Las huelgas en el norte maquilador son el mejor exponente de un reanimamiento de la lucha de clases en el país.
Cuando nadie lo esperaba, irrumpió, en el reino de la Cuarta Transformación, la lucha obrera en Matamoros y se hizo presente también en Michoacán.
Al mejor estilo cardenista de los años ´30, el presidente Andrés Manuel López Obrador intentó primero contemporizar y actuar como un árbitro. Ante la protesta de los maestros de Michoacán por los salarios adeudados y otras demandas, anunció el envío de recursos económicos; pero, cuando aquellos persistieron en los bloqueos ferroviarios, los descalificó como caprichosos, conservadores y por “caer en provocaciones”. Ante los paros en Matamoros, mientras la secretaria de Trabajo, Luisa Alcalde, prometía respetar los intereses de obreros y patrones, su compañero de partido, el senador Ricardo Monreal cabildeaba escandalosamente para que se levantaran las huelgas en el extremo norte del país, en tanto que el alcalde local, perteneciente también al Morena, actuaba también en contra de éstas, a contramano de su discurso de "primero los pobres".
Las cámaras patronales salieron a agitar el fantasma de la crisis y la supuesta retirada de empresas, lo cual fue repetido hasta el cansancio por las cadenas televisivas, que alternaban las imágenes de los bloqueos en Michoacán con las fábricas en paro en Tamaulipas.
Abel Morón Guzmán, titular de la Cámara Nacional de Comercio en Matamoros, afirmó: "De ser una de las ciudades estratégicas con mano de obra confiable, estabilidad laboral y teniendo los mejores contratos colectivos de México, en tan solo un par de semanas pasamos a ser la ciudad más cara del país en cuanto a mano de obra y con poca confiabilidad para la estabilidad laboral". El disgusto con las exigencias salariales de los trabajadores, en un empresariado acostumbrado a imponer sus condiciones sin cortapisas, se notaba a la distancia.
Más allá de que sus cartas apuestan al terror del desempleo, la preocupación en los círculos empresariales nacionales y estatales es evidente. Esperaban que la legitimidad del nuevo gobierno y sus planes sociales conjuraran, en estos primeros meses del sexenio, la protesta obrera y popular. Pero la realidad los desmintió. Las aspiraciones de cambio tomaron fuerza y empezaron a irrumpir en la vida cotidiana, con cortes ferroviarios y huelgas, ante los atropellos de la patronal (Matamoros) o del propio Estado (Michoacán).
Aunque el nuevo gobierno cuenta con una gran legitimidad, el fantasma de la lucha obrera cobra vida y muestra que goza de buena salud, como un anticipo de lo que podría venir. Por si fuera poco, a los sectores que fueron la piedra en el zapato del gobierno anterior -el magisterio combativo- se suma ahora la inquietante presencia, para el capital, del proletariado industrial.
Matamoros, la “gran puerta” al paraíso maquilador
Ciudad fronteriza, se convirtió, incluso desde antes del Tratado de Libre Comercio, en una de las sedes tempranas de la industria maquiladora de exportación, a las puertas del gran mercado del norte.
En las décadas pasadas, aprovechando los bajos salarios y la precarización laboral fomentada en el reinado del neoliberalismo, así como los incentivos fiscales y la proximidad con Estados Unidos, más de 100 maquiladoras -en el sector autopartista o electrónico, por ejemplo- conformaron los parques industriales de la ciudad. La integración productiva y comercial llegó a tal punto que hoy se habla de la zona metropolitana Matamoros - Brownsville, Texas.
El despliegue de las maquiladoras en las principales ciudades de Tamaulipas, se inscribe en la expansión de la industria de exportación, que transformó la economía del país y se extendió de los estados fronterizos a otros como Jalisco o Querétaro. Como plantea Jimena Vergara en La clase obrera oculta, un artículo que recomendamos leer aquí, esto fue potenciado por la incorporación de México a una de las principales y más dinámicas cadenas de valor a nivel internacional, la Cadena Autopartes Automotriz de América del Norte.
En pocas décadas, las ciudades del norte se convirtieron en verdaderas urbes proletarias, donde la clase obrera y sus familias conforman la mayoría de la población. Desde Tijuana hasta Matamoros, los dos extremos opuestos de una frontera de 3000 kilómetros con Estados Unidos, se consolidó un extenso proletariado que pone en movimiento las principales industrias de la región.
No sobra decir que la CTM, la principal central charra, priista, de fuerte presencia en Tamaulipas, fue esencial para garantizar la paz social durante años, pactando con la patronal bajos salarios, precarización laboral, y despidos cuando y donde se requiera.
Matamoros, como otras ciudades y estados del país, fueron marcadas por la acción del narcotráfico. En ese estado, en la localidad de San Fernando, el cartel de los Zetas masacró a 72 migrantes. La militarización, presente desde que Felipe Calderón decretó la guerra contra el narco, es parte de la vida diaria de sus habitantes, y pone en condiciones aún más difíciles a los trabajadores que luchan por sus derechos. Esto se vio ahora, con el amedrentamiento de las fuerzas de seguridad hacia los huelguistas, que no logró hacerlos retroceder.
