La serie catalana, que tuvo mucha repercusión, es una de las herramientas que utiliza la filosofía para llegar a los jóvenes, y despertó una nueva divulgación filosófica en Argentina.
Sábado 7 de abril de 2018
El impacto de la filosofía en los últimos meses es sorprendente. Aunque se señale su importancia en el conjunto de las corrientes de pensamiento, por mucho tiempo, la ‘madre de las ciencias’ no dio mucho para hablar en Argentina. Sin embargo, hoy, tanto en los jóvenes como en los que no lo son, ronda una sensación de empezar a cuestionar todo.
La raíz de dicho fantasma, que se vuelve una necesidad en un punto, son los cimientos que se basan en una nueva generación, impulsada por los medios de comunicación: charlas, cafés filosóficos, clases magistrales a la gorra, programas en la televisión, colecciones de libros y hasta una serie del medio hegemónico de contenido cinematográfico, donde un profesor de filo, rebelde, con métodos pedagógicos transgresores, encariña a una audiencia muy amplia.
Cuesta hacer memoria y recordar cuándo Argentina transitó tiempos donde la filosofía era un tema en las conversaciones como lo es hoy. En puestos de diarios, en canal Encuentro, en un bar, café o vino mediante; pero una de las razones por las que hoy los chicos preguntan (principal actividad de este arte) es Merlí: la serie producida por la televisión catalana, fue un gran impulso para observar, este nuevo escenario que está en crecimiento, donde son los pibes y pibas que preguntan cuándo estudiarla; y esta necesidad que se demanda en la generación millenian.
La serie catalana, que en principio fue producida para la tv, luego se incorporó en la plataforma digital ya mencionada; es (para no decir la única) una de las series que más comentarios y visualizaciones tuvo: Merlí Bergeron es un profesor de filosofía que les enseña a sus estudiantes el oficio de pensar, analizar críticamente y reflexionar sobre cuestiones que se problematiza en aquel momento en la serie. ‘Utilizar la filosofía como herramienta, para ver que lo que nos imponen como verdad, muchas veces no lo es’, dice en uno de los capítulos.
Uno de los puntos clave que le da esa esencia particular a esta obra son las problemáticas que transitan los personajes, que, en su mayoría, son tabúes en la sociedad. Estudiantes y profesores tratan la homosexualidad, tener un bebé en la adolescencia, el travestismo, la marihuana y otras. Con una combinación de estas situaciones y las corrientes de pensamiento de distintos filósofos, como la Alegoría de la caverna, son algunas de las pistas con las que nos podemos encontrar para pensar que, en este tiempo, la filosofía tiene muchos recursos para llegar a quienes la precisan: vuestros niños. Está dedicada a una audiencia joven; aun así son muchas las personas adultas que toman cariño por esta tira y por cada personalidad que representan los actores españoles.
“Pero de entrada me parece importante centrarse en esta paradoja: cuanto más muerta parece la filosofía aparece un producto televisivo en Cataluña llamado Merlí, que de repente la resucita, la pone en el candelero. Y no deja de ser paradójico que en un momento como el actual se vendan más libros de filosofía que nunca. Al mismo tiempo, la filosofía está desapareciendo de los institutos. Es muy llamativo, parece que hay una demanda de filosofía dentro de sociedad y cuando se la contrasta con lo que pasa a nivel institucional, es para echarse las manos a la cabeza.”, fue uno de los testimonios que le concedió Nemrod Carrasco, doctor y profesor de la materia en la Universidad de Barcelona, en una entrevista a ‘La Capital’. Él asesoró el guion junto a la productora catalana.
En Argentina, por ejemplo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el sistema educativo implementó y profundizó las políticas de la ‘Nueva escuela secundaria’, en la cual no incluye filosofía como asignatura en los programas de las escuelas, ni primaria, y menos en el secundario. Según el Gobierno de la Ciudad, se “recogen aportes de la filosofía, las Ciencias Políticas, el Derecho, la Sociología, la Antropología, la Piscología y la Economía, que contribuyen conceptualmente a la conformación del campo que se va a estudiar”. Empero, el efecto Merliniano resucitó esto, tanto en España, según Carrasco, y también acá.
