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Red Internacional
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OPINIÓN. La mesa de Legrand y un “no debate” sobre los femicidios

Una mosca atrapada en vivo consumió igual o más tiempo que una conversación sobre femicidios en uno de los almuerzos de Mirtha Legrand. Publicamos la opinión enviada por Paola Suárez.

Sábado 23 de julio de 2016 10:18

Imagen: www.eltrecetv.com.ar

El pasado domingo 17 de julio, en el programa de los almuerzos de Mirtha Legrand, se debatió sobre los femicidios en Argentina. Sentido común y tecnicismos como “posibles políticas de género”.

El programa del domingo pasado estuvo signado por la atrapada de una mosca por parte de Coco Sily. Pero no fue el único “logro” de los invitados, que sí saben mostrar sus gracias. Entre los comensales a destacar también se encontraron la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el periodista Christian Sanz. Ambos aportaron su granito de arena en lo que a femicidios respecta: lo único que nos salvará a las mujeres del femicidio es la educación y el tecnicismo.

Hora y diez de transcurrido el programa, la conductora lanza a la mesa la situación de los femicidios en Argentina, cortando, como bien es su estilo, un “debate” en torno a las reincidencias de los delitos y las condiciones del sistema carcelario. Mirtha presenta el tema diciendo “le prohíben al marido acercarse a la mujer, y en un momento se acerca, y la elimina, la mata, la asesina… Eso es terrible”.

Con ese eje como debate, Sanz opina que “hagas lo que hagas, no podés evitar el femicidio”. Como si esta afirmación no fuera suficiente, aclara que la única manera podría ser el cambio cultural. Según el periodista, la prevención radica en que se le debe enseñar al niño, desde pequeño, el respeto por la vida y por la mujer en particular. Sentido común expresado en su mal uso.

Es posible que el periodista Sanz no haya tenido la posibilidad de preguntarse quién educa a los niños y si están en condiciones de cumplir semejante “rol preventivo” (por usar el término del periodista). Y nos encontramos con dos instituciones que están destinadas, de modos diferentes, a tal tarea: la familia y la escuela.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que justamente es la familia el contexto en el cual la mayoría de las mujeres recibimos violencia de género, abuso sexual y femicidios. Sin contar que, además, los adultos responsables no necesariamente tienen conocimientos ni consideraciones morales que ayuden a esta educación (para qué negarlo, es una realidad que se observa a diario, quizá incluso dentro de nuestras propias familias).

En relación a la institución educativa, es evidente que Sanz no ha tenido la posibilidad de cubrir alguna noticia en una escuela pública de Buenos Aires. Y, por ello, tampoco ha tenido la posibilidad de observar las insuficiencias (por ser delicada en la expresión) edilicias, alimenticias en meriendas o en los comedores, materiales en cuanto a los elementos necesarios para dar clases (¿quién considera que un libro, un pizarrón y una tiza no son fundamentales?).

Esto sin mencionar el Programa de Educación Sexual Integral, que durante la década ganada fue una mera formalidad, sin un proyecto político de fondo que pretendiera abarcar la importancia que el tema tiene; ahora esto se profundiza aún más con el desconocimiento de Cambiemos, que no omite juicio y baja la directiva a los inspectores de escuela que no se pronuncien sobre el tema y que los alumnos deben enfocarse en un Plan de Lectura (plan para escuelas medias lanzado a principios de año) porque el verdadero problema es la falencia de interpretar y elaborar textos (como si fuera necesario elegir entre uno de los dos problemas).

Entonces, una escuela en este estado, además de enseñar contenidos, contener a los niños ¿también debe cargar con el peso de evitar femicidios?

El pequeño debate dura pocos minutos más, y Bullrich se luce contando en la mesa de la “Chiqui” que están trabajando en un modelo (no aclara modelo de qué) que radica en que el botón de pánico no lo lleve sólo la mujer… sino también el agresor. Después aclara que el botón no es físicamente tal, sino una pulsera que se le colocará al varón (no especifica cómo, ni quién, ni aun cómo constatarán que la siga usando) y que tiene como finalidad detectar si se acerca al botón de pánico de la mujer. De esa manera, el 911 recibe la alerta. Tecnicismos. Impecable ¿no?

Quizá Bullrich debería considerar que la inclusión de la figura de femicidio en el Código Penal (Ley 26.791 promulgada en 2012) no disminuyó la tasa de femicidios en el país. Y con esto quiero decir, si una modificación legislativa no es suficiente para que el femicidio o la violencia de género en general se vea coartada ¿por qué el gobierno cree que una pulsera en el cuerpo del varón sí lo haría?

Una medida de política de género a nivel nacional no puede limitarse a un brazalete, ni tampoco a la buena voluntad de los docentes, ni a la educación que los hombres reciben en las casas. Habría que ir pensando que la violencia de género sucede porque la violencia patriarcal (de la que el femicidio es uno de sus consecuencias) es estructural a las sociedades de clase.

Me llamó mucho la atención una frase que formuló el actor Mike Amigorena durante el debate: “Hasta que no se valore la libertad como el tesoro más grande”. En relación a este tema sería interesante preguntarnos, en función a la violencia de género ¿a quién se le otorga esa libertad hoy en día? ¿Qué implicancias tiene el ser libre? ¿Cuáles son los cuerpos que tienen esa posibilidad? ¿Es una posibilidad, es un supuesto, es un elemento propio de nuestra existencia humana? Las dudas son muchas, lástima que el tiempo en la televisión es tirano, y no hubo tiempo para exponerlas.