En las elecciones del 30 de enero, el moderado Antonio Costa del Partido Socialista celebra un importante triunfo. Los grandes derrotados: el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista de Portugal, que sostuvieron el gobierno de la “Gerigonça” durante dos períodos (2015-2019 y 2019-2021) y ahora pagan con una debacle electoral.
Carlos Muro @muro_87
Lunes 31 de enero de 2022 09:07
Mientras Antonio Costa alcanzaba la mayoría absoluta, que le permitirá gobernar por su propia cuenta, a la izquierda se vivía una situación de tierra arrasada. El Bloco cae de 19 a 5 diputados y el Partido Comunista Portugués (PCP) junto con los verdes en la CDU (Coalición Democrática Unitaria), cae de 12 a 6 parlamentarios. El PS de Costa, en cambio, sube cinco puntos (del 36,3% al 41,7%).
Como contracara, la extrema derecha de Chega! Ha crecido y se transforma en tercera fuerza. ¿Cómo se explica este cambio en el escenario electoral? Durante todos estos años, las fuerzas de la izquierda reformista como el Bloco y el PCP han sostenido al gobierno de Costa. Un gobierno que aplicó planes neoliberales, militarizó huelgas obreras y benefició a la gran banca. El descontento social creciente con su gobierno lo ha canalizado la extrema derecha, de forma reaccionaria. Ese ha sido el resultado de la subordinación de las fuerzas de izquierda neorreformista al gobierno social liberal.
La experiencia de Portugal es un espejo donde se puede mirar también el neorreformismo español. Los últimos datos electorales indican una caída persistente de Unidas Podemos, mientras, en el flaco de la extrema derecha, viene creciendo VOX. La politica de alianzas con los social liberales para "frenar a la derecha", como planteaban todos los neorreformistas, han dado lugar nada más y nada menos que al crecimiento de esas fuerzas reaccionarias. Una leccion clave para toda la izquierda a nivel mundial.
En este artículo realizaremos un balance de cómo surge y como termina la experiencia de la Gerigonça (un gobierno del PS con el apoyo desde afuera del PCP y el Bloco). También mostraremos el contraste entre esta coalición política apoyada por el neorreformismo luso (basada en el desvío de la lucha de clases para sostener el régimen) con la experiencia de la revolución del 74, donde la clase obrera y los sectores populares tomaron en sus manos un programa avanzado y abrieron paso a la autoorganización para resolver sus demandas más sentidas. En el país donde se vivió una de las revoluciones más interesantes del siglo pasado, la revolución de los claveles de 1974, la izquierda anticapitalista debería sacar algunas lecciones estratégicas para levantar una política de independencia de clase que permita recuperar lo más avanzado de aquella experiencia de la revolución.
¿Cómo llegamos hasta aquí?
El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, disolvía la Asamblea de la República el pasado domingo 5 de diciembre con vistas a las elecciones anticipadas tras la incapacidad del Gobierno del PS de Antonio Costa de sumar los apoyos necesarios para la aprobación de los presupuestos del Estado. Esta vez, sus socios parlamentarios no le brindaron apoyo. El Bloco y el PCP se distanciaban del gobierno, ante la caída en las elecciones, y buscando recuperarse desde la oposición.
El adelanto electoral provocó nuevas discusiones en el neorreformismo, tanto en el territorio luso como español, de si es mejor la forma de gobierno de coalición como en el Estado español o desde fuera como en Portugal. El Bloco de Esquerda (BdE) y el Partido Comunista de Portugal (PCP) se prepararon de nuevo para las elecciones manteniendo la misma estrategia política de gobierno de pacto con el PS. Una lógica conciliadora que se mantiene desde el proceso revolucionario de 1974, sin una izquierda anticapitalista y revolucionaria con un programa de independencia de clase.
El “extremo centro” portugués como garante del régimen
Las mal llamadas “transiciones a la democracia” española y la portuguesa tienen diferencias importantes, pero uno de los elementos comunes es que se buscó edificar regímenes parlamentarios sostenidos alternativamente por dos bloques-partidos principales. Desde 1976, el panorama político portugués ha estado dominado por dos partidos: por el social liberalismo del Partido Socialista (PS) –quien se encargó además de los ataques neoliberales los años siguientes a la revolución contra las empresas ocupadas, desnacionalización y privatización, rebajas salariales y de derechos, y por el centro derecho del Partido Social Demócrata (PSD). El PS fue un agente fundamental de la contrarrevolución democrática, qué junto con el PC se encargó de desviar, apaciguar y bloquear todo el ascenso obrero y vecinal. El PSD –antiguo Partido Popular Democrático, viejo partido de la dictadura salazarista- jugó un rol importante y fundamental para el establecimiento del nuevo régimen parlamentario.
