La edición de marzo de la revista Fierro del diario Página 12 publica una historieta que cuenta la resistencia de un grupo de trabajadores gráficos en la Argentina del 2001.
Domingo 17 de abril de 2016
La toma está escrita y dibujada enteramente por Emilio Utrera, su trabajo más conocido hasta el momento es Barras, historieta que se centra en la vida interior de las hinchadas de fútbol en las canchas argentinas. Utrera es uno de los nuevos autores de la historieta argentina que con voz clara y sencilla nos acerca este complejo relato, complejo por la cantidad de personajes que se ponen en escena, por lo bien que están dibujados los fondos que son una parte importante de la historia y por la cantidad de sub-historias que se van tejiendo alrededor de la trama central. Realista desde lo literario y desde lo visual un poco realista y un poco caricaturesco, una mezcla de Oswal (Sónoman) y Jorge Lucas (El Cazador). Todo aquel que se asome a este relato de más de setenta páginas, verá que no busca ser un entretenimiento pasajero. Quién alguna vez haya trabajado en una fábrica reconocerá los lugares, los diálogos y los personajes así como la situación estresante de trabajar bajo la presión, de sentir la posibilidad de ser despedido sin motivos cuando los números no cierran para los patrones, en épocas de crisis es cosa de todos los días.
La historia transcurre en la localidad de General Pacheco durante los días de 2001, época de la crisis institucional Argentina que terminó con la caída del gobierno de De La Rúa durante las jornadas del 19 y 20 de diciembre.
El relato muestra sin maniqueísmo las visiones de los distintos grupos en puja, la patronal como una familia de sapos dueños de unos talleres gráficos que buscan ir despidiendo de a poco a sus empleados ante la inminente quiebra, los trabajadores que aún divididos y con visiones encontradas y a veces opuestas que se empiezan a organizar para poder reclamar lo que les deben; la burocracia sindical que juega para la patronal y que pide resignación ante los despidos y que cuando empiezan los reclamos de los trabajadores traen a su patota para amedrentar y disciplinar a los que protestan junto a la policía que actúa como guardián de la propiedad privada y muy en un segundo plano pero no por eso invisibles, las agrupaciones de izquierda que, según el autor, apoyan el reclamo obrero desde afuera. Aunque la izquierda
tenía menos peso en el 2001 que hoy, en algunos casos estaba dentro de las fábricas como en Zanón, la fábrica de cerámicos neuquina, hoy Fasinpat (Fábrica Sin Patrones). Además, sin la izquierda la experiencia de Zanón habría sido más difícil que se convirtiera en un fenómeno político de ocupación como salida a la crisis y al problema del desempleo.
Muchas de estas experiencias obreras como la que muestra el relato han sido derrotadas, otras cooptadas y algunas han sabido sobrevivir desde el 2001 a la fecha como la antes nombrada Fasinpat, la textil Brukman, el recientemente expropiado Hotel Bauen por ley en la cámara de diputados a fines del año pasado y más cercano en el tiempo la gráfica Ex-Donnelley abandonada por sus dueños (los fondos buitre del magnate Paul Singer) hoy conocida como Mady Graf bajo control y administración de sus propios trabajadores en pleno corazón industrial del país.
En su portada vemos claramente un grafiti que retoma la monumental imagen de un obrero con el puño en alto del muralista argentino Ricardo Carpani, un ícono de la resistencia de los años 70, que en cierta medida es un homenaje a los obreros industriales de esa época y a la vez marca una continuidad con la lucha de estos trabajadores de la actualidad que empiezan a tensar sus músculos, a organizarse y prepararse para resistir tiempos difíciles, desde las páginas de una de las revistas emblemáticas del cómic nacional que ha sido vidriera de los más grandes guionistas y dibujantes argentinos de las últimas tres décadas, La toma pasa a ocupar un lugar privilegiado en la biblioteca de todo lector de historietas ávido de leer una buena historia, una historia de resistencia.