Los continuos ataques a la sanidad pública han llevado a una enorme degradación de este servicio público. Para las personas trans que deciden hormonarse esto se traduce en inmensas listas de espera para endocrinología, en desesperanza y angustia, pero también en rabia, organización y lucha.
Viernes 31 de marzo de 2023
Una gran parte de la población trans sufre de lo que se llama “disforia de género”, es decir, cuando surge una incomodidad y rechazo profundo al percibir que tu sexo biológico no coincide con tu identidad de género. Esto puede llegar a provocar ansiedad, depresión, falta de autoestima, problemas a la hora de socializar, y en algunos de los casos, el suicidio.
Hay personas trans que no se someten a tratamientos de reemplazamiento hormonal, ya que no hay un manual de instrucciones que las personas trans debemos seguir sobre cómo debemos ser y comportarnos; es igual de válido decidir hormonarse a él decidir no hacerlo, ya que esa decisión no define tu identidad de género.
Dicho esto, es una realidad que la disforia de género es un problema grave que se da en muchos casos, y por ende por muchos motivos diferentes; ya sea la disconformidad con une misme, la exclusión social que sufrimos al no encajar en unos roles determinados, etc. Hay estudios que determinan que no hay una causa exacta para la disforia, pueden ser los genes, los factores culturales, etc. Lo que está claro es que somos las personas trans las que sabemos si lo sufrimos o no, y no debemos darle explicaciones a nadie.
Hasta la aprobación de la actual Ley Trans, no era posible que te reconocieran tu nombre (que aparece oficialmente teniendo en cuenta la enorme discriminación laboral por ser trans, por ejemplo) sin tener que pasar el actual proceso de dos años de evaluación psicológica, patologización y medicalización, teniendo que presentar un informe médico y 24 meses de hormonación en base a la ley de 2007. Aun con el avance arrancado durante años de lucha que supone esta ley, el actual estado de la sanidad nos lleva a cuestionar cómo se van a desarrollar las conquistas para las personas trans en el sistema sanitario en una sanidad pública desfinanciada y privatizada durante décadas de recortes, casi sin educación sexual en las escuelas y con una patronal que nos discrimina o dejando fuera a la personas migrantes.
Una vez una persona trans decide que quiere hormonarse, entra en el juego el factor médico. En la mayoría de los casos las listas de espera son inmensas, aproximadamente de 1 año para poder tener consulta con un endocrino. Esto se une al resto de citas médicas que debes tener de antemano, primero con el médico de cabecera y después para los análisis de sangre. Si sumas todas las citas, y sin tener en cuenta que puedas llegar a tener algún problema médico que complique el proceso, puedes llegar a tener que esperar años para poder acceder a las hormonas.
Además, el propio hecho de acceder a las hormonas es un privilegio que no todes podemos tener. No se tienen en cuenta a las personas trans migrantes, las cuáles aparte de tener los trabajos más precarios y una situación social muy vulnerable, no tienen la posibilidad de acceder a servicios como este, por lo que acaban recurriendo a las hormonas por caminos mucho más peligrosos, sin el seguimiento de un especialista.
Al igual que las personas trans de la clase trabajadora, que somos las que tenemos que aguantar y esperar estas listas de espera interminables, conformarnos con años de espera porque “no se puede hacer otra cosa”.
Pero, ¿Por qué no tenemos servicios públicos de calidad accesibles para todes?
La sanidad pública está infrafinanciada. Los médicos están desbordados, con una cantidad de pacientes gigantesca y una gran falta de recursos. Mientras el gobierno de PSOE y UP se dedica a invertir millones de euros en presupuestos militares, vemos como la sanidad pública, en la cual se invierte mucho menos, se desborda. Esto hace que las listas de espera sean tan largas y que no podamos acceder a un derecho que nos pertenece tan necesario e importante como lo es la sanidad.
