Entrevista con la médica psiquiatra María Ester Albarello, integrante de la Seccional San Isidro de la CICOP y Marta Márquez, trabajadora social, perteneciente al CAPS San Fernando (Centro de Atención Primaria) y ex presidenta del gremio de la salud. Nos contaron que significó para ellas vivir los años de terrorismo de estado y sobre el destino de otras compañeras de la salud que aún continúan desaparecidas.
Lunes 20 de marzo de 2023 22:48
La Izquierda Diario mantuvo un dialogo con la profesional de la salud, la médica psiquiatra María Ester Albarello, integrante de la Seccional San Isidro de la CICOP y Marta Márquez, trabajadora social, perteneciente al CAPS San Fernando (Centro de Atención Primaria) y ex presidenta del gremio de la salud. Nos contaron que significó para ellas vivir los años de terrorismo de estado y sobre el destino de otras compañeras de la salud que aún continúan desaparecidas.
¿Cómo fueron sus años de juventud en los 70? ¿Qué podrían contarnos de las compañeras desaparecidas?
Ester Albarello: Yo comencé mi recorrido estudiando en la Universidad, y empecé a ver ideas diferentes. Éramos un grupo de compañeros que estábamos preocupados, teníamos la inquietud, las ganas de cambiar las cosas, ayudar a la gente; nos juntábamos en el Convento de Santo Domingo cada quince días y esto se daba en la época posterior al Cordobazo y un día llego un compañero que nos habló de lo que fue el Cordobazo y ahí se me abrió la cabeza, en el sentido de ver lo que eran las luchas populares, aunque luego milite muy poco en la universidad, y en aquel momento yo pertenecía a una organización peronista que hacíamos trabajo territorial. En la facultad ingrese con mi amiga Marta Eiroa y conocemos a Franca Canei. Con Marta teníamos diferencias e inclusive se armaban debates en la guardia del Hospital de Vicente López, recuerdo que llevaban documentos escondidos en los zapatos, los sacaban y ahí empezábamos la discusión. Todos eran militantes, aunque con nuestras diferencias.
Marta desapareció en mayo del año 1976 y previo a su secuestro, permanentemente había un patrullero en la puerta de su casa de la calle Tacuarí, en Beccar, y la policía robo todo lo que había en la casa de su madre, desde su título de medica hasta objetos personales, todo lo que pudieron llevarse, se lo llevaron. Finalmente me entero que fue trasladada a Campo de Mayo, mientras que Franca fue llevada en noviembre del 76 mientras realizaba guardia en la Clínica Beccar.
Sobre el destino de Marta me entere a través de un sacerdote que militaba en DD. HH y que me contacta en el año 2000 para decirme que había encontrado a un sobreviviente de Campo de Mayo que había visto a Marta, y que iba a llevar a Elena, la mama de Marta al local de Abuelas. El sobreviviente era Cacho Scarpati: Juan Carlos, así su nombre resistió a lo que fue El Campito, el principal de los centros clandestinos de detención y exterminio que funcionaron dentro de la guarnición de Campo de Mayo. El apenas vio a la madre de Marta, la abrazo y le dijo: “su hija me salvo la vida “. Al momento del encuentro le cuenta que lo habían secuestrado, hecho que ocurrió en abril de 1977, luego de recibir ocho balazos, mientras lo trasladaban a Campo de Mayo.
Contaba que nuestra compañera Marta estaba en la celda con otra medica que era residente del Hospital de Tigre y recuerda que las sacaban a las dos engrilladas para atender los partos en el Campito. Ellas en ese ir y venir, robaron comida, instrumental quirúrgico para curarlo y darle de comer a Cacho ( Scarpati ), y lo salvaron. Y al momento que lo sacan a Scarpati para señalar gente, es ahí fue cuando el finalmente se escapa llegando a Retiro.
Recordemos que Scarpati se fugó de Campo de Mayo, luego de sobrevivir al coma en que lo dejaron los balazos, y dio sus primeros testimonios en España. Sus relatos formaron parte de la acusación contra el ex General Omar Riveros y demás represores. Finalmente, falleció en el año 2008.
De Franca nunca supimos donde estuvo detenida, ni su destino final, señala María Ester.
¿Qué otros recuerdos, vivencias tienen de aquel momento?
EA: Uno de los recuerdos más patentes que tengo es un relato de quien fue mi compañero, quien era medico en la guardia del hospital de Vicente López: un hecho que ocurrió en julio del año 77, cuando un grupo de tareas lo llaman para darle atención a una joven que estaba encadenada, esposada a una camilla, y le dan la orden: suturala. Cuando él se acerca ella dijo: "no te voy a decir mi nombre, te pido que me mates, no dejes que me lleven". Muchos años después, quien fue mi esposo me llama para contarme que, a uno de los tipos del grupo de tareas, lo habían detenido. En ese momento hablando con un paciente que formaba parte de la Comisión por la Memoria, le cuento todo lo que había pasado y entonces me dijo: en julio de ese año entraron dos chicas que las habían pescado en Munro, una de ellas con la muñeca lastimada, ella era la gorda Silvia como se la apodaba.
Se trataba de Alicia Raquel Delaporte.
Así fue como en los Tribunales de San Martin, casi cuatro décadas después, resonó el nombre de quien había impartido la orden de "suturala". Se trataba de Carlos Villanova, alias “Capitán Federico”, uno de los torturadores más brutales de Campo de Mayo. Fue miembro del Batallón de Inteligencia 601. También se lo conocía como como Gordo 1, Doctor, Tordo. Tan confiado estaba en la impunidad de su anonimato, que Villanova hasta fue candidato a intendente en 2003 por el partido de Vicente López, mientras el ex carapintada Aldo Rico hacía lo propio buscando la gobernación de la provincia de Bs As. En 2004 Villanova se retiró de la Policía Federal como oficial mayor y se volcó al ámbito privado; se decía consultor de empresas.
