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Red Internacional
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Elecciones 2019. Luces y sombras del triunfo del Morena en las elecciones del 2 de junio

El partido del presidente López Obrador consiguió las gubernaturas de Puebla y Baja California, dos bastiones de Acción Nacional en unos comicios donde el abstencionismo pisó fuerte y destacaron las candidaturas obreras independientes locales en Matamoros.

Martes 4 de junio de 2019

En un contexto de crisis por la nueva ofensiva de Trump con la amenaza de imponer aranceles si el gobierno de México no endurece su política migratoria, y a la sombra de una posible contracción económica, se llevaron a cabo estas elecciones (acotadas a seis estados), la primera prueba de fuego en las urnas del Morena tras llegar a la presidencia en julio pasado.

Los comicios más relevantes fueron los de Puebla y Baja California, ya que se votaban nuevos gobernadores. En Aguascalientes (centro), Durango (norte), Quintana Roo (sureste) y Tamaulipas (noreste) se llevaron a cabo elecciones locales. Y durante la jornada del domingo 2 de junio destacó la baja participación, de sólo un 30% del padrón.

Con la obtención de las gubernatura de los estados de Puebla y Baja California, el primero controlado por diez años y el segundo un bastión del Partido Acción Nacional (PAN) desde 1989, el Morena suma dos estados más a los cinco que ganó en los comicios de julio de 2018 –Ciudad de México, Morelos, Veracruz, Chiapas y Tabasco. Ahora, el partido del gobierno tiene el mando de siete de los 32 estados mexicanos; el PAN conserva ocho estados, mientras que el PRI aún conserva 13.

Baja California o de cómo el PAN pierde un bastión histórico

Jaime Bonilla, el candidato de de la coalición Juntos Haremos Historia -integrada por Morena, Partido del Trabajo (PT), Verde Ecologista de México (PVEM) y Transformemos, obtuvo alrededor de 50,3% de los votos, con lo cual supera por un gran margen a sus competidores del PAN, PRI y PRD. Este último partido busca impugnar su triunfo con el argumento de que es inelegible porque incumple dos requisitos legales: ser ciudadano mexicano y tener residencia efectiva, de por lo menos quince años inmediatos anteriores al día de la elección.

Al respecto, se sabe que Bonilla fue electo diputado federal en 2012, cuando en paralelo llevaba a cabo los trámites para competir electoralmente en San Diego, California, por la dirección del Distrito de Agua de Otay. En los comicios de julio pasado obuto el cargo de senador de la República por Baja California, tres meses más tarde pidió licencia para asumir el cargo de “Súperdelegado” del gobierno de López Obrador y, a su vez, para contender en estas elecciones de junio como candidato a gobernador dejó el encargo.

Con todo y estos cuestionamientos al gobernador electo, Baja California fue el primer estado en ser gobernado por un partido distinto al PRI en 1989. Desde entonces hasta ahora, los gobiernos panistas hicieron de la entidad uno de sus cotos de caza. Los excesos de represión y corrupción le pasaron la factura a Francisco Kiko Vega y al PAN con la pérdida de la gubernatura.

Puebla, del blanquiazul al guinda

Este estado, otro reducto panista, vio el triunfo de Miguel Barbosa, candidato de la coalición liderada por Morena con 44.7% de los votos al finalizar el conteo rápido de del Instituto Nacional Electoral (INE) este 3 de junio. Según los datos publicados, fue en los distritos electorales rurales donde Barbosa conquistó más apoyo, mientras que el PAN mantiene simpatías en las zonas urbanas.

Fueron comicios extraordinarios convocados tras la muerte en un accidente de helicóptero de la gobernadora electa en las anteriores elecciones de julio, Martha Erika Alonso (PAN), el 24 de diciembre de 2018. La tónica de este nuevo proceso
electoral fue la tensión, en especial por las sospechas de fraude cuando llegó al poder Alonso.

El gobierno de López Obrador ante la prueba de las urnas

La votación del domingo fue un barómetro para medir la popularidad del gobierno de López Obrador, quien llegó el poder con 53% de los votos y es visto como alternativa para un amplio sector de la población, harta de las tropelías de los partidos patronales tradicionales.

¿Pasó la prueba? Sí, aun cuando su gobierno está cruzado por las tensiones con EE UU, el riesgo de una reducción del crecimiento económico y la profundización de la violencia en distintos estados, ante lo cual su salida es la Guardia Nacional, es decir la militarización legalizada. Más de lo mismo que aplicaron sus antecesores priistas y panistas.

Con los dos estados que ganó, Morena es el partido que gobierna más de la cuarta parte de la población de México, ya que las seis entidades en las que detenta o detentará el poder reúnen cerca de 37 millones de habitantes de un total de 126.74 millones. A esto se suman la hegemonía en el Congreso y la administración del gobierno federal.

