Después de Sumo, Daffunchio y Sokol volvieron a encontrarse en 1988 para sacar un disco emblemático, lleno de himnos e inoxidable al paso del tiempo, pero dinamitado por dificultades a la hora de editarlo. Finalmente, en junio de 1991 terminaría saliendo una obra de culto del rock argentino.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Viernes 4 de junio de 2021 00:01
Una remera pintada a mano con la tapa de Corderos en la Noche. Crédito de foto: Daniel Pascual Ugalia.
Esta historia, la de Corderos en la noche, comenzó, como muchas otras, en el mismo lugar: el Valle de Traslasierra. Córdoba tiene muchos valles, todos turísticos. Quizás los que más se destaquen en ese aspecto sean los de Punilla y Calamuchita. Es que tan sólo ahí están Villa Carlos Paz, Cosquín, La Falda, Villa General Belgrano, La Cumbrecita, el Uritorco, entre tantos otros.
Traslasierra, en cambio, está al oeste de la provincia, más allá de las Sierras Grandes. Llegar hasta (o salir de) ahí fue complicado hasta no hace muchas décadas: históricamente se accedía únicamente en burro o caballo, y después de atravesar la huella de una larga pampa entre las sierras. El viejo Camino de las Altas Cumbres (y, sobre todo, su acceso) se fue modernizando lentamente durante ese tiempo, y hasta no hace mucho. En Traslasierra hay alrededor de 25 pueblos y parajes. El de Mina Clavero es el más conocido. Y el más habitado, aunque no supere los diez mil. Es que, por diversos motivos, ese valle fue de los menos intrusados por el humano en Córdoba. Y, por otros motivos, el que cobijó momentos fundacionales en la historia de Sumo y de Las Pelotas.
Ahí fue donde Luca Prodan conoció personalmente a Germán Daffunchio en 1980 (el minuto cero de la Historia, de esta). Hasta ahí es donde luego viajó Alejandro Sokol para darle forma a la primerísima formación: ellos tres más la baterista inglesa Stephanie Nuttal. Y ahí es donde, décadas más tarde, Las Pelotas instaló el estudio en el que comenzó a grabar sus discos.
Ahí, entre la soledad de Traslasierra, y en una historia menos narrada -aunque no desconocida-, Daffunchio eligió recluirse tras la muerte de Prodan. A digerir su existencia después de tanta intensidad: se había bajado de un barco petrolero para cambiar el mar por las sierras. Y, como todos, terminó estallando desde el océano. Tenía 27 años. Luca ya no estaba. Y Sumo había terminado.
El ascetismo de Germán en esos meses de reseteo frente a la naturaleza intensa y primitiva de las sierras se resume en una imagen que no quedó registrada (ni) más (ni menos) que en su memoria: lo que en Corderos en la noche terminó siendo “Levanta polleras”, no comenzó con una letra bosquejada o una sucesión de acordes en una guitarra, sino con un beat de batería que Daffunchio imaginó golpeando unas garrafas. De esa austeridad vendrían otros impulsos más.
El propio “Corderos en la noche”, tema que abre el disco, salió en esos días en donde, del silencio, comenzaban a aparecer cosas. Como canciones. O las ganas de volver a armar una banda. Aunque sea de cero. Y sin Luca. El disco Corderos en la noche se empieza a distribuir en junio de 1991, pero su historia se remonta tres años atrás, a una caballeriza de Traslasierra. Y se prolonga hasta el ’91 entre la instalación en Buenos Aires, shows, temas, constantes cambios de bajista y la postergación del disco hasta esa fecha. En ese período, entre la expectativa y la desazón, Pelotas construyó una decena de canciones que le dieron basamento al proyecto. Y que, con el tiempo, se revalorizó como testamento fundacional. “A pesar de que es un disco que lo escuchó muy poca gente en la época que salió”, piensa Daffunchio.
Como sea, el disco nació en el mismo momento que nacía la banda. Comenzó en 1988, con Germán en Traslasierra, arriando voluntades con algunas canciones. Y siguió durante tres años, con esos y otros temas macerándose entre la voluntad y las turbulencias. “Cada disco tiene muchos latidos de corazón de tu vida en ese momento… y Corderos refleja lo que vivimos en tres años, que es un tiempo largo para hacer un disco”.
Superman, el primero que voló
“A Alberto fue al primero que invité a Traslasierra”, recuerda Germán. Durante un tiempo, Daffunchio y Troglio trabajaron en algunas canciones que iban saliendo. “Me había ido a las sierras porque no sabía qué hacer. Pero ahí apareció un primer arresto creativo. Y surgieron varias cosas”. Comenzaba Las Pelotas.
