Los “servicios” son un factor de poder que actúa en las sombras del Estado. Además de su función como organismo de persecución y represión, son agentes de las conspiraciones entre las diferentes camarillas capitalistas.
Fernando Rosso @RossoFer
Jueves 22 de enero de 2015
Fotografía: DYN
La remoción de la cúpula dirigente de la Secretaría de Inteligencia (SI) en diciembre pasado implicó la partida de Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher, y junto con ellos del histórico jefe de operaciones Antonio “Jaime” Stiusso, y la llegada de Oscar Parrilli a la jefatura de la central de inteligencia. Estos cambios están en el centro de lo que hasta la semana pasada era crisis política que comenzó con las denuncias del fiscal Alberto Nisman contra el gobierno y la presidenta, y que este lunes derivó en una conmoción nacional con la muerte del denunciante en su lujoso departamento de Puerto Madero.
La responsabilidad o complicidad de Stiusso en la elaboración o “fabricación” de las endebles pruebas que decía tener el ahora fallecido Nisman, fue denunciada por funcionarios y dirigentes kirchneristas. Parece una autoincriminación. El poderoso ex – jefe de operaciones de la SI fue mantenido en el organismo durante la “década ganada”, lo que le permitió completar más de treinta años de “servicio” como espía. Y los organismos de inteligencia fueron sostenidos y utilizados políticamente y sin control por el gobierno “de los derechos humanos”.
El propio dictamen del fiscal Nisman que inculpaba con pruebas truchas (cedidas por la CIA y el Mossad) a presuntos responsables iraníes del atentado a la AMIA fue respaldado por Néstor Kirchner en 2006, hasta que Cristina en 2013 da un giro hacia un alineamiento con EEUU (que venía acercándose a Irán) y firma el famoso Memorándum con el gobierno persa. Este acuerdo que estuvo en la base de las denuncias que Nisman iba a presentar ante el Congreso este lunes y que acusaban al canciller Timerman, Cristina Fermández y referentes oficialistas. El pragmatismo kirchnerista y el uso de los servicios, hoy para una causa, mañana para la contraria; tiene inscripto en su dinámica los resultados que hoy saltan trágicamente a la vista. Un cadáver o un muerto por “suicidio” que se parece mucho a un “suicidado”.
Desde Béliz hasta el Papa
Cuando Oscar Parrilli asumió como nuevo jefe de la Secretaría de Inteligencia, el flamante embajador en el Vaticano, Eduardo Valdés, contó que el Papa Francisco le dijo “mandale una bendición y decile que rezó por él. Sé el cargo donde está y que acaba de asumir”. Para que el máximo representante de la Iglesia Católica, que tiene que lidiar con unos cuantos problemas por la crisis que atraviesa la institución que preside, se tome el tiempo de enviar “especialmente” una bendición al nuevo jefe de los espías argentinos, tiene que considerar como muy relevante a dicha institución como factor de poder en el sistema político.
En la despedida a Eduardo Valdés, cuando partía para asumir como embajador, estuvo presente una amplia representación “multipartidaria” de todos los representantes patronales. Entre la lista de invitados estaba Fernanda Meritello, la esposa de Gustavo Béliz, quien hace 10 años había denunciado públicamente a Stiusso y por ese hecho se “autoexilió” en los Estados Unidos. Béliz, ex - ministro de Justicia había acusado a Stiusso de crear un “ministerio de seguridad paralelo” y de convertir la Secretaría de Inteligencia en una “policía secreta sin control”, “una gestapo”, mientras mostraba la foto del agente en la TV. Sólo una de las tantas acusaciones y operaciones que involucró a Stiusso y a los servicios.
Cuando tomó la palabra en la despedida de Váldez, Meritello habló de lo que había significado la amistad de su familia con Valdés "en estos 10 años que hemos pasado". Se entiende un poco más la “bendición” de Francisco al reemplazante de Izcazuriaga, Larcher y Stiusso.
O sea que el trasfondo oscuro de los cambios en la SI, no estuvo cruzado solamente por el giro pragmático de alineamiento con EEUU en la causa AMIA (con el objetivo de dar un gesto al imperialismo norteamericano, antes que para encontrar la verdad), sino también por la reconciliación con quien antes fuera el “jefe espiritual de la oposición” (Jorge Bergoglio), hoy convertido en el nuevo “guía espiritual del gobierno” (Francisco). En el camino quedaron las acusaciones de la mayoría de los kirchneristas por la comprobada complicidad del actual Papa con la dictadura militar.
El final de Nisman
El problema es que para todos estos giros de pragmático oportunismo político, el gobierno se sirvió de los espías que por su propia función, en el caso de la AMIA, se relacionaban con “servicios” internacionales (como la CIA o el Mossad); además de sostener o “modernizar” el aparato de inteligencia para su función estratégica: la persecución contra organizaciones de trabajadores, populares o de la izquierda (la infiltración de Américo Balbuena en la Agencia Walsh o el “Proyecto X”, son sólo ejemplos que salieron a la luz por denuncia de las organizaciones perseguidas y espiadas).
La muerte de Nisman, cuando estaba a punto de declarar contra el gobierno, está cruzada por esta trama negra de internas en el aparato de inteligencia que es una verdadera continuidad de la dictadura. Su “suicidio”, si efectivamente se comprueba “técnicamente”, tuvo el contexto de una guerra de aparato de un organismo que siempre fue usado por la política burguesa, y el kirchnerismo no fue la excepción, sino por el contrario, una confirmación de la regla.
La oposición tradicional, que hoy quiere aprovechar la crisis que abre la muerte Nisman de manera oportunista y electoral, no tiene nada que envidiarle ya que también utiliza sus propios aparatos de espionaje no menos escandalosos.
Mientras tanto la población mira absorta, cómo la investigación de un atentado que costó la vida de 85 personas se convierte en escenario de pase de facturas entre las camarillas de ese poder en las sombras de la “democracia” que son los servicios de inteligencia, una corporación que además está ligada íntimamente a las camarillas de la justicia y distintas fracciones de las fuerzas de seguridad.
Hechos como este muestran el carácter utópico de las propuestas de reformar el Estado en general y mucho más aún de sus aparatos de seguridad e inteligencia en particular.
Una medida democrática elemental para avanzar seriamente en la investigación del atentado y ahora de la muerte de Nisman y responder a la aspiración de la población de terminar con estos métodos de mafia estatal y paraestatal, es abrir los archivos de la SI (y la ex – SIDE). Pero más estratégicamente, hay que disolver esos aparatos de inteligencia que además reciben financiación millonaria de los recursos del Estado, sin ningún tipo de control (ni siquiera la desconocida Comisión Bicameral que debería controlar los cumple su función). Su tarea es servir a la represión con infiltración y persecusiones y ser agentes de todas las conspiraciones y el pase de factura entre camarillas burguesas que se disputan el poder. Esto sólo puede lograrse con la amplia movilización y organización de los trabajadores, la juventud y el pueblo, independiente y en contra de todas las camarillas capitalistas y su Estado.
El final de Nisman y la impunidad de los responsables del atentado a la AMIA, son consecuencias trágicas y extremas de los métodos “normales” de esa cueva de mafiosos que se conocen como “servicios de inteligencia del Estado”.
Fernando Rosso
Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.