Conversamos con la artivista feminista, abogada y poeta Lala Pasquinelli sobre su nuevo libro “La estafa de la feminidad. Cómo la belleza nos educa para ser sumisas” y el diálogo que entabla con la actualidad.
Miércoles 26 de junio 18:01
“La estafa de la feminidad. Cómo la belleza nos educa para ser sumisas (Planeta, 2024)” es el nuevo libro de Lala Pasquinelli, artivista feminista, abogada y poeta. Continuando con su práctica en “Mujeres que no fueron tapa (MQNFT)”, la organización que desde el 2015 cuestiona los mandatos y los estereotipos que recaen sobre los cuerpos de las mujeres, la autora nos brinda un manual, un libro para la acción, para pensarnos y repensarnos desde el feminismo.
A lo largo de todo el libro, Lala alterna entre la escritura en singular y en plural, contándonos tanto sus experiencias personales como colectivas desde el feminismo y de qué manera ese ideal de feminidad nos afecta. Trayendo al debate diversidad de textos feministas, el libro interpela nuestra cotidianeidad y cómo la atraviesa ese ideal de belleza. Desde una aguda ironía, en cada capítulo, se propone hackear esta estafa que es la feminidad para devolverle desobediencia y rebeldía. Conversamos con ella sobre su libro y la actualidad.
LID: Este libro ve la luz cuando en la situación política argentina proliferan los discursos de odio desde el gobierno de Milei, ¿qué carácter te parece que toma el texto? Más teniendo en cuenta los hechos recientes, siguen cinco personas detenidas que fueron reprimidas en el operativo de Bullrich en la votación de Ley Bases.
Justo cuando asumió el presidente me enteraba que iba a salir el libro. Ni bien arrancó este gobierno y arrancaron las políticas de hambre, hay una cierta conversación que se generó a partir de preguntas: ¿cómo puede ser que la sociedad haya naturalizado estos niveles de crueldad?
La educación en la belleza nos afecta. En un mundo donde más del 30% de las mujeres están en una situación de fragilidad alimentaria, en una crisis alimentaria y pasando hambre, a las que podemos comer se nos somete al hambre voluntariamente, para tener una apariencia física que sea la de esos cuerpos hambreados. La sutilidad de estos dispositivos para normalizar estas formas de la crueldad en nuestros propios cuerpos y una vez que esa crueldad está normalizada en nuestro propios cuerpos, ¿por qué no tendríamos tolerancia hacia la crueldad sobre otros cuerpos?
La violencia en la educación de les niñes, no es algo que decrece, es algo que vemos aumentar en general. La belleza como una pedagogía cruel, una pedagogía de la humillación, del dolor, de normalización de la violencia es instalada en nosotras y produce nuestras identidades en ese sentido desde que somos muy pequeñas, casi desde antes de que tengamos registro de que está sucediendo. Entonces, no es que sólo normalizo la crueldad en relación a mi cuerpo, con la depilación, con la cirugía, con el hambre, con el dolor de las agujas, o la extenuación; es normalizar la crueldad en todos los ámbitos. Como en la educación de los varones, la crueldad se normaliza a través de otros dispositivos.
Toda esta educación que recibimos, la belleza como dispositivo de normalización de la crueldad y pedagogía cruel, conversan muy bien con este presente en el que la crueldad es aceptada, es una metodología de aceptación del estado, sin que nos parezca nada extraordinario, ni nada masivamente repudiable a la generalidad de la población. Por supuesto que siempre hay un grupo de personas a las que sí les parece cruel e inaceptable.
LID: En uno de los capítulos, hablás que esa violencia sutil está desde la educación que recibimos.
La ESI (Ley de Educación Sexual Integral), que pone en cuestión los estereotipos y los mandatos de género, en este gobierno está siendo desmantelado. Hay un discurso que escuchamos, que hay que volver a la familia tradicional; estamos hablando de un retroceso de décadas en materia de perspectiva de género y derechos. Esta educación en la belleza es una educación racista y clasista. Porque la belleza exige características física, de color de piel, que están identificados con determinada clase social, con determinados rasgos, y de los pobladores de centro y norte de Europa. Ese ideal de belleza está profundamente atravesado por la colonialidad y todas estas formas de opresión.
