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Cultura. Maldita poeta, Alejandra Pizarnik

De jardines, bosques, sombras y sueños: la obra de Alejandra Pizarnik, extranjera en todas partes, trasciende las épocas, y sigue haciendo “el cuerpo del poema con su cuerpo”. A 48 años de la muerte de esta gran literata la recordamos e invitamos a leer su prosa.

Jueves 24 de septiembre de 2020 00:00

Fotomontaje: Ricardo Palmadessa | Enfoque Rojo

Fotomontaje: Ricardo Palmadessa | Enfoque Rojo

Flora Alejandra, y posteriormente Alejandra, fue una ávida lectora. En carpetas, cuadernos, pequeños papeles, sobrecitos, cajitas y correspondencia recogía poemas, conversaciones, opiniones y críticas sobre otros autores que iba guardando. Fragmentos de otros que se volvieron propios. Cortázar, amigo suyo, la recuerda en su poema “Aquí Alejandra” como “amabas, esas cosas nimias / aboli bibelot d’inanité sonore / las gomas y los sobres / una papelería de juguete / el estuche de lápices / los cuadernos rayados.”

Minuciosa, obsesiva y sumamente meticulosa, su obra consta de doce poemarios, una obra de teatro e incluso algo en prosa. Su vida literaria dejó bastante material para explorar. Se declaraba creyente ortodoxa de la inspiración, pero más de una vez dejó en claro que su obra era producto de horas de concentración y trabajo.

“Mis poemas los hago con mucha paciencia. Un poeta no tiene apuro, no debe. Un verso, una línea, la escribo palabra a palabra. Cada palabra la anoto en una tarjeta distinta. Las ubico en mi cama y comienza el trabajo. Voy moviendo las tarjetas como peones de un damero de ajedrez. Con los pies voy tapando las palabras. Fumo mucho, desobedezco. Ahora las tarjetas se han ensuciado de tanto taparlas y descubrirlas. Cada vez. Mi cuerpo se revuelve, hago el amor con la poesía, músculo a músculo, tarjeta a tarjeta”.

Con estas palabras de su diario personal Alejandra muestra la forma en que escribía sus poemas. Casi matemáticamente, trabajó sobre la palabra para lograr la ilusión del juego y el mundo infantil, pesadillesco y perturbador. Su poesía, hecha de fragmentos, es un entramado de palabras ajenas y fuertes imágenes. Un par de palabras bastará para dejar un impacto en el lector.

¿Quién es Alejandra? Flora Alejandra Pizarnik escribió con la idea de que el poema es el lugar donde todo sucede. En su propio diario personal, organizado y ordenado para ser publicado se lee: “Decían que yo, Alejandra Pizarnik nací con la oscuridad en el alma. Muchos me nombran por mi rebeldía, mi aire trágico y mi pasión. Quizás porque hablé de jaulas, de ojos, de piedras muy pesadas y quizás porque navegué como nadie, entre la locura y los sueños. Lo cierto es que siempre me sentí una extranjera en este mundo. Hablaba español con acento europeo. Me carcomían los complejos, mis subidas de peso. Intenté todo en mi vida, periodismo, filosofía, pintura…, pero solo la poesía le dió alivio a mis pensamientos. La poesía y el amor.”

Admiraba la poesía francesa más que la española, y amaba a Rimbaud. Se vio influenciada por los surrealistas franceses Como sostiene Ana Becciú, amiga, editora y prologuista de su obra completa, se insiste en que la poesía de Pizarnik es una especie de autobiografía, como el relato de una mártir sufriente, y se toma su muerte prematura, voluntaria o no, como ángulo para analizar el proceso de escritura. Sobre su vida (y su muerte) se dicen muchas cosas, que abonan a la idea de que le interesaba era vivir la vida “poéticamente”. Sobre esto, Becciú advierte que en el caso de otros poetas varones no existe el mismo tratamiento: “los medios se ocupan menos de sus problemáticas personales, no hurgan en sus versos para explicar que escribía así porque era alcohólico, depresivo o fumador. Simplemente se lo recuerda como un gran poeta”.

Quienes pongan su nombre en el buscador de google encontrarán centenares de notas y algunas pocas entrevistas. En casi todas de ellas su sexualidad aparece como un tema central: si era bisexual, si en una fiesta recibió a los invitados con su novia, si Silvina Ocampo era su gran amor, y si su profesor de Filosofía y Letras se quería casar con ella o no, entre otros. Chismes varios que no hacen a la cosa.

Alejandra fue una gran poeta, pero sobre todo a fuerza de escribir, corregir y reescribir. “Yo lamento que haya trascendido con el halo trágico. Suicidarse se suicida mucha gente: ella era distinta, era una visionaria” dice Ivonne Bourdelois, otra poeta, muy amiga.

En una hoja mecanografiada por ella misma, que parecen ser posibles respuestas a un reportaje que le hicieran en 1964, se lee “c) Para qué sirve la poesía en el mundo hoy: Necesitamos un lugar donde lo imposible se vuelva posible. Es en el poema, particularmente, donde el límite de lo posible es transgredido en buena ley, arriesgándose.”

Inconforme, siempre, consideró que trabajar para vivir era de lo más absurdo. Aquí la poética formulación de esta idea en su diario: “Luego tomé un taxi y cuando pasé por la plaza muy bella casi lloro porque sentí que también había entrado en el engranaje absurdo del trabajo y de los papeles y que me habían robado mi tiempo. La verdad: trabajar para vivir es más idiota que vivir. Me pregunto quién inventó la expresión "ganarse la vida" como sinónimo de "trabajar".

“El sol es poético y no es literario. Cualquier objeto y cualquier sujeto puede ser poético sin ser literario”. Plasmó esa mirada en toda su poesía. De la posibilidad de pulverizarse los ojos mirando una rosa, a que la jaula se vuelva pájaro, y que la noche que domina como imagen o o paisaje o interior casi toda su obra: “Toda la noche hago la noche. Toda la noche escribo. Palabra por palabra yo escribo la noche”.

Otras imágenes son el jardín y el bosque: Alejandra declaró en una entrevista su obsesión por una frase que dice la pequeña Alicia en el país de las maravillas: “Solo vine a ver el jardín”. Cuando le preguntaron si ella había entrado alguna vez allí, contestó que no quería hablar del jardín, sino que quería verlo.

“Cuando termino un poema, no lo he terminado. En verdad, lo abandono, el poema ya no es mío. Únicamente el lector puede terminar el poema inacabado, rescatar sus múltiples sentidos, agregar otros nuevos”. La gran producción de Alejandra hoy se lee, se discute y se vuelve a revisar. Se siguen encontrando poemas inéditos y se ha hecho un trabajo de edición de diarios, cartas, y textos inéditos, en su mayoría, de gran calidad. Alejandra es una clásica. Maldita y gran poeta.