Portugal estableció también su “extremo centro” –como definió en su momento Tariq Alí- como fue la dinámica en todas las democracias capitalistas a nivel internacional, es decir aquellos “donde centroizquierda y el centro-derecha se han compinchado para mantener el statu quo; una dictadura del capital que ha reducido los partidos políticos a la condición de muertos vivientes” [1] De esta manera, la contrarrevolución democrática que dio paso al régimen parlamentario en Portugal encontró su leitmotiv en el turnismo político que sostuviera, como también lo encontró en el Estado español con el PP y el PSOE, el “extremo centro” del PS y el PSD.
Si pegamos un salto en el tiempo, el régimen luso encontró enormes dificultades con la crisis mundial de 2008, algo que no se veía desde la revolución de 1974. Entre 2005 y 2011 fue el PS de José Sócrates fue quien gobernó como primer ministro – igual que en el Estado español donde gobernó el PSOE de Rodríguez Zapatero-. Fue en el periodo de 2008 a 2011 que los gobiernos de toda la UE tuvieron que gestionar la grave crisis económica mundial, por lo que los distintos regímenes impusieron recortes draconianos contra la clase trabajadora y la juventud. Los gobiernos como el luso y el español entraron en una “crisis orgánica”, como diría Antonio Gramsci, que hizo emerger una crisis política, social y económica a los gobiernos del “extremo centro”.
Uno de los momentos clave fue en 2011 cuando Portugal entró en el programa de asistencia financiera de la Troika. Sócrates renunció cuando el Parlamento rechazó su cuarto plan de ajuste en el medio de protestas contra los planes de austeridad. El PS quedaba desacreditado por amplias franjas de la población trabajadora lusa –e implicado en conocidos casos de corrupción- y en una crisis importante. El turnismo político dio paso a la coalición de derechas Partido Social Demócrata y el democristiano Centro Democrático Social-Partido Popular gobernando entre 2011 y 2015 por el primer ministro Pedro Passos Coelho. De esta manera se dejaba paso al centro derecha y se proseguían los ataques a la clase trabajadora y la juventud. Poniendo sobre la mesa todo un paquete de recortes y ajustes designados por la Troika y azuzados por la crisis de la deuda que puso en jaque a los países más endeudados del sur de Europa como Portugal, Estado español o Grecia.
Los neorreformistas sostenedores del “extremo centro”
El turnismo político se puso de nuevo en marcha y el PS entró a gobernar con apoyo PC y Bloco de Esquerda dos veces de forma consecutiva, entre 2015 y 2019 y de nuevo entre 2019-2021. En 2015 surgía así el relato del “gobierno de izquierdas” luso y se sumaba a los proyectos neorreformistas de Podemos que surgía con fuerza en ese momento, con Syriza en Grecia. Un gobierno de “izquierda” que más bien era un gobierno social liberal aplicando políticas del centro derecha sostenida por el BdE y el PC. Formula política que sostuvo (y sigue sosteniendo) Anticapitalista del Estado español, que en ese momento integraba Podemos, y que sus homólogos portugueses integran el BdE.
Como plantea Santiago Lupe [2] el relato de gobierno “antiausteridad” era eso, un relato, dándole continuidad al gobierno de la centro derecha al aceptar Costa un “pacto de estabilidad” para preservar la “disciplina presupuestaria”, y dos meses después rescataba con 2.255 millones de euros el banco Banif, controlada en un 60,5% por el Estado, que acabó vendiéndose al Banco Santander por 150 millones de euros.
Durante las primeras semanas del gobierno de la “Gerigonça” pudo “venderse” el relato de gobierno de izquierda gracias al respaldo de la UE y a la relajación, como en el resto de Europa, de las políticas de austeridad impuestas por los diversos gobiernos tras la crisis de la deuda helena en 2010 unido a la caída y el retroceso de las condiciones de vida y laborales sin precedentes desde la dictadura.
Creciente malestar social
El hartazgo entre la clase trabajadora por la continua degradación de las condiciones de vida y laborales de la inmensa mayoría de la población fue en aumento. Uno de los problemas que agravó el malestar fue los precios de los alquileres, un problema similar en el Estado español.
“Yo pago 600 euros por un piso de una habitación de unos 30 metros cuadrados” declaraba Paula Galán para El Confidencial, o tener que destinar entre el 50% y el 60% del salario para pagarlo. Agravándose con el aumento del turismo antes de la pandemia donde podíamos encontrar en Lisboa que los pisos turísticos representan cuatro de cada diez viviendas disponibles. Nuevamente el gobierno salió con una ley cosmética que ni tan siquiera limitaba el precio. La misma secretaria de Estado de vivienda, Ana Pinho afirmaba “no vamos a limitar el precio del alquiler”.
