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La lucha de clases en 1973: el desafío de enfrentar a la contrarrevolución

La lucha de clases en 1973: el desafío de enfrentar a la contrarrevolución

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La pregunta que queremos responder es por qué, después del enorme heroísmo y combatividad que demostraron la clase trabajadora y los sectores populares después de octubre de 1972, se impuso finalmente la contrarrevolución por medio de un golpe de Estado militar. ¿Era posible otro camino? ¿Era posible la victoria? Para responder estas preguntas nos centraremos en algunos puntos de claves que se desarrollaron en este periodo.

El tanquetazo del 29 de junio de 1973

El tanquetazo del 29 de junio fue una especie de “ensayo de golpe de Estado”: una acción protagonizada por militares, que buscó medir las fuerzas de resistencia que iban a tener que enfrentar al realizar un golpe de Estado real y que contó con el apoyo de la extrema derecha organizada en Patria y Libertad.

Efectivos de una unidad militar dirigida por el teniente-coronel Roberto Souper, que contaba con 400 hombres, varios tanques y vehículos blindados; se lanzaron durante la mañana de ese día, al asalto del ministerio de Defensa y rodearon el palacio de La Moneda, en pleno centro de Santiago.

La acción, no prosperó, pues fue sofocada el mismo día por un destacamento conducido personalmente por el general Carlos Prats.

Ese mismo 29 concluyó la extensa huelga de 70 días de los mineros de El Teniente, huelga fue utilizada por la derecha para dividir a los trabajadores, en contra del gobierno y en contra de la izquierda.

A mediodía del 29 de junio, la asonada militar había fracasado. A partir de ese hecho, el Partido Comunista rápidamente concluyó que “los planes de la derecha para implicar a las FFAA en una aventura partidista han fracasado” (El Siglo, 29 de junio de 1973).

En congruencia con la idea la idea de una vía chilena al socialismo, en su periódico, El Siglo, el PC remarcaba “...la solidez de nuestras instituciones armadas que cumplieron con patriotismo e intransigencia la misión que les confiere la constitución”. Por eso, el PC concluía que “los trabajadores tienen plena confianza en los soldados de la patria y respetan su sobriedad, disciplina, honestidad y patriotismo. Los que atacan a las FFAA son aventureros reaccionarios y fascistas” (El Siglo, 29 de junio de 1973).

La respuesta obrera y popular

Sin embargo, los trabajadores, más que demostrar una “plena confianza en los soldados de la patria” como declaraba el Partido Comunista, lo que hicieron fue responder organizando la resistencia. Durante julio se desarrolló un movimiento masivo de ocupación de fábricas y empresas. En todo el país, según el periódico De Frente del MAPU, se producen 520 tomas de fábrica. En primera instancia, la propia Unidad Popular y la CUT llamaron a ocupar las fábricas, a paralizar la producción y a formar de comités de vigilancia.

Pero la respuesta obrera y popular superó todas las expectativas. En Cobre Cerrillos -empresa con más de 300 trabajadores-; en Luchetti -con 502 empleados- se realizan asambleas que resuelven la toma y el control obrero de la producción. En Alusa, los 200 trabajadores deciden expulsar al personal ejecutivo de la fábrica. En Fabrilana, los trabajadores reúnen una decena de buses requisados por la fuerza que luego son usados para acudir a las manifestaciones en el centro de la ciudad.

Por su parte, los trabajadores del Cordón Cerrillos-Maipú, se reúnen en Fantuzzi y expresan su insatisfacción con la participación del gobierno. Según lo recuerda Rigoberto Quezada, administrador de la importante industria Sumar-Poliéster y militante del PS, algunos de los delegados obreros reclamaban armas para poder defenderse: “¡No queremos ir al centro con el pecho desnudo!”. Es evidente, una radicalización en la conciencia de cientos de miles de trabajadores.