La belleza es un dispositivo más de opresión, entre tantos otros, que permite reproducir el orden social tal cual lo conocemos, y en el caso de quienes somos socializadas como mujeres tiene como objetivo el alineamiento, la despolitización, el desempoderamiento y sobre todo producir esas identidades dóciles para que sigamos haciendo ese trabajo doméstico, el trabajo de producción y reproducción de la vida. Un trabajo valioso, no sólo en términos simbólicos, sino que es valioso en términos económicos, y es lo que le permite al sistema seguir pagando salarios de miseria. Porque si ese salario tuviera que cubrir todo ese trabajo que nosotras hacemos gratuitamente, los salarios serían otros. Es necesario convencer a tantas personas que eso que debería ser pago, lo hacemos voluntariamente y gratis, a costa nuestra y de empobrecernos.
LID: ¿Cómo pensás la belleza en relación a lo laboral? ¿Cómo funciona en el sistema capitalista ese trabajo no pago que se ahorra el patrón y el tiempo que las mujeres les dedicamos a las tareas de cuidado?
Mirando históricamente, como fueron transformándose nuestras identidades, nuestros ideales, hago esta lectura que tiene que ver con este afán de creer que mirando a los varones que tienen el poder, que deciden, que toman decisiones sobre sus vidas, sobre las nuestras, sobre las de todes; se mueven con mayor libertad. Pensamos que si nosotras ocupamos los mismos lugares íbamos a conseguir lo mismo que ellos tienen, ese poder, esa libertad, esos lugares; y en el camino que nos formamos, nos capacitamos, hacemos mil millones de capacitaciones, posgrados, maestrías, intentamos llegar a esos lugares pero los beneficios no llegan. Porque lo que da esos beneficios es ser ese varón blanco, educado, adinerado y no hacer lo que ellos hacen.
Al mismo tiempo, esas tareas que hicimos históricamente que tienen que ver con el cuidado y la producción de la vida, no las dejamos de hacer. No es que nosotras fuimos a ocupar esos lugares y alguien vino a ocupar los nuestros, nosotras los seguimos haciendo. Cada vez son más las tareas que se nos suman, cada vez es mayor el nivel de alineamiento, de explotación, de agotamiento y cada vez son más eficientes los dispositivos que impiden politizar nuestra vida cotidiana, que nos impiden entender que esta extenuación que tenemos, este no llegar, no recibirlos beneficios, no tiene que ver con nosotras. En eso si nos educa la belleza, en que no alcanza, que no lo hicimos bien, que no somos suficientes; tiene que ver con un sistema de opresión que necesita nuestros cuerpos explotados en ese trabajo, que no es reconocido como tal y no es pago; pero al mismo tiempo también necesitan que nosotras creamos que debemos capacitarnos. Hay un extractivismo de esos conocimientos, de esas capacidades, que nosotras vamos a poner al servicio de esas corporaciones, de organizaciones y del estado. Exijamos lo que corresponde por ello, organicemosnos, porque no es una hazaña individual que cada una de nosotras pueda lograr ese reconocimiento.
LID: Es muy interesante en el libro. En cómo se abordan diferentes discusiones que se dan en el feminismo, y vas citando retrospectivamente? discusiones que son parte del movimiento acá en Argentina y en general. Hay acusaciones al feminismo como “blanco y burgués”, como vos planteas muchas veces “hablar de la belleza aparece banalizado y sólo de los sectores privilegiados”.
A mi criterio, cuando aparecen estas críticas hay un desconocimiento de las vivencias de las mujeres de los sectores populares, porque hoy las pibitas de los sectores populares están profundamente atravesadas y arrasadas por estos ideales de belleza, como pasa con las mujeres trans; consumiendo todos estos mismos productos que consume la clase más favorecida pero de menor calidad y que afectan su salud. Las pibas tienen esa desesperación de encajar, de ser sexis, de parecerse a sus referentas, haciendo grandes esfuerzos, autocosificandose y sexualizandose. Poniendo un montón de su energía para transformar su cuerpo, para hacer los desafíos de tiktok, para dar a sus cuerpos una apariencia y una forma que les permita hacer de ese cuerpo una forma de movilidad social. Ya sea pudiendo monetizar algo de eso que tiene que ver con la belleza que produce, a través de una pareja, de un only fans, de un trabajo, lo que sea.
