En pleno gobierno de Carlos Ibáñez antes de la pandemia de 1957 una serie de huelgas obreras se sucedieron derivando en una revuelta popular por el hambre que ocupó las calles de Santiago por 48 horas. Sin embargo, desde un buque norteamericano también había arribado un Virus en Valparaíso. Los principales afectados fueron los niños y ancianos de la clase trabajadora. Fue uno de los factores del fracaso del gobierno del ex dictador con una alta impopularidad pues al hambre se le sumó el colapso del recién creado sistema hospitalario público.
Reproducimos a continuación una versión retocada del artículo “La olvidada pandemia del ’57 que terminó con 20 mil muertos” publicada el 28 de marzo de 2020 en el sitio www.laizquierdadiario.cl
La Asociación Chilena de Historiadores por medio de su cuenta de Facebook, dio un reconocimiento a este artículo y otros de historiadores e historiadoras chilenos que escribieron en marzo sobre las dimensiones históricas de las pandemias en Chile y el mundo, "poniendo sus conocimientos a disposición de la ciudadanía".
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"La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar." Albert Camus, La Peste (1947)
Invierno de 1957: Epidemia de influenza asiática en Chile
En el invierno de 1957 aparece un brote de influenza en el país. Era un virus proveniente de China y Hong Kong. A través de un barco estadounidense se propaga por Valparaíso. Entonces se contagió rápidamente al resto de Chile, donde cobró la vida de al menos 20 mil personas, en su mayoría niños y adultos mayores de sectores populares. Chile ocupó uno de los índices más altos de muertes totales en el mundo. [1]
Por entonces, las enfermedades infecciosas eran relativamente comunes en un país que, pese a su historia de pandemias, recién consolidaba su sistema de salud pública y poco a poco modificaba las condiciones de vida de la población trabajadora y popular [2]. Los trabajadores urbanos habían aumentado enormemente por la industrialización inducida por el Estado y en las tres principales ciudades del país (Santiago, Valparaíso y Concepción) se creaban con veloz rapidez las "poblaciones callampa". Habitaciones de emergencia de material ligero construidas por los propios trabajadores sin casa en los márgenes de las ciudades o poblados. Gracias a esta condición social los más afectados fueron los sectores populares. La pandemia no fue a la medida del hombre sino según clase social, parafraseando a Camus.
Las precarias condiciones de vida y un sistema de salud a medias gestaron la gran cantidad de muertos [3]. La responsabilidad fue adjudicada al gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (anteriormente dictador entre 1927 y 1931) quien llevaba 5 años de gobierno asediado por huelgas antes de que estallara la Pandemia.
Las huelgas de la década del ’50
En 1949 al término del gobierno de Gabriel González Videla había ocurrido la "revuelta de la chaucha", protestas violentas -contra el aumento del precio de la locomoción- y que duraron dos días con barricadas en el centro de Santiago. Ibáñez aprovecha el desprestigio total de los gobiernos radicales y la propia revuelta para hablar en favor del pueblo. Su "revolución de la escoba" hizo que sectores populares votaran supuestamente contra los políticos de la década anterior.
La pandemia de 1957 ocurre en medio de la re-composición del movimiento de trabajadores y el inicio de paros y huelgas generales contra el gobierno de Ibáñez, quien hacia esa fecha ya había demostrado que su discurso electoral en favor del pueblo no era más que una retórica populista farsante.
El movimiento obrero había fundado en 1953 la Central Única de Trabajadores (CUT) que unió a todos los sindicatos de trabajadores de Chile. Y no se tardaron en declarar huelgas y paros nacionales contra las medidas del gobierno de Ibáñez. La inflación no podía ser controlada y el pueblo enfurece cuando una misión extranjera -llamada Klein-Sacks- proponía recortar salarios y subsidios. Una fórmula similar a Piñera para enfrentar la crisis: por un lado resguardar las ganancias de los capitalistas y focalizar la ayuda estatal.