Todo, claro, tomaría otra forma cuando aparece Alejandro Sokol. Es el tercer Pelotas de cara a lo que sería Corderos en la noche. Sokol se había ido de Sumo después del verano de 1984, tras una estadía caótica de un mes en Villa Gesell, por la que dijo: “Dejé la banda para salvar mi vida”. Luego vino su etapa de reclusión y mormonismo en Hurlingham, aunque para el ’87 comenzaba de a poco su vuelta a través de S.O.K.O.L., un proyecto con interesante predicamento en la zona.
“Cuando lo invité a Alejandro, él estaba con S.O.K.O.L. Y me preguntó si quería cantar. Pero le dije que no. Cuando éramos mucho más chicos, tuvimos algo y cantábamos los dos. Pero de los dos, él siempre era el Freddie Mercury, jaja. A él le gustaba esa cosa. Le salía más natural, le salía mejor. Y a mí, que venía de estar al lado de Luca, me resultaba imposible pensarme al frente de una banda. No tenía mucha fe en mi”.
Germán abandonó por un momento el acantonamiento de Traslasierra para ir a buscar a Alejandro a Hurlingham. Para ir a buscar un cantante. Su viaje de ida guardaba ese propósito. Y, sin siquiera sospecharlo, el viaje de vuelta le agregó lo último que le faltaba. “Regresando a Córdoba, en micro desde Retiro, me golpea la ventana Willy Robles, que había sido bajista de La Sobrecarga. Fue el primero de Las Pelotas y tuvo mucho que ver con ese empuje inicial. Después se fue y comenzó nuestro primer periplo para buscar reemplazo, algo que complicó todo el proceso hacia el disco”.
Mucho antes de que Gabriela Martínez y Gustavo Jove blindaran la base rítmica, Las Pelotas lidió con muchas deserciones. Superman Troglio dejó la banda antes de grabar Máscaras de sal, el segundo disco. Y el de los bajistas en la época pre y post Corderos en la noche fue inconveniente por su constante sucesión. Desde la partida de Willy Robles hasta la época de presentación del álbum debut, pasaron por la banda seis bajos distintos.
En Corderos (editado primero en vinilo y en casete, y recién en 1992 en CD) la mayoría del bajo está grabada por Marcelo Fink. Aunque Diego Arnedo aporta en tres del lado A: “La vaca y el bife”, “Movete” y “Bombachitas rosas”. Uno de guerrilla, uno de culto y un “hit” tardío.
“Estuvimos tres años para poder sacar el disco. Y cuando conseguimos el socio que ponía la guita… nos quedamos sin bajista. Porque… ya no me acuerdo por qué, jaja. Pero, en esa locura, terminé llamando a Diego Arnedo para que viniera a tocar algunos temas que nos faltaban”, recuerda Germán.
En los créditos de Corderos en la noche también aparecen Tomas Sussmann (incorporado a Pelotas como guitarra líder desde 1989 y para siempre), Pepe Gil Vázquez en el saxo de “Shine” (poco saxo y poco reggae en ese primer disco, por cierto) y Ricardo Mollo subiéndose al galope de “Nunca me des la espalda”. “Corderos fue un disco que escuchó muy poca gente cuando salió. Pero además se pasa por alto otra curiosidad: fue la única vez, desde la muerte de Luca, que cuatro Sumo grabaron en un estudio. Alberto (Troglio), Diego (Arnedo), Ricardo (Mollo) y yo”, detalla Germán Daffunchio.
Miedo y libertad
Hoy, Las Pelotas tiene un estudio propio. Y puede decidir cuándo sacar su disco. Todo lo contrario al contexto de Corderos en la noche, un álbum de culto pero lleno de complicaciones y dificultades. Acaso sea por eso que, treinta años después, Daffunchio recuerde de esa época no sólo las canciones, sino también las desavenencias para poder llevarlas a un disco.
“En principio tenía esperanzas de que, como Sumo todavía estaba bajo contrato con Sony, ellos sacarían Corderos. De hecho, nos habían dicho que lo iban a hacer: que trabajemos algún material, que ellos lo sacarían. Pero resultó que, cuando trabajamos ese material, nos dijeron que no estábamos dentro de sus planes. ¿Por qué cuento esto? Porque, a partir de ese momento, tuvimos que proyectar nuestro primer disco… sin nada, jaja”, se ríe amargamente Germán. “No teníamos compañía que nos editara. Y tampoco teníamos un mango partido a la mitad para hacerlo por nuestra cuenta. Hace treinta años, no podías ni siquiera grabar el disco en tu casa. Mucho imprimirlo… y distribuirlo. Era todo un presupuesto que no podíamos abarcar. Hubo entonces que salir a buscar gente que pusiera la guita para hacerlo. Socios”.