“Apenas vi la primera temporada fui a comprarme un libro de Platón” le dice una espectadora a este cronista. Y no es para nada casual: otra de las premisas de esta base que se forma es que la editorial RBA haya sacado una colección semanal de ‘grandes pensadores’ de la filosofía, que incluye desde los más tradicionales, Platón, Aristóteles, Nietzsche, hasta los que no son tan conocidos, pero aportaron mucho al conocimiento, como Hume, Berkeley y Schelling.
Pero eso no es todo: luego, algunos meses más tarde de la salida del primer ejemplar, salió otra tira de libros filosóficos, pero de la editorial Salvat. A diferencia de la primera, que reúne a los autores en gredos, éstos vienen en una edición más económica: vender filosofía sirve para los empresarios, segmentarlo por un lado más económico y más caro: los empresarios ganan y los ‘peripatéticos’ (como llama Merlí a sus alumnos que filosofan mientras caminan), también.
Siguiendo la corriente, en la televisión de cable, el filósofo Darío Sztajnszrajber tiene su propio programa en el Canal Encuentro. En “Mentira la verdad” el conductor aborda diferentes problemáticas de la vida desde el punto filosófico. Está dedicado a un público amplio, aunque su target es la juventud; en cada capítulo una cantidad de veinteañeros rodea al filósofo, mientras recita sus lecciones. Además, Sztajnszrajber lleva a cabo un ciclo de clases magistrales en el Centro Cultural Konex, donde todos los martes habla de un libro ya preseleccionado, entre ellos el Génesis de la Biblia, El manifiesto comunista de Karl Marx, Ficciones de Jorge Luis Borges. Los encuentros se realizan en ‘La gran sala’, que tiene una capacidad para 626 personas: para algunas fechas las entradas están casi agotadas: otro punto a favor.
Hay que tener en cuenta el lamentable contexto social y laboral en el que se encuentra este oficio: mientras un youtuber que sube contenido, didáctico o no, puede llegar a ganar una cifra remunerada alta, alguien que se recibió y ejerce el oficio de pensar, no. Al egresar de la carrera uno no tiene tanta salida laboral como otras profesiones: hay que rebuscárselas cumpliendo el rol de profesor, de consejero en empresas, escritor o investigador; esto trae consecuencias al momento de la elección de las personas de qué estudiar. Todos puestos muy mal remunerados; muchas veces hay que ingeniárselas. Es el caso de diferentes seminarios de filosofía que se llevan a cabo a la gorra, en el barrio de Villa Crespo. Otro ritual a los que se puede asistir en Buenos Aires son los cafés filosóficos, donde se asiste a debatir con otros sobre cuestiones ya seleccionadas; en otras ocasiones se puede encontrar el mismo método dialéctico, pero con botellas de vino mediante.
Todas estas herramientas que se observan denotan la situación en la que conviven los especialistas del tema, las personas comunes, los medios y el arte propiamente dicho. En un lugar que se acerca más a Un mundo feliz de Aldous Huxley que al 1984 de George Orwell, donde las informaciones de la tv, las redes y la publicidad transitan por todos lados, hacia un quién sabe dónde, y los tiempos contemporáneos son más violentos, no dan tanto respiro: el escenario es más difícil de analizar, al igual que todo lo que nos rodea, aunque por lo menos ahora ronda entre nosotros estas sensaciones fantasmagóricas para hacerlo.
No es sencillo pensar que, en un punto cultural y social, en medio de todas las informaciones que quién sabe para qué las necesitamos, se encuentran las ideas filosóficas, herramienta que puede tergiversarse para un lado y, como dijo Francesc Orella, el actor que interpreta a Merlí, utilizarla para demostrar que no es verdad todo lo que se nos impone como natural o normal. Se hace difícil, de igual manera, no pensar en un escenario donde la filosofía se debata aquí, allá, en las redes, y que todo este conocimiento pase desapercibido, se trivialice y se haga líquido, como pasa con lo más sólido que uno se pueda encontrar.