Diálogo con el artista de la imagen, el pintor Luis Felipe “Yuyo” Noé, a propósito de la reciente reedición de su libro ‘Antiestética’, a medio siglo de su aparición.
Demian Paredes @demian_paredes
Sábado 4 de junio de 2016
Conversar con Yuyo Noé es intenso. (Ya habíamos tenido otro diálogo, extenso, de corte autobiográfico, también publicado en La Izquierda Diario, a comienzos de 2015) Activo, lleno de planes, Noé nos muestra una mesa repleta de papeles, impresos y manuscritos –fragmentos y borradores de libros–, y conversa sobre la reciente reedición de Antiestética (por Ediciones de la Flor) y varios proyectos y actividades: nuevos libros y reediciones, nuevas muestras, y toda clase de planteos y reflexiones sobre arte, historia y política. También, brinda un recuerdo sobre Gyula Kosice, Arte concreto y Madí. Una charla con un amplio abanico de temas, donde Yuyo, a sus 83 años, sigue creando obras, y además anticipa sus próximos planes: una muestra este año, en la Galería Rubbers –su galería habitual–, y otra en el Museo Nacional de Bellas Artes, para 2017.
Yuyo, para empezar, comentá esta reedición
¿Y le cambiaste algo, le sacaste, agregaste...?
Stupía considera que este libro es de una época. Y que es distinta la época actual. Esta reedición la ve como una cosa de concepto histórico. En cambio, Cecilia lo ve como un presente –como me lo dice mucha gente–.
¿Y vos cómo lo ves?
Pero claro: es una época. Yo, cuando hice este libro, estaba haciendo obras muy caóticas, en el sentido de que eran obras complejas, que se relacionaban entre sí, pero hacían una. Instalaciones que continuaban por la pared, por el techo, por el piso... Luego, en un momento, esas cosas las tenía en Estados Unidos, porque fui con la Beca Guggenheim, en el año 65, 66...
Es un momento donde la teoría acompañaba a la práctica
Hay una visión equivocada del 68. Primero se cree que el 68 aconteció en París. El 68 es un eco de lo que estaba aconteciendo en los Estados Unidos, en las universidades –en Berkeley, en Columbia–, y que era la resistencia la guerra de Vietnam. Más un espíritu de época que hacía como un replanteo de muchas cosas.
Si vos ves la causa de la rebelión francesa, es totalmente mínima: era un problema del planteo de una ciudad universitaria. Si podían llevar chicas a los cuartos, porque no podían.
Bueno, eran derechos que pedían los jóvenes estudiantes para su vida cotidiana... algo que fue parte de lo que se conoció como “revolución sexual”...
Pero lo interesante es ese espíritu, que en cierto modo continúa, de otra manera. Siempre las cosas continúan, pero de otra manera.
Y volviendo al libro: no lo publiqué porque las respuestas me parecían candorosas. Pero creo hay muchas cosas que las tengo todavía. Las publiqué en cierto modo, en parte, en Noescritos sobre eso que se llama arte, que tiene el material recopilado de cosas escritas por mí, del año siguiente en que escribí este libro [Antiestética]; es decir desde el 66, hasta el 2006.
Sí, recuerdo el Noescritos..., publicado por Adriana Hidalgo. Ahí están los fragmentos de este libro que no publicaste
Por lo que tengo entendido, Antiestética cuando salió por primera vez tuvo bastante repercusión
Se podría decir que la primera edición y la segunda edición, que fue en el 88, todavía tenían un cuadro de situación parecido. No era parecido, pero estaba vigente, todavía había un espíritu por el cual se comprendía totalmente el libro. Y ahora cobra nuevamente vigencia. Hay cosas que están volviendo. ¡Están de vuelta los muchachos! [Risas.] Están en eso que se llama actualmente “arte contemporáneo”, que es lo mismo que decir que no se sabe todavía de qué se trata. Porque ¿cómo van a llamar al “arte contemporáneo” cuando deje de ser contemporáneo? [Risas.]
