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Red Internacional
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Entrevista. Marcelo Leiras: “El progresismo no disputa el uso de la palabra libertad que hace la derecha”

Crisis de la política y apatía electoral. La "grieta" y los grandes problemas de la macro-economía. La derecha, su retórica y las ideas en debate. De esto y algunas cosas más hablamos en esta entrevista.

Jueves 14 de octubre de 2021 16:57

Foto: archivo Enfoque Rojo.

Foto: archivo Enfoque Rojo.

Tiempo de descuento. Cronómetro o almanaque en mano, quedan solo 30 días para las elecciones generales del 14 de noviembre. La política argentina, en estado de vibración constante, no conoce de pausas o descansos. Se aburre quien quiere, dicho más epigramáticamente. En esa correntada de cosas, el debate de este miércoles por la noche entre candidatas y candidatos a diputados por CABA dejó mucha tela para cortar.

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Días antes nos juntamos, café de por medio, con Marcelo Leiras para charlar. Politólogo él, es también investigador del Conicet, Director de la Maestría en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés y asesor en el Ministerio del Interior. En un país signado por la crisis y el ajuste, hablamos sobre el desencanto político y la apatía, las nuevas y viejas derecha y la pelea por la idea de "libertad", entre otras cosas. Atendiendo a la premisa del debate y la discusión de ideas acá va lo que dejó esa conversación entre distintos puntos de vista.

Ausentismo electoral, enojo con la política. Falta de respuestas en las encuestas antes de las elecciones. ¿Hay una crisis de la política?

Crisis de la política en el sentido de que un grupo predominante de gente se expresa por fuera de la oferta electoral, creo que no. Nosotros medimos lo que llamamos apatía electoral, que es una etiqueta que le hemos puesto a la suma de la gente que no emite un voto positivo y la que se abstiene. Eso, en promedio, en las PASO anteriores, sumaba un poco más de 30 puntos. Ahora hubo un aumento de 10 puntos porcentuales. No percibo que haya una crisis de la política en su capacidad de representación electoral.

Hay otros aspectos de la política que habría que evaluar. Por ejemplo, la capacidad de elaborar acuerdos o formar mayorías que permitan tomar medidas que respondan a los problemas que la gente considera más urgentes. Por ejemplo, la inflación. Desde ese punto de vista habría que juzgar un poco más severamente las capacidades representativas de la política.

Si uno piensa que los problemas macroeconómicos que enfrenta la Argentina son muy parecidos desde 2011 por lo menos. O desde 2016 para ser más benévolo. Con un ciclo que se repite, eso indica que el conjunto de los actores políticos no ha conseguido elaborar un respaldo para un programa de ordenamiento macroeconómico. Desde ese punto de vista hay un déficit.

¿Cuánto juega la grieta en esa falta de consensos?

No me parece que tenga un papel fundamental. Que el motivo por el cual no se avanza en un rumbo macroeconómico convincente sea porque la representación de los tuyos te funciona como ancla y te impide tomar decisiones.

La grieta es, desde mi punto de vista, un fenómeno identitario que tiene componentes ideológicos. En Argentina, una parte de la grieta tiene una posición pro mercado, definida en términos muy abstractos, mientras que otra tiene una posición pro Estado, también muy marcada. Ahora, no me parece que esas marcas ideológicas identitarias impidan la toma de decisiones económicas que resuelvan los problemas macroeconómicos.

Lo que creo es que ahí hay divisiones de otra naturaleza, que no se manifiestan en la grieta, que son más concretas y que son las divisiones de actores socio-económicos, que tienen compromisos, capacidad de bloqueo, capacidad de veto y que inciden sobre los tomadores de decisiones. Ahí es donde probablemente la función de representativa de la política fracasa, en conseguir neutralizar el veto de los actores socioeconómicos que rechazarían una reorganización macroeconómica.

¿De dónde surge ese poder de veto de las grandes corporaciones económicas? ¿El poder político es impotente, débil o cómplice frente al poder socioeconómico?

Creo que son débiles. Que les cuesta reunir el apoyo social y organizacional que requeriría llevar adelante un programa que consiga neutralizar esos vetos.

¿Pero tampoco plantean ese programa?

Es interesante eso. No es que tengan el programa armado y no consiguen las firmas, por decirlo de algún modo, para llevarlo adelante. No se termina de armar porqué en el camino va enfrentando esos bloqueos. Y eso no funcionó para una orientación promercado como la del macrismo y no funcionó antes para el gobierno del Frente para la Victoria y hasta ahora está teniendo dificultades para el Gobierno del Frente de Todos. Independientemente de la orientación de la coalición partidaria que lidera ese proyecto hay una dificultad en general de la política para armar un programa que tenga suficiente apoyo social como para ser sostenible.

Volvamos al sistema político. En estas condiciones que describías ¿Cómo está la bi-coalicionalidad argentina para enfrentar esta crisis que se manifiesta como malestar social?

Si uno pone el foco exclusivamente en las elecciones presidenciales -y predominantemente en la Provincia de Buenos Aires- puede llevarse la idea, a mi juicio errada, de que el sistema de partidos en Argentina está estructurado en dos coaliciones. Sí tenemos dos coaliciones presidenciales, pero no tenemos dos coaliciones que funcionen como partidos políticos disciplinados y estructurados en todas las dimensiones. La competencia provincial está muy disociada de la competencia nacional.

¿Estaría bien decir que la Argentina es un sistema bi-coalicional? Creo que no. Estas coaliciones presidenciales están integradas por segmentos que tienen mucha autonomía política y que hace falta reunir de un modo más orgánico para poder estructurar programas de gobierno de mediano plazo y ambiciosos. Eso es bastante difícil.

Hay una lectura mitrista podíamos decir, de que los líderes provinciales son autocentrados. Creo que esa lectura es injusta. Efectivamente hay una tendencia de los líderes provinciales a aislarse de las tendencias nacionales, pero esa inclinación se explica, para mí, por el hecho de que las coaliciones nacionales en los últimos años no han generado consensos muy amplios.

¿La política nacional se piensa muy desde el AMBA?

En la discusión del espacio público político metropolitano sin ninguna duda. Y diría que en la gestión nacional -y no solo esta sino todas las gestiones- también. Y hay motivo para eso: el presidente se elige en un distrito único de escala nacional y en eso el conurbano tiene el peso que tiene en la demografía argentina. Entonces, si en el conurbano no sos competitivo, no compitas por la presidencia.

Hablemos de la derecha y Milei. La elección que hizo en CABA ¿expresa una derechización de la sociedad?

De toda la sociedad no. Expresa la permeabilidad de una parte del electorado de la Ciudad de Buenos Aires, y en alguna medida de la Provincia de Buenos Aires, a ciertas retóricas de la derecha global. Retóricas como las de Milei expresan una reacción frente al hecho de que la ley y el Estado son punta de lanza de la neutralización de ciertas jerarquías sociales heredadas.

No creo que se esté derechizando la sociedad. Creo que hay una reacción frente a ciertos avances de sectores que antes estaban subordinados y ahora tienen una protección más efectiva del Estado, que se articula en un discurso vinculado a temas del liberalismo clásico.

¿Hay un debate real sobre la libertad o es una invención del discurso de la derecha?

Creo que hay un uso de la palabra libertad por parte de estos sectores de derecha. Debiera haber, y no hay en la misma medida, una disputa por el significado desde sectores progresistas.

Me parece un concepto, una noción super importante. Creo que los sectores progresistas, de izquierda, anti-autoritarios, hicieron desde los 60 hasta los 80 una exploración y una articulación de significados de la libertad muy interesante, que sigue hasta los 90, con los debates acerca del republicanismo. Era la afirmación de la libertad como autodeterminación, como ausencia de subordinación, no en un sentido negativo. Es importante recuperar esas exploraciones del sentido de libertad y disputar el significado de la palabra con esa derecha.

¿Por qué el progresismo falla en esa disputa?

Probablemente hay como una postergación, como un olvido de la libertad. Toda esa exploración de la libertad, de la afirmación de la intimidad, tuvo éxito. Y es el discurso que inspira estos avances del Estado en lo que se llama la protección de derechos. Probablemente hay un agotamiento de ese proyecto y hace falta volver a explorar otras fronteras de la libertad y recuperar a la libertad como faro de otras búsquedas que, desde mi punto de vista, tienen que tener una dimensión de integración social ineludible.

Si no podemos entender a la libertad como incorporada a un proyecto de reintegración social, si no podemos conseguir que la expansión de derechos salte el abismo que nos separa de los muy numerosos sectores de la población que están excluidos, la búsqueda no tiene sentido.

¿No está ahí el límite del progresismo? ¿Qué tiene un horizonte limitado a la hora de incluir?

Es posible. Esta libertad entendida como afirmación de la intimidad, de cuidado de sí, reconocimiento de la diversidad y de protección de la diversidad, ha avanzado al mismo tiempo que avanzó la exclusión social. No creo que haya sido causa, de ningún modo. Pero sí uno puede pensar que ha habido como una postergación de la igualdad económica.


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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