Durante el 29 de junio y las semanas posteriores, los cordones industriales se reactivaron en todo el país y surgieron otros nuevos cordones como el Cordón Centro que cobrará “gran importancia desde el punto de vista técnico-militar para el apoyo logístico las acciones de defensa que realizaran los otros cordones industriales, especialmente para proporcionar información, medios materiales, humanos y financieros” (Tarea Urgente, 13 de julio, 1973) o el cordón Santa Rosa-Gran Avenida, que pretendía constituirse como el “primer paso para obtener el poder obrero” (De Frente, 3 de agosto 1973) [poner en texto]

Luis Ahumada, que en esos años militaba en el Cordón Vicuña Mackenna, entrevistado por Franck Gaudichaud casi 30 años después, relata que respondiendo al tanquetazo, “los obreros se fueron a sus fábricas y se las tomaron todas. En ese momento ocurrió un nivel de comunicación que nunca habíamos tenido y nunca volvimos a tener. En esa coyuntura estuvimos todas las fábricas comunicadas, todo el mundo alerta, todos atentos y esperando instrucciones” (Poder Popular y Cordones Industriales, Franck Gaudichaud, 2004)

Muchos trabajadores se fabricaron escudos y cascos; se recolectaron elementos para hacer barricadas y material combustible. En resumen, durante el mes de julio de 1973, como respuesta al tanquetazo, se desarrolló una de las movilizaciones obreras y populares más revolucionarias de nuestra historia.

La contrarrevolución no descansa

No obstante la enorme respuesta obrera, los sectores reaccionarios no tomaron descanso. Una de las herramientas que utilizaron fue la recientemente aprobada Ley de Control de Armas, que -durante el mes de julio-, fue usada para darle cobertura legal a una serie de acciones contrarrevolucionarias, como el allanamiento de decenas de fábricas de los cordones industriales, el asalto a locales de la CUT y de organizaciones políticas de izquierda. Los ejemplos abundan. A fines de mes, en pleno de centro de Santiago, soldados en carros blindados ocuparon la sede de la CUT. El Mercurio, festejó esta acción señalando que tuvo “como consecuencia inmediata una mayor tranquilidad de la comunidad” (24 de julio de 1973).

A mediados de julio, ya había ocurrido lo mismo en Osorno. Cuando en esa misma ciudad, el 21 de julio, los trabajadores del cordón industrial junto a la CUT y a los funcionarios de DIRINCO se movilizaron para exigir la apertura del comercio cerrado, unos cien soldados, armados con ametralladoras, dispersaron a los manifestantes a culatazos. Pocos días después, en Punta Arenas, en una acción conjunta de miembros del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina, pertrechados con vehículos blindados, ametralladoras en jeeps y cañones, invadieron la zona obrera de Punta Arenas. El ataque a la Lanera Austral, la fábrica más importante del cordón industrial local, además de destruir instrumentos de producción, acabó con la vida del obrero Manuel González Bustamante.

Sumándose a las acciones militares, el 25 de julio, tuvo lugar un nuevo paro camionero indefinido, que desabastece gran parte del país. Nuevamente los trabajadores se ponen a frente para derrotar este nuevo paro, multiplicando las acciones de toma y distribución popular, en un verdadero ejercicio y extensión del control obrero por medio de los cordones industriales que se fortalecen en el país. Se extienden los comités de vigilancia en todas las fábricas tomadas, las bases obreras de los partidos de la UP se preparan para lo que a todas luces es un enfrentamiento inevitable y comienzan a cuestionar el curso conciliador de sus direcciones.

El papel de las fuerzas armadas quedó cada vez más en evidencia como el de un instrumento al servicio de la contrarrevolución. Héctor Vega, por ese entonces presidente del Cordón Industrial de Osorno, encarcelado en julio de 1973 por los militares, recordando los acontecimientos casi 30 años después, planteaba que “ya era el Ejército el que reinaba en las cuatro provincias de la zona: Cautín, Valdivia, Osorno, Llanquihue”. Sus palabras evidencian que el golpe de Estado que vendría después, no se produjo “de golpe”. Los pasos preparatorios de parte de las fuerzas del Estado, se dieron a lo largo del mes de julio.

