Nota del traductor: Hasta hace no mucho no se sabía quien había escrito este articulo, hasta que cartas de Rosa a su amiga Clara Zetkin revelaron su autoría. Christian Fuchs, de la revista triple-C realizo la traducción del alemán al ingles, del cual nosotres traducimos, aunque cotejando con el original alemán, para mayor precisión.
El artículo es conmemorativo a 20 años de la muerte de Karl Marx, y publicado en el órgano central de los socialistas alemanes, el periódico Vörwarts, o Adelante en castellano, en su edición número 62, como un homenaje a uno de los dos fundadores del marxismo, y a la fuerza de sus ideas y de la clase obrera.
Link de donde extrajimos la publicación en ingles: Karl Marx
Original en alemán: Karl Marx
traducción: RR
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"Los filósofos sólo han interpretado el mundo de diversas maneras;
la cuestión es cambiarlo".
(11ª tesis de Marx sobre Feuerbach)
Hace veinte años, Marx dejó descansar su imponente cabeza. Y aunque sólo hace un par de años que vivimos lo que en el lenguaje de los profesores alemanes se llama "la crisis del marxismo", basta con echar una mirada a las masas que hoy siguen el socialismo sólo en Alemania y a la importancia del socialismo en todos los países llamados civilizados, para captar la inmensidad de la obra del pensamiento de Marx.
Si se tratara de expresar en pocas palabras lo que Marx hizo por la clase obrera contemporánea, entonces se podría decir: Marx ha descubierto la clase obrera moderna como categoría histórica, es decir, como una clase con condiciones históricas de existencia y leyes de movimiento particulares. Podría decirse que antes de Marx ya existía en los países capitalistas una masa de trabajadores asalariados que se solidarizaban entre ellos por la similitud de su existencia social en la sociedad burguesa y buscaban una salida a su condición y en parte un puente hacia la tierra prometida del socialismo. Marx fue el primero que elevó a los trabajadores a la categoría de clase obrera vinculándolos a través de la tarea histórica específica de conquistar el poder político en la revolución socialista.
La lucha de clases por la conquista del poder político fue el puente que Marx construyó entre el socialismo y el movimiento proletario que se levanta elementalmente del suelo de la sociedad contemporánea.
La burguesía siempre ha mostrado un instinto seguro cuando seguía con odio y miedo las aspiraciones políticas del proletariado. Ya en noviembre de 1831, al informar sobre los primeros impulsos de la clase obrera en el continente a la Cámara de Diputados francesa, Casimir Périer [1] dijo "¡Señores, podemos estar tranquilos! Del movimiento obrero lionés no ha surgido nada político". Las clases dominantes consideraban, a saber, que todo impulso político del proletariado era una señal temprana de la próxima emancipación de los trabajadores del paternalismo de la burguesía.
Sólo Marx consiguió que la política de la clase obrera se basara en la lucha de clases consciente y se convirtiera así en un arma mortífera contra el orden de la sociedad existente. La concepción materialista de la historia en general y la teoría marxista del desarrollo capitalista en particular constituyen el fundamento de la política obrera socialdemócrata contemporánea. Sólo para quien la esencia de la política socialdemócrata y la esencia del marxismo son igualmente un misterio, puede concebirse la socialdemocracia, y la política obrera con conciencia de clase en general, fuera de la enseñanza de Marx.
En su Feuerbach, Engels (1886) formuló la esencia de la filosofía como la eterna cuestión de la relación entre el pensar y el ser, la cuestión de la conciencia humana en el mundo objetivo y material. Si trasladamos los conceptos de ser y pensar del mundo abstracto de la naturaleza y de la especulación individual, en el que los filósofos profesionales dan vuelta alrededor de un palo, al ámbito de la vida social, entonces puede decirse lo mismo, en un sentido particular, del socialismo. Siempre ha sido el tanteo, la búsqueda de caminos y medios para poner en armonía el ser con el pensamiento, es decir, las formas históricas de la existencia con la conciencia social.
