Tras la ola de protestas desatadas en Chile y la situación de los trabajadores y las trabajadoras, muchos recordaron la actitud de resistencia y transgresión del escritor Pedro Lemebel, que marcó un hito en la cultura de su país y en el mundo.
Viernes 25 de octubre de 2019 20:53
Lemebel nació en Santiago de Chile, en 1952. Fue un escritor, artista visual y cronista chileno, que logró construir un estilo provocador y sensible. Mezcló el humor, la desolación, la ternura, el barroquismo y la sencillez, convirtiéndose en un autor único así como un ícono de la narrativa latinoamericana.
Fue, también, el único escritor chileno que se maquillaba y usaba zapatos de tacón alto en público, desafiando así las normas de una moral conservadora.
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Lemebel comenzó su carrera literaria a comienzos de los años ochenta, integrándose a un taller literario donde escribía cuentos. Allí tuvo contacto con escritoras feministas y de izquierda como Pía Barros, Raquel Olea, Diamela Eltit y Nelly Richard, quienes lo introdujeron en una cultura alternativa que se porsicionaba en contra de la dictadura militar.
Escritor performático, fue en gran parte reconocido cuando fundó junto el poeta Franciso Casas el dúo artístico Las Yeguas del Apocalipsis. Realizaron su primera intervención en La Chascona, antigua residencia de Pablo Neruda.
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En 1995, publicó su primer libro, La esquina es mi corazón, una recopilación de crónicas urbanas publicadas anteriormente en diversos medios. El libro es uno de los favoritos de los lectores, ya que denuncia con gran sensibilidad literaria la frialdad de la dictadura. En una de estas crónicas, titulada La ciudad sin ti...está solitaria, narra una historia de amor en medio de un Chile dictatorial. Cruza la ternura masculina con la rebeldía, la ciudad solitaria, la nostalgia del tacto y las protestas en cada esquina:
“No lo podías creer y me mirabas y cantabas ‘todas las calles llenas de gente están y por el aire suena una música’. Te vine a hacer compañía, compañero, dije tiritando de tímido. Bienvenida sea su compañía, compañero, me contestaste pasándome el pucho a medio consumir por tu boca jugosa. No fumo, te contesté con pudor. Entonces no fumaba, ni piteaba, ni tomaba, ni jalaba, sólo amaba con la furia apasionada de los 17 años. Pueden venir los fachos, ¿no tienes miedo? Te contesté que no, temblando. Es por el frío, esta noche hace mucho frío. No me creíste, pero enlazaste tu brazo en mis hombros con un cálido apretón.
(...) Nunca más supe de ti, quizás escondido, arrancado, torturado, acribillado o desaparecido en el pentagrama impune y sin música del duelo patrio. Algo me dice que fue así. Santiago es una esquina, Santiago no es el gran mundo, aquí algún día todo se sabe. Por eso hoy, al escuchar esa canción, la canto sin voz, sólo para ti, y camino trizando los charcos del parque. Este invierno se viene duro, cae la tarde otoñal en el cielo reflejado en las pozas. Aglomeraciones de autos tocan bocinas en los semáforos. Van y vienen los estudiantes con sus pasamontañas para el frío y la protesta. Los santiaguinos se agolpan en los paraderos del gran Santiago en masa, en tumultos, en una muchedumbre alborotada que colma las calles… ‘Mas la ciudad sin ti… mi corazón sin ti… está solitario’”.
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Lemebel supo conectar la poesía en su extrema sensibilidad con la denuncia directa y personal de lo que acontecía políticamente. Su poema más resonado, Manifiesto (Hablo por mi diferencia), es una denuncia emotiva de su experiencia como homosexual y comunista, rechazado por la sociedad chilena y también por su partido, cargando con risas como heridas en la espalda, preguntándose por un futuro incierto, aceptándose diferente:
(...) ¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipócrita
¿Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
¿No cree usted
que solos en la sierra
algo se nos iba a ocurrir?
Aunque después me odie
Por corromper su moral revolucionaria
¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor (...).
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El escritor murió en Santiago, el 23 de enero de 2015, tras una lucha contra el cáncer de laringe, que había afectado parte de su voz.
El 4 de septiembre de 2013 fue galardonado con el Premio José Donoso. En 2014 fue nominado al Premio Altazor de Ensayo y Escrituras de la Memoria, por Poco hombre y al Premio Nacional de Literatura.
Su mayor legado fue una escritura innovadora y rebelde que supo interpelar una sociedad injusta, y que hoy se actualiza y se vuelve a leer en medio de un contexto que exige la lucha.