Esto sucede porque vivimos en un mundo absolutamente globalizado donde las personas tenemos acceso a la información y los modelos de belleza, de felicidad y de éxito son los mismos para todas. Así como atraviesa a una pibita de clase media, también atraviesa a una pibita que vive en un contexto de vulnerabilidad económica, no hay una distancia tan grande. También hay bulimia y anorexia, más allá de que haya hambre. No entender eso, o pensar que las personas que viven en un contexto de vulnerabilidad económica de lo único que se ocupan es de la comida es deshumanizar.
Al mismo tiempo estos ideales operan sobre las pibas de las clases populares con muchísima más violencia, porque todos estos hábitos, estos consumos que hay que tener para ser buenas mujeres, para encajar cuestan un montón de plata y por lo que exige la belleza. Exige blanquitud, una determinada forma de cuerpo, exige estos hábitos que están más distantes de las pibas de las clases populares, demandan un esfuerzo mayor, e implica una mayor penalización por quedarse afuera. Porque hoy el ideal de belleza es una exigencia para acceder a cualquier trabajo.
LID. Más en tiempos donde hay menos laburo, donde todo se vuelve más competitivo. En relación a esto, se menciona como estos mandatos afectan a la comunidad trans, y problematizar el no acceso al trabajo y derechos que tendrían que estar garantizados hacen que la calidad de vida sea menor, la expectativa de vida muy baja. Para encajar en esa feminidad el costo que hay que pagar es mucho más alto. La opresión atraviesa a todo el género, pero la división de clases hace que sea aún peor en los sectores populares, ni hablar del racismo.
Están más lejos. Se van a quedar afuera, una mina de treinta y pico de los sectores populares, es “un cuerpo de quinta categoría” en esta conversación. ¿Por ser una mujer pobre no va a tener esas preocupaciones, esas tristezas?
Cuanto más lejos estás de ese ideal de belleza, más penalizada sos, más afuera te quedás, más esfuerzo tenés que hacer y más discriminación y violencia vas a recibir. Es en este sentido como la belleza es clasista y racista, excluye y deja afuera a las personas racializadas, a las personas de clases populares. Con el “Festival de hackeos de estereotipos” (de MQNFT), llegamos a escuelas de todo el país, de otros países también; pero sobre todo en Argentina, en diversos contextos, y la problemática que tiene que ver con el cuerpo, con la belleza las rompe a las pibas, sean de la clase que sean.
Es una discusión muy esteril, en un contexto como este, hacer señalamientos a las compañeras, es una lógica patriarcal. El enemigo está afuera. Si no podemos identificar de dónde viene la opresión, quienes son nuestros verdugos, y como se configura y pensar que porque la compañera habla de tal tema que no es el yo quiero…me parece que es una conversación dañina para el movimiento de mujeres. Menos en un contexto en el que nos encontramos, que necesitamos unidad, no con cualquiera ni de cualquier manera pero necesitamos unidad.
LID: Tomando a Ana de Miguel, que plantea que hemos pasado del “patriarcado de la opresión al patriarcado de la libre elección”, conversamos que lugar ocupaba esto en la juventud. Pero, ¿qué pasa cuando miramos las redes sociales con esa libertad de elegir? ¿y qué relación ves vos con un gobierno que justamente habla de la libertad? ¿Qué valores concreto toma esa frase?
En este momento, muchas de las cosas que veníamos hablando cambiaron de sentido o necesitan ser reformuladas. Cuando se habla de la libertad de elegir de quienes somos socializadas como mujeres siempre y cuando cualquiera de nosotras elija lo que dicta y manda el ideal femenino. Yo elijo libremente depilarme, es una elección libre. Yo elijo libremente someterme a una cirugía que me va a meter plástico entre pecho y espalda. Yo elijo libremente pasar hambre. Ahora si vos querés elegir lo contrario, eso ya deja de ser una elección. Si vos querés elegir no depilarte, no usar maquillaje, dejarte las canas, no hacer dieta, existir sin cumplir esas ritualidades. Eso no está registrado como una elección, ni como parte de una libertad. Eso ya es ser feminazi, ser exagerada, ser dejada, ser abandonada.
