Relato de un trabajador aeronáutico argentino, a partir de la decisión que tomó junto a sus compañeros de negarse a reforzar su trabajo y comprometer la huelga de los trabajadores chilenos
Lunes 21 de octubre de 2019 22:42
Hace muchos años, para cuando LAN CHILE se instaló en el mercado aerocomercial argentino, sabíamos de qué venia esa patronal. Su marca registrada era el sindicato por empresa.
Los que venimos de la pelea contra el cierre de Lineas Aereas Federales Sociedad Anónima (LAFSA) teníamos claro sus intenciones. Nuestros referentes fueron despedidos el día uno de LAN en la Argentina al tiempo que tuvieron que ser reincorporados por la lucha de una base muy combativa. Sabíamos que eran jodidos.
Que LAN era un negocio que la familia Piñera había birlado al estado chileno cuando el mismo era manejado por el dictador Pinochet. LAN tiene una historia de sangre. Su patronal tiene las manos manchadas de sangre. Más temprano que tarde la patronal chilena entendió que las “relaciones de fuerza” en Argentina no eran como las que operaban en la derrotada Chile pos Pinochet.
Siempre me impactó la “cultura” empresaria que pregonaban las gerencias formateadas en Chile. Me preguntaba (aunque lo sabía intelectualmente) ¿Cuan derrotado estaba el pueblo chileno para semejante impunidad empresaria? Todo vestigio de identidad obrera y colectiva era borrado y mutaba a una idea corporativa empresaria donde la obrera y el obrero se transformaban en “funcionarios”.
El trato de los pasajeros acaudalados para con los empleados era notoriamente denigrante. Se notaba que en Chile había una clase media que se beneficiaba de la pobreza del pueblo, una clase media amiga del general. Siempre me preguntaba cuándo los hilos de la historia retomarían su impulso objetivo y volverían a la senda histórica del combativo proletariado de los cordones industriales chilenos, de los obreros del cobre, de sus heroicos estudiantes.
Mientras, la Argentina consumaba sus desvíos y con Macri en el poder se empezó a ponderar el ejemplo de Chile (el país serio). Claro, muchos sabíamos que la “seriedad” se asentaba en una derrota histórica. En un pueblo empobrecido. El país ideal de la meritocracia. Pero cambia, todo cambia.
Con los jóvenes a la cabeza, el Chile profundo resurge. Vemos a nuestros hermanos levantados y sabemos que ya nada será igual. Sabemos que las jornadas revolucionarias en Chile darán paso a nuevas generaciones que retomen lo mejor de las heroicas tradiciones del proletariado chileno. Sabemos que los gritos del Estadio Nacional se concatenan con los cientos de miles que hoy están en las calles desafiando al gobierno de Piñeira (el patrón).
Hoy, cuando la empresa exhortó al socorro de la operación en Santiago de Chile, activando los COBUS (comisión de servicio donde el empleado presta su labor en otra escala) me recorrió un escalofrío. Apelaban a una base históricamente combativa y solidaria para que hiciéramos un laburo de carneraje internacional. La respuesta fue contundente.
Masivamente las trabajadoras y trabajadores de LATAM nos negamos a semejante atropello. ¿Por qué? Pues porque somos solidarios con los nuestros y con todo aquel que levante su voz por sus derechos. Somos solidarios con nuestros hermanos chilenos. Somos trabajadores que abrazamos la causa de nuestros compañeros en Chile. No Colaboramos con los cómplices de los que andan matando en Chile. No colaboramos con los carabineros. No. Una y mil veces, no. Solidaridad internacional con los trabajadores y el pueblo Chileno. Esa es y será siempre nuestra consigna.
Viva Chile Insurrecta.