Correspondió a Marx y a su amigo Engels encontrar la solución a la tarea en la que se han afanado siglos. Al descubrir que la historia de todas las sociedades anteriores es, en última instancia, la historia de sus relaciones de producción e intercambio, y que el desarrollo de éstas bajo el dominio de la propiedad privada se afirma en las instituciones políticas y sociales como una lucha de clases, Marx expuso el resorte más importante de la historia. Esta fue la primera explicación de la necesaria desproporción entre la conciencia y el ser, entre la voluntad humana y la acción social, entre las intenciones y los resultados en las anteriores formas de sociedad.
A través del pensamiento de Marx, la humanidad descubrió por primera vez el secreto de su propio proceso social. Al revelar las leyes del desarrollo capitalista, sin embargo, también se mostró el camino que recorre la sociedad desde su etapa natural, inconsciente, en la que hizo su historia como las abejas hacen sus celdillas de cera, hasta la etapa de la historia consciente, voluntaria, verdaderamente humana, en la que la voluntad de la sociedad y su hacer entran en armonía por primera vez, en la que, por primera vez en milenios, el hombre social hará lo que quiera.
Para hablar con Engels (1886, 270), este "salto final del reino de la necesidad al reino de la libertad" que sólo la revolución socialista realizará para la sociedad en su conjunto, ya tiene lugar dentro del orden existente - en la política socialdemócrata [2]. Con el hilo de Ariadna de la teoría de Marx en la mano, el partido de los trabajadores es hoy el único partido que sabe desde el punto de vista histórico lo que hace y por lo tanto hace lo que desea. Este es todo el secreto del poder de la socialdemocracia.
El mundo burgués lleva mucho tiempo desconcertado por la asombrosa resistencia y el progreso constante de la socialdemocracia. De vez en cuando hay tontos seniles que, cegados por los éxitos morales especiales de nuestra política, aconsejan a la burguesía que aprenda una lección de "nuestro ejemplo" y de la sabiduría e idealismo secretos de la socialdemocracia. No comprenden que lo que es fuente de vida y de juventud y energía para la política de la aspirante clase obrera es un veneno mortal para los partidos burgueses.
Porque, ¿qué es lo que, de hecho, nos da la fuerza moral interior para soportar y sacudirnos la mayor represión, como los doce años de la ley contra los socialistas, [3] con un valor tan risueño? ¿Es, por ejemplo, el afán de los desheredados por perseguir pequeñas mejoras de su condición? El proletariado moderno, a diferencia del filisteo y del pequeño burgués, no está dispuesto a convertirse en un héroe por las comodidades cotidianas. Lo poco que la mera perspectiva de pequeñas ventajas materiales es capaz de producir en la clase obrera un vuelo moral hacia las alturas lo demuestra la llana y sobria estrechez de miras del mundo sindical inglés.
¿Es, como en el caso de los cristianos primitivos, el estoicismo ascético de una secta que se enciende cada vez más en proporción directa a las persecuciones? El proletario moderno, como heredero y alumno de la sociedad burguesa, es demasiado materialista de nacimiento, demasiado humano y sensual, para sacar amor y fuerza para sus ideas sólo de las torturas, de acuerdo con la moral de los esclavos.
¿Es, finalmente, la "justicia" de nuestra causa lo que nos hace tan inexpugnables? Las causas de los cartistas, de los seguidores de Weitling [4] y de las escuelas socialistas utópicas no eran menos "justas" que nuestra causa, pero sin embargo todas sucumbieron pronto a la resistencia de la sociedad moderna.
Si el movimiento obrero contemporáneo sacude victoriosamente las crines, desafiando todos los actos de violencia del mundo enemigo, esto se debe especialmente a su serena comprensión de la licitud del desarrollo histórico objetivo, a la comprensión del hecho de que la "producción capitalista" engendra "con la inexorabilidad de un proceso natural [...] su propia negación" (Marx 1867, 929) - a saber, la expropiación de los expropiadores, la revolución socialista. De esta visión, el movimiento obrero extrae la firme garantía de su victoria final, no sólo la impetuosidad, sino también la paciencia, el poder de acción y el valor de aguantar.
