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Red Internacional
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El Telescopio. Mi planta de nostalgia y ternura

Un pequeñísimo homenaje a propósito de 220 páginas que nos hicieron sangrar a generaciones enteras.

Viernes 21 de febrero de 2020 08:41

Por estos días sería el aniversario del cumpleaños de José Mauro de Vasconcelos, el carioca mestizo de portugueses e indios pinagés autor de "Mi planta de naranja-lima", "Vamos a calentar el sol" y "Rosinha mi canoa", entre otros libros. ¿A quién le importa, no? A mí, que todo siempre me viene al pelo como pretexto para hablar de lo que me hace hervir la sangre.

Leí Mi planta de naranja-lima por primera vez hace veinte años. Lo vuelvo a leer y las emociones de los doce años que tenía están enteras, me siguen dando un bife y a veces me pasan por arriba. Vasconcelos dice en el capítulo final "Tú me enseñaste la ternura de la vida, mi Portuga querido.

A veces soy feliz en mi ternura, a veces me engaño, lo que es más común". Porque claro, la ternura será todo lo que quieras pero no es suficiente para ser feliz en un mundo manejado por un grupo de mediocres que te imponen necesidades. Pero volviendo... el caso es que la ternura de la vida, a mí me la enseñó ese libro, ese escritor.

Cómo no anudarme la garganta con esa pluma desgarrada que relata en primera persona cuando Zezé de cinco años peina con grasa y le pone un trajecito a Luis, su hermanito menor para llevarlo a la puerta de una iglesia donde iba a haber una donación de juguetes por navidad.

Como los dos nenes eran muy chiquitos y tenían que ir con mucho cuidado solos hasta ahí porque sus hermanas mayores estaban trabajando, llegan tarde y se encuentran sólo con retazos de papel de regalo en el suelo de la entrada de la iglesia: para ellos ya no quedaba ningún regalo.

Lo más brutal, doloroso, es ver cómo a Zezé lo que lo acongoja no es que no haya un regalo para él, sino que su hermanito haya descubierto tan temprano la amargura de la desigualdad. Demoledor, como hasta la última página.

También ese libro me afiló ese cuchillo agridulce que es la nostalgia, que tantas malas decisiones me hizo tomar. Pero celebro la sensibilidad de Vasconcelos, quien fue un pibe pobre nacido en Bangú que jugaba a colgarse de las ruedas de auxilio de los coches caros mientras estaban en marcha, y de todos los "Vasconcelos" que andan y anduvieron dando vueltas por todo el mundo, que sus historias no aparecieron en ningún libro, pero por y junto con quienes vamos a escribir las páginas del futuro, esas donde estas historias ya van a ser sólo parte de ficciones del pasado.

Lean Mi planta de naranja-lima por favor. Que no hay cosa más entrañable.