El nuevo gabinete del primer ministro británico Boris Johnson es muy distinto al dejado por Theresa May. Tras una purga de los viejos secretarios presentó un gabinete plagado de funcionarios euroescépticos.
Jueves 25 de julio de 2019 17:14
Los posibles escenarios del nuevo gobierno dependían, indudablemente, de la composición del nuevo gabinete del primer ministro Boris Johnson. Un nuevo gabinete muy distinto al dejado por Theresa May y una vuelta al viejo sector euroescéptico.
Luego de una serie de purgas, la composición del nuevo gabinete ha dejado en claro qué rumbo tomará el gobierno del flamante primer ministro. El Brexit es más posible que nunca, o, mejor dicho, el Brexit sin acuerdo es más posible que nunca.
En breve: 17 secretarios de estado del gabinete liderado por la exministra May fueron despedidos o renunciaron al ser relegados de sus puestos. Johnson depuró de su círculo incluso a fervientes “brexiteers” y se rodeó de gente que está plenamente alineada con su postura política. Todo funcionario que despertaba una sombra de duda volvió a ocupar su puesto de diputado, o diputada, sin cartera.
Un hecho que ha despertado gran controversia es el nombramiento de asesor superior de Dominic Cumings, el director de la campaña a favor del Brexit durante el referéndum de 2016. No es para menos, muchos analistas consideran a este estrategista, en el mejor de los casos, de una genialidad maléfica y, en el peor, un caso mental. Suyo es el eslogan “recuperemos el control del país”. Ha sido el cerebro detrás del famoso autobús rojo con el eslogan que afirmaba que los 350 millones de libras que Reino Unido (RU) enviaba semanalmente a la Unión Europea (UE) podrían destinarse al servicio nacional de salud (NHS, por sus siglas en inglés) si el RU estuviera fuera de la UE. Cummings fue declarado culpable de desacato a la justicia por no haberse presentado a declarar ante el Parlamento sobre sus supuestas mentiras durante la campaña. Para quienes hayan visto la serie “Brexit: The Uncivil War" seguramente recordarán la figura de Cummings, interpretado por el actor británico Benedict Cumberbatch.
Otro nombramiento polémico es el de Priti Patel como ministra del interior. En noviembre de 2017, Patel renunció a su cargo de ministra de Desarrollo Internacional después de reunirse con figuras políticas israelíes, incluido el primer ministro Benyiamin Netanyahu, sin informar al Gobierno. A pesar de que sus padres emigraron a Gran Bretaña en la década del ’60, Patel votó a favor de un sistema de asilo más estricto, de una aplicación más rigurosa de las normas de inmigración y en contra de la prohibición de encarcelar a mujeres embarazas en cárceles para inmigrantes. Ardiente defensora del Brexit y ferviente opositora al matrimonio igualitario, Patel llegó a plantear restablecer la pena de muerte en el Reino Unido.
La estratégica cartera de Finanzas la desarrollará el exministro del Interior de May, Sajid Javid, un exbanquero euroescéptico y admirador de Margaret Thatcher. El nuevo gabinete es una vuelta al viejo equipo a favor del Leave (salida de la UE) que refleja el ala anti europeísta que siempre ha existido en del partido conservador.
En su primer discurso como Primer Ministro, Johnson aseguró que sigue decidido a que el Reino Unido abandone la Unión Europea el 31 de Octubre –la noche de Halloween– con o sin acuerdo. Con todo, aclaró que este último escenario es “una posibilidad remota” porque está convencido de que sellará “un nuevo acuerdo”. En cuanto a la famosa salvaguarda en la frontera con Irlanda, declaró: “No se preocupen de la salvaguarda, de eso me encargo yo”.
Sin embargo, es altamente improbable que los mandatarios de la UE cambien su postura sobre Irlanda ya que deben respetar el Acuerdo del Viernes Santo, el cual establece que no hay control fronterizo entre la República de Irlanda y el Norte de Irlanda. Obstáculos no faltan, por lo que la promesa de un nuevo acuerdo con la UE puede desvanecerse en el aire. Si fracasa esta opción, Boris Johnson podrá acusar a la UE de intransigente por no querer lograr ningún cambio en los términos de salida y, en consecuencia, la única opción sobre la mesa sería un “Brexit sin acuerdo”, propuesta muy difícil de pasar en el Parlamento.
Dada la escasa mayoría parlamentaria de apenas dos votos y, ante la falta de legitimidad de su mandato, votado apenas por 92.000 cotizantes del partido conservador en su mayoría adultos mayores, varones, blancos pertenecientes a sectores de clase media alta, pareciera ser que preparar el terreno para un “hard Brexit” (Brexit duro) bajo una narrativa populista es la apuesta de Johnson para tratar cerrar la polarización y divisiones existentes.
Una de las contradicciones del Partido Conservador es que la base votante está mayoritariamente a favor del Brexit, mientras que la bancada de diputados está dividida, por eso no puede descartarse que Johnson llame a elecciones anticipadas – si el Laborismo no presenta antes una moción de confianza sobre él. Los sondeos arrojan una victoria mínima para los conservadores porque su base votante –y miembros del partido– se inclinan por el Brexit Party, el partido de Farage, como se expresó en las elecciones europeas de mayo de 2019. Es decir, para ganar las elecciones Johnson tiene que arrancarle la bandera del brexit a su rival. Con un discurso populista, puede incluso arrancarle votos a la base proBrexit del Partido Laborista.
Con un buen recibimiento de los políticos populistas de derecha: Donald Trump de Estados Unidos, Matteo Salvini de Italia, Jair Bolsnaro de Brasil, Pauline Hanson del movimiento “Una Nación” de Australia y los líderes Alice Weidel y Alexander Gualand del partido de extrema derecha y xenófobo Alternativa para Alemania, Johnson puede sentirse victorioso por el momento. No obstante, la aplicación de su política abiertamente neoliberal y desreguladora puede profundizar las tendencias abiertas producto de la crisis del 2008.
El sueño de Johnson de convertirse en primer ministro puede volverse una bebida amarga.