LID: Justamente el movimiento feminista planteo un debate y dió la pelea por el derecho y la libertad sobre decidir sobre nuestros cuerpos. Desde los discursos libertarios se niega esto, “con la plata del estado no”(...)
Sos libre, de elegir lo que yo te permito elegir. Esa libertad que tenemos, como hoy sucede con las políticas de género, con la ESI, con el aborto. Libertad es que vos cumplas con las ritualidades de la feminidad, que vos seas dócil, que vos te calles la boca, que vos te sometas. Eso es la libertad para las mujeres y lo otro, ya sos una “loca de mierda”. Sos libre de elegir lo que yo te dejo elegir, lo que está en el manual de las buenas mujeres, todo lo demás no es una elección.
¿Realmente estamos eligiendo? Cuando me dicen que elijo cuando obedezco y cuando elijo por fuera, eso ya me degrada, me baja el precio, me desjerarquiza, y me convierte en una persona que va a ser hostigada. Si las dos opciones que yo tengo no tienen el mismo valor social, el mismo reconocimiento ni las mismas consecuencias, no hay libertad de elección.
LID: En el texto se nota que hay todo un trabajo detrás, están plasmadas conclusiones de una práctica que no es solamente tuya, sino que son conclusiones colectivas. ¿Qué expectativas tenés, a quiénes te gustaría que llegue el libro?
Con el libro había tres cosas que quería que pasaran. Una era unir estos puntos entre la belleza, educación en la feminidad, el trabajo doméstico no remunerado, el sistema económico y político, el salario; todos estos temas que en principio parece que no tienen nada que ver, en el libro se unen.
Lo otro que me interesaba es abrir la conversación de lo que está pasando con la educación de las niñas, contrario a lo que se dice que “las nuevas generaciones vienen con otra cabeza, con otro chip”; la verdad que yo veía es que no sólo no venían con otro chip, sino que ya venía muy programado por estas usinas de construcción de sentido que producen estas identidades sumisas. Es lo que estamos mostrando en las redes de MQNFT, las niñas que hacen skincare, el cumpleaños en el spa, las mascarillas y la sexualización que hay de las infancias.
También compartir unas herramientas, al final del libro. Porque hay una manera de salir de acá que es un camino que exige un trabajo individual pero es un camino que se recorre colectivamente porque necesitas otras para poder desaprender y aprender. Desaprender la sumisión y aprender la rebeldía y politizar nuestras vidas cotidianas.
Esos eran mis objetivos con el libro, quería que lo leyeran obviamente personas que están acompañando niñas en su crecimiento, pero también a quienes se han sentido expulsadas del ideal femenino, quienes se han sentido con esa sensación de rotura, de no encajar, de autoestima arrasada. Esta sensación que no importa lo que hagas nunca va a alcanzar. Llevar esta tranquilidad, a muchas nos ha servido el feminismo; que vos no sos el problema hermana. No estas mal vos, acá hay un sistema de opresión que te hizo mierda y eso se puede reparar.
No creo que llegue a personas que opinen lo opuesto, no creo en evangelizar gente, si creo que es muy importante que quienes sentimos las mismas incomodidades, tenemos las mismas intuiciones o las mismas ideas, y la necesidad de vivir de otras experiencias, que se salen de ese manual de lo femenino, podamos encontrarnos. Podamos saber que hay millones como nosotras y hay vidas más dignas que esto que nos proponen como modelo de vida, esa dignidad tiene que ver con el feminismo, con nuestro movimiento y con una forma de vivir por fuera de esos discursos, o lo más fuera que podamos de esos mandatos. Hay vidas hermosas, con amor, no tienen que ver con las formas tradicionales que nos enseñaron que íbamos a encontrar el amor, la felicidad y la realización.
Carmela Torres
Nació en Gran Buenos Aires en 1987. Militante del PTS y miembro de Contraimagen. Licenciada en Artes Visuales de la UNA y maestranda en Artes Electrónicas de la UNTREF.