La contradicción es que la imposición de candidatos provocó profundo descontento en otros aspirantes que se transformaron en competidores políticos del Morena. En Baja California, ante la demanda de democracia interna por parte de Jaime Martínez Veloz, Yeidckol Polevnsky, dirigente del Morena, respondió con insultos mientra que en Puebla, Enrique Cárdenas acusó en 2017 que fue invitado a ser candidato a gobernador y luego desechado del Morena sin más, por ello contendió para la coalición del PAN, Movimiento Ciudadano y PRD. Martínez Veloz terminó como candidato del PRD y ahora impulsa la impugnación de Bonilla, vencedor en las elecciones bajacalifornianas.

Estos hechos son muestra de las debilidades del Morena como partido nacional y con militancia orgánica, a pesar una masiva reclutación de huestes provenientes de los repudiados PRI, PAN y PRD y de su alianza con el conservador Partido Encuentro Social (PES), de la derecha cristiana. Al decir de Arturo Rodríguez García, columnista de Proceso, “Morena sigue sin trascender el hecho de haber sido creado como comité de campaña del hoy presidente.”

La podredumbre de los partidos tradicionales

Mientras tanto, el PAN es el gran perdedor de estos comicios, aunque más de un analista quiera relativizar su derrota apelando a su triunfo en las elecciones locales de Aguascalientes, Durango y Tamaulipas. Dividido entre disputas internas, ahora el presidente del partido, Marko Cortés, busca a quiénes achacar su derrota.

Por su parte, el PRI, otrora hegemónico en el poder político de México, arañó un tercer lugar en el marco de una profunda debacle del partido que supo gobernar por décadas al servicio de las transnacionales y el imperialismo estadounidense.

No le fue mejor al PRD, que dilata su proceso de agonía de la centroizquierda quemada bajo las balas de la noche de Iguala, cuando en un municipio y un estado que gobernaba, desaparecieron a los 43 normalistas de Ayotzinapa, con la participación del Ejército.

Ninguno de estos tres partidos que configuraron la transición pactada del 2000, y posteriormente el Pacto por México se recuperó del repudio generalizado ante estos hechos, sumados a los innumerables agravios perpetrados a la sombra de la corrupción y que garantizaron la entrega de recursos y la precarización de la clase trabajadora en beneficio del gran capital.

Ahora, los grandes empresarios tendieron la mano a López Obrador –con la nariz fruncida, algunos a su pesar– porque el tabasqueño les prometió que gobernaría para garantizar la estabilidad de sus negocios.

Pero lo cierto es que un régimen donde la oposición al partido gobernante es tan débil como en México, crea un entorno de fragilidad para los intereses de las transnacionales y el imperialismo. Si al Morena le estallara una crisis, no hay recambio viable en lo inmediato en el marco de la democracia de los ricos y los poderosos.

Desde las plantas maquiladoras, un aire de rebeldía

En estas desangeladas elecciones, un aire nuevo vino de la participación de obreras y obreros como candidatos sin registro en Matamoros. Fueron parte de los miles de trabajadores de la industria maquiladora que protagonizaron los paros locos y conmovieron Matamoros, Tamaulipas, irradiando nuevos bríos a la clase trabajadora de otras ciudades de México.

Como planteamosen esta nota, “en los distritos 9, 10, 11 y 12 se presentaron candidaturas obreras sin registro. Ahí la participación que eligió la opción ‘candidatos no registrados’ logró una importante elección que acerca a estas candidaturas a la tercera fuerza en la ciudad solo por debajo del PAN y del Morena”. Más de 15 mil obreros y obreras y sus familias refrendaron su voluntad de votar a los candidatos no registrados del movimiento 20/32 –que exigía 20% de aumento y un bono de 32 mil pesos.

Mayra Lizeth Cepeda Leal, Juan Luis Gaytán Ramírez, Everardo Gómez Aguayo y Gloria Isela Juárez Núñez, los candidatos matamorenses sin registro, trabajadoras y trabajadores de la maquila, realizaron una valiosa experiencia. Primero salieron a luchar por el derecho a salarios dignos, con el 20/32, y luego, ante las elecciones, decidieron no entregar más sus votos a ninguno de los partidos que representan a los intereses de los patrones y participar en el terreno electoral, en el cual el Estado
privilegia la representación de los partidos que son garantes de los intereses de los empresarios y de una casta política parásita y corrupta.

Las y los candidatos obreros de Matamoros se inscriben en una nueva tradición que se empieza a forjar. La clase trabajadora puede hacer política, como lo demostraron en experiencias previas en Ciudad de México, Sulem Estrada, maestra, y Miriam Hernández, trabajadora de la UNAM, con las candidaturas anticapitalistas del Movimiento de los Trabajadores Socialistas (MTS); y también Antonia Hinojos, obrera de la maquila en Ciudad Juárez y los candidatos independientes de la Organización Política de los Trabajadores (OPT) en Baja California.

Es necesario que estas experiencias, frescas y audaces, contribuyan a construir una alternativa de independencia política de la clase trabajadora para pelear desde la lucha y la movilización en las calles por un programa obrero para que las crisis la paguen los capitalistas. Al servicio de este horizonte el MTS pone toda su energía.