En 1911 Emily Davison se escondió en el Parlamento para que el censo registrara como su domicilio el lugar donde las mujeres tenían la entrada prohibida. Lo consiguió y esta es su historia.
Celeste Murillo @rompe_teclas
Miércoles 18 de mayo de 2022 00:00
Emily Davison nació en Londres en 1872. Su vida fue muy parecida a la de muchas mujeres de la clase media baja inglesa. Aunque empezó su educación en el hogar, como la mayoría en su época, desde los 11 asistió a la escuela. Fue la primera de su familia en pisar la universidad, pero tuvo que abandonarla para trabajar cuando murió su padre.
Trabajó como institutriz y estudiaba por su cuenta después de su jornada laboral. Ahorró para poder presentar su examen final en el St. Hugh’s College de Oxford. Sus calificaciones fueron de diploma de honor pero, como muchas otras cosas, era algo solamente para los varones. En 1908 se graduó con honores en la Universidad de Londres. La docencia era su pasión.
De las aulas a las marchas
En 1906 conoció a las sufragistas de la Unión Política y Social de Mujeres (WSPU en inglés). No era la organización más grande pero sí la más atractiva para las jóvenes que estaban cansadas de promesas. Era la organización de las Pankhurst, Emmeline, Christabel y durante algunos años Sylvia (que sería expulsada años más tarde por su oposición a la Primera Guerra Mundial y su simpatía por el socialismo).
El derecho al voto se ganó la simpatía de muchas mujeres hartas de la desigualdad en las fábricas, los talleres y las casas. Querían votar pero querían muchas otras cosas por eso apoyaban y participan de huelgas, organizaban sindicatos y protestas. A los pocos años de unirse a la WSPU, Emily abandonó la docencia y se transformó en una de las pocas militantes a tiempo completo de la organización.
Entre muchas tareas, era la encargada de la seguridad en las marchas, Sylvia Pankhurst dijo que era “una de las militantes más osadas y temerarias” del sufragismo. Fue detenida en más de una ocasión por resistir la represión policial, en una de sus salidas de la cárcel (fueron varias), escribió: “A través de mi humilde trabajo en esta la más noble de las causas, encontré la plenitud que jamás había experimentado antes”.
La noche del censo
El 2 de abril de 1911, el gobierno del Reino Unido hizo un censo de la población y Emily pensó que sería una gran oportunidad para denunciar que seguían negándole a la mitad de la población un derecho tan básico como votar.
Se escondió en la cripta de una de las capillas del Palacio de Westminster, el edificio donde funcionan las dos cámaras del Parlamento. No fue una acción individual, muchas sufragistas se escondieron para no ser censadas por el Estado. Pero ella estaba decidida a que, si la encontraban, tuvieran que censarla en el lugar donde se decidía todo y las mujeres tenían prohibida la entrada (con excepción de la Reina) y no podían elegir a los representantes.
La encontraron a la noche pero Emily se negó a retirarse antes de que la censaran. El empleado encargado del censo en el edificio finalmente accedió a completar sus datos. Más tarde la arrestaron pero no pudieron acusarla de ningún delito.
Cuando le preguntaron sus datos, dijo:
NOMBRE: EMILY DAVISON
PROFESIÓN: MAESTRA
DOMICILIO: LA CRIPTA DEL PARLAMENTO
La lucha continúa
Irónicamente, Emily se hizo famosa el día que murió, después de una protesta sufragista en el Derby del Rey en 1913. Pero su lucha, las protestas y los días en la cárcel dejaron un legado más resistente que la placa de bronce que hoy la recuerda en ese rincón de la Cámara de los Comunes en el Parlamento del Reino Unido. Más de un siglo después de esa noche, en la mayoría del mundo a las mujeres se les niegan derechos elementales y a pesar de eso las democracias siguen ostentando ese nombre.
Como Emily y sus compañeras sufragistas, las que se movilizan en 2022 siguen exigiendo: “Hechos y no palabras”.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.