Abril de 1957: La Batalla de Santiago y el “enemigo poderoso e implacable”
La CUT había convocado para el 2 y 3 de abril una huelga general contra las medidas de hambre del gobierno. La movilización en Santiago contó con el apoyo de sindicatos, centros de estudiantes y otras organizaciones sociales. A diferencia de lo ocurrido en Valparaíso, la movilización en Santiago se desarrolló de manera espontánea, con la gente llegando desde distintas partes y uniéndose en el camino. Así, la movilización llegó a tener cerca de 20 mil personas en el centro de la capital. Pronto comenzaron algunos disturbios. Carabineros intervino, pero los disturbios no concluyeron, sino que se agravaron. Cientos de personas atacaron y destruyeron varios locales comerciales, vehículos de transporte público, y otras propiedades públicas y privadas. [4]
A continuación citamos tres noticias de la época que muestran cómo la juventud jugó un papel importante en iniciar la revuelta contra el alza del pasaje, el ataque de las masas a los bancos del centro de Santiago y a instituciones de poder del Estado como el Congreso Nacional, casi consiguiendo “asaltar La Moneda”:
“En la Gran Avenida, un grupo de estudiantes liceanos de ambos sexos subieron a un bus Fiat que pasaba sin guardia ninguna. Uno de los estudiantes, pistola en mano, exigió al chofer que devolviera a los pasajeros ‘los cinco pesos robados’. Como éste no atinaba a moverse ante el argumento de la pistola, una de las secundarias tomó dinero de la caja y entregó a cada pasajero el dinero que estimaba que habían pagado de más. En la esquina se bajaron muy alegres y satisfechos entre numerosos aplausos” [5]
“Turbas incontrolables llegaron hasta Plaza de Armas y empezaron a una metódica destrucción de bancos, casetas y faroles. Pequeñas fuerzas de Carabineros opusieron sus armas. Y aquí la gente tuvo la primera y engañosa sensación de victoria. Los uniformados escaparon casi con humillación. Vi cómo un grupo de unos 30 carabineros arrancaron de la plaza hacia Compañía seguidos de una lluvia de piedras. Se parapetaron en las puertas y en el Teatro Real. De allí disparaban al aire todavía” [6]
“Hechos sintomáticos se produjeron durante la asonada de ayer. Las turbas, en su afán sedicioso, no respetaron ninguno de los poderes constituidos del Estado. Pretendieron asaltar La Moneda y atacaron de hecho los edificios en que funcionan el Congreso Nacional y los superiores Tribunales de Justicia. La prensa no escapó, tampoco, a este afán destructor…” [7]
Estos hechos de revuelta se sucedieron 2 y 3 de abril de 1957. Barricadas se levantan en varias avenidas y asaltan armerías del centro para enfrentar la llegada de Carabineros. Se le apodó popularmente como "La Batalla de Santiago". Tras estos eventos Ibáñez decide no aplicar las medidas de la misión. [8] Temía al pueblo, pero lo que vino después tampoco fue mejor en cuanto a resolver la crisis inflacionaria que arrastraba Chile durante toda la década del ’50. Sin embargo realiza una militarización de la ciudad convocando a Estado de Emergencia, instruyendo un toque de queda y el general a cargo del plan de pacificación declara a la prensa que el Estado “tiene en frente a un enemigo poderoso e implacable” que ha faltado al respeto a todos los poderes constituidos del Estado. [9]
La pandemia que ocurre en agosto detuvo por el resto de 1957 las acciones de lucha de clases. Hubo muertes pues el plan del gobierno se basaba eminentemente en el aislamiento de enfermos y prácticamente un abandono a las poblaciones populares.
Esto generó deserción escolar y un retroceso en la implementación del sistema público educacional por dos años. El pueblo guardó rabia e Ibañez termina su mandato en la peor crisis política desde los años ’30. Los trabajadores retoman los paros nacionales en 1960.
Las pandemias aceleran las crisis orgánicas ayer y hoy
Tras las huelgas de los ’50 y los golpes de la gripe asiática siguió otro ciclo de luchas que inició en noviembre de 1960. La CUT vuelve a iniciar huelgas por los derechos de los trabajadores asalariados y la lucha contra la inflación que seguía destruía el ingreso de las familias populares. La pandemia aceleró la experiencia con los gobernantes. Toda la década de los ’60 fue de huelgas obreras, sumándose también el campo por medio de las tomas de fundo del movimiento campesino.
La pandemia de Coronavirus (Covid-19) en Chile, que lleva más de 95 mil infectados y casi 1000 muertes, tiene relación directa histórica con la "rebelión popular" de octubre de 2019 y el paro nacional del 12 de noviembre de ese mismo año. Al igual que Ibáñez, Piñera mientras pase la tormenta, tiene tiempo para retomar la conducción del país, a pesar del odio que posee en la población. Sin embargo esa "capacidad de control" es también un período de experiencia de los trabajadores con el Estado y los empresarios, y es un castillo de naipes que rápidamente comienza a caerse tras el disparo del contagio, el inminente colapso y el millón de desempleados por la recesión.
Como en 1957, hoy en el 2020 el Estado de Chile y la clase empresarial están descargando los efectos de una pandemia y la crisis económica sobre los hombros de los trabajadores. Se perjudica el salario, suben los precios de productos básicos, hay impunidad para despedir y se ajusta la vida de los pobres y no de los ricos.
En 1957 Chile tenía menos capacidad para responder. Por eso la crisis de Piñera podría ser aún mayor que la de Ibáñez porque hay tecnología y recursos para dirigir el plan hacia la salud pública. Por ahora hace todo lo contrario basando su plan en militarización, cuarentenas individuales y congelando el financiamiento de la salud pública en favor de los privados.
Las pandemias ponen a prueba a las clases dominantes y en general estimulan crisis de los Estados. También favorecen luchas de trabajadores ante la indolente postura de los gobiernos. ¿Podría esta pandemia no ser más que una pausa en la lucha de clases que asomará en el futuro, con mayor fuerza, tras la experiencia de cómo contestaron las clases dominantes a algo tan elemental como la vida? En marzo germen de estas nuevas luchas fueron las protestas en los lugares de trabajo actuales que exigen paralizar trabajos no esenciales, ningún despido y mantención de los salarios. Estas expresiones obreras seguirán ocurriendo considerando que los sectores esenciales y no esenciales que siguen activos presentan día a día nuevos focos de contagio en las líneas de producción.
En octubre y noviembre de 2019 la revuelta en sí no logró derrotar a Piñera, pero ahora a la crisis orgánica (de representación y desafección) se le suma un componente catastrófico que podría transformarse en una combinación similar a la que ocurre en 1982 (hambre, desempleo y rescates a los capitalistas).
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El Coronavirus será otra pandemia más en la que se demuestra que, aunque sus raíces se encuentren en la biología, la sociedad capitalista tiene su cuota de participación para transformarla, propagarla y dotarla de un sesgo letal que afecta diferenciadamente a los sectores más explotados y oprimidos. Esto permite pensar lo siguiente: si el capitalismo es la barbarie con su política ante las pandemias, ni que hablar de las guerras y crisis económicas, ¿no será necesario superar la sociedad capitalista?
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