La infrafinanciación por parte del estado se une a la privatización a la que se enfrenta la sanidad pública, lo que hace que los servicios empeoren cada vez más, y que los trabajadores cada vez se vean más precarizados. Servicios que antes estaban al servicio público han pasado a privatizarse y estar bajo el mando de empresas privadas, las cuáles solo buscan su propio beneficio.
Está situación es insostenible en un sistema capitalista que solo tiene en cuenta los intereses de la clase dominante. La sanidad privada es un negocio al que no están dispuestos a renunciar. Porque lo único que se busca es que una minoría de capitalistas atesore la mayoría de la riqueza existente mientras el resto de la población (aplastantemente mayoritaria) se conforme con las migajas, con peores condiciones de vida, trabajos hiper precarizados, servicios públicos de baja calidad, una subida de inflación extrema, salarios bajísimos, etc.
Lo que nos venden por democracia es realmente una dictadura burguesa. Mientras sigan existiendo las clases sociales, mientras los capitalistas sigan explotando y sacando cada pizca de plusvalía al trabajador, la sanidad va a seguir de la manera en la que está.
Y esto no solo pasa en endocrinología, sino en cada rama de la medicina. Ya sea porque tengas que someterte a una operación, tengas un catarro o una enfermedad, lo más probable es que no puedan atenderte en un periodo corto de tiempo. Y por no hablar de las urgencias, que están completamente desbordadas y precarizadas, donde los médicos y los auxiliares no dan a basto.
¿Frente a esta situación qué es lo que podemos hacer?
En el último tiempo hemos visto a las y los trabajadores sanitarios junto a usuarios dar importantes peleas en defensa de una sanidad pública y de calidad, también a las personas trans luchar por conquistar derechos y a las mujeres movilizarse contra las políticas de precariedad, contra el avance de la derecha y los discursos reaccionarios.
En este escenario por lo que tenemos que apostar es por una clase trabajadora unida y diversa, que luche junto a las personas trans, las mujeres, las personas racializadas, las disidencias sexuales, etc. Solo coordinando las luchas y auto-organizándonos de manera colectiva conseguiremos mejorar nuestra condiciones, conseguiremos acabar con la privatización de los servicios públicos, con las clases sociales y con un sistema capitalista cuyas bases son la explotación y la desigualdad.
La lucha es necesaria para que las personas trans podamos acceder a las hormonas de forma rápida, asequible y segura. Queremos que no se nos cuestione en cada consulta, que los médicos y todos y cada uno de los sectores tenga formación en diversidad, queremos que no se nos estigmatice, que se nos deje decidir lo que queremos, y que tengamos a nuestro alcance la forma de hacerlo.
No queremos a una extrema derecha desatada que niega nuestra identidad y que quiere hacer que retrocedamos en nuestros derechos, pero tampoco queremos un gobierno de izquierdas que se dice “progresista” mientras manda a policía a reprimir a manifestaciones lgtb, mientras mata a migrantes en Melilla, mientras fomenta la guerra y la privatización del sector sociosanitario, etc.
Solo mediante la autoorganización y lucha independiente de los sectores oprimidos y la clase trabajadora acabaremos con un sistema al servicio del capital. Solo si nos unimos y tomamos consciencia de nuestra hegemonía podremos luchar por una sociedad donde los servicios públicos sean de calidad y accesibles para todes, donde no haya clases sociales, y donde las personas trans que quieran hormonarse puedan hacerlo sin tantas trabas e impedimentos.
Luchamos por una sociedad socialista, para que la clase trabajadora logre su emancipación y esté libre de toda opresión. Donde la lucha y la autoorganización obrera y estudiantil de sus frutos, y donde en vez de conformarnos con migajas podamos conseguir el pan entero. Una sociedad en la que además no haya normas de género que transgredir, ningún capitalista que se beneficie de como nos relacionamos para reproducir a la siguiente generación que explotar, ni estado que reconocer nuestras vivencias de genero e identidad.