En el Estado español murieron, solo el año pasado, 4700 personas por causas relacionadas con el calor. La última ola de calor que asoló el país la semana pasada dejó en un solo día 27 muertos. Una dramática situación que sufre en mayor medida la población trabajadora y más precaria, fruto de la crisis climática.
Martes 4 de julio de 2023
En lo que llevamos de verano se han superado ya los 44ºC en varios puntos del Estado español. Una temperatura que ahora da una tregua, pero que volverá a subir este viernes debido a la llegada de una masa de aire cálido, según ha informado la AEMET.
El pasado 26 de junio la ola de calor dejó 27 muertos en un solo día y van ya cerca de 40 personas fallecidas por este motivo en apenas una semana. Una cifra dramática que se repite año a año debido a la falta de medidas efectivas para evitarla. Y es que aunque las temperaturas son altas, numerosos trabajadores siguen expuestos a tareas extenuantes en horas de máximo calor, como el trabajador del campo de 46 años que murió mientras trabajaba en Ciudad Real el pasado martes.
La crisis climática es un problema de clase: quienes más expuestos están a sus peligros son los trabajadores, especialmente en los sectores más precarios que no se pueden permitir el lujo del aire acondicionado en su casa o bien directamente trabajan durante largas horas bajo el Sol en pleno verano. Según investigaciones del Instituto de Salud Carlos III, el nivel de renta es, de hecho, uno de los factores más determinantes que determina la mortalidad por esta cuestión.
El año pasado fue el más caluroso en la historia de España, y la primavera de 2023 también fue declarada la más calurosa registrada. Unos datos que tuvieron su punto álgido en la histórica ola de calor de 2003, que dejó unos 6500 muertos según el Centro Nacional de Epidemiología y el Instituto de Salud Carlos III (en toda Europa fueron entre 35.000 y 70.000 fallecimientos). Y aunque todo apunta a que “nos hemos acostumbrado”, las cifras de muerte año a año confirman que el calor se está convirtiendo en un asesino silencioso.
Mientras tanto, y en plena campaña electoral, la extrema derecha de PP y Vox se presenta con un programa negacionista de la crisis climática, afirmando que “evitará muertes por frío” o que es necesario poner una maceta en cada balcón, como afirmó Isabel Díaz Ayuso.
Un negacionismo que se ha traducido en políticas ecocidas en lugares como Doñana, donde el gobierno de Andalucía aprueba regadíos ilegales que se pretenden trasladar al resto del Estado si la derecha gana las próximas elecciones.
Frente a esta derecha, el gobierno del PSOE y Podemos y su ministerio de Transición Ecológica no han sido capaces de poner en pie una sola medida efectiva, aceptando la legislación europea en materia de energía verde que incluye a la nuclear y el gas como energías limpias y permitiendo que las eléctricas se sigan forrando y contaminando a costa de subirle los precios a los usuarios. Además, las restricciones impuestas el año pasado al trabajo a altas temperaturas son irreales: no se ha establecido ningún mecanismo que asegure, por ejemplo, que los trabajadores en diversos sectores precarios puedan dejar de trabajar a pleno Sol durante una ola de calor, porque la Inspección de Trabajo continúa infrafinanciada.
No solo eso, sino que la medida estrella planeada por el gobierno es la creación del Observatorio de Salud y Cambio Climático, cuyo propósito es generar "una sociedad informada y preparada para actuar frente al cambio climático y minimizar sus impactos sobre la salud”. Es decir, se trata de continuar tratando como un mero trabajo de concienciación lo que es un problema estructural. Se trata de otro tipo de negacionismo climático de ese que nos está llevando al desastre.
Además, ante un verano como este, encontramos que el sector forestal continúa infrafinanciado, y enfocado a la mitigación de incendios ya producidos en lugar de a su prevención, poniendo así en riesgo la vida de millones de personas en general y cientos de bomberos en particular.
Frente a esta situación, debemos exigir medidas efectivas contra la crisis climática, como la nacionalización bajo control de sus trabajadores de las empresas energéticas y los transportes y su reconversión a una matriz renovable y diversificada. Frente a la voracidad sin escrúpulos de los empresarios y la custodia de sus ganancias ejercida por los gobiernos exijamos el fin del trabajo a altas temperaturas, un reparto de horas sin rebajar salarios y jubilación temprana. Medidas que no solo pueden reducir la mortalidad en el lugar de trabajo y por olas de calor, sino que también contribuyan a disminuir la precariedad y mejorar la vida de los trabajadores. Y es que nuestras vidas valen más que sus ganancias.