Ante la maternidad, ¿qué dicen los feminismos? Las socialistas hoy tenemos mucho que reivindicar a las que nos precedieron y mucho que aportar a la lucha por maternidades libres en nuestro tiempo.
Miércoles 10 de mayo de 2023
El control de la capacidad de reproducción de las mujeres y las personas gestantes se convirtió en un objetivo en sí mismo y un ataque violento contra los derechos de las mujeres una vez que el trabajo asalariado resultó ser la principal fuente de riqueza de la clase dominante. El capitalismo, asumiría como tarea el control del número de personas que nacen, de acuerdo a la mano de obra necesaria para obtener ganancia y poder acumularla.
De la mano de la iglesia, el capitalismo estableció diferentes formas de control sobre los cuerpos de las mujeres, y se instaló la idea de que, para todas las mujeres ser madre debería ser el objetivo de su vida, a la par que las tareas desprendidas de esta condición de madre, se individualizaron y se llevaron al espacio privado, donde surgieron infinidad de maternidades diferentes. Según esa lógica, también la sexualidad de las mujeres, debería servir únicamente a una intención reproductiva y no de satisfacción o placer.
¿Qué posiciones han tenido los feminismos?
Durante la primera ola del feminismo, desde la última parte del siglo XIX y hasta aproximadamente la mitad del siglo XX, aproximadamente, se peleó por derechos sociales y subsidios para las madres. El movimiento sufragista, atendiendo a las demandas de las madres de la clase burguesa europea, peleó por igualdad de condiciones políticas, como el derecho al voto, a la educación o a la propiedad; sin embargo, estas demandas, que sólo repercutieron en un sector de mujeres y madres, no cuestionaron hasta el final ni lucharon contra la idealización de madre abnegada, sino que simplemente querían ser madres abnegadas con derechos políticos, lo que las llevó a incluso enaltecer la figura materna en el sentido más romántico.
Por otro lado, las feministas socialistas de esa misma época, tenían críticas que apuntaban a un cambio social y político, mucho más ligadas a la realidad de la mayoría de las madres de la clase trabajadora, que sufrían las pésimas condiciones del capitalismo que en alianza con el patriarcado, las había excluido y explotado.
Flora Tristán, Clara Zetkin y Alexandra Kollontai, estaban convencidas de que la conquista de derechos sociales, políticos y económicos sólo pueden venir de la organización de las mismas mujeres, madres trabajadoras y sus compañeros de clase [1] Afirrmaban, que la igualdad, tendría que venir de la construcción de una nueva familia y una nueva maternidad, en el marco de una sociedad nueva que se liberara de la moral que imponía (y sigue imponiendo) la clase burguesa, planteando la maternidad no como una tarea individual sino una tarea social, cuestión que se contrapone con el ideal de la familia burguesa.
Para las socialistas, la maternidad proporcionaba a las mujeres, no un destino de vida, o algún tipo de divinidad, sino valores y fuerzas muy útiles en la defensa y la lucha por una vida emancipada para las familias de la clase trabajadora; por eso, afirmaban que la colectividad debería encargarse de las tareas maternas, “porque de otra manera, la sociedad explotaría a las mujeres parte de su misma clase” y el feminismo socialista busca que “la maternidad ya no sea un asunto privado (…) sino una función social y adicional, importante de la mujer”.
En este sentido, las feministas socialistas pelearon en Europa y durante la revolución rusa, por derechos para las mujeres y las madres trabajadoras, guarderías públicas, comedores y lavanderías públicas, el derecho al divorcio y el derecho al aborto, que conquistaron para poner a las mujeres, madres trabajadoras, en mejores condiciones para hacerse parte de la revolución por la emancipación de la clase obrera.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la glorificación a la maternidad volvió con fuerza, lo mismo que las ideas de la iglesia católica sobre la familia y la moral sexual conservadora, por lo que la segunda ola del feminismo dada entre los años sesenta y setenta, enfocó su lucha contra estas ideas, reivindicando la sexualidad por placer y no exclusivamente para la reproducción, al tiempo que comenzó a tener carga discursiva antirreproductiva, alegando que la maternidad había sido utilizada como instrumento de dominación para las mujeres, y que la forma de confrontar el “destino de la maternidad” era negándose a ella.
Se planteaba que la liberación de las mujeres pasaba por el abandono de la maternidad y sus tareas, así como la incorporación de las mujeres al mundo laboral.
Simone De Beauvoir fue una de las principales referentes de esta segunda ola del feminismo, planteaba una maternidad con contradicciones ante la mentira de la maternidad perfecta y las condiciones materiales de la familia patriarcal poniendo de manifiesto que la mujeres no podemos ver la maternidad con una aceptación acrítica [2].
