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Red Internacional
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OPINIÓN. México y la rebelión en América Latina

Las rebeliones y movilizaciones que recorren al continente muestran el camino a seguir para los trabajadores y la juventud de México.

Martes 22 de octubre de 2019

En las últimas semanas, la lucha de clases se sintió fuerte en Latinoamérica. Jornadas revolucionarias y revueltas populares son el símbolo convulsivo de los tiempos que recorren nuestro continente. Desde Santiago de Chile hasta Tegucigalpa, Honduras, trabajadores, jóvenes, indígenas y campesinos desafiaron con valentía la represión y mostraron que, cuando los gobiernos aplican a rajatabla los planes del Fondo Monetario Internacional, el camino para enfrentarlos es la lucha en las calles.

La rebelión de los explotados y oprimidos es una gran enseñanza para todos los pueblos de la región y, en particular, para los trabajadores y la juventud de México.

En los últimos años, el ascenso de gobiernos de derecha -capitalizando el agotamiento del ciclo de los llamados gobiernos posneoliberales- fue señalado por algunos como el advenimiento de un periodo conservador en el continente. El gobierno de Donald Trump viene piloteando una ofensiva sobre la región y las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo, para fortalecer las cadenas de la opresión y sujeción al imperialismo.

Respecto a México, impuso un Tratado Comercial que favorece aún más a las trasnacionales yanquis y exigió sumisión a su política migratoria por parte de los gobiernos mexicanos, primero a Peña Nieto y luego a López Obrador, en medio de un discurso insultante por lo xenófobo y racista.

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Sin embargo, mientras la distintas fracciones de la clase dominante y sus representantes -sean de la derecha conservadora o del “progresismo”- aplicaban y/o aceptaban los planes imperialistas, surgió la protesta obrera, juvenil y popular que se extendió como un reguero de pólvora. Lo que se mostró en Costa Rica desde el año pasado y en Puerto Rico hace algunos meses, no fue un rayo en cielo sereno. Aunque la lucha en las calles en cada país es una reacción a los ataques inmediatos -en Ecuador contra el paquetazo, en Chile ante el aumento de tarifas- su motor más profundo hermana a toda la región: las consecuencias de la política económica y social impuesta durante décadas por la clase dominante, fiel a la entrega y subordinación exigida por Washington y el Fondo Monetario Internacional.

López Obrador y la entrega al imperialismo

Decíamos antes que la rebelión en América Latina es una gran lección para los trabajadores y el pueblo de México: ese es el camino para derrotar los planes imperialistas y sus consecuencias terribles, que en nuestro país es, junto a la miseria, la explotación y los salarios más bajos del continente, cientos de miles de muertos por la llamada “narcoguerra”, las redes de trata y el feminicidio. Sin embargo, mientras en América Latina iniciaba un nuevo capítulo de la rebelión contra los gobiernos sirvientes de Estados Unidos, el gobierno mexicano continua aceptando los dictados fundamentales de la Casa Blanca y los organismos financieros internacionales.

Ejemplo de ello lo vimos recientemente, con la detención fallida de Ovidio Guzmán López, una respuesta obediente a los planes de la DEA para detener y extraditar al hijo del Chapo Guzmán, al mejor estilo de los gobiernos de Calderón y Peña. Lo vimos también con la creación de la Guardia Nacional, cuya primera acción fue contra los migrantes; la nueva corporación es responsable de mantener la militarización exigida por la Casa Blanca. Asimismo, con su discurso de “paz” y “dialogo” ante el xenófobo Donald Trump, el mismo que pretende redoblar las cadenas de sumisión y opresión sobre el país.

Un gobierno que mientras recorta el presupuesto a salud, educación y cultura, y despide miles de trabajadores estatales, continua el pago puntual de la deuda externa y garantiza los compromisos con las empresas extranjeras que saquean los recursos naturales del país.

Por eso, más allá del discurso “progresista” con el que AMLO pretende aparecer como una alternativa a los gobiernos neo liberales precedentes, el hecho es que se mantiene la subordinación y la entrega al imperialismo y las transnacionales. Este camino de sujeción a los dictados de Estados Unidos y el FMI solo tiene un final: peores condiciones de vida de millones de trabajadores, jóvenes y mujeres en México; mayor precarización laboral y más despidos, y una educación, salud y cultura cada vez más degradada.

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Antiimperialismo y lucha de clases: el camino

La lucha en las calles de Ecuador y Chile marcan el camino, así como lo marcaron también los pueblos de Haití, Puerto Rico, Costa Rica y Honduras. Una tarea de primer orden es impulsar la más amplia solidaridad con los trabajadores y jóvenes que en Chile y otros países están luchando heroicamente contra los gobiernos que aplican los planes imperialistas.

Junto a esto, es fundamental asumir una perspectiva antiimperialista y de lucha inclaudicable contra los planes del FMI y la Casa Blanca. Los socialistas del MTS consideramos que hay que repudiar la política migratoria de Estados Unidos y su injerencia en México, así como echar atrás la militarización y abolir la Guardia Nacional. Dejar de pagar la deuda externa, imponer impuestos progresivos a las trasnacionales y grandes empresas, para tener recursos para salud, educación y cultura. Los trabajadores y sus organizaciones, junto a la juventud y las mujeres que se movilizan por sus derechos, tenemos que tomar en nuestras manos esta perspectiva internacionalista y antiimperialista.


Pablo Oprinari

Sociólogo y latinoamericanista (UNAM), coordinador de México en Llamas. Interpretaciones marxistas de la revolución y coautor de Juventud en las calles. Coordinador de Ideas de Izquierda México, columnista en La Izquierda Diario Mx e integrante del Movimiento de las y los Trabajadores Socialistas.

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