Después de décadas en que las discusiones sobre las revisiones salariales y contractuales entre la administración del diario La Jornada y el sindicato (Sitrajor) se resolvían sin necesidad de llegar al estallido de la huelga, causó sorpresa en importantes sectores de la población el cierre del diario, y sobre todo la discusión entre la patronal (apoyada por reconocidos intelectuales que escriben para el diario), y el sindicato.
Miércoles 5 de julio de 2017
Finalizado el conflicto, éste ofrece importante elecciones para los trabajadores del país y las organizaciones sindicales, sociales y políticas.
Una primera lección parte de definir el tipo de conflicto que expresó el estallamiento de huelga. La patronal (entendiendo por tal a los representantes de la empresa y altos ejecutivos), en voz de intelectuales como Paco Ignacio Taibo ll y Rafael Barajas, el “Fisgón”, que el conflicto no tenía razón de ser porque atentaba contra la existencia del diario y la lucha por la democracia. Y que la huelga afectaría a un diario de carácter “estratégico” para las elecciones del 2018.
Pero también que “había mano negra” detrás del mismo, dando entender que el sindicato obedecía a los intereses de Miguel Mancera (probable precandidato a la presidencia por el PRD), y por ende al gobierno de la Ciudad de México.
Sin embargo, como la patronal –contradictoriamente- reconoció, los trabajadores se fueron a huelga en rechazo a la liquidación del 70 por ciento de su contrato colectivo de trabajo. Una grave lesión a los intereses de la clase trabajadora que los últimos años ha motivado importantes conflictos, incluso con tomas de fábricas. Pero que también se han expresado a nivel internacional, como reacción ante la ofensiva neoliberal de las últimas décadas. Ofensiva que en México seguramente veremos recrudecerse ante la política “proteccionista” de Donald Trump.
Es decir, más allá de la filiación ideológica de los miembros del Sitrajor, es evidente que fue un conflicto de carácter sindical y de defensa de derechos adquiridos, los cuales son irrenunciables.
Por lo tanto, la campaña de satanización contra los objetivos supuestamente liquidacionistas del sindicato impulsada por el frente único formado por los intelectuales "progresistas" -de filiación morenista o simpatizantes del Morena que dirige Andrés Manuel López Obrador-, no solamente buscaba aislar a los huelguistas ante la opinión pública, sino que expresó también una preocupación política por el rol que La Jornada podría desempeñar en apoyo a un determinado candidato -que en este caso parece ser… ante Andrés Manuel López Obrador.
La declaración de AMLO de solidaridad con Carmen Lira, directora de La Jornada -desconociendo así la legitimidad del movimiento de huelga, y el derecho de los trabajadores a la huelga misma-, apunta en ese sentido.
En las discusiones sobre el conflicto, resaltó la sorprendente reacción de Ignacio Taibo ll, que en los hechos llamó a desconocer el derecho de huelga de los trabajadores, algo inaceptable para el Sitrajor y para cualquier sindicato en todo el mundo.
Lo que muestra la posibilidad de que, en cualquier intelectual progresista, incluso reconocido por su simpatía con luchas de los trabajadores, en épocas de crisis política y de construcción de proyectos de centroizquierda (como el Morena), prime más su criterio como clase media "progre", por encima de los intereses de la clase trabajadora y sus instituciones (los sindicatos).
Una huelga corta, pero emblemática
Sin ser un movimiento de huelga que exprese una relación estrecha con el movimiento obrero, y dadas sus propias características como sindicato de medios, esta corta huelga impactó más en el sector de centroizquierda expresado por La Jornada y sus lectores. Al mismo tiempo que abrió un incipiente proceso de polarización en torno al proyecto editorial, producto del giro a la derecha a sectores de intelectuales que hasta ahora tenían un discurso progresista.
Lamentablemente, pocas organizaciones reflexionaron sobre carácter del conflicto, el marco nacional de crisis en que se desarrolló, y por qué expresó tanta polarización.
Sin ignorar que La Jornada tiene un corte editorial crítico e independiente respecto al gobierno -aunque vinculado al Morena-, los reclamos de la Secretaria General del Sitrajor, Judith Calderón, sobre la intención de la empresa de desaparecer la prestación consistente en dos páginas mensuales puestas al servicio de los movimientos obreros y sociales y de derechos humanos, constituye un retroceso considerable en la historia de este diario.
Esta medida evidentemente responde a un criterio político y empresarial que busca profundizar un perfil moderado del diario La Jornada.
Para los trabajadores, los movimientos ambientalistas, los activistas campesinos, indígenas y sociales, esta medida tiene una importante repercusión. Respondiendo a la pregunta del Fisgón sobre a quién conviene la desaparición del diario (algo que no se propone el sindicato).
La pregunta que tenemos que hacernos la izquierda y los activistas sociales, es ¿a quién conviene la pérdida de una tribuna que da la voz a los desaparecidos, a las denuncias de feminicidios, del autoritarismo del régimen, etcétera?
A reserva de seguir más de cerca el desarrollo político del diario, una conclusión obvia, es que el proyecto crítico que mantuvo por años La Jornada se está desdibujando.
Los criterios empresariales que denuncia el sindicato están haciendo de este diario un negocio que para prosperar como tal, tendrá que aplicar medidas cada vez más drásticas contra su plantilla laboral. En donde la existencia de un sindicato que hoy hace uso de su derecho para defender las conquistas plantea abiertamente una expresión de la lucha de clases en un diario que fue durante años una alternativa para la situación.
Por lo que un fenómeno social -y político- que expresa esta lucha es la división del proyecto de la centroizquierda como expresión del descontento que surge ante el autoritarismo del priísmo, y que tuvo continuidad durante los 12 años de alternancia panista.
Más allá de que la relación de fuerzas hoy es favorable al sector de centroizquierda expresado por los directivos de La Jornada, el frente de intelectuales simpatizantes del Morena y el laudo de las autoridades laborales que desconoció la huelga, aunque el Sitrajor haya tenido que bajar las banderas de huelga, es sintomático que el sindicato se haya atrevido a ir más allá del emplazamiento a huelga.
Al mismo tiempo, es una primera medición de fuerzas entre el sindicato y la patronal que marca una nueva etapa para el Sitrajor -que no estará exenta y ataques intentos de debilitamiento-, donde la crisis política que vive el país, y la disputa por los proyectos para enfrentar al gobierno priísta en el 2018, podría acelerar las contradicciones existentes entre estos sectores de la centroizquierda.
Desde el MTS, creemos que el Sitrajor necesita avanzar en una definición de clase que lo ligue al movimiento obrero que resiste los planes neoliberales y de esa manera tienda a fortalecerse como organización sindical.
La huelga en La Jornada abre un debate sobre el cual las organizaciones sindicales, sociales estudiantiles y populares, tendrían que pronunciarse.
Mario Caballero
Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.