El II Congreso del MTS se realizó a pocos días del triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, y debatió el impacto que esto tendrá en México, acelerando la tendencias a una mayor inestabilidad económica y política, y con la posibilidad de nuevos procesos de la lucha de clases.
Viernes 25 de noviembre de 2016
Las consecuencias nacionales del terremoto político ocurrido en la elección estadounidense se potencian, como resultado de la profunda subordinación política, diplomática y en materia de “seguridad nacional” a los Estados Unidos y de la integración productiva y comercial ocurrida desde la entrada en vigor, en 1994, del Tratado de Libre Comercio, lo cual se da en un marco internacional signado por contradicciones económicas y políticas respecto a otras potencias, como China.
Un escenario económico incierto
Desde el informe de apertura se planteó que la economía viene signada por un débil crecimiento durante todo el 2016, con fuertes tendencias devaluatorias y un aumento de la deuda pública.
El triunfo de Trump abrió un panorama complejo: en caso de llevar adelante sus “promesas” de campaña como la renegociación del TLC se pondría en cuestión -en mayor o menor medida- el patrón de acumulación capitalista bajo el que México se convirtió en una plataforma de producción y exportación a los EE.UU. Y que unió a las economías de ambos países con múltiples vasos comunicantes, con un enorme flujo de exportaciones y una fuerza laboral vinculada a la producción de las multinacionales industriales y al comercio transfronterizo.
Aunque está por verse cómo se expresará el programa de Trump -que genera oposición en sectores empresariales de EE.UU.- las previsiones para el 2017 están a la baja, y la recesión es una amenaza cierta. Si suben las tasas de interés en Estados Unidos puede derrumbar aún más al peso mexicano, profundizar la inflación y contraer el consumo. Un cambio sustancial en el TLC retraería las exportaciones con consecuencias negativas sobre nuevas inversiones extranjeras. Esta situación profundizaría la explotación y la precarización de los trabajadores en México.
En ese terreno, se consideraron las consecuencias de las deportaciones masivas, la construcción de un nuevo muro, y los impuestos a las remesas; que golpearán duramente sobre millones de migrantes y en las condiciones de los sectores populares en México.
Desgaste del gobierno y desprestigio de los partidos
El Congreso debatió el impacto de la dinámica económica en la situación política. El gobierno de Enrique Peña Nieto (EPN) arrastra gran desgaste, con frentes de conflicto que marcan una situación distinta a sus primeros tres años, cuando la revista Newsweek hablaba del “Mexican moment”.
La pérdida de legitimidad de EPN es resultado de un cóctel explosivo que venimos analizando en La Izquierda Diario: escándalos de corrupción en los gobiernos estatales y federal, enlentecimiento de la economía, y repudio por el ataque a las libertades democráticas y laborales como fue el caso del movimiento por la presentación de los 43, lo cual llevó a la caída electoral del Partido Revolucionario Institucional en el 2016. Es en ese marco que EPN impulsa medidas reaccionarias como la reforma laboral y una mayor participación del ejército en la lucha contra el narco.
Las medidas que adopte Trump pueden alentar una caída aún mayor de la popularidad del gobierno y del PRI, como revelan las últimas encuestas. Los llamados a la “unidad nacional” por parte de distintos actores políticos quieren evitar una mayor crisis: aún faltan dos años para el cambio de gobierno y los fenómenos políticos y la lucha de clases puede acelerarse en el próximo período.
Debatimos que no se trata sólo de un desgaste del gobierno. Existe una “crisis de representación”; los partidos al servicio de los empresarios -en particular el PRI, el Partido de la Revolución Democrática RD y Acción Nacional- arrastran gran desprestigio. La crisis que se abrió con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en septiembre del 2014, por la participación del Batallón 27 de las Fuerzas Armadas, dejó un problema estructural para la dominación burguesa: gran desconfianza en las instituciones y los partidos de la “transición democrática”. La actual expresión concentrada de esto es la crisis política en Veracruz, que muestra la podredumbre de los gobiernos de varios estados y el hartazgo popular con las corrupción de los mismos.
Polarización y fenómenos políticos
El Congreso discutió que al calor de la polarización social y política que se evidenció en los últimos meses pueden fortalecerse tanto variantes reaccionarias de derecha -como el PAN y candidaturas “independientes” de ese signo político- como el Morena de Andrés Manuel López Obrador, que quiere capitalizar el descontento aprovechando la influencia conquistada desde su surgimiento en amplios sectores populares. Esto puede acelerarse al calor del impacto del ascenso de Trump. En ese sentido, con las elecciones del 2018 apuestan a desviar el descontento obrero y popular.
En esta jornada, se discutió también el significado de la reaparición política del EZLN y la propuesta de una candidatura independiente del Congreso Nacional Indígena. Los socialistas defendemos el derecho democrático de todas las organizaciones de izquierda a participar de las elecciones. Y es por eso que desde el MTS discutimos lanzar una campaña para que todas las organizaciones y partidos de izquierda tengan el derecho a su legalización e intervenir en igualdad de condiciones en las elecciones.
Además, repudiamos los ataques del ejército y de grupos paramilitares contra el EZLN y los grupos indígenas que participan del CNI. Exigimos la libertad de los presos políticos del CNI que enfrentan el despojo y respetamos las experiencias autonómicas.
En este contexto, discutimos que la dirección del EZLN optó por una perspectiva basada en el “exodo a una sociedad alternativa” y no de destrucción del sistema capitalista, y sostuvo propuestas como la búsqueda de “una nueva constitución” lo cual plantea un profundo debate estratégico. Al dejar de lado la necesidad de luchar por el poder para los explotados y los oprimidos, estas propuestas no superan los marcos del régimen capitalista, y sólo pueden llevar a una perspectiva de reformarlo.