Quien fuera mi compañero nunca se olvidó la cara de ese tipo, quien no pudo ser juzgado porque murió. Y siempre vivió con ese miedo que se lo llevaran; inclusive tiene dos primos que fueron desaparecidos. Y en ese momento era muy difícil que prosperara un habeas corpus si alguien faltaba; los militares eran los dueños de todo, de la vida de todos.
Tengo tantos recuerdos. Yo recién comenzaba la residencia en el Hospital Borda, y era la época del Mundial 78, y la gente festejando y gritando y todo lo que pasaba alrededor y no podía creerlo. Ya por aquel momento, además en el marco del Plan Condor, ya se sabía, se contaban alrededor de 20 mil compañeros desaparecidos, ya en ese momento, cuando fue la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el año 1979 fue toda una payasada cuando visitaron los centros clandestinos y no miraron lo que estaba detrás de las celdas. Tiempo después uno fue tomando más conciencia de que se trataba, o como venían sucediendo las cosas: de los lugares de detención no sabíamos, o sabíamos muy poco, yo cuando llevaban a alguien, pensaba que solo iban en cana, y no el horror que se vivía en los centros como ESMA o Campo de Mayo.
¿Opinas que hubo algún avance en el periodo democrático en relación a los juicios?
EA: Hoy los juicios continúan, van lentos, pero Campo de Mayo sigue sin ser bien investigado. Hay tanto por contar. En algún momento leí “El osario de la rebeldía “y allí se cuenta, entre tantas cosas, que en un arroyo de Maquinista Savio hay cuerpos, que eran depositados allí en bolsas que desechaban camiones en la zona, como cuerpos enterrados a la vera de la Ruta 202 a la altura de la guarnición Campo de Mayo. Ese lugar es un espanto y creo que hay que seguir investigando, en la ESMA, se hizo mucho más. También recuerdo el secuestro y desaparición de los Oesterheld, de toda la familia: Héctor y sus cuatro hijas que vivían acá frente a la estación de Beccar. Los 70 fueron una época de muchas ideas, de muchos debates, militancia, y vino un golpe que desarmo todo eso. Y finalmente llegaron los juicios, donde los tipos tuvieron todas las garantías, sus defensores, y fueron condenados, si bien podemos o no estar de acuerdo con las condenas en sí. Y este país tiene una gran organización a nivel de derechos humanos que no queremos que nadie se la apropie, porque sabemos que muchas están atravesadas por partidos políticos, pero es muy importante saber que nosotros pudimos hacerles un juicio a los genocidas, aunque sigue siendo insuficiente y falta investigar y mucho por hacer.
¿Cómo era militar en salud en dictadura?
Marta Márquez: La dictadura fue una época donde se implementó un plan económico siniestro que se llevó adelante a través del terror, había que silenciar y desaparecer. No se podía juzgar ni matar abiertamente y entonces había que callar esa efervescencia de la militancia. Pero hoy rescatamos en la memoria a compañeras como Marta, Franca, y tantos otros y otras que fueron secuestrados; con el tiempo empezamos a ver que, en todos los hospitales, centros de salud, o lugares de atención comunitaria había historias poco conocidas, y lo que más salió a la luz fue el centro de exterminio en las instalaciones del Hospital Posadas, que ya era de público conocimiento.
Muchos de nuestros compañeros estaban involucrados en programas de salud comunitaria, había un movimiento que estaba con la gente y en el terreno, por ejemplo, en el Hospital Evita de Lanús, impulsaba un dispositivo de salud mental en ese marco, y para la época eso era peligroso y disruptivo.
En relación al sindicato, ¿qué tareas se propusieron respecto a las y los compañeros desaparecidos?
MM: Lo cierto es que nosotros estando en la secretaria de Genero y Derechos Humanos cuando nos propusimos hacer un mural donde figurarían los nombres de los trabajadores de la salud desaparecidos de la provincia de Buenos Aires, nos acercamos a la catedra de Salud y DD. HH de la Universidad donde hicimos un trabajo muy minucioso y se veía que eran muchas las enfermeras y obstetras que eran detenidas, y ustedes se imaginaran el porqué.
Desde nuestro lugar, pensamos que el gremio, que fue fundado en el año 88 tenía la tarea de honrar la memoria, y exigir verdad y justicia de los compañeros asesinados y desaparecidos durante el genocidio. Entendíamos que trabajar esta memoria nos fortalecía. Hicimos un gran trabajo en conjunto y minucioso, buscando nombres, fechas, legajos, etc. para luego poner las placas como recordatorio y el mural que muestra a quienes fueron víctimas de la dictadura, agrego.
Y como anteriormente decía María Ester, si llegamos a los juicios y las condenas, fue por la lucha incansable de las valientes Madres y Abuelas, familiares y otros organismos de DD. HH que no bajaron loso brazos, nunca. Hoy, las Madres siguen siendo nuestro puntal, mujeres como Nora Cortiñas, Mirta Baravalle, hay que acompañarlas siempre en su lucha. Hay una memoria instalada y por eso cada 24 de marzo de sale a las calles por el pedido vigente de Memoria, Verdad y Justica que va pasando de generación en generación y es nuestra tarea y compromiso seguir sosteniendo esas banderas.
Se estima que en el país fueron secuestrados alrededor de 250 profesionales, en su mayoría médicos y psicólogos, y otros 440 fueron víctimas del terrorismo de Estado en el área de salud.