En la desesperación, Germán Daffunchio se recuerda a sí mismo yendo a ver a Skay Beilinson y la Negra Poli para que le dijeran cómo se trabajaba la independencia a principios de los ’90. “¡Qué había qué hacer!”, resalta, evocando aquellas dudas y angustias.
“Imagínate con lo que competía Las Pelotas en esa época. Lo recuerdo también como una templanza del espíritu: era bastante frustrante no tener apoyo. Ahí nació nuestra independencia. Estábamos obligados a editarnos nuestra propia música. Y a distribuirla. Eso fue la parte más complicada. Vos hacés un material… pero después necesitás que la gente te escuche. La difusión. Aún no estaba MTV, o recién empezaba, pero necesitabas tener una estructura para que la música circulara. De hecho, Corderos en la noche no tiene video… Aunque todavía en esa época no era una cosa esencial. Pasó a serlo poco tiempo después. Lo mismo pasó con el CD, por eso en la primera edición, la de junio de 1991, es solo en vinilo y casete”.
Otro problema fue grabar, un proceso al que les costó llegar… y cuyas partes, encima, tuvieron que repetirlo. “Fue muy complejo, porque teníamos una determinada cantidad de horas y los técnicos que te tocaban en esa época eran medio de azar. En ese azar, no tuvimos la suerte de tener buena química con el que nos tocó. Entonces lo buscamos a Mario Breuer, con quien teníamos amistad después de haber trabajado en Sumo, y se nos hizo más fácil conectar para aproximarnos adonde queríamos llegar”. ¿Cómo fue ese nuevo trabajo con Breuer? “Mucho mejor: él era un tipo muy amplio, y nosotros nos dedicamos a cometer la menor cantidad de errores posibles”.
La parte acabada del disco, con Mario Breuer en los controles, se grabó en los estudios Panda a principios de 1991. Y salió a la venta en junio, bajo Silly Records. El mismo autosello con el que habían hecho la tirada en casete de la primera grabación de Sumo. Daffunchio admite lo evidente: en la decisión de bautizar “Corderos en la noche” al primer disco de Las Pelotas hubo una especie de juego de espejos y rebote con “Corpiños en la madrugada”, aquella ópera prima de Sumo inspirada también en Traslasierra.
“Más allá de lo musical, Corderos tiene que ver con todo un proceso de vida interno. La muerte de Luca fue muy fuerte. Decidir seguir fue una decisión, digamos, tomada… y había que hacerse cargo de eso. Uno pensaba que sabía dónde se estaba metiendo, pero no tenías idea.”
Las canciones: Muchos mitos existen acá
Dadas las dilaciones de publicación del disco, las canciones de Corderos en la noche tuvieron entre dos o tres años de cocción. Tiempo que Pelotas aprovechó para ir macerándolas. “Los temas los hicimos con Alejandro y Alberto, básicamente. Cada cual tuvo un proceso distinto, pero los fuimos puliendo a medida que las tocábamos. Nos dimos ese tiempo para ir sintiéndolas en vivo, cambiándole cosas a medida que las ejecutábamos. Y además demeábamos mucho en una grabadora de ocho canales. Algunas quedaron en el camino.”
Para el debut de Pelotas, el 5 de noviembre de 1988 en un pub de Villa Luro sobre la avenida Juan B. Justo, Daffunchio recuerda ya tener un repertorio de “doce canciones, de las cuales solo tres serían covers”. Y un año después, cuando ya circulaban por Cemento -aún sin haber sacado un disco- la lista se había ampliado: “En Cemento teníamos una lista de veinte. Y en el medio hacíamos un break, para que Chabán pudiera vender chupi en la barra, jaja. Varios años hicimos eso. Fueron muchísimas noches. Noches y más noches, antes de amanecer, como dice una canción de Corderos, jaja”.
