El avance de la propagación de la Covid-19 y el número de personas que sucumben ante ella muestra que México es uno de los países más vulnerables del Continente Americano.
Martes 28 de abril de 2020
La extracción voraz de ganancia capitalista ha repercutido profundamente en la salud del pueblo mexicano teniendo consecuencias devastadoras en todo el país ya que muchos tienen hambre o están mal alimentados.
Durante décadas los gobiernos en turno han lucrado con la pobreza y el hambre del país, en ocasiones, al ver la oportunidad, levantan campañas pomposas contra alguna expresión de la miseria mexicana como el hambre, el rezago educativo, o la carencia de vivienda para generar un derroche de recursos públicos, mismos que nunca llegan a destino.
Según datos de la ONU en México 4.7 millones de personas viven con hambre, es el segundo país con mayor número de habitantes en condiciones de subalimentación en el continente, sólo después de Haití.
Esto después de que en el sexenio pasado se gastaron 8 mil millones de pesos en el programa “Cruzada contra el hambre”, dirigido por Rosario Robles, hoy presa por el desvío de esos recursos -en su mayor parte para beneficiar al PRI en campaña electoral- en complicidad con las altas esferas del gobierno de ese momento,.
Trabajos mal pagados y abandono del campo
Después de la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte(TLCAN) a mediados de la década de los 90, el campo sufrió un abandono por parte de las políticas gubernamentales que impidieron su desarrollo ante la competencia de los productos estadounidenses, acompañado del desplazamiento forzoso de los pueblos indígenas ante el avance de la industria, lo que generó el aumento de la pobreza en el ámbito rural.
Los bajos salarios en las ciudades, las malas condiciones de vida en cuanto a vivienda, salud y educación han impedido que se desarrollen generaciones sanas de mexicanos. Desde hace años se alerta por el incremento de obesidad y diabetes en nuestros jóvenes.
Chatarra que no alimenta
Mientras que los productos de calidad quedan por fuera del alcance de la mayoría, es imposible que los trabajadores puedan acceder a una alimentación que les aporte los nutrientes necesarios. El 18% de los niños y niñas mexicanas de entre seis meses y 2 años de edad no consumió nunca frutas ni verduras.
Lo que está disponible y a la mano para la alimentación de los más pobres está lejos de parecerse al sueño romántico del vegetarianismo posmoderno -que plantea como una decisión moral el consumo de carne- cuando en el capitalismo la calidad de la alimentación a la que se puede acceder depende de las capacidades materiales objetivas y no de la moral individual.
La lógica de la ganancia por encima de nuestras vidas impulsa que se comercialicen productos para el consumo humano que no aportan ningún tipo de nutriente y se introducen en la dieta proletaria por medio de la publicidad, como los refrescos o las bebidas procesadas, que hacen a México el mayor consumidor de ellas en América Latina.
La comida basura y ultra procesada a disposición de los más pobres, su practicidad y la descarga calórica, que proporciona sólo una sensación de alivio a un cuerpo hambriento, han generado obesidad, sobrepeso y diabetes en la población en la que el 5% de las y los niños de 0 a 4 años son obesos lo mismo que el 35% de los jóvenes de entre 5 y 19 años que presentan esta condición.
Los capitalistas siempre intentan descargar de uno u otro modo las consecuencias de las crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Ahora la mala alimentación y la salud endeble de las y los mexicanos producto de la avaricia capitalista nos deja aún más expuestos a la pandemia que azota el mundo.
Hoy más que nunca es necesario organizarse como trabajadores, campesinos y pueblo pobre para derribar la lógica de producción capitalista que nos está enfermando y repartir la riqueza que generamos los explotados y oprimidos para satisfacer las necesidades de todas y todos para desarrollar sus capacidades.