El desenlace

¿Cómo respondió la Unidad Popular frente a esta radicalización por izquierda y por derecha? Realizando un sexto cambio ministerial, el 9 de agosto de 1973. Los altos mandos militares, fueron puestos en el primer plano político a través de la nominación del general del Ejército Carlos Prats como ministro de Defensa; del jefe de la Armada Raúl Montero, como ministro de Economía; del director general de la Fuerza Aérea, César Ruiz Danyau, como ministro de Obras Públicas; y del director de Carabineros, José María Sepúlveda, como ministro de Tierras y Colonización. Reafirmando la “vía chilena al socialismo” una vez realizado este cambio de gabinete, Allende sostuvo que “no habrá en este país ni golpe de Estado, ni guerra civil porque la inmensa mayoría de los chilenos se opone patrioticamente a estas insensateces, conscientes de la responsabilidad histórica que todos tenemos” (Clarín, 9 de agosto de 1973).

Esta política iba de la mano con un llamado a devolver las fábricas tomadas como respuesta al tanquetazo. El entonces ministro de Economía José Cademártori, militante del Partido Comunista, declaraba que “cumpliendo la orden de la CUT, el 29 de junio muchos trabajadores se tomaron empresas pequeñas, incluso talleres. No creemos que sea conveniente pasar al Área Social esas pequeñas unidades, en muchas de las cuales ya la situación se normalizó automáticamente” (citado por Miguel Silva). A fines de julio, el propio Allende se refirió a “las tomas de caminos, en donde a veces, en la primera fila, están hombres de izquierda equivocados y destrasito militantes de la oposición que los utilizan”. (Clarín, 26 de julio de 1973) La alusión no es casual: eran los Cordones Industriales, precisamente, quienes más usaban el método de tomarse los caminos para protestar por sus demandas y defender las tomas de fábricas no previstas.

Otro aspecto de esta política era el “estatuto de requisiciones e intervenciones, delimitaciones del área de propiedad social” que Allende, en una carta al presidente de la DC, Patricio Aylwin, fechada el 23 de agosto de 1973, reafirmaba como un elemento para llegar a acuerdos. “En las circunstancias presentes por que atraviesa Chile, un diálogo entre el Gobierno y el partido que usted preside tiene un solo sentido: buscar las coincidencias y convergencias sobre los problemas nacionales más vitales que existen entre la oposición democrática y el Gobierno”. La Democracia Cristiana tildaba de inconstitucionales las iniciativas de autoorganización, y veía en las tomas de fábricas un serio daño a las bases del orden que querían defender.

En el contexto de que se habían producido varias semanas de movilización rechazando la actitud represiva de las fuerzas armadas, Armando Cruces, presidente del Cordón Industrial Vicuña Mackenna y miembro del Partido Socialista, señaló, algunos días después de conformado el nuevo gabinete cívico-militar, que “para los dirigentes del cordón, y todos los trabajadores, este gabinete fue mirado como una traición a la clase obrera, porque demuestra que el gobierno sigue vacilando y no confía en la clase obrera. Los militares en el gobierno, igual que en octubre, son una garantía para los patrones” (Chile hoy, 17 de agosto de 1973).

Armando Cruces tenía bastante razón cuando decía que las fuerzas armadas son una garantía para los patrones. Así lo entendió la oposición demócrata-cristiana y derechista cuando, el 22 de agosto, en el Congreso, votó una resolución instando a las Fuerzas Armadas y a las fuerzas policiales para que dejaran de recibir las órdenes del gobierno de Allende. Comentando esta votación, dos días después, Allende reclamaba que “los diputados de oposición han exhortado formalmente a las Fuerzas Armadas y Carabineros a que adopten una posición deliberante frente al Poder Ejecutivo, a que quebranten su deber de obediencia al Supremo Gobierno, a que se indisciplinen contra la autoridad civil del Estado a la que están subordinadas por mandato de la Carta Fundamental, a que asuman una función política según las opiniones institucionales de la mayoría de una de las ramas del Congreso”. [poner en texto] Allende denunciaba que “pedir a las Fuerzas Armadas y Carabineros que lleven a cabo funciones de gobierno al margen de la autoridad y dirección política del Presidente de la República es promover al golpe de Estado” (Al pueblo de Chile Comunicado en repuesta al acuerdo de la Cámara de Diputados del 22 de Agosto de 1973, declarando la ilegitimidad del Gobierno y llamando al golpe).