La primera condición de una política de lucha exitosa es la comprensión de los movimientos del enemigo. Pero, ¿qué nos da la clave para entender la política burguesa hasta sus más mínimas ramificaciones, hasta los entresijos de la política cotidiana, una comprensión que nos salva por igual de las sorpresas y de las ilusiones? Nada más que la constatación de que hay que explicar todas las formas de conciencia social, en su discordia interna, a partir de los intereses de clase y de grupo, de las contradicciones de la vida material y, en última instancia, "del conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción" (Marx 1859, 263).
¿Y qué nos da la capacidad de adaptar nuestra política a las nuevas apariencias de la vida política, como por ejemplo la política mundial, y sobre todo de evaluarla, también sin especial talento y profundidad, con la profundidad de juicio que llega al núcleo de la propia apariencia, mientras que los críticos burgueses más talentosos sólo arañan en su superficie o se enredan en antagonismos desesperados en cada mirada a la profundidad? De nuevo, nada más que la visión de conjunto del desarrollo histórico basada en la ley de que el "modo de producción de la vida material condiciona el proceso general de la vida social, política e intelectual" (Marx 1859, 263).
¿Qué es lo que nos proporciona sobre todo una medida para evitar en la selección de las vías y los medios de lucha experimentos sin rumbo y escapadas utópicas que son un desperdicio de energía? Una vez comprendida la dirección del proceso económico y político de la sociedad contemporánea, esta comprensión puede actuar como medida no sólo de la dirección general de nuestro plan de campaña, sino también de cada detalle de nuestros esfuerzos políticos. Gracias a esta directriz, la clase obrera ha conseguido por primera vez transformar la idea del socialismo como objetivo último en monedas de cambio de la política cotidiana y elevar el trabajo político cotidiano de detalle a instrumento ejecutivo de la gran idea. Hubo política burguesa dirigida por los trabajadores y hubo socialismo revolucionario antes de Marx. Pero sólo desde Marx y a través de Marx ha existido una política obrera socialista que es al mismo tiempo y en el sentido más completo de ambas palabras Realpolitik revolucionaria.
Si entendemos por Realpolitik una política que sólo se fija objetivos alcanzables que persigue para obtenerlos por los medios más eficaces en el menor tiempo, entonces la diferencia entre la política de clase proletaria que se mantiene en el espíritu marxista y la política burguesa es que la política burguesa es real desde el punto de vista de la política material cotidiana, mientras que la política socialista es real desde el punto de vista de la tendencia histórica del desarrollo. Exactamente la misma diferencia se puede encontrar entre una teoría económica vulgar del valor que concibe el valor como una cosa en apariencia desde el punto de vista del puesto de mercado y la teoría marxista que concibe el valor como una relación social en una época histórica determinada.
Pero la Realpolitik proletaria es también revolucionaria en el sentido de que va en todas sus partes más allá de los límites del orden existente en el que opera, al considerarse conscientemente sólo como la etapa preliminar del acto que convierte la Realpolitik proletaria en la política del proletariado gobernante y revolucionario.
De este modo, todo: la fuerza moral con la que superamos los peligros, nuestra táctica de lucha hasta los detalles, la crítica que practicamos a los adversarios, nuestra agitación diaria que nos hace ganar las masas, toda nuestra actividad hasta la punta de los dedos, está impregnada e iluminada por la enseñanza que creó Marx. Y si aquí y allá nos dejamos llevar por la ilusión de que nuestra política es hoy, con toda su fuerza interior, independiente de la teoría de Marx, esto sólo demuestra que nuestra praxis habla en términos de Marx aunque no lo sepamos, igual que los burgueses de Molière hablaban en prosa.
Basta con que visualicemos los logros de Marx para comprender porque la sociedad burguesa lo convirtió en su enemigo mortal, dígase su concepto de la revolución socialista de la clase obrera. Se hizo evidente para las clases dominantes que superar el movimiento obrero moderno significaba superar a Marx. En los veinte años transcurridos desde la muerte de Marx, hemos visto una serie constante de intentos de destruir el espíritu de Marx en la teoría y la praxis del movimiento obrero.
