En estos días, el ideólogo de la ultra derecha latinoamericana Agustín Laje, se encuentra dando una gira por nuestro país auspiciado por grupos conservadores. En esta nota analizamos y confrontamos las principales tesis de su nuevo libro “La batalla cultural. Reflexiones críticas para una nueva derecha”.
Laje es un referente de los sectores que llaman a ser “orgullosamente de derecha”, argumentando a favor de valores conservadores y tradicionalistas, muchas veces disfraza sus verdaderas posiciones incorporando reflexiones filosóficas y apelando permanentemente a ejemplos o situaciones más bien anecdóticas o excepcionales que para él les darían la razón a sus reaccionarias posturas.
¿Cuáles son realmente sus posiciones?
El autor argentino, es politólogo y tiene una maestría en la universidad del Pentágono Norteamericano (donde se forman cuadros antimarxistas y contrainsurgentes para defender el interés estadounidense), se reclama como “paleolibertario”, una posición, junto al tradicionalismo ultra conservador y el fascismo, de las más reaccionarias dentro del espectro político.
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Para darnos una idea de esta posición paleolibertaria, vale la pena conocer a uno de sus principales referentes Hans Herman-Hoppe, este autor austriaco es conocido por oponerse a los sistemas democráticos liberales y en su libro “La democracia el Dios que fracasó” habla de la necesidad de regresar a sistemas monárquicos. Una famosa frase de Hoppe que deja ver su concepción elitista y reaccionaria es la de “la democracia no tiene nada que ver con la libertad, la democracia es solamente una forma suave de socialismo”. Además, ha recibido críticas importantes señalando que en los encuentros que auspicia, asisten sectores con posiciones supremacistas blancas.
Laje suele reírse y ridiculizar el hecho de que lo llamen fascista (como también lo hace Vox en el Estado Español), planteando que él no tiene problema en asumirse como de extrema derecha, obviamente defiende a Donald Trump, en cuya presidencia proliferaron y crecieron grupos neonazis y milicias supremacistas como los Proud Boys, y a Jair Bolsonaro, el presidente brasileño que llegó a declarar que preferiría tener un hijo muerto a un hijo homosexual. Ambos referentes por otro lado del negacionismo del cambio climático y el calentamiento global y defensores la industria contaminante.
Agustín propone la cárcel a las mujeres que interrumpan su embarazo, está contra el matrimonio homosexual y en contra de la educación sexual en las escuelas, pero al mismo tiempo no tiene reparo en decir que defiende “la libertad”.
La batalla cultural y la guerrilla de derecha
Como referente de la ultra derecha, Laje promueve la idea de que hay una conspiración mundial progre-globalista, que busca imponer el comunismo y terminar con la civilización cristiana occidental. Por supuesto financiada por magnates judíos como George Soros. Algo similar de hecho a las teorías conspirativas de Adolf Hitler que hablaban de una conspiración judeo-bolchevique internacional. Es esta misma conspiración, según deja entrever en sus conferencias, la que estaría detrás de la pandemia del COVID-19 o las vacunas.
Por ello no sorprende que sea una de sus amigas la doctora Chinda Brandolino, quien se hizo famosa al inicio de la pandemia declarando que la pandemia era parte de un plan para dominar el mundo por parte de China y es una referente de las posiciones antivacunas. La argentina fue una invitada para hablar contra el aborto al Primer Congreso Nacional Identitario en México en 2015 en donde desarrolló una conferencia contra el aborto como un plan de los judíos para controlar la población de los países pobres. Este congreso se realizó en honor al escritor mexicano Salvador Borrego, autor de ideología abiertamente nazi y es en este mismo congreso donde también asistió el líder histórico del Ku Klux Klan David Duke. Algún defensor de Laje podrá argumentar que es una “falacia de asociación” hablar de cómo comparte posición con Brandolino, pero en México tenemos una frase: “dime con quién andas y te diré quien eres”.