Otro de los problemas de malestar social se expresó entre 2018 y 2019 donde la lucha de clases volvió a escena, no es de extrañar, ya que después de recortes y ataques a la clase trabajadora, la tradición de lucha lusa volvió a la escena del tablero político, exigiendo aumentos salariales para terminar con medidas de recortes impuestas en el período de crisis y para mejorar las condiciones laborales.
Según la Dirección General de Empleo y Relaciones Laborales (DGERT) en 2019 el número de preavisos de huelga de enero a octubre fue un total de 781, una cifra que superó el total registrado en todo 2018 (733), 2017 (613) y 2016 (488). Unas cifras que no se veían desde 2015 con 811 preavisos de huelga, pero lo cierto es que fue entre 2012 y 2013 con el mayor porcentaje de número de huelgas durante el gobierno de Pedro Passos Coelho, en pleno programa de ajuste, cuando alcanzando 1.895 y 1.534, respectivamente.
En 2018 salieron a la huelga taxistas, enfermeros, ferroviarios, bomberos forestales, funcionarios judiciales y profesores. El 23 febrero de ese mismo año se convocaba la huelga de Los trabajadores del Correo de Portugal (CTT) pidiendo nacionalizar el correo, contra la reestructuración que dejaba 800 despidos. CTT había sido una empresa estatal de 35.000 empleados en el inicio de la revolución, un sector de la vanguardia obrera y con numerosas luchas a sus espaldas. No será hasta que en 2013, con 13.000 de plantilla, que el gobierno del PSD privatiza el 70% de la empresa por 580 millones de euros. El gobierno de la “Gerigonça” mantiene el proceso privatizado.
2019 se iniciaba con una huelga de ferroviarios que paralizó los trenes de todo el país. Los bomberos forestales se movilizaron contra una propuesta del gobierno que cambia el estatuto profesional, elevando la edad jubilatoria y rebajando el salario. Los estibadores del puerto de Setubal paralizaron las actividades durante más de un mes, logrando imponer algunas medidas contra la precariedad laboral. Este sector obrero es estratégico en Portugal, siendo además uno de los sectores de vanguardia en lucha durante la revolución, jugando un papel importante en la coordinación Interempresas o en las comisiones de vecinos de la misma población de Setúbal en 1974-75.
Bajo el gobierno de Costa, los conductores de camiones también salieron a la huelga provocando desabastecimiento de combustible, qué llevó al cierre a más de 1200 gasolineras y colapsó el aeropuerto de Lisboa y algunos puertos. El gobierno declaró el Estado de alerta, con el objetivo de movilizar a fuerzas de seguridad y militares para romper la huelga. La protesta fue convocada por el Sindicato Nacional de Transportistas de Mercancías Peligrosas, con la exigencia de una categoría profesional específica para estos trabajadores. Además, los trabajadores del sector público, de hospitales y escuelas, salieron a la huelga a reclamar subidas salariales que, en el caso de los docentes, estaban congelados desde 2009, año en que comenzó el ajuste impuesto por la Troika a países como Portugal y Grecia.
En julio de 2019 Costa acordó una nueva reforma laboral regresiva con la derecha parlamentaria, que mantuvo los cambios introducidos entre 2011 y 2014 -como por ejemplo la rebaja del despido- como parte de las contraprestaciones para el rescate financiero del país por la troika.
El modelo de “gobierno a la portuguesa”, mostrado como ejemplo a seguir por grupos como Anticapitalista, se mostró como una experiencia contraria a los intereses de la clase trabajadora y los sectores populares. Además, culminó en un estrepitoso fracaso para sus sostenedores por “izquierda”. El PC, y el BdE no solo han sido agentes auxiliares del turnismo político del régimen sino que además de no cuestionar el papel de las burocracias sindicales de la CGT y de la UGT portuguesas, hicieron valer su influencia para que éstas no incendiaran la calle. Y para más inri, eso no impidió depositar su apoyo a las cuentas de 2020 con su abstención.
La lección más estratégica: construir una izquierda socialista y revolucionaria
El gobierno hizo frente a la crisis pandémica, como no podía ser de otra manera, de la misma manera que el resto de gobiernos de la UE, con políticas que repartían migajas hacia abajo y grandes rescates a las principales empresas del país. Mientras los grandes beneficiados fueron las ganancias empresariales y grandes fortunas, decretaba la suspensión del derecho de huelga en el estado de emergencia.