Desde el principio de su historia, el movimiento obrero ha navegado entre los dos polos del utopismo revolucionario-socialista y la realpolitik burguesa. La sociedad preburguesa totalmente absolutista o semi-absolutista constituyó el suelo histórico de la primera. La etapa revolucionaria-utópica del socialismo en Europa Occidental ha concluido en gran medida con el desarrollo del dominio de la clase burguesa, aunque podemos observar recaídas puntuales en ella hasta hoy. El otro peligro -perderse en el mosaico de la Realpolitik burguesa- sólo ha surgido en el curso del fortalecimiento del movimiento obrero en el terreno del parlamentarismo.
Las armas para la superación práctica de la política revolucionaria del proletariado debían tomarse también del parlamentarismo burgués; la unión democrática de las clases y la paz social de la reforma debían sustituir a la lucha de clases.
¿Y qué se ha conseguido? La ilusión puede haber durado aquí y allá un tiempo, pero la inadecuación de los métodos burgueses de la Realpolitik para la clase obrera se hizo evidente de inmediato. El fiasco del ministerialismo en Francia [5], la traición del liberalismo en Bélgica [6], la quiebra del parlamentarismo en Alemania [7]- el corto sueño del "desarrollo tranquilo" huelga a huelga se rompió en pedazos. La ley marxista de la tendencia a la agudización de los contrastes sociales como fundamento de la lucha de clases se afirmó. Y cada día trae nuevos signos y maravillas. En Holanda, las 24 horas de huelga ferroviaria, como un terremoto, abrieron de la noche a la mañana una enorme brecha en medio de la sociedad, de la que salió la lucha de clases. Holanda está en llamas . [8]
Así, en un país tras otro, bajo la "pisada masiva de los batallones obreros", el suelo de la democracia burguesa, de la legalidad burguesa, se resquebraja como una fina capa de hielo, para que la clase obrera sea cada vez más consciente de que sus aspiraciones finales no pueden llevarse a cabo en este suelo. Este es el resultado de los numerosos intentos de superar a Marx "prácticamente".
Cientos de ambiciosos apologistas de la burguesía han hecho de la superación teórica del marxismo el trabajo de su vida, el trampolín de sus carreras. ¿Qué han conseguido? Han conseguido crear en los círculos de la intelectualidad creyente la convicción de la "unilateralidad" y las "exageraciones" de Marx. Pero incluso los más serios de los ideólogos burgueses, como Stammler, se han dado cuenta de que "ante una doctrina tan profunda" no se puede conseguir nada con "esas medias tintas, con ’algo más o algo menos’". Pero ¿qué puede oponer la ciencia burguesa a la enseñanza de Marx en su conjunto?
Desde que Marx ha enfatizado el punto de vista histórico de la clase obrera en los campos de la filosofía, la historia y la economía, la investigación burguesa en estos campos ha perdido el hilo. La filosofía clásica de la naturaleza ha llegado a su fin. La filosofía burguesa de la historia ha llegado a su fin. La economía política científica ha llegado a su fin. En la investigación histórica, en la medida en que no domina un materialismo inconsciente e inconsecuente, un eclecticismo que brilla en todos los colores ha ocupado el lugar de cualquier teoría unificada. Así, se ha renunciado a la explicación unificada del proceso de la historia, es decir, a la filosofía de la historia como tal. La economía oscila entre dos escuelas, la "histórica" y la "subjetiva". La una es una protesta contra la otra. Y ambas son una protesta contra Marx. La primera niega la teoría económica, es decir, el conocimiento en este campo, en principio para negar a Marx, mientras que la otra niega el único método de investigación -objetivo- que convirtió por primera vez la economía política en una ciencia.