A esa actutud sediciosa, Allende contrapone la confianza que su gobierno ha demostrado por las fuerzas armadas, otorgando “responsabilidades ministeriales” a los altos mandos, “para cumplir en el Gabinete un deber superior al servicio de la paz cívica y de la Seguridad Nacional, defendiendo las instituciones republicanas frente a la insurrección y terrorismo” (Salvador Allendie, Al pueblo de Chile, 22 de agosto de 1973).

El 4 de septiembre con ocasión del tercer aniversario del triunfo de la Unidad Popular, fue una verdadera marea humana. Más de 800 mil personas inundaron la Alameda, fuera de La Moneda. Pero el hecho de que el enorme despliegue de energías de la clase trabajadora y los sectores populares no encontró expresión política en la UP.

(Imagen: marcha del 4 de septiembre de 1973)

Al mismo tiempo, la aviación continuó con los allanamientos en una actitud abiertamente provocadora: las fábricas Mademsa, Madeco y Rittig, fueron tomadas por asalto.

Es lo que denuncia la coordinación de cordones industriales de Santiago en una carta dirigida a Salvador Allende:

“Antes teníamos el temor de que el proceso hacia el socialismo se estaba transando para llegar a un gobierno de centro, reformista, democrático- burgués que tendía a desmovilizar a las masas o a llevarlas a acciones insurreccionales de tipo anárquico por instinto de conservación. Pero ahora, analizando los últimos acontecimientos, nuestro temor, ya no es ese; ahora tenemos la certeza de que vamos a una pendiente que nos llevará inevitablemente al fascismo (…). Exigimos a usted compañero presidente, que se ponga a la cabeza de este verdadero ejército sin armas”

El 11 de septiembre de 1973 la suerte está echada. Aún así hay ejemplos concretos de resistencia que develan la disposición de lucha existente. En el cordón San Joaquín, en la fábrica Sumar hay enfrentamientos al interior.

También en el exterior de camino a la población La Legua, haciendo uso de las pocas armas que lograron obtener.

En Indumet también hay episodios de enfrentamiento. Al salir de la fábrica se encuentran cercados por Carabineros, con los cuales intercambian disparos.
Y al llegar a la población y encontrarse con los trabajadores de Sumar y otras fábricas se monta una resistencia que hace retroceder a las fuerzas policiales golpistas

Incluso, algunos sectores esbozan un plan para lograr presentar un combate en los alrededores de La Moneda desde los cordones y poblaciones.

No obstante éste y otros intentos de heroica resistencia de los trabajadores, no hubo ningún llamado ni plan concreto de parte de la UP ni ningún otro partido.

Y los propios cordones lo confirman: en su carta del 5 de septiembre afirmaban los trabajadores son un “ejército sin armas”.

La instalación de una dictadura sangrienta que destruyó a la vanguardia obrera y popular surgida de este proceso, y que construyó un modelo económico, político y social en beneficio de los grandes monopolios capitalistas, no pudo ser evitada. Sus consecuencias las vivimos hasta el día de hoy. Pero otro camino era posible. La victoria, era posible.

La pregunta es ¿cómo? La “vía chilena al socialismo”, que proponían Allende y la Unidad Popular ¿resistió la prueba de los acontecimientos? ¿Se confirmó la tesis de que los militares respetarían la Constitución? Las respuestas a estas preguntas las podemos dar a la luz de los hechos: la oposición demócratacristiana y derechista prepararon el golpe de Estado allanando el camino para la dictadura militar.
¿Podría haber surgido otro camino para realizar las transformaciones revolucionarias? ¿Qué faltó, por ejemplo, para que los cordones industriales avanzaran a transformarse en verdaderos organismos de poder? ¿Era posible otro programa y otra estrategia en la izquierda? ¿Qué lecciones podemos sacar de estos años convulsionados? ¿Tienen actualidad política actual las lecciones que podamos sacar de este periodo?


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