Para Laje, vivimos la dictadura de la ONU y de otros organismos internacionales, que, en su reaccionaria visión, defienden valores progresistas, algo que evidentemente no es así. Y es que, para la extrema derecha, la defensa de cualquier derecho elemental es comunismo, por ello, aunque el Consejo de Seguridad de la ONU está conformado por los países que son los mayores productores de armas a nivel mundial, para la ultra derecha son organismos que de alguna forma tendrían algo que ver con el "comunismo". No es algo nuevo que la extrema derecha acuse de comunismo a cualquier política que no favorezca abiertamente al capital financiero, podemos recordar como la German American Bund, el partido nazi que operó en Estados Unidos en los años 30 acusaba al presidente Franklin D. Roosevelt de ser parte de la conspiración judeo-comunista internacional por implementar el New Deal, un programa económico keynesiano que intentaba controlar la crisis social en este país con gasto público, una política del Estado imperialista estadounidense que justamente se implementó para contener la radicalización del movimiento obrero que por esos años protagonizaba grandes huelgas como la dirigida por el trotskista Socialista Workers Party en Mineapolis.
Laje se ufana de ser “políticamente incorrecto”, lo cual significa simplemente que defiende poder expresar “libremente” posiciones racistas, misóginas o en contra de los derechos humanos de los migrantes, pero él, al igual que lo hace Trump auspiciado por pensadores como Ben Shapiro, Jordan Peterson o incluso en supremacista blanco Richard Spencer, dice defender “la libertad” de poder hablar, ofender y discriminar sin que el Estado o los medios de comunicación “te opriman”.
El también referente del movimiento pro-vida, habla de la necesidad de dar una batalla cultural para posicionar valores conservadores y retrógradas en la sociedad. Defiende al mismo tiempo que el relacionamiento sexual solo debiera ser para la reproducción (posición ultra conservadora), es decir está en contra del sexo por placer, algo que plantea junto a Nicolás Márquez en su libro “El libro negro de la nueva izquierda”, pero también habla, junto a su amigo Javier Milei, de que hay que privatizar la salud pública (posición económicamente liberal), lo cual, dicho sea de paso, provocaría que miles murieran en la calle sin posibilidad de atenderse. Por supuesto, como buen derechista defiende que el Estado garantice la propiedad privada y el negocio capitalista pero que reprima huelgas o manifestaciones populares, por algo saluda (si bien de forma medio encubierta) la dictadura de Augusto Pinochet en Chile como el mayor logro de la derecha latinoamericana.
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Para posicionar estas ideas, llama a sus seguidores a combatir a la izquierda y al progresismo en las redes sociales, dado que el enemigo para él es el “consenso progresista” (como vimos, cuando eres un fascista cualquier derecho humano o social te parece comunismo), hay que mantener una lucha “asimétrica” con youtubers o en twitter, donde sus seguidores derechistas son famosos por trolear y atacar con fake news.
El populismo de derecha
Agustín Laje sostiene la tesis de que, dado que la clase obrera habría logrado cierto nivel de consumo, ya no es un sujeto para las izquierdas que habrían ido a buscar otros sectores a los que llevar la “dialéctica”, particularmente a la lucha de género entre hombres y mujeres, entre comunidad LGBT y heterosexuales, y, en algunos países como Estados Unidos, entre negros y blancos. Esta afirmación por un lado tiene el objetivo de deslegitimar las luchas de las minorías por reivindicaciones democráticas, negar la existencia del patriarcado, el machismo y el racismo, pero por otro intenta ocultar que la clase trabajadora no solo sigue existiendo, sino que es un sujeto actuante en la lucha de clases y tiene múltiples reivindicaciones.
El marxismo revolucionario sostiene la necesidad de la organización y la lucha de la clase obrera, la recuperación de sindicatos como herramientas de lucha y la perspectiva de expropiar a los capitalistas y planificar racionalmente la economía. Sin embargo, la incorporación de otras reivindicaciones, ambientales, de género o raza es parte de la lucha por terminar con todo tipo de opresión y explotación.
Para los socialistas, la clase trabajadora tiene que lograr la hegemonía como sujeto de transformación con respecto a sus aliados naturales como el campesinado o los pobres de la ciudad, pero también, a partir de retomar en sus manos las demandas democráticas como los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT, los pueblos indígenas, los migrantes, la juventud que pelea por la cultura y contra la criminalización por fumar mariguana o los afroamericanos ahí donde más se vive el racismo. No es algo nuevo que la izquierda revolucionaria retome estas demandas, sin embargo, en el marco de lo que muchos han llamado una “cuarta ola feminista”, es comprensible que a la derecha más retrógrada le preocupe que las posiciones anticapitalistas y revolucionarias retomen fuerza en movimientos sociales que se orienten a la lucha de clases.