El Congreso resolvió la publicación de nuestro posicionamiento político sobre las últimas declaraciones del EZLN. Allí plantearemos la importancia de que los trabajadores, junto a los oprimidos del campo y la ciudad, levantemos una alternativa política de independencia de clase que hacia el 2018, exprese las luchas más avanzadas del último periodo -como el magisterio agrupado en la CNTE que conmovió al país durante 4 meses, la lucha de los trabajadores agrarios de San Quintin, o las luchas maquiladoras de Ciudad Juárez del 2015 y 2016-. Para la tradición socialista, las elecciones deben ser usadas para desarrollar la movilización extraparlamentaria de los trabajadores y denuncia la situación a la que nos lleva el capitalismo. En ese sentido es fundamental levantar un programa que responda a las demandas campesinas e indígenas, contra los agrobusiness y las transnacionales en el campo, contra el despojo, y por la reforma agraria radical, así como por el derecho a la plena autonomía, y que le exija que luchen por estas demandas a las direcciones obreras y campesinas. Consideramos fundamental una perspectiva para soldar la alianza obrera, campesina e indígena. Lo cual implica enfrentar al gobierno y al régimen político, en una perspectiva claramente anticapitalista, luchando por un gobierno de los trabajadores junto a los campesinos e indígenas pobres.
¿Hacia nuevas luchas obreras, juveniles y populares?
En ese contexto es que discutimos un posible aceleramiento de la lucha de clases.
El 2015 y 2016 mostraron varios fenómenos destacados de resistencia obrera y popular. La lucha magisterial fue su punto más alto, involucrando a dos decenas de estados, y despertó un amplio movimiento de solidaridad en varias entidades y en la Ciudad de México.
Las luchas obreras de Ciudad Juárez, mostraron el primer despertar de un gigante dormido: el proletariado industrial, con acciones por el derecho a la organización sindical y contra los despidos, de donde surgió también la iniciativa de buscar una candidatura obrera independiente encabezada por Antonia “Toñita” Hinojos. Reafirmaron también la importancia de la clase obrera que ha crecido exponencialmente en las ultimas décadas, con grandes destacamentos en las grandes trasnacionales y sus susbsidiarias. Así también la rebelión de San Quintín en Baja California o la lucha de las trabajadoras del Instituto de Educación Media y Superior del Distrito Federal. .
Mientras otros sectores de trabajadores protagonizaron acciones -como en el sector salud- la juventud mostró procesos de politización y movilización en los últimos años, desde el #YoSoy132 hasta Ayotzinapa, destacando luchas estudiantiles como la “primavera guinda” del Politécnico.
Ante el escenario económico y político que discutimos, son posibles nuevos procesos de resistencia obrera y popular, en los que los sectores que hicieron experiencias de lucha ocupen el centro de la escena, y donde además el Congreso dedicó especial atención a considerar que la frontera norte puede volverse un “eslabón débil”. Así también movimientos por demandas sentidas de distintos sectores de la población oprimida, como es la lucha contra el feminicidio y el transfeminicidio, por los derechos de la juventud, contra el despojo y la militarización.
Discutimos también que ante el triunfo de Trump, crece el sentimiento de repudio a la nueva administración de la Casa Blanca y sus medidas reaccionarias y xenófobas. Ante eso, los socialistas del MTS bregaremos para que surja un gran movimiento que asuma una perspectiva antimperialista e internacionalista. Discutimos que los movimientos juveniles de Estados Unidos como Occupy Wall Street, los jóvenes que protestan contra la violencia policial bajo el título de Black Lives Matters, los obreros de la Verizon, los trabajadores qué luchan contra la precarización del trabajo exigiendo que se paguen 15 dólares por hora y las actuales movilizaciones contra Donald Trump, son los aliados naturales de quienes nos movilizamos en México.
Retomando la discusión de la primera sesión, se planteó que es fundamental impulsar la unidad de los trabajadores y los sectores populares de México y Estados Unidos, contra la opresión imperialista y un programa para que la crisis la paguen los capitalistas. Así como cuestionar tanto el programa “proteccionista” como la “integración” neoliberal, tras una perspectiva internacionalista y socialista.
Esto requiere impulsar acciones contra las deportaciones y una amplia campaña democrática sumando a la misma a sindicatos, organizaciones de derechos humanos, personalidades, etcétera. A la vez que denunciar las medidas antimigrantes del gobierno de Peña Nieto contra los hermanos centroamericanos y caribeños.
El Congreso discutió también que ante la posibilidad de una recesión, será fundamental luchar contra la precarización de trabajo y para que la crisis la paguen los capitalistas.
La posible aceleración de la situación económica y política vuelve urgente la construcción de una gran organización socialista y revolucionaria, que esté a la altura de la lucha de clases que puede intensificarse. El desarrollo de esa organización -que impulsamos desde el MTS- requiere una intensa disputa con las estrategias políticas de las organizaciones reformistas y autonomistas, así como contra aquellos que -como el Morena- proponen reformar el régimen capitalista.
La fecunda discusión política que hicimos en este Congreso abrió el camino para, en la jornada siguiente, abordar con entusiasmo las múltiples medidas políticas necesarias para avanzar en esa tarea impostergable.
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Pablo Oprinari
Sociólogo y latinoamericanista (UNAM), coordinador de México en Llamas. Interpretaciones marxistas de la revolución y coautor de Juventud en las calles. Coordinador de Ideas de Izquierda México, columnista en La Izquierda Diario Mx e integrante del Movimiento de las y los Trabajadores Socialistas.