Novelista, político y militar, fue autor de una obra que se convertiría en una de las más leída de su siglo. En Ben-hur se sintetizaron las dos corrientes en pugna en la novela norteamericana del período de la Reconstrucción.
Viernes 15 de febrero de 2019
Ben-Hur (1880) es la historia de un noble judío en los tiempos donde comenzaba a gestarse el Nuevo Testamento. Fue la novela más vendida en los Estados Unidos en el siglo XIX. Y junto con La cabaña del tíoTom, de Harriet Beecher, constituyó una de las primeras obras de ficción leídas masivamente por el público norteamericano.
Lewis Wallace fue un abogado, político y militar de su país. De la estirpe de esos burgueses polifuncionales tan comunes a su tiempo. Como general de división, durante la guerra civil cometió un error fatal. Un destino similar al del protagonista de su novela.
Y al igual que Ben-Hur, tuvo la oportunidad de limpiar su honor frente a quienes lo habían maltratado. Uno evitando la toma de Washington por parte de los confederados y el otro ganando una memorable carrera de cuadriga, ambos recuperan su prestigio a través de un acto heroico.
Sin embargo, Ben-Hur es mucho más que una historia de expiación. Ludwig Lewusoh ha señalado que el auge de la novela histórica en los Estados Unidos coincidió con una ensoñación hacia adelante. Buscando en los dramas del pasado las enseñanzas para forjar el imperio del futuro.
Realismo y romanticismo en el siglo XIX yanqui
Si la generación de entreguerras (Fitzgerald, Hemingway) será la primera en rebelarse al mundo como un producto genuinamente norteamericano, lo cierto es que esa voz propia se comenzó a gestar luego de la Guerra de Secesión (1861-1865) .
Para 1880, la novela alcanza un lugar dominante en la literatura norteamericana impulsada por los folletines. La novela asume las funciones de otros géneros literarios. Se convierte en fuente de poesía y de modelos éticos, de drama y del ensayo.
Aunque la novela realista subsiste en la forma, para finales del siglo XIX se enfrenta a una reacción semi-romántica. Se abandona el presente nacional por el pasado extranjero y exótico.
Los que persisten en los temas nacionales reposan en el bronce de las estatuas y los balances comunes. Las fuerzas sociales operantes para la aparición de este espacio creativo serán la necesidad de americanizar a una masa de lectores plurinacionales y los gustos de una burguesía que se volvía cada vez más cosmopolita y ambiciosa.
Jesucristo Superstar
Judá y Massala son dos amigos a los que el paso a la adultez convierte en enemigos. A través de ellos hablan los pueblos de Israel y de Roma, Dios y Júpiter, la raza y el imperio, la bondad y la conquista.
El resto de los personajes de la obra son complementarios a este enfrentamiento, superficiales y casi vanos. Sus diálogos sólo brillan si rebotan o reafirman las carácteristicas de Massala o de Ben-Hur. Para ellos, la historia depara la caída del segundo y su reivindicación definitiva en una espectacular carrera de cuadrigas magistralmente narrada.
Además del enfrentamiento entre los dos enemigos, la novela narra la conversión de Ben-Hur a la fe de Jesucristo, a quien conoce personalmente y se vuelve su seguidor. La recomposición moral del protagonista, que precede a la material, también se nutre de aquel bautismo. De esa forma la caída de Massala ante Ben-Hur es también la de Júpiter ante Dios.
Wallace tuvo la cautela de que los personajes bíblicos aparezcan sin enredarlos en las contradicciones de las pasiones humanas. Con la excepción de quienes ya esperábamos aquello, porque así lo dice la Biblia. Verdaderos Deus ex machina , aparecen para llevar la trama a dónde haga falta.
La función realista, rigor y ensueño
Las digresiones detallistas respecto a las casas, ciudades o mercados donde se desarrollará la trama se extienden por páginas y páginas. Antes de que la acción comience, el lector tiene fijada ya la fotografía del lugar donde ocurrirán.
Para desarrollar su novela Wallace recurrió a archivos y bibliotecas, sin salir de su país. Un ejemplo de su rigurosidad: años después, Wallace pudo comprobar cotejando los archivos de Estambul que su descripción del trirreme griego había errado sólamente en la descripción del largo de la cubierta por unos pocos metros.
Nuestra familiaridad con el cine o la fotografía volvió a este detallismo redundante. Pero hay que ver en él una tensión gráfica que maravilló a los lectores populares. Por primera vez leían cómo se vestían, comían y vivían los hombres y mujeres que fueron contemporáneos a Jesús. Por momentos, la novela parece el guión para una película.
Desde el presente, cuando leemos sus fatigosas descripciones, sus personajes superficiales y diálogos acartonados nos cuesta entender porqué Anotaciones de Mark Twain en otro libro publicado por Wallace nos revelan que el autor de Las aventuras de Huckleberry Finn se burlaba de la gramática anticuada de su colega. Twain terminó parodiando a estas pomposas novelas históricas en Un yanqui en la corte del Rey Arturo
Es probable que estos comentarios hayan sido movidos por esa frustración que genera que le vaya bien a las cosas que no nos gustan.