Laje, señala que la derecha tiene que pensar en ser “populista”, esto es romper con la perspectiva más bien tecnócrata típicamente neoliberal y hablar “del pueblo” ubicando por otro lado a los enemigos del mismo, intentando explotar los prejuicios y los atrasos culturales que reproduce el propio sistema, como puede ser el racismo o el machismo. Ahí está ese populismo cuando Donald Trump le habla, por ejemplo, a la clase media blanca arruinada de Estados Unidos y culpa a los migrantes de ello o de destinar recursos a la salud reproductiva de las mujeres.
Es interesante como Laje busca que la derecha deje de pensar en clave de las élites aristocráticas donde comúnmente se mueve este sector, y hable de ir a convencer “al pueblo”, a los pobres, de que, por ejemplo, les conviene el libre mercado y terminar con la educación pública.
La estrategia de Laje es combinar la batalla cultural y la batalla política intentando engañar “al pueblo” con una retórica donde se habla “contra los políticos”, “contra el gobierno” y “contra los impuestos”, una perspectiva por demás demágogica, para posicionar una agenda de entrega a los grandes monopolios, que refuerce los prejuicios más retrógrados de la sociedad y donde llama a sus seguidores a intentar llegar a la juventud posicionando un discurso “rebelde” políticamente incorrecto desde las redes sociales.
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Ante la alianza derechista: la alianza de la mayoría trabajadora
Para que la derecha gane elecciones y avance políticamente, sin duda es necesario que gane a sus posiciones a sectores más allá de la "clase media-alta" y a los ricos, a quienes conviene realmente el capitalismo pues estos son una pequeña minoría. Por ello es clave para Laje pensar en una alianza entre tres sectores:
Los "libertarios", dígase a los neoliberales más radicales quienes buscan privatizarlo todo para "acabar con los políticos", seguramente dentro de la derecha tradicional empalman con muchos, en México por ejemplo hay muchos panistas defensores acérrimos del "libre mercado" formados por la escuela austriaca en universidades como el ITAM. Los conservadores, ahí Laje habla de hacer una alianza entre los sectores de iglesias católica y protestante fundamentalmente, quienes son más políticamente activos, por ejemplo organizando marchas pro-vida; las iglesias tienen una amplia base en sectores populares. Los "patriotas", acá Laje le habla a los más filo fascistas, defensores a ultranza de la "patria" y la nación, sectores que suelen criminalizar la migración y que comúnmente sostienen posiciones chauvinistas y xenófobas; acá convoca a la casta militar entre otros.
Laje plantea que en México hay condiciones para que emerja una “nueva derecha” o ultra derecha populista con esta agenda. Evidentemente, toma nota de la posibilidad del desgaste del gobierno de la Cuarta Transformación, que aunque hoy goza de popularidad aún, ha desplegado políticas que favorecen a los grandes empresarios y afectan a sectores populares y de las clases medias, y Laje espera evidentemente que esto sea capitalizado por la derecha. En todo caso, si esta posibilidad está abierta, también lo está que surjan sectores de la clase trabajadora y la juventud puedan orientarse hacia izquierda, lo cual planteara la posibilidad de una confluencia con las ideas revolucionarias, esto es, terminar con el capitalismo con la acción revolucionaria, la huelga general de la clase trabajadora y sus aliados.
A la alianza derechista que proponen sectores como Laje, hay que oponerle la alianza de los millones de trabajadores que mueven todos los días la sociedad junto a todos los sectores oprimidos. Tenemos el mismo enemigo. Es la misma policía del Estado capitalista que vela por el interés de unos pocos, la que reprime una manifestación estudiantil por educación pública, una huelga de trabajadores, a indígenas que defienden su territorio o una manifestación LGBT. A la derecha le da pavor la posibilidad de que se unan y coordinen las reivindicaciones y las luchas.
Ante estas ideas retrogradas, conservadoras y reaccionarias de la “nueva derecha”, hay que poner en pie una izquierda socialista de la clase obrera y la juventud combativa, que apueste por la coordinación de quienes se luchan contra la opresión y la explotación, y que se prepare para hacerle derrotar a la derecha en la batalla cultural, la política y en todos los frentes.
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