la burocracia estalinista, apoyaban a uno u otro bloque imperialista.

Los años venideros de la historia no hicieron más que comprobar y hacer evidentes estas definiciones. Actualmente Estados Unidos se aproxima a una jornada electoral con un desenlace aún abierto de lo que va a ocurrir en la carrera presidencial. Kamala Harris lidera las encuestas frente a Donald Trump, pero no quiere decir que los demócratas mantendrán la presidencia, porque en el sistema electoral norteamericano prevalece el conteo de electores por estado; sin embargo, aunque en el discurso de Trump destaca la demagogia racista y xenófoba, ambos proyectos ofrecen continuidad en los golpes hacia las y los trabajadores y oprimidos de Estados Unidos y el mundo.

Aunque Trump no deja emitir ultrarreaccionarios ataques a los inmigrantes, presentándolos como el enemigo número uno del pueblo estadounidense, Harris no se distancia de la continuidad de política de represión y persecución en su contra, implementada durante el gobierno de Biden, prometiendo aumentar la militarización en la frontera y medidas más enérgicas contra la inmigración ilegal, que respaldan su mensaje dirigido a las personas migrantes: “no vengan”.
A la par, la expoliación de los recursos naturales de América Latina se profundiza de forma constante, apostando a extender medidas como el fracking, mientras descargan los efectos de la crisis climática y la destrucción de los ecosistemas en los países más pobres.

Durante los últimos seis años, el gobierno de López Obrador ha sostenido un discurso progresista que apela a la soberanía frente al vecino del norte. En el caso de la migración ha planteado la necesidad de frenar las “causas”, implementando programas sociales como Sembrando Vida, pero mientras su discurso habla de humanidad, en los hechos ha desplegado a la Guardia Nacional, el Ejército y la policía para cercar a los migrantes, los acosan, los atacan, los encapsulan y reprimen, convirtiendo en los hechos a México como “tercer país seguro” evitando el paso de las personas migrantes a Estados Unidos.

En materia de seguridad, la política de Obrador también continuó con los mandatos del imperialismo, continuando la militarización del país y el “combate al narcotráfico”
Y en materia económica, la subordinación al imperialismo y las transnacionales no solo se mantiene sino crece, beneficiándose del tratado de comercio (el TMEC) aún más abusivo y expoliador que el anterior TLCAN, a la par que se continúa el ilegítimo pago de la deuda externa.
Sobre ello Trotsky reconoció que la política de imperialismo estadounidense que busca hegemonía, “está apoyada materialmente en acuerdos comerciales favorables, que EEUU se esfuerza en concluir con los países de América latina, con la esperanza de alejar sistemáticamente a los rivales del mercado.” En esa línea, en la actualidad es claro que el fantasma de China persigue a la clase dominante estadounidense, que hoy quiere reconstruir su hegemonía y poner límites al avance de sus competidores.

La reconstrucción de su hegemonía le exige actuar a través de la derecha continental, como en el caso de Venezuela a través del sector proimperialista, encabezado por María Corina Machado, quien plantea abiertamente la privatización de todo, además de que mantiene solicitudes de captura a funcionarios, incluyendo cuantiosas recompensas económicas, además de las sanciones económicas a un gobierno como el de Maduro, altamente cuestionado por la población, que se sostiene cada vez más sobre la represión.

También es importante señalar que AMLO ante el genocidio imperialista ha mantenido “la diplomacia de las armas”, es decir, manteniendo relaciones con Israel, especialmente en materia de asesoría y armamento militar para las fuerzas represivas y rechaza que exista un genocidio en Palestina, afirmando qué se trata de una guerra y se mantiene sin reconocer a Palestina como estado.

Hoy vemos que, mientras EEUU es el principal impulsor y defensor durante décadas del racista y genocida estado de Israel, y solapa e impulsa la agresión asesina contra el pueblo palestino, con republicanos y demócratas alineados en esa política, estos últimos que aunque plantean la búsqueda de la paz en la región acaba de firmar un acuerdo armamentístico de 20.000 millones de dólares con Israel, en América Latina la política de la Casa Blanca busca profundizar y perpetuar la opresión y la recolonización de nuestros pueblos, sostener hoy una política antiimperialista implica poner en primer lugar en todos los sectores y todos los países la defensa del pueblo palestino.

Trotsky tiene mucho que aportarnos a las y los trabajadores de hoy, no solo para entender la política imperialista, sino la necesidad del internacionalismo, la necesidad de unirnos más allá de las fronteras ante un enemigo común: ese puñado de burgueses y sus representantes en el gobierno que explotan y oprimen al 99 % de la población; recuperando así su perspectiva revolucionaria de que la acción de las y los trabajadores en los países imperialistas, que pueden paralizar su economía, resulta clave para el triunfo de los países oprimidos, rescatando que el internacionalismo y el antiimperialismo están indisolublemente ligados.

La unidad de la clase trabajadora en ambos lados es clave para luchar la apertura de las fronteras, plenos derechos a todos los migrantes, el retiro y la disolución de sus cuerpos militares como la border patrol en EEUU o la Guardia Nacional de AMLO, el desconocimiento de la deuda externa y el fin al saqueo de los recursos naturales.

Estas tareas no pueden ser encabezadas más que por la clase trabajadora, citando el manifiesto de la IV Internacional de 1938: “Sud y Centro América solo podrán romper con el atraso y la esclavitud uniendo todos sus estados en una poderosa federación, Pero no será la retrasada burguesía, esa sucursal del imperialismo, la llamada a resolver esta tarea. Sino el joven proletariado, quien dirigirá a las masas oprimidas. La consigna que presidirá la lucha contra la violencia del imperialismo mundial será, por tanto, por los Estados Unidos Soviéticos de Sud y Centro América”.

Es por ello que como trabajadora estatal considero que es muy importante el lugar de las y los trabajadores en esta lucha, porque es fundamental que las y los trabajadores nos pongamos del lado de Palestina, del lado de la lucha contra la opresión imperialista en América Latina y en Medio Oriente, y quienes son nuestros aliados en EEUU.

Porque podamos organizar internacionalmente una fuerza colectiva con trabajadores, jóvenes y mujeres por la lucha antiimperialista y por la independencia efectiva está inseparablemente ligada a una estrategia socialista y de lucha por el comunismo.


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