En la actualidad hay como una gran libertad y un gran juego de posibilidades. La gente va y toma algo del pasado. Y lo reacomoda como quiere. Pero el problema de la libertad es que la libertad también desconcierta. Y también da pie a que se digan muchas tonterías. Que “el arte ha muerto”. Que “todo es arte” (y no: no todo es arte). Y entonces viene el macaneo. Y ves cosas totalmente tontas. O cosas que son refritos. Refritos de cosas. Caricaturas de Duchamp. Etcétera.
Sobre este libro inédito (o semi-inédito, ya que se han publicado fragmentos) se me ocurre preguntarte si estos dos términos, la rebelión y la tecnología, pueden emplearse como un marco para pensar la realidad actual del arte. ¿Será que hoy hay más tecnología que rebelión?
Entiendo que ahora te referís a “rebeliones sociales”. De “cosas que pasan”, y que los artistas pueden ver o no, incorporar a su espíritu e imaginario, lo manifiesten o no luego en sus obras
Pero puede interesar para analizar el espíritu de fines de los años sesenta y comienzos de los setenta. Y la politización del campo artístico. Yo creo que puede servir para comprender esa época. Entonces, no sé si no lo publicaré. Todo este despelote es porque lo estoy buscando, y todavía no lo encuentro; pero sé que lo encontraré.
Lo que está reapareciendo, lo que encuentro, es otro libro que estoy escribiendo, pero que lo paré hace años. Lo debo haber parado en el 2007.
¿Y tiene título?
Y esa idea, del strip-tease de la pintura, está formulada en el libro El arte entre la tecnología y la rebelión. Pero formulada, apenas insinuada. Y siempre pensé en desarrollarla. Y es algo que viene desde hace tiempo. Hablé de él. Tanto, que una vez alguien fue a una librería a pedir “La pintura desnuda”... [Risas.]
La conversación sigue. Hablamos sobre la presentación de la Antiestética, realizada el sábado 7 de mayo en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (con Cecilia Ivanchevich y Alberto Giudice), y sobre otra presentación más reciente, en Arte BA, el 21 de mayo (también con Cecilia Ivanchevich, y con Fabián Lebenglik), del volumen autobiográfico doble (Mi viaje y Cuaderno de bitácora), presentado por primera vez en el MAMBA a fines de 2015.
Yuyo ¿y tenés más planes?
Además me interesa –me interesa de siempre– mostrar obras mías del año 61: cuadros... o incluso del año 60, como ese [señala una pared], que se llama Invitación al infierno. Yo creo que tal vez sería el cuadro más viejo que podría estar en la muestra.
Yo al principio encaraba el caos con un clima romántico. Pero luego lo expresé en tensiones: en un mundo de tensiones y rupturas. Y después fui a hechos con estas instalaciones; una se llamaba Introducción al desmadre, es claro.
Y entre los proyectos que tengo, está el de hacer un librito que acompañe la muestra, que es La asunción del caos. Porque es la cosa más actual en cierto modo, del libro, para mí, que hablo del caos como estructura. Y creo que eso es vigente. Lo que pasa es que acá, todavía, confundía un poco caos con desorden. Y lo seguí pensando...
Y lo definiste mejor. Así que estás lleno de proyectos. Para este año y el que viene.
Ahora, lo último que te quería preguntar es sobre Gyula Kosice, recientemente fallecido
La “Ciudad hidroespacial”, un (futuro) lugar para ir a vivir
Y lo de Arte concreto-Invención, que es previo...
Las obras que estoy haciendo desde hace un tiempo, de forma irregular... mucha gente me dice “Es como Madí”. Parece claro ¡pero el planteo estético no tiene nada que ver! ¡Es la forma! La forma es irregular, pero está llena de caritas, personajes y cosas. No tiene nada que ver. Vista desde lejos, mi obra parece abstracta. Pero si te acercás está llena de caras y cosas así. Además, mis irregularidades están llenas de líneas rectas, hay más curvas...
Madí había roto los marcos.
Cuando lo viste en su momento te gustó...