La tercera parte del documental, “El poder popular” da cuenta de uno de los fenómenos más significativos que se desarrollaron en ese periodo: los Cordones Industriales. Pese a ser un factor relevante en el desarrollo de los acontecimientos que conciernen al gobierno de Salvador Allende, los Cordones Industriales constituyen un fragmento de la historia escasamente reconocido y comentado como parte de la experiencia política de la izquierda, la clase trabajadora y el pueblo. Y es que la decisión estratégica de la clase dominante, la burguesía, fue aplastar violentamente esa experiencia desde mucho antes del Golpe cívico-militar, y con éste, sepultarlos en el olvido.
Los Cordones Industriales generaron un temor profundo en los poderosos, que se fundaba sobre su embrionario poder: eran organizaciones territoriales que coordinaban las luchas de obreros y obreras de decenas de fábricas y empresas de una misma zona. Estos organismos surgen en junio de 1972 a partir de una serie de conflictos obreros en la zona de Cerrillos Maipú, donde las y los trabajadores comienzan a unir demandas económicas con la demanda de pasar al Área de Propiedad Social.
El plan original del gobierno de Allende pensaba la estatización de 90 industrias estratégicas, sin embargo, la expectativa de estas franjas de la clase trabajadora iba más allá. El cordón industrial Cerrillos Maipú exigía el paso de sus industrias al área social, pero bajo control de las y los trabajadores. No es hasta octubre de 1972, durante el “paro patronal’’, que los cordones se extienden por todo el territorio chileno. Y esto ocurre por una necesidad muy concreta, que era no parar la producción, no permitir el boicot que los empresarios y el imperialismo querían imponer al proceso:
“lo más importante para resistir, era responder a cuestiones relativas a la organización de la producción y el abastecimiento (...) los trabajadores y trabajadoras respondieron tomándose las fábricas paralizadas por los patrones y poniéndolas a producir bajo su control mientras exigían el traspaso al área de propiedad social”.
Los cordones industriales proliferan desde entonces y comienzan no solamente a coordinar las luchas sino a controlar las fábricas y combatir en común los efectos del paro. La organización se va tornando cada vez más profunda. No solamente cuestionan la propiedad privada de los medios de producción, sino también del transporte y el comercio. Si bien las y los trabajadores de los Cordones Industriales defendían a lo que entendían como su gobierno (la Unidad Popular) eran críticos e independientes de éste. Tampoco eran dependientes de la CUT, puesto que su labor trascendía lo sindical; generaron alianzas con campesinos, estudiantes y pobladores, que se extendieron más allá del paro patronal de octubre del 72.
El horizonte de quienes conformaban los cordones era de transformación radical, puesto que veían en esa forma de organización la demostración de la capacidad que tiene la clase trabajadora para conducir la vida social. El marcado interés de clase que había en el objetivo de los cordones atraía a los obreros y obreras más comprometidos, generaba adhesiones inesperadas: había una expresión práctica y concreta de la propia fuerza para llevar a cabo un proceso verdaderamente revolucionario. Recordemos que la derecha y los sectores del empresariado nacional, aliados con el imperialismo, estaban llevando a cabo una ofensiva contra cualquier medida que pusiera en peligro sus privilegios, y por supuesto, contra el proceso en su conjunto. El ambiente de conflictividad era alto, existían riñas callejeras y enfrentamientos entre miembros de los grupos fascistas como Patria y Libertad contra las y los trabajadores organizados. El gobierno de Allende, por su parte, buscó bajar el paro mediante negociaciones con la Democracia Cristiana, demostrando donde depositaban realmente los gobernantes su confianza.
La potencia de los Cordones Industriales consistía en ser una experiencia que preparaba a sectores activos de la clase trabajadora en el ejercicio del gobierno de sus propios destinos: se veían a sí mismos como una institucionalidad alternativa al Estado burgués. Su capacidad de respuesta tanto frente a los problemas locales como a los de la política nacional era elevada, por ello generaban también cohesión social y se presentaban como un espacio de deliberación política, en base a delegados y delegadas mandatadas desde sus asambleas de base y revocables. Fue un proceso de articulación y acción política gestado sin ceñirse a la institucionalidad establecida; los Cordones Industriales expresaron la iniciativa de las masas y no se limitaron a los márgenes que le imponía el régimen político chileno. Abrieron una perspectiva de lucha y autoorganización inédita en Chile, en contraposición a la política del gobierno de Allende, que frente al paro de la burguesía deciden impulsar el gabinete cívico-militar y la Ley de Control de Armas. Esta última medida, significó represión y violentos allanamientos en fábricas y poblaciones. Si bien el gobierno intentó levantar además un plan para la devolución de las empresas tomadas, por oposición de los cordones, no logró llevarlo adelante.
Ya cuando el golpe de Estado era una cuestión inminente, los cordones advirtieron en una conocida carta pública al “compañero presidente” que, de no armar a la clase trabajadora, “será responsable de llevar al país, no a una guerra civil que ya está en pleno desarrollo, sino que a la masacre fría, planificada, de la clase obrera más consciente y organizada de Latinoamérica”. Y esto resulta ser un lamentable presagio de los acontecimientos que sucedieron. Tras el golpe, los cordones son furiosamente reprimidos, y la mayoría de sus participantes, son torturados, asesinados, desaparecidos.
No fue solamente su nivel de articulación práctica, sino también su radicalidad y convicción política, que los configuraron como verdaderos enemigos para la burguesía, puesto que tenían la semilla de una forma diferente de construir las relaciones sociales: eran la manifestación más viva de la participación activa y consciente de sectores de la clase trabajadora en el proceso revolucionario en curso. Los Cordones constituyeron una forma de organización en manos de la propia clase trabajadora y sectores oprimidos, desde las bases, de forma democrática, sin ningún corporativismo, creando un órgano de combate para la lucha de clases, que podría haber avanzado a convertirse en un órgano de poder del proletariado. Sin embargo, las fuerzas políticas de la época que dirigían el proceso, particularmente el sector allendista del Partido Socialista y el Partido Comunista, no apuestan por el fortalecimiento de esta perspectiva embrionaria de poder, sino en la estructura del Estado burgués y en la negociación con las fuerzas golpistas; política que tiene como resultado catastrófico el robustecimiento de los reaccionarios y desemboca en uno de los golpes de Estado más cruentos de América Latina.
La importancia de la autoorganización radica en que en sus bases está el germen de una forma diferente de hacer política, y cuyo centro está en la conformación de sujetas y sujetos políticos, la coordinación de las luchas y la construcción de un poder alternativo, el poder de la clase trabajadora, de quienes vivimos la opresión y la explotación cotidianamente. En un escenario como el que nos encontramos, la creación de organismos de autoorganización como mecanismos que permiten unificar a la clase trabajadora y sectores populares, resulta una tarea ineludible para enfrentar efectivamente a los poderosos. “A diferencia del capitalismo, el socialismo no se construye mecánicamente, sino conscientemente”. La victoria es una tarea estratégica, y por lo mismo, es necesario prepararla. Son aquellas experiencias, como la de los cordones industriales, las que nos muestran un camino para construir otra sociedad, superando al capitalismo patriarcal y racista como sistema de dominación en todas las esferas de la vida.
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