Este inédito decreto, que no se veía desde la dictadura, fue apoyada con entusiasmo por la derecha y la nueva extrema derecha Chega! Pero esta antidemocrática medida tuvo el voto a favor, ni más ni menos, del Bloco de Esquerda y la abstención del PCP. Mientras sectores de trabajadores en los puertos, aeropuertos o automotrices convocaban espontáneamente huelgas, asambleas y paros pidiendo que detengan la producción como medida de protección.
Si nos enfocamos en sus principales medidas económicas y sociales, se ve claramente que estas fueron en un sentido totalmente contrario a lo que la propia clase trabajadora defendió durante la experiencia revolucionaria en Portugal.
Mientras el gobierno de Costa (apoyado por BdE y PCP) rescataba a la banca, durante la revolución los trabajadores se propusieron el control de capitales y la nacionalización. El sector bancario fue muy radicalizado durante la revolución: el 29 de abril de 1974 el “Sindicato dos Trabalhadores Bancários” controlará la salida de capitales y montarán piquetes en las puertas de las sedes bancarias. Frente al intento de golpe de estado del 11 de marzo del 75´ ocupan las instalaciones de los bancos y exigirán su nacionalización, como se produce finalmente. La reivindicación de nacionalización bajo control obrero se vuelve hoy más necesaria que nunca, pero eso no fue defendido por la izquierda que apoyó a Costa.
Siguiendo con las lecciones de la revolución, el problema de la vivienda también fue un problema clave que ninguno de los gobiernos provisionales del PS y el PC resolvieron para el pueblo trabajador, sino más bien no cuestionaron a los grandes propietarios y mantuvieron la ley de suelos de 1965 de la dictadura que favorecía a la gran propiedad. Nada que ver con la experiencia de autoorganización de los vecinos y vecinas. A finales de mayo de 1974 En Setúbal, de tres nuevos barrios, se reunieron y definieron su posición diciendo que "el alquiler debería ser el 10% de los ingresos familiares", pero “debido a la falta de condiciones para llevar a cabo esta propuesta... aprobamos el pago de 500 por habitación y 300 por habitación si se encuentra en el sótano, como primer paso”.
Meses más tarde, el 1 de septiembre de 1975, se formó el Comité de Lucha de Setúbal, órgano coordinador de la ciudad organizado por los habitantes de la ciudad, que aprobó:
1. Nacionalización y municipalización de los suelos urbanos con la socialización de las grandes y medias empresas de construcción civil. Estas nacionalizaciones se hacen sin cualquier indemnización. 2. Eliminación total de nuevas licencias para construcciones de lujo. 3. Elaboración inmediata de construcción social. 4. Socialización inmediata de las viviendas con las excepciones de las viviendas propias.
Es decir, un programa anticapitalista contra la propiedad privada. Nada que ver, con el programa actual del Bloco de Esquerda que tan solo se limita a plantear la creación de un parque de vivienda de 100 mil casas para arrendar entre 150 e 500 euros.
Como si fuera el día de la marmota, el neorreformismo acaba siendo un engranaje auxiliar, sosteniendo una y otra vez al sector “centro-izquierda” del “extremo centro” portugués. Se ha demostrado que ha sido un fracaso tanto en el caso de Portugal como en el Estado español. Tanto una como otra salida, han sido dos vías paralelas de sostenimiento a los partidos socialista y sus políticas neoliberales antiobreras –como la reforma laboral aprobada en el estado español-. En ambos casos la extrema derecha irrumpió y se ha fortalecido.
Contra la visión de partidos como Anticapitalistas –integrados en Portugal en el Bloco, y que fueron fundadores de Podemos en el Estado español– es necesario levantar una verdadera izquierda anticapitalista y revolucionaria, con una clara independencia política y un programa que recoja las mejores lecciones de la revolución del 74´. Un programa que ponga en el centro el desarrollo de la movilización obrera y popular para enfrentar desde ya mismo al nuevo gobierno de turno.
[1] Josefina Martinez, “La crisis del “extremo centro” y los nuevos reformismos europeos”, 26 de diciembre 2015. Ver: https://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/la-crisis-del-extremo-centro-y-los-nuevos-reformismos-europeos/
[2] Santiago Lupe, “El fracaso de Costa y unos socios de izquierda que no han sido alternativa”, 28 de octubre de 2021. Ver: https://www.izquierdadiario.es/El-fracaso-de-Costa-y-unos-socios-de-izquierda-que-no-han-sido-alternativa
Carlos Muro
Nació en la Zaragoza en 1987. Es estudiante de Historia en la UNIZAR. Escribe en Izquierda Diario y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.