Si bien, De Beauvoir tuvo influencia en la segunda ola y después de ésta, lo cierto es que la cuestión de clase fue uno de los elementos ausentes en el análisis sobre las maternidades durante este periodo del feminismo, cuestión que tuvo consecuencias en el desarrollo del pensamiento del feminismo radical de los años setenta, que veía a la maternidad como un yugo para las mujeres con posiciones incluso un tanto exageradas y que fueron muy criticadas por otros feminismos, como la de Firestone en su libro La dialéctica del sexo donde propone dejar la tarea de reproducción en manos de la tecnología, en el marco de un sistema social alternativo, el que ella denomina “socialismo cibernético”. Para ella, se trataba de acabar con la maternidad biológica, responsable de la opresión de las mujeres [3].
El feminismo europeo de los años ochenta, rompió con la negativa de la maternidad y comenzó a pensarla en positivo, feministas como Nancy Chodorow, Adrienne Rich y Sara Ruddick, entre otras, plantearon el rechazo a la maternidad impuesta, al mismo tiempo que interpusieron la responsabilidad del Estado en la crianza de las niñas y los niños.
Sus reflexiones sostenían que la maternidad debería reivindicar a la figura materna y paterna por igual, al tiempo que hicieron un ejercicio de revalorización de la práctica maternal contraponiendo esto a la función materna como algo intuitivo o automático exclusivo de las mujeres; sin embargo, estos planteamientos se hicieron en su mayoría pensados para las mujeres de clase media, que podían garantizar los elementos básicos de sobrevivencia, condiciones que de ninguna manera tenemos la mayoría de las mujeres.
Por su parte, las feministas liberales y socialdemócratas, identifican la libertad e igualdad con el trabajo asalariado, por lo que de manera similar a las feministas sufragistas de la primera ola, sus demandas se reducen a cuestiones institucionales, que defienden una sociedad de libre mercado y desde ahí establecen la defensa de una “maternidad neoliberal”, que mantiene toda crítica por detrás de la lógica del mercado e, incluso, termina reivindicando de manera reaccionaria la reproducción en función del capital.
Hoy, hay lecciones qué recuperar
Las trotskistas recuperamos las lecciones de las diferentes luchas y hoy creemos que, ante las condiciones de explotación y opresión que ofrece un capitalismo en crisis para las mujeres y madres trabajadoras, reivindicar la organización de las mismas, en cada escuela, en cada centro de trabajo, para repensar las maternidades, que son posibles si las construimos juntas estableciendo ahí acuerdos que nos pongan en mejores condiciones.
El derecho a la sexualidad, el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, al aborto libre, seguro y gratuito a maternar por elección y en mejores condiciones materiales, a la educación sexual integral y a los anticonceptivos gratuitos para todas, no nos lo va a regalar nadie.
En el contexto actual, en un momento donde más que nunca la clase trabajadora está feminizada y representamos el 50% de la fuerza de trabajo, en el que el capitalismo es cada vez más brutal en sus modos de explotación y su alianza con el patriarcado cada vez aumenta más cruelmente la violencia hacia las mujeres, necesitamos estar organizadas y reivindicar las maternidades que peleen en las calles de la mano de sus compañeros de clase por mejores condiciones para ellas, para sus hijos e hijas y para sus familias.
Es necesario que las mujeres y madres trabajadoras hoy nos pongamos al frente, por la defensa de nuestros derechos y por la conquista de mejores condiciones materiales.
Hoy, miles de mujeres toman las calles por el mundo para pelear en contra de los feminicidios y por el derecho a decidir, sin embargo, necesitamos una estrategia para vencer e imponer nuestras demandas a los intereses de los grandes capitalistas y los estados que los respaldan.
Queremos ser miles en las calles, pero queremos también conocernos y pensar juntas la ruta que nos lleve a imponer nuestras demandas, que son también las de nuestra clase.
Hoy, si pensamos juntas como dar un salto, y ponemos con fuerza en las calles una gran marea verde que conquiste nuestro derecho a decidir, por aborto legal y maternidades libres, seguramente estaremos después en mejores condiciones para pelear por más.
Conseguir el derecho a decidir a nivel nacional, seguramente también fortalecerá la lucha contra la violencia y la precarización, contra los feminicidios y la militarización, pues pensamos que solo puede triunfar si es de la mano de su discusión y realización en cada lugar de trabajo, en todos los sindicatos, en las escuelas y universidades y todos los lugares donde las mujeres estén, y cuando las mujeres nos reunamos, seguramente podremos hablar de estos temas y luchar juntas.
Nos sumamos hoy a la Marcha de la Dignidad Nacional convocada por madres buscadoras, colectivos, familiares de desaparecidos, colectivos de desaparecidos, organizaciones de derechos humanos, organizaciones y colectivos de migrantes que exigen verdad y justicia.
Junto a ellas, exigimos la aparición con vida de todxs lxs desaparecidxs, juicio y castigo a los responsables y denunciamos que es el Estado el principal responsable de la desaparición forzada y que, ante la militarización profundizada con la 4T, la violencia sigue cobrando la vida de los hijos e hijas, las mujeres y los hombres de la clase trabajadora y los sectores populares, ¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!
Es urgente que cada mujer y madre de la clase trabajadora, se una al movimiento de mujeres y reivindique su derecho al pan y también a las rosas.