Lo que presenciamos hoy tuvo muchos antecedentes, algunos de ellos pueden encontrarse en este notable Mapa de las resistencias obreras. La fisonomía proletaria del norte mexicano se rebela con sus métodos de lucha y ya no puede ser ocultada. El antecedente más fuerte, sin duda, estuvo en Ciudad Juárez, Chihuahua, en el 2015. En el antiguo Paso del Norte, que hoy concentra a centenares de miles de proletarios también a las puertas de Estados Unidos, la huelga se extendió, bajo un clima inclemente y con las mujeres obreras al frente, desafiando también a la burocracia sindical. Como ahora en Matamoros, enfrentó muchos obstáculos, la dureza de la patronal y los despidos como forma de desarticular la organización en las fábricas.
Las pesadillas de la patronal maquiladora
El movimiento de las maquiladoras de Matamoros ya tiene una página en la historia de la clase obrera mexicana y marca la irrupción de este sector del proletariado.
Iniciado espontáneamente el 11 de enero, ante la negativa patronal a pagar un bono anual e incrementar los salarios de acuerdo a las expectativas de los trabajadores, se transformó rápidamente en un paro en 45 maquiladoras. Protagonizado por decenas de miles de obreros, enarboló sus demandas, puso en juego sus métodos de lucha -el paro y la huelga-, en contra de una dirección sindical absolutamente proempresarial y de los antiguos delegados, que fueron rebasados y tuvieron que aceptar los hechos consumados y el escrutinio constante de las bases, como puede leerse en las decenas de notas y entrevistas publicados por los corresponsales de La Izquierda Diario México en Matamoros.
El lunes 21, en un hecho inédito, los trabajadores llamaron a “un lunes sin obreros”. El objetivo: mostrar que las empresas no pueden funcionar sin ellos, mientras ponían las redes sociales a su servicio.
El viernes 25 se decretó la huelga, y a partir de entonces, ante el peligro de una escalada mayor, la patronal maquiladora y las autoridades laborales empezaron a actuar. La negociación por empresa, aunque arrojó que la mayoría de las fábricas la patronal otorgara las demandas del 20% de aumento y el bono de 32 mil pesos, puede ser utilizado para debilitar a las que se mantienen en huelga.
El rol pérfido de la burocracia sindical se ve crudamente en esta declaración de Luis Aguirre Lang, presidente del Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación: “en algunas compañías, el propio líder sindical ha tenido que acompañar a las empresas para tratar de convencer a los trabajadores de que desocupen las plantas...”, lo cual plantea la necesidad de recuperar los sindicatos como herramientas para la lucha, basadas en la democracia obrera, la independencia política del Estado y la patronal y, por supuesto, expulsando a la burocracia charra.
A eso le siguió la declaración de ilegalidad de la huelga en 15 empresas, una medida de presión para obligar a los trabajadores a desistir, aunque ya se ganó una suspensión provisional; y el despido de activistas, cuya reincorporación ya se convirtió en una nueva bandera para el movimiento y para todos aquellos que lo apoyamos. Esto exige que las centrales sindicales que se reclaman democráticas convoquen a un Paro Nacional en solidaridad y que se oiga, en todo el país, el reclamo de las y los obreros de Matamoros.
El impacto del movimiento huelguístico es evidente, a pesar del cerco mediático. La oleada que fue sumando espontáneamente maquiladoras, ahora -a pesar de los despidos, el rol de los charros y las intimidaciones de las cámaras empresariales y la “justicia” laboral- está sumando a nuevas empresas. Éste es el caso de los trabajadores de Coca Cola, de distribuidora de lácteos Liderlac y la Purificadora "Blanquita", entre otras y podría ser el puntapié inicial de una oleada mayor, a la cual se suman las protestas de los maestros en distintos estados del país y la huelga del Sindicato de la Universidad Autónoma Metropolitana en la Ciudad de México, lo cual plantea la necesidad de una coordinación de los sectores en lucha.
Nuevamente Aguirre Lang expresa cuál es la pesadilla patronal: “Temen contagio en regiones cercanas. (Aguirre Lang) consideró que la huelga en Matamoros puede sentar un precedente para que se presenten conflictos similares en regiones cercanas de la frontera norte del país: Estoy seguro que va a detonar el mismo procedimiento en otras ciudades. Estamos mandando un mensaje muy malo y equivocado de desconfianza, de que México no es un lugar atractivo ni seguro para atraer nuevas inversiones. Eso es lo que está diciendo el gobierno, por no actuar”. Además de exigirle al gobierno de AMLO que ponga “orden”, este capo empresarial está leyendo con instinto de clase la posibilidad de que el movimiento huelguístico se extienda. Y no es para menos.
Como planteamos antes, la clase obrera del norte del país, con grandes destacamentos insertos en la industria de exportación, en urbes de alta concentración proletaria, trabaja y vive en condiciones de alta precariedad laboral, bajos salarios, y una dictadura patronal facilitada por las direcciones sindicales charras. Tiene experiencias y páginas de lucha heroicas, como en Ciudad Juárez.
Ahora, este proletariado empezó a moverse en Matamoros, poniendo en juego sus aspiraciones de cambio y utilizando la huelga para lograrlas. Su ejemplo es un llamado a la lucha para miles de sus hermanos de clase en toda la región del norte mexicano, y puede incluso llegar al norte del río bravo. Esa es hoy la peor pesadilla de la patronal y por eso debemos apostar a la lucha y el triunfo del proletariado maquilador.
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