Los sectores antiderechos de la Iglesia -católicas y evangélicas- los autodenominados “pro-vida”, ahora se valen de la genética para justificar su rechazo a la legalización del aborto.
Domingo 4 de noviembre de 2018
Ellos señalan que las mujeres, genéticamente, están determinadas a ser madres.
En 1949, la filósofa francesa Simone de Beauvoir escribió El segundo sexo, su legendario libro, en el que expresó su famosa frase: “La biología no es destino”.
Dicha frase buscaba señalar que el hecho de que las mujeres tengan capacidad de gestar no las convertía en madres. Hoy, casi 70 años después de la aparición de ese libro, aún perduran estereotipos sobre las mujeres que nos niegan la capacidad de elegir libremente, desde el deseo, ser o no ser madres.
No maternar -es decir, no ser madres- no significa dejar de ser mujer, como aseguran los grupos antiderechos. Luchar contra los estereotipos de género -es decir, contra las ideas que sostienen que la genitalidad determina el comportamiento humano- es luchar contra imposiciones sociales que limitan la vida de las personas.
La genética es estructural, es decir que venimos al mundo con ciertas características físicas. Pero querer o no ser madre tiene que ver con el deseo, y éste no es estructural, no está en nuestra genética, sino que es algo construido. El deseo es el resultado del entramado social.
El paradigma social imperante nos impone ciertas ideas como si fueran naturales. Ya desde pequeñas, a las niñas les ofrecemos muñecas y cocinas, enseñándoles, en este acto tan naturalizado, que su destino es ser madres y que el ámbito doméstico es su lugar en el mundo.
Quien no cumple con esta norma, es comúnmente tildada, como mínimo, de “rara”, cuando no se la ataca más furiosamente. En ocasiones, cuando una mujer de determinada edad no es madre, se duda acerca de su capacidad reproductiva, creyendo que el hecho de que no materne, tiene que ver con cuestiones de salud y no de deseos.
Por otro lado, el capitalismo necesita de hijos para que el sistema siga funcionando, ¿quiénes van a hacer que las fábricas sigan abiertas sí los asalariados no producen más mano de obra para dicho sistema? Alguien debe reemplazar a los trabajadores viejos y/o enfermos que quedan obsoletos. Por ello, es necesario convercer de que tener hijos es algo natural e irrevocable, no algo que debe decidirse desde el deseo y las ganas, sino un plan divino.
En esto punto tiene vital importancia el rol que cumplen las diversas iglesias, las cuales se oponen a las disidencias sexuales -gays, lesbianas, trans- sosteniendo que las uniones entre personas del mismo sexo no son “naturales” debido a que no pueden procrear, ya que, según ellos, las parejas tienen como único fin la reproducción.
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Resulta cuanto menos paradójico que una institución que sostiene que la virgen María fue madre por obra y gracia del espíritu santo, entre otras “antinaturalidades” que proclaman a viva voz, se oponga a ciertas uniones por considerarlas “no naturales”. Vale recalcar que la misma ciencia ha demostrado que, entre las especies animales se corrobora la existencia de la homosexualidad. Lo que sí existe sólo en la especie humana es la homofobia.
Por otro lado, las iglesias parecen muy preocupadas por la existencia de más nacimientos y por detener los abortos, pero no así por asegurar un presente y un futuro para las y los niños que nacen. Si esos niños pueden o no tener una vida digna -educación, vivienda, alimentación, salud-, parece no ser ya incumbencia de ellos.
Mientras ellos no pagan impuestos, y no se muestran tan ofuscados por la pérdida del poder adquisitivo las familias, la proliferación de comedores comunitarios, sobre todo en el conurbano, porque ya en muchas casas no alcanza para alimentar a todos, ni por las bajas en las pensiones por discapacidad.
Hipocrecía de las iglesias evangélicas y también de la católica. Con respecto a esta úlitma, porqué tenemos que seguir sosteniendo con nuestros impuestos esta religión. Exigimos la separación inmediata de la Iglesia y el Estado.
Ahora bien, ¿por qué el sistema subsidia los nacimientos? No es porque tenga un espíritu solidario en relación a las personas, sino porque se necesita de esa reproducción que hablábamos antes.
Cuando una mujer está embarazada siempre está rodeada de otras personas, quienes la protegen constantemente. Tenemos internalizada la idea de que las mujeres en situación de gravidez son seres completamente vulnerables y dignas de los mayores cuidados.
En cambio, aquellas que no tienen hijos, son cuestionadas por las mismas mujeres, quienes ejercen ellas mismas un rol de control sobre las otras que genera que escapar de la norma sea considerado casi un delito social; una mujer sin hijos es sospechosa.
Sin embargo, las mujeres hemos ido avanzando en esta lucha por la elección. Los pañuelos verdes invaden las calles, los vagones de trenes, las universidades y escuelas.
En las casas se debate sobre el aborto y sobre la posibilidad de no maternar, ya no como una extrañeza, sino como algo real y posible. Las mujeres no somos incubadoras al servicio de otros, nuestra vida vale por sí misma.
Que quede claro aquí que no estamos atacando, de ninguna manera, la elección consciente de maternar. Lo que cuestionamos es la imposición. Por eso decimos que la maternidad será deseada o no será.