Un nuevo River-Boca y las sensaciones mezcladas entre la alegría de un triunfo xeneize y la tristeza por Matías Kruger, trabajador del subte fallecido por la desidia empresarial.
Domingo 11 de diciembre de 2016 23:49
Si bien lo viví como hincha de Boca, enfermo crónico de sangre azul y oro, creo que el minuto más importante del partido no fue en el que entre Centurión, Pavón y Tévez dan vuelta el partido. Ni siquiera cuando se amplió la diferencia a dos goles de ventaja.
El minuto clave del Superclásico pasó casi desapercibido para muchos pero no para algunos que lo estábamos esperando. Apenas los jugadores saltaron al campo de juego, hubo un minuto donde el estadio enmudeció y ya no importaron los colores.
Es que sonó el pitazo del árbitro Abal y el estadio se llamó al silencio para conmemorar la muerte por la negligencia patronal y la desidia del Estado de Matías Kruger “el chico electricista del subte que jugaba en Boca al futsal” (sic. Vignolo).
Una vez más este sistema se cobra la vida de un joven trabajador. Un pibe más que se muere en su laburo a causa de la sed de ganancia de los empresarios. Empresarios que incluso dirigen clubes: estos dos, los más grandes del fútbol nacional, no están exentos.
Soy hincha de Boca porque es una enfermedad hereditaria, pero también soy parte de esta clase que todos los días pone, de una forma o de otra, tiempo de su vida o la totalidad del mismo, lamentablemente, a merced de los lobos del sistema. Creo que a nosotros ese minuto, si bien fue un acto formal, porque siguen las mismas condiciones nefastas de laburo en el subterráneo y en tantos otros lugares de trabajo, nos generó algo.
Hoy más que nunca, Matías Kruger presente.