Hay una evidencia de certeza en todo esto que cuenta Germán: circula por YouTube una versión de “Muchos mitos” en aquel show debut de noviembre en el ’88. Dos años y medio antes de que fuera grabado en Corderos en la noche, ese clásico entre hipnótico y explosivo suena ligeramente distinto. Más áspero y primitivo, y con las famosas “guitarras Gillette” de Daffunchio que Pettinato tanto halagaba en Sumo. “La guitarra creo que tiene que ver con mi ascendencia en Sumo”, admite Germán. Desde su germen, aún de una forma distinta a la que fue grabada en Corderos en la noche, “Muchos mitos” insinúa cierta continuidad de “Estallando del océano”, canción que Daffunchio valora como la más indiscutible de Sumo. En ambos casos hay una guitarra en segundo plano, sutil pero contundente, que funciona como médula espinal. Y se trata de la suya.
Esa noche en el pub Dallas Villa Luro, Las Pelotas comenzó el primer show de su historia con “Muchos mitos”. Una especie de ritual que se replicaría en el tiempo. “Está buenísima para arrancar un show. Primero, por ese increscendo: empezaban las violas, después la batería, se sumaba el bajo, luego la voz”, dice Germán. Pero, a la vez, el cantante y guitarrista revela que “al mismo tiempo, ese increscendo… nos permitía ir ajustando cosas del sonido en vivo, jaja”. En épocas donde salir de gira implicaba caer en una ruleta, “podía ser completamente normal ir a un lugar donde las cosas no estuvieran tan preparadas, jaja. El hecho de que aparecieran los instrumentos de a uno, permitía ir escuchando cada cosa, por si hacía falta ajustes finos. Y “Muchos mitos” nos ayudaba a tratar de alinear los astros de la lista… y del sonido, jaja”.
¿Será “Sin hilo” el ‘indiscutible’ de Corderos en la noche? El menos oscuro de un disco oscuro, en una época oscura. Resabios de post punk después del post punk en un disco que quedó para siempre. Cada cual tendrá su respuesta: su favorito de ese menú imposible de rechazar. “De ese disco, soy honesto: me gustan todas las canciones”, banca Daffunchio. Diez en menos de cuarenta minutos. Por qué elegir una, si pueden elegirse todas, ¿no?
Así, entonces, escuchando en orden, al tercer turno aparecerá “Movete”. ¿Es la gema de Corderos en la noche? Pelotas dejó de tocarlo durante mucho tiempo. Hasta que un día invitaron a Chizzo Nápoli y le dieron carta abierta. Entonces el cantante y guitarrista de La Renga eligió “Movete”… y sorprendió a todos. “Esa canción me remite a Alberto (Troglio), porque tiene que ver con cómo era él en la batería. “Movete” tiene una parte rítmica muy fuerte. Bueno, en todas las canciones de ese disco, te das cuenta de que el que está tocando es Alberto”, valora Germán en su recuerdo. “Mucho tiempo después de haberla grabado, como a los veinte años, vino el Chizzo y la eligió. Hacía mucho que no la tocábamos, nos llamó la atención. Terminó estando buenísimo y después la entendimos”.
Sumo venía con un gran repertorio reggae, y solo en unos pocos discos de Las Pelotas no hay algo de eso. Corderos en la noche es parte de esa pequeña excepción. “Fue una cuestión más sanguínea. Era otra época. Los 90s eran… Menem, jaja. Y nosotros, en esos principios de década, éramos mucho más de “Nunca me des la espalda” que otra cosa”, justifica Germán. Y aclara: “Igualmente al reggae lo retomamos en el segundo disco. Ahí tenés, en orden, “Tucán”, “Músculo” y “Si supieras”. El primero que hicimos creo que fue, curiosamente, el último que aparece en Máscaras de sal. Recuerdo de hacer toda la vuelta en un altillo de una casa de Hurlingham, y terminarla con Ale. Tengo la imagen patente de cuando le tarareaba la melodía, y él le agrega partes”.
Treinta años de Corderos en la noche, un disco que Las Pelotas, estas Pelotas, sigue refrendando a la distancia: en sus shows, cuando tocan, varias de esas canciones son escalas obligatorias. Daffunchio le pone en vivo la voz a canciones del único disco en el que no cantó. “Si estuviera Alejandro, quizás estaría bueno volver a grabarlo”, imagina Germán. “Lo que estoy diciendo es un delirio. Pero también es un gusto personal. Quizás me pasa lo mismo con los discos de Sumo. En algún momento averigüé en la compañía discográfica si habían quedado los masters, las cintas madres… pero borraron todo. Una pena, porque hubiese estado alucinante. De ahí, lo único que importaba era la voz. Y todo lo demás podríamos grabarlo de vuelta”.