Ciertamente, la feria del libro de ciencias sociales saca cada mes al mercado montañas enteras de productos que resultan de la laboriosidad burguesa. Y los volúmenes más gruesos escritos por profesores ambiciosos y modernos se publican a una velocidad capitalista a gran escala, como una máquina. Pero en estas monografías tan diligentes, o bien la investigación entierra su cabeza como un avestruz en la arena de los fenómenos pequeños y fragmentados, de modo que no tiene que ver conexiones más amplias y sólo trabaja para las necesidades diarias. O bien la investigación sólo simula pensamientos y "teorías sociales" que, en última instancia, no son más que reflejos del pensamiento de Marx que se ocultan bajo recargados adornos de oropel que apelan al gusto asociado a las mercancías del bazar "moderno". Los vuelos autónomos del pensamiento, una mirada audaz en la distancia o una deducción vigorizante no se encuentran en ninguna parte.
Y si el progreso social ha vuelto a plantear una serie de nuevos problemas científicos que aún esperan ser resueltos, es de nuevo sólo el método de Marx el que ofrece un asidero para su solución.
Por lo tanto, en todas partes es sólo una falta de teoría lo que la ciencia social burguesa es capaz de oponer a la teoría de Marx, y un escepticismo del conocimiento lo que es capaz de oponer al conocimiento de Marx. La teoría de Marx es un hijo de la ciencia burguesa, pero el nacimiento de este hijo le ha costado la vida a la madre.
Así, tanto en la teoría como en la práctica, el ascenso del movimiento obrero ha quitado de las manos de la sociedad burguesa las armas con las que quería luchar contra el socialismo marxista. Y hoy, 20 años después de la muerte de Marx, es aún más impotente frente a él, pero Marx está más vivo que nunca.
Por supuesto, a la sociedad contemporánea le queda un consuelo. Mientras la sociedad se esfuerza en vano por encontrar un medio para superar la teoría de Marx, no se da cuenta de que el único medio real para hacerlo está oculto en esta misma teoría. Por ser histórica, la teoría marxista sólo reclama una validez temporal limitada. Por ser dialéctica, lleva en sí misma las semillas definitivas de su propia disolución.
Si nos abstraemos de su parte inmutable, es decir, del método histórico de investigación, entonces la teoría marxista, en sus líneas más generales, consiste en la comprensión del camino histórico que lleva desde la última forma "antagónica" de la sociedad, es decir, las sociedades que se basan en los conflictos de clase, hasta la sociedad comunista que se construye sobre la solidaridad de intereses de todos los miembros.
La teoría marxista es sobre todo, al igual que las anteriores teorías clásicas de la economía política, el reflejo mental de un periodo concreto del desarrollo económico y político, a saber, la transición de la fase capitalista a la socialista de la historia. Pero es más que un simple reflejo. La transición histórica que Marx identificó no puede tener lugar sin que el conocimiento marxista se haya convertido en el conocimiento de una clase particular de la sociedad, el proletariado moderno. Que la teoría de Marx se convierta en la forma de conciencia de la clase obrera y, como tal, en un elemento de la historia, es la condición previa para la realización de la revolución histórica formulada en la teoría de Marx.
La teoría de Marx se demuestra continuamente con cada nuevo proletario que apoya la lucha de clases. Así que la teoría de Marx es al mismo tiempo parte del proceso histórico y es también ella misma un proceso. La revolución social será el último capítulo de El Manifiesto Comunista.
En consecuencia, la parte de la teoría marxista más peligrosa para el orden existente de la sociedad será "superada" tarde o temprano. Pero sólo junto con el orden existente de la sociedad.
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Referencias:
Engels, Friedrich. 1887/88. Anti-Dühring: Herrn Eugen Dührings Revolution in Science. In Marx & Engels Collected Works (MECW) Volume 25, 1–309. London: Lawrence & Wishart.
Engels, Friedrich. 1886. Ludwig Feuerbach and the End of Classical German Philosophy. In Marx & Engels Collected Works (MECW) Volume 26, 353–398. London: Lawrence & Wishart.
Marx, Karl. 1867. Capital Volume I. London: Penguin.
Marx, Karl. 1859. Preface to A Contribution to the Critique of Political Economy. In Marx & Engels Collected Works (MECW) Volume 29, 261